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Orgasmos sincronizados

Orgasmos sincronizados

Habíamos quedado con Jesús y Pepa para cenar en un restaurante de la costa.

Hacia muchos meses que no nos juntábamos y era una compañía que tanto a Belén, mi mujer. como a mí nos agradaba
Cundo los vi entrar en el restaurante me volví a fijar en Pepa, todos frisábamos los cincuenta pero la vida nos había tratado bien, Pepa seguía manteniendo un cuerpo de forma redondeadas sin llegar al sobrepeso, con unos pechos rotundos que nunca habían tenido necesidad de silicona y sus andares eran tan naturalmente sensuales como siempre , Jesús se mantenía en forma y se notaba por su tez bronceada y su cuerpo terso que seguía cuidando el físico.

Nos sentaron junto al mar y charlamos como siempre, de la vida, de los hijos y de la crisis, era un matrimonio amigo al que nunca le cuentas grandes intimidades pero que aseguraba una velada tranquila y agradable.
Fue en el postre en la fase de arreglar el mundo cuando noté que una extremidad humana se deslizaba entre mis muslos, mi primera reacción fue de paralización ante la sorpresa.

Siguiendo las pautas de las buenas costumbres, nos habíamos sentado mirando a la mujer de la otra pareja.
Mi sorpresa y sospecha se confirmó cuando vi una discreta y pícara sonrisa dibujada en la cara de Pepa.
No me lo podía creer, la mujer de mi amigo había colocado su pie desnudo entre mis muslos y presionaba mi paquete.
Los movimientos de los dedos de los pies empezaban a provocarme una notable erección, tanto que hizo crujir el velcrom de mis bermudas, mi pene intentaba salir de la única prenda que se oponía a su liberación.

Afortunadamente su pie retrocedió y yo volví a escuchar la conversación de Jesús y de mi mujer ellos seguían hablando animadamente.

Pero la maquinaria de la excitación se habia puesto en marcha en mi interior y una fuerza incontestable me hizo devolver la caricia, fui yo esta vez el que me descalcé y me aventure a meter un pie entre los muslos de Pepa, hasta que mi planta se encontró con un felpudo sedoso y caliente.

Mi sorpresa fue tal, que el respingo subsiguiente, a punto estuvo de tironear el mantel y dejarnos al descubierto.
Con mi pie acariciando el vello pubico de Pepa, maldecía carecer de o tener un pie de simio con la suficiente habilidad en los dedos para acariciarle el clítoris, como esto no era así, me dedique a frotarle un poco el coño mientras que una idea se abría en mi cabeza ¡ella había venido totalmente preparada para provocar este acontecimiento!.

Nosotros seguíamos mudos con un rictus sonriente y de excitación pintado en nuestras caras, al parecer nadie se daba cuenta, al fin y al cabo la mesa era pequeña y el mantel largo.

Estiré mi pie y cuando parecía que esto quedaría como un extraño y secreto juego con Pepa, Jesús cambio el tono de la conversación y se metió por derroteros de intercambios de pareja y de lo excitante que era para ellos.

Ese era un territorio vedado para mi mujer, Belen poco tendente al morbo siempre se había negado a cualquier acción aunque fuese en el plano de la fantasía, que nos llevara por ese camino.

Cuando ella empezó a protestar del tema , Jesús le dijo de forma muy serena: pues tu marido y mi mujer ya han empezado el juego.

Esta vez la sorpresa casi me tira de la mesa, con enrome turbación tuve que reconocer ante mi mujer la verdad y cuando ya esperaba una tormenta de insultos, amenazas de separación inmediata, etc, ella por despecho o por ganas de probar algo nuevo y excitante dijo que sí.

En menos de quince minutos estábamos en nuestro apartamento de la playa y en un momento, mi mujer con la eficacia que le caracteriza, había abierto el ventanal que daba al mar, encendido velas y puesto música de Leonard-Cohen.

Entrelacé a Pepa por la cintura y la llevé a un sofá desplegable, mi mujer tal vez por pudor se sentó con Jesús en un sillón al otro extremo del salón.

Las únicas luces de las velas producían una penumbra muy excitante.

