Experiencia familiar
Esta historia que os voy a contar es real; sucedió en una Semana Santa y sigo excitándome muchísimo cada vez que la recuerdo. Veréis; me llamo María, tengo 41 años y estoy casada desde hace veinte. Tengo una muy buena comunicación en mi pareja, queremos introducir en nuestra relación esos acicates que la hacen siempre distinta y sorprendente, y por ello siempre fantaseamos con la posibilidad de poder incorporar a otra persona en la relación, pero ni pasábamos de ahí, ni hubiéramos sabido cómo ponernos en contacto con quien estuviera en la misma onda; quizás nos diese corte, o no sé muy bien porqué, pero lo cierto es que no habíamos llegado a traspasar el umbral de la pura fantasía, eso sí echando unos polvos impresionantes «actuando» nuestras fantasías.
Esa Semana Santa nos fuimos con mi cuñado y su mujer a un lindo pueblo de Portugal. La playa era espléndida y estaba casi vacía; tanto, que aquella mañana le propuse a la mujer de mi cuñado que hiciésemos topless. Charlábamos tranquilamente tomando el sol cuando llegaron su marido y el mío. Ni nos inmutamos, aunque sí creo que ellos se quedaron bastante sorprendidos. Como quien no quiere la cosa y dando la impresión de la más absoluta normalidad, nos fuimos a dar un paseo por la orilla del mar. Mi marido y su hermano llevaban gafas de sol, pero estaba segura de que mi cuñado no dejaba de recorrer mi pecho con la vista. Nos metimos en el agua, pero como la encontré muy fría salí y me tumbé boca abajo en la toalla a tomar el sol. Mi cuñado no descuidó la oportunidad y amparándose también -creo yo- en que el agua estaba fría, salió enseguida y se sentó a mi lado. Algo me había picado en la espalda y como no dejaba de rascarme, mi cuñado se aproximó solícito para ver qué tenía … Yo seguí en la misma posición, boca abajo y con los brazos debajo de la cabeza. «Te ha picado algo y tienes una buena roncha. Espera que te pongo un poco de crema», dijo. Se llenó las manos de crema y se dedicó con esmero a extenderla por mi espalda, rozándome levemente el pecho cuando la extendía por los lados. Me dio un gusto enorme. Después se lo comenté a mi marido porque, la verdad es que a me había excitado mucho que otro hombre hubiese estado cerca de mi pecho. «¿Qué te parecería mi hermano en caso de que llevásemos a cabo alguna fantasía?», preguntó mi marido. Habíamos jugado tantas veces a que mi marido era él, que me pareció lo más natural decirle que me parecería muy bien.
Al día siguiente volvimos a la playa. Mi cuñado buscó el momento y me dijo, «¿te pongo crema?». Creo que lo estaba deseando y le dije inmediatamente que sí. La cosa fue «más completa», porque sus dedos ya buscaban mis pezones descaradamente; aunque me dejaba hacer, o quizás por ello, notaba que me estaba poniendo colorada y como me estaba «mojando» y es que, sin duda alguna, me estaba gustando. Nuestras respectivas parejas estaban dando un paseo por la playa y aprovechando la coyuntura de que estábamos solos, mi cuñado me dijo, «¿te pongo crema por delante?». No respondí inmediatamente, pero tampoco me demoré mucho es responder, «muy bien, ahora por delante». Me di la vuelta y me tumbé boca arriba con los ojos cerrados.
Hasta que llegaron a rozarme los pezones, sus manos parecían de seda; a partir de ahí su dedos se volvieron casi agresivos. Sin dejar de controlar el paseo de su mujer y de su hermano, y aprovechando que la playa estaba medio vacía se inclinó y su boca comenzó a chupar mis pezones. No podía creer lo que estaba pasando. Haciendo un esfuerzo le dije, «para, ¿estás loco o qué?». La respuesta la dieron sus labios, que pasaron de mis pezones a mi boca, en donde introdujo su lengua y la recorrió entera.
Estaba casi derritiéndome cuando añadió, «ésto tenemos que acabarlo, no podemos dejarlo así; y no me digas que a ti no te ha excitado, porque no me lo creo, lo he notado en tu respiración». «Claro que me has excitado -dije- y claro que quisiera continuarlo y lo podremos terminar, pero con una condición, esta noche, después de cenar, creamos un ambiente idóneo entre los cuatro y hacemos un intercambio de parejas. ¿Qué te parece?. ¿Te atreves?».
«Uf, muy fuerte, tu. Muy fuerte», dijo con un respingo. «Si te atreves, insistí, convence a tu mujer, que yo hablo con mi marido».
