Un hombre virgen tiene la maravillosa oportunidad de tener una experiencia amorosa con uno de sus amigos.
Me tumbé, cogí el tubo de leche condensada, me abrí el coño con la otra mano y me eché una generosa ración. Comenzó a lamer, con más nerviosismo que de costumbre, ansioso.
La historia que les quiero compartir hoy es la de una chica de mi ciudad. Ella tenía solo 16 años cuando le ocurrió esta historia que definió el rumbo de su vida.
Siempre he querido coger con mi prima, porque sabía que esas pantorrillas portentosas arriba guardaban la gloria.
Sus manos me acariciaban con cierto frenesí, con ansia desatada y ganas de ser colmada. Las mías recorrían su cuerpo con el mismo deseo, e incluso más, sabiendo que se me concedía algo privilegiado, prohibido...
Dios que hijo de puta, el muy cabrón solo llevaba puesta aquella ridícula bata, y por encima había dejado que se abriera, mostrándose la larga polla que tenía. Se le veía enorme, y eso que se veía flácida.
De vez en cuando lo visitaban unos amigotes, todos de su misma edad, y se dedicaban a ver fotografías que Manuel hizo alguna vez, de mujeres desnudas
Yo no dudaba que muy pronto se la devolvería y es que las mujeres maduras me encantan y me vuelven loco, las veo por la calle y me entran unas ganas locas de besarlas a todas.
Entraba y salía de su vagina ese enorme objeto, perecía mentira que entrase cosa tan grande en su interior. Comencé a acariciarme de pura excitación por lo que estaba viendo.
Cuando consideré que ya estaban bastante duros, subí la bandeja y coloque las pinzas, que colgaban de las cadenitas, una en cada pezón.