Sentados en el lateral del sofá cama hice sentar a Pepa sobre mis rodillas, cara con cara, noté su coño calientes sobre mi muslo, empecé a desabotonarle los múltiples botones de la camisa mallorquina y admiré sus magníficos pechos que se agitaban de forma rítmica, dentro de un pequeño sujetador, los liberé manteniendo los aros del sostén por debajo, de tal manera que unos pechos grandes y todavía turgentes se ofrecían para ser besados y devorados, empecé a mordisquear sus pezones de cacao hasta que se endurecieron.

Pronto unos unos gemidos familiares llegaron a mis oidos, volví la cabeza y en la penumbra contemplé como Jesús y Belén estaban entrelazados, ya medo desnudos con un lio de manos moviéndose nerviosamente, por la forma de gemir llegue a la conclusión que Jesús ya estaba en el clítoris de mi mujer.

Mientras que mordisqueaba y endurecía los pezones de Pepa ella se restregaba con mi muslo, una humedad progresiva empapaba mi muslo.

Miré de nuevo al rincón del salón y contemple como mi mujer de rodillas estaba chupándosela con fruición, pensé que Jesús se lo estaría pasando bien porque Belén era una magnifica mamadora.

Pepa había aumentado el ritmo de sus roce, su pelvis en movimientos cada vez mas rápidos hasta que tuvo un orgasmo alargado e intenso.

Instantes después Pepa había liberado mi pene y unos labios redondos y carnosos empezaban a deslizarse por mi glande hacia abajo, joder esta también lo sabia hacer, tan excitado estaba que solo pude resistir unas cuantas mamadas, Pepa no paraba y a pesar de la eyaculación, seguía con mi pene atrapado en su boca, tragándose con gusto todo el esperma.

Con el relajamiento propio del fin del orgasmo nos echamos hacia atrás y durante unos momentos noté el laceo pelo negro de pepa acariciando mi cuello.

Estábamos disfrutando esos segundos de relax, cuando vi a Jesús que se acercaba cogido de la mano de mi mujer, ya totalmente desnudos.

Me sorprendió la erección y el tamaño del falo de mi amigo y pensé que mi mujer no es taba acostumbrada a esos calibres y que iba a disfrutar, sentí una punzada de celos, que pronto conseguí superar.

Jesús puso a mi mujer a las cuatro patas en el sofá su cuerpo perpendicular al mío.

Así dispuesta le abrió delicadamente el culo con los dedos de una mano, mientas que agachado empezó a meterle la lengua, Belen nunca había autorizado los cunnilingus por lo que me extrañó y hasta me disgustó que no se negara
La escena me excito y pronto norte una importante erección, situación que aprovecho Pepa para subirse sobre mi, clavarse en mi verga y empezar a cabalgar con movimientos lentos y rítmicos.

Cuando Jesus lo creyó oportuno y pensó que el esfínter estaba bien lubricado, metió la puntita de su pene, yo pensaba que era demasiado grande para el apretado culo de mi mujer, pero ella empezó a hacer movimientos con sus caderas y la enorme verga de Jesús se fue perdiendo en el culo de mi mujer, al tiempo que emita gemidos de dolor y de placer.

Los movimientos rítmicos de Pepa se hacían cada vez mas rápidos y profundos, nos acercábamos con rapidez a otro orgasmo.

Jesús había empalado prácticamente a Belen y la embestía con fuerza arrancando fuertes gritos de dolor placentero, en cada empujón, con los movimientos, nuestras caras enfrentadas se habían acercado de tal menar que fuimos capaces de darnos un prolongado beso al tiempo que nos corríamos al unísono, segundos después oímos los gemidos de Jeusu y Pepa, estaba claro que como parejas bien avenidas teníamos costumbres de corrernos al mismo tiempo de nuestra pareja.

Exhausto no pude levantarme para acompañarlos a la puerta. Vi a Belen andando con dificultad mientras que un fluido brillante se deslizaba por sus glúteos y muslos.

Cuando cerró la puerta se volvió hacia mi con una cara todavía iluminada por la excitación y dijo, tenemos que volver a cenar con estos amigos.

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