Desde aquí os propongo un ejercicio bastante interesante para iniciar a vuestra pareja en las relaciones de dominación, ya que un masaje bien dado en los pies puede despertar la vocación de ama de vuestra mujer.
Nunca pensé que la propuesta fuera tan buena, escuchen a esos maridos hincha pelotas Me llamo Carla y les voy a contar lo que me sucedió hace un año. Todo comenzó hace tres años, cuando un día mi marido Mariano me dijo en una charla que le gustaría hacer una tricota en la cama. Desde […]
Los ojos cerrados no me impidieron presentir que su boca se acercaría y finalmente sentí su aliento tibio y su lengua que, de inmediato, como un resorte, me llevó a un clímax estremecedor.
Cuando Diego salió del vestidor me sorprendió, no se que habrá pensado pero como la bata le llegaba a la altura de los muslos, pude ver que no traía pantalón ni calcetines. Eran las piernas. Más peludas que había visto.
Los sábados mi mujer salía muy temprano y me quedaba solo, a eso de las nueve y media, llegaba Amanda y luego de tomar un té, realizaba sus labores hasta más o menos las 2 de la tarde, luego de un par de semanas la comencé a mirar con ojos más críticos para analizarla, primero le miré el culo que es lo que más me importa, se veía de lo más normal no muy pronunciado pero redondo y paradito cuando se agachaba se le veía muy bien, pensé en mi suegra con su tremendo poto y me puse caliente
Todo comenzó cuando yo acababa de tomar un nuevo puesto en la empresa y las cosas no estaban saliendo tan bien como yo quería y traía una tensión acumulada que me estaba generando un fuerte dolor muscular a la altura de los hombros. Ese día después del turno de trabajo llego a mi oficina decidida a quitarme esa molestia en los músculos, me dijo que me sentara de espaldas a ella y comenzó la sublime labor.
En cierta oportunidad en la que estábamos tirados en la cama jugando al juego que más nos gusta me dice que debía irme ya que estaba esperando a su masajista, mientras me vestía llegó la masajista... una mujer de unos 54 años, un tanto rellenita, pechos muy voluminosos y caderas bamboleantes; instantáneamente sentí deseos de tener sexo con semejante hembra.
Seguí bajando por su espalda hasta llegar a su cintura y allí me detuve de nuevo, subiendo de vez en cuando recorriendo su columna vertebral. A continuación me dediqué a sus piernas, bajando rápidamente hasta hacerme con sus pies y comencé a masajearle las plantas de los pies.