Me di cuenta que me había pasado; aquello era impensable, porque aunque yo sabía que a mi marido su cuñada le hacía gracia, que pensaba que tenía un buen polvo y que siempre decía que estaba muy bien, no sabía cómo reaccionaría ella, claro que a mí eso no debía importarme; ya se ocuparía mi cuñado. Cuando llegaron de dar el paseo, le dije a mi marido que si nos íbamos a bañar. Le sorprendió y hasta dijo que estaba muy fría el agua, pero me acerqué a su oído y le dije, «con lo que te voy a contar… te vas a poner tan caliente que no creo que vayas a notar la temperatura del agua».
Efectivamente, aunque el agua estaba fría, su miembro amenazaba con salirse del bañador de la erección que tenía. Como me imaginaba, la idea le gusto un montón y me dijo que ayudaría a crear ambiente. A partir de que salimos del agua empezaron los juegos verbales, y algún que otro roce más o menos inocente. Después de comer yo me quedé tomando el sol en la piscina y perdí de vista al resto. Al cabo de un rato apareció mi marido, y empezamos a charlar y a meter un poco de mano hasta que nos fuimos a la habitación. Por fin llego la hora de la cena, y al terminar mi cuñado dijo que podíamos ir a su habitación a ver una película. Subimos todos a su cuarto y mientras ponían unas copas, mi cuñado me dijo al oído, «mi mujer está al 75%, el resto es obra de todos». Aquello me hizo gracia. Pusimos música y mi marido y yo comenzamos a bailar bien apretado; al cabo de un rato mi marido -de acuerdo con su promesa de ayudar a crear ambiente- dijo en alto, «hagamos cambio de parejas»; su hermano dijo rápidamente que a él le parecía muy bien y cuando su mujer quiso reaccionar estaba bailando ya con mi marido y yo con el suyo. Comenzamos a bailar con la pareja del otro y más apretados de lo que hubiera parecido normal. Mi respiración era muy agitada porque además de bailar muy juntos, mi cuñado me pasaba la mano por la espalda mientras me rozaba la oreja con sus labios; yo me dejaba hacer y me pegaba aún más. Mi marido estaba haciendo lo propio y su pareja también se dejaba.
Pasamos a ver la película, porno, cómo no, con lo que acabamos de ponernos a cien. Tanta era la excitación que fui un momento al baño, y al volver mi marido estaba besando en la boca a mi cuñada sin importarle la presencia de su hermano. Al terminar el beso dejaron su baile y se fueron a tumbar más cómodamente a la cama. Les vi desnudarse el uno al otro y comenzar a acariciarse sin recato alguno. Mi cuñado y yo volvimos a bailar y a besarnos incansablemente mientras metía sus manos por debajo de mi top, acariciándome casi frenéticamente el pecho. No tardó mucho en quitarme el top y en llevarme de la mano hasta el sofá en donde nos tumbamos comentando que nuestras parejas ya nos llevaba ventaja, porque mi cuñada, con los ojos entornados, montaba ya a mi marido, que la tocaba por todas partes mientras se movían intensamente.
Sin dejar de besarme, mi cuñado me fue desnudando, y yo al él. No tardamos mucho en necesitar una cama, por lo que visto lo que había, nos acomodamos en la que ocupaban mi marido y su cuñada. Allí empezamos a vivir alguna de nuestras fantasías, porque mientras mi cuñado buscaba mi clítoris con su lengua, mi marido me obsequió un beso grandioso. Al cabo de un rato fui yo la que me puse encima de mi cuñado y, devolviéndole las caricias, le fui lamiendo todo; a duras penas pudo aguantar cuando me metí su miembro en la boca y me lo iba comiendo como un helado. Casi estallaba de gusto cuando cambiamos y él se puso encima; subía y bajaba con unos roces que cada vez me excitaban más… pero aún no me había penetrado. Lo hizo al oír a su hermano decir «así, así, sigue»; el ritmo se hizo entonces cadencioso y acompasado; entraba y salía de mí sin parar, estaba a punto de llevarme al cielo… y el ver como a mi marido -al que nunca había visto con otra mujer- le estaban haciendo una mamada grandiosa mientras, con los ojos cerrados, sujetaba con las manos la cabeza de su cuñada, me hizo correr. Con lo que estaba viendo casi no me di cuenta de que mi cuñado me había puesto a cuatro patas y me había penetrado, a la vez que su mano subía y bajaba por mi cuerpo, como si me estuviera poniendo crema; cuando me dijo, «me vas a correr, cuñada, me vas a correr», me invadió un nuevo orgasmo. Quedamos tumbados viéndoles a ellos, mi marido la estaba penetrando desde arriba, se movían con frenesí y me acerqué a ellos, dándole un beso y acariciando su miembro como acompañando la entrada en la vagina de mi cuñada, hasta que mi marido y su cuñada se corrieron. Otro día os contaré el resto, pues la experiencia no acabó ahí.