Capítulo 4
Carolina y yo: su cornudo sumiso IV
Y empezó el libro de fotos de las pollas que me hacían cornudo y una biblioteca de audio de «su cornudo», en la que guardaba las cintas que grababa mientras follaba con otros.
Todos los días iba al trabajo con el walkman en el bolsillo y los auriculares en las orejas para que pudiera oír por la calle, en público, los suspiros y los gritos de placer que daba mientras la follaban sus machos.
«Más, fóllame más, para que el cornudo aprenda lo que es un hombre de verdad y lo que necesita una buena hembra como yo», podía ir oyendo por la calle, entre suspiros y gemidos de placer, mientras esperaba para cruzar un semáforo. Y así, cada día una, porque había para elegir y todas ellas muy procaces.
Por lo demás nuestra vida matrimonial es muy normal, como la de cualquier otro matrimonio, porque cuando yo salgo a la calle para trabajar o para cualquier recado siempre, siempre, me he de despedir de ella lamiéndole el culo si está de espaldas o el coño si está de frente.
Si está de pie llego, me arrodillo, le levanta la falda o lo que lleve, le bajó las braguitas tipo tanga transparente y la lamo hasta que ella me da el visto bueno y me aparta.
Entonces me levanto y me marcho.
Y cuando vuelvo lo primero que he de hacer es desnudarme completamente, quedarme con sus braguitas que llevo puestas todo el día, buscarla y si está de pie arrodillarme para lamerla y si está sentada, arrodillarme también entre sus muslos para darle la bienvenida mientras le lamo el culo o el coño, según lo que ella me ofrezca.
– Eres insaciable, cornudo mío, no tienes abasto porque vives para lamerme y ponerme jugosa para que la polla de mi macho me entre bien –me suele decir -, para que se deslice con suavidad y pueda así follarme mejor, ¿verdad cornudo?, porque te excita estar ahí arrodillado entre mis muslos, lamiéndome el coño para que me excite, se me abra, me entren ganas de ser follada y tenga que llamarlo a él para que venga y me folle como un semental a su yegua, y ante tu vista como el buen cornudo que eres.
Y yo claro, le digo que sí, que así es porque soy su cornudo sumiso que sólo aspira a serlo cada día más y a que ella se sienta orgullosa de mí.
– Y te suplico que sigas domándome a tu gusto para ser tuyo –añado de rodillas-, para ser como tú quieras que sea, tu cornudo sumiso y todo lo que tu quieras. Quiero que te sientas orgullosa de este cornudo que te ama y que se humilla por ti, que es feliz humillándose por ti y que sólo quiere que esa humillación no tenga fin para que te mojes, goces y te corras al saber que sólo existo por ti, que mi vida depende de ti, que sólo pienso en ti y que sólo quiero pensar en ti por el resto de mi vida. Que te amo con cada poro de mi piel.
Y así se lo tengo que repetir varias veces al día porque un día que no se lo dije, que no le supliqué que me hiciera cornudo (supongo que tendría distracciones por el trabajo), se enfadó, me dijo que ya no la quería como antes, que ya no la amaba y que si quería podía dejarla, pedir el divorcio porque ella no se opondría.
Yo le dije que no, que no era eso, que la quería cada vez más; pero ella insistió en que era mejor que volviéramos primero a ser una pareja normal, a pesar de los cuernos por una temporada hasta ver si me aclaraba con mis dudas.
– No, por favor –le suplique yo.
– ¿No qué? –me preguntó ella.
– Que no lo dejemos.
– ¿Qué no dejemos que?
– Que no dejes de hacerme cornudo, por favor
– No te he oído
– Que quiero seguir siendo cornudo todos los días del año.
– No te veo muy convencido
– Sí, sí, por favor, te lo suplico
– ¿Me suplicas que?
– Que me hagas cornudo
– ¿Sólo cornudo?
– Muy cornudo
– ¿Sólo muy cornudo?
– No, mi amor, cornudo universal, porque te suplico que folles con machos de los cinco continentes para que pueda así lucir los cuernos globalizados en todos los idiomas.
