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Unos cuernos bien puestos y… disfrutados II

La tumbé sobre la cama boca arriba y empecé por levantarle las piernas y clavársela de esa manera, mirándole los ojos ella asentía con la cabeza cada empuje mío y sus ojos parecía que se saldrían de las órbitas a cada empellón, mientras gemía y me animaba a seguir dándole teniendo en poco espacio de tiempo dos orgasmos, el último de los cuales fue tan bestial e intenso, una corrida tan fuerte que pensé que me iba a romper las caderas de la forma en que me apretó.

Siempre hubo cornudos

Esa noche fuimos todos a tomar unas copas y al quedar solos tal cual yo quería, me invito a su casa, como la verdad quería sudar, eso hicimos, utilice mi mejor repertorio, primero ya desnudos, me arrodille ante su miembro, mamándolo como su tamaño y mi calentura lo requerían, estábamos fornicando, cuando alguien toco la puerta de la quinta, sobresaltada interrogándolo con mis ojos, encontré un rostro de extrañeza, en el marco de la puerta del dormitorio, estaba una mujer de unos cuarenta años, morocha, ojos moros

Se excitaba pensando que a su mujer la follaba otro hombre y utilizaba todas las técnicas posibles para que ella hiciera realidad su fantasía

Me armé de valor, porque dar el paso definitivo es enervante y te produce una rara sensación de que puedes equivocarte y no va a ser posible dar marcha atrás en lo que, incluso, puede acabar con tu matrimonio si no es bien entendido por tu pareja, pero estaba decidido y me puse en contacto con Alceo citándole en una céntrica cafetería.

Cada uno casado felizmente, pero desde aquel lejano encuentro que supuso su promoción inmediata en la empresa, siempre fieles a sus encuentros sexuales

Roberto y yo continuamos nuestra relación, encontrándonos en las tardes tres o cuatro veces por semana. Eventualmente él alquiló un departamentito que tenemos lleno de sábanas de seda, juguetes sexuales, disfraces y otras cositas. Roberto también arregla los viajes de negocios y las conferencias y compartimos la habitación tantas veces como nos es posible.