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Se me tiró mi tía Sylvia II

Empecé por la espalda y me entretuve un buen rato en los costados de sus tetas y ella decia, que gusto la crema en mis pechos, los tengo tan grandes que me duelen, sobre todo los pezones y se moví o para dejarme darle crema en los pezones dentro del bikini.

Mi mochila, mi novia y el marinero

Tan pronto como mi novia desapareció en la lancha que la llevaba hasta el barco, me acerque a Julio. Sabia que existía la posibilidad que me estuviera equivocando, pero a juzgar por su mirada al ver que Karla se marchaba la esperanza de tener algún ligue con el, creció (así como mi pene que casi se salía de la tanga azul que yo llevaba puesta).

Un día de varios encuentros

Aquél día, como tantos otros de verano caluroso y pegajoso, me encapriché con  un vestido camisero de color ocre con flores silvestres que acentuaban la expresión de mi rostro; no así a mi cuerpo, algo metido en carnes por la dejadez y el paso de los años, que estaba pidiendo a gritos un buen reciclaje, empezando por la estética, que me pareció era lo mejorcito que podía hacer en aquellas fechas.

Iniciado a los 17, iniciador a los 34

Yo estaba en el cielo, las sensaciones de mi ano eran maravillosas, nada que ver con las frías hortalizas. Sentir una polla caliente, viva en mi culo me hizo saber que yo había nacido para ser follado... Solo diré que me corrí sin tocarme siquiera, cuando noté como el descargaba su leche dentro de mí, mientras los dos gemíamos como locos.

Aburridas vacaciones en familia

Nos estábamos aburriendo y como nos llevamos tan bien, le dije que si cogíamos unas pedaletas y nos íbamos por ahí para olvidarnos un poco de los viejos, me parece perfecto contesto, fuimos donde las alquilaban y cogimos una por una hora, nos montamos y nos fuimos alejando de la orilla.

Arena caliente

Un encuentro en una playa nudista con un hombre que se había tumbado junto a él y con la excusa de echarle crema para no quemarse empezaron un juego de masajes y fricciones que fueron caldeando el ambiente.

Fea de cara… pero, ¡qué cuerpo!

Su fealdad fue obviada al instante, pues su cuerpo era de maravilla. Cuello largo y blanco, hombros derechos, pechos medianos firmes y con buena aureola y pezón, cintura más bien fina, amplias caderas y la coronación de sus torneadas piernas, era rematada con redondeces de sus blancas nalgas. Ofreciéndome una, cruzamos los brazos y tomamos un sorbo. El cruce sirvió para que mi mano derecha rozara uno de sus duros pezones, que coronaba su teta izquierda. Apuramos la copa y sin casi darnos cuenta, estábamos en cuclillas sobre la moquette. Sirvió dos nuevos tragos y los bebimos de un saque.