Ya hace tres meses que mi marido se entero que es un cornudo, lo consintió creyendo que fue una aventura de verano, (ver confesiones de mi tía Clara), pero como les prometí me veo en la obligación de contarle mi historia con mi sobrino (25).
Soy adicto a la lencería erótica, llámese corseletes, portaligas, hilos dentales, brasieres, medias de seda, baby dolls, etc., adicción que desde el inicio de mi matrimonio encontró eco en mi esposa, ella es una hermosa mujer de 1,68 metros, 49 kilos de peso y con unos espectaculares 90-60-95, que resultan casi perfectos para cualquier clase de lencería.
La pedí que se diera la vuelta y se inclinara, me quedo su culito en pompa y la pedí que me dejara probar con su culito, me pidió que tuviera cuidado, para mi también era la primera vez y no sabia como acabaría la cosa.
No me detengo durante cada una de mis descargas de placer, al hacerse más espaciadas y suaves, me dejo caer, agotada, manteniendo su verga bien dentro de mi, sintiendo como su semen inunda todos los rincones de mi adolorido recto.
Ella deseaba tener un hijo, no un esposo. Necesitaba un hombre, su patrón se ofreció sacrificadamente.
Mi novio entre sorprendido y excitado se acomodo en el sillón y comenzo a disfrutar de semejante placer, con una mano acariciaba mi cabeza y con la otra me quitaba la tanguita para poder llegar bien adentro de mi concha desesperada se sexo.
Giova me dio unas chupaditas y luego la inserto en la vagina de mi Ana. Durante 5 años había gozado de aquella conchita, pero esta tarde la sentía mas mía que nunca, cada metida me excitaba como nunca antes.
Mis pechos, encerrados en el corpiño quedan a su merced, y me los acaricia con una suavidad sorprendente. La parte posterior de mis pechos comienza a ser besada con maestría, nunca me había pasado pero ya quería acabar.
Estuve saboreando el coño de Laura durante 20 minutos en los cuales me dediqué a hacer de todo: le daba besitos, mordiscos y lo que más la excitó fue cuando le introduje mi lengua dentro y un dedo de mi gruesa mano (he de decir que no tengo una mano, tengo un muestrario de pollas por el grosor de mis dedos).
Al terminar el número, Blanca se quiso colocar en posición más cómoda para disfrutar de la enculada y fue entonces cuando advirtió quién era su pareja. Se desprendió de mi polla, se giró y me asestó una sonora bofetada, quedándome compuesto y con los huevos a punto de reventar. De una ojeada advertí que Aurora, empalada en Rogelio, tenía la boca libre así que acudía a tapársela.