Y entonces ella me besó con una ternura infinita, me llevó a la cama, me abrazó, me acarició y anduvo dándome mimos y ternuras durante toda la tarde porque decía que se sentía muy orgullosa de mí, de su cornudo consentido y sumiso. Y para premiarme decidió marcarme en el culo con su C de Carolina y C de cornudo, Cornudo de Carolina.
En anagrama CC. Y me marcó con un hierro al rojo que le hicieron en un taller y ahora voy marcado en el culo con la CC que ella de vez en cuando, mientras estoy en el suelo a cuatro patas lamiéndole el coño o el culo, mira y acaricia para recordarme lo que significa «Cornudo de Carolina».
Y para humillarme en público cuando vamos a una playa nudista y me obliga a entrar en el agua y quedarme allí parado, enseñando mi culo a los demás bañistas para que puedan ver la CC, de Cornudo de Carolina.
Y mientras estoy allí, de vez en cuando vuelvo la cabeza y la veo allí a ella sentada en la arena, tan guapa como siempre, sonriendo, pero más bella aún porque he descubierto que mi mujer se pone más guapa, le sube la belleza a la cara, cuando me hace cornudo o puede presumir en público de que lo soy.
Porque además para ella mi polla es un faro señero, una luz que la ilumina, porque cuando tiene un día malo, está triste o no viene su macho a follar con ella, con sólo decirme «cornudo» se me pone dura, y ella al sentirse así de deseada, de querida, se consuela mirando como yo, desnudo en medio de la sala, permanezco de rodillas con mi polla enhiesta para que se consuele al saber que siempre hay y habrá, un hombre que la desea.
Porque la quiero más que a mi vida, según le suelo decir.
Y ella entonces me besó en los labios con ternura, me los lame, me dice que me quiere y me lleva al cuarto de baño para que la arregle, para que la bañe y prepare para sus amantes, porque yo soy el responsable de su belleza y por eso tengo que bañarla y recortarle con una tijera el pelo de su sexo para que los labios de su coño aparezcan siempre enseñando nítidamente su raja, para que se vean protuberante, claros, sin que nada los tape, y que así pueda excitarme más a mí todos los días, según me dice ella mientras me arrodillo en la bañera para la función.
Y por supuesto, para excitar más a sus machos cuando vean su raja, los nítidos labios de su coño a través del tanga transparente y pueda así llevárselos antes a follar.
Y mientras se los recortaba con mucho tino, cuidado y mimo, ella me demostraba cuánto me quería.
– ¿Cómo se llama al marido que le recorta a su mujer los pelos del coño para que se le vea la raja y puedan así otros machos follarla mejor?
– Cornudo.
– ¿Sólo cornudo?
– Bueno, cornudo de cornudos.
– Sí, un cornudo de cornudos y estoy orgullosa de ti porque eres el mejor cornudo que pueda tener una mujer, porque veo por tu dura polla que gozas arreglando el coño de tu mujer para que se lo follen otros.
Y entonces se ha levantado, se ha mirado en el espejo, ha visto que se le ve bien la raja del coño, que los labios aparecen limpios y protuberantes y me ha felicitado por la labor.
Luego se ha alisado el pelo de la cabeza porque dice que los machos le suelen comentar que así parece más mujer, más mujer fatal, más dominante.
Luego se ha arreglado las uñas en manicura francesa y me ha obligado a que le pinte las de los pies de color lila.
Y cuando he terminado le he puesto su clip vaginal, «en honor a mi gran cornudo», según me ha dicho, y unas pinzas en los pezones que no se notan por fuera.
También le he metido en el coño unas bolas chinas, y de esta guisa, una vez acicalada y preparada por mí, la he despedido en la puerta cuando se ha ido a buscar a los machos que me van a hacer cornudo.
Mi querida Carolina decidió inscribirme en el International Registry Of Slaves de OWK, para que existiera una constancia pública de propiedad sobre mí, en un registro que es público y que cualquiera puede consultar.
Mi número de registro SRN (Slave Registration Number) es el 00328 y cualquier ciudadano del mundo que entre en este registro, que es libre y gratuito, puede comprobar y certificar que soy el esclavo cornudo sumiso de mi querida Ama Carolina, al buscar en esa página web, en Search Registered Slaves, introduciendo el nombre Antonio Cornudo, el SRN: 000328.
Así cualquier ciudadano del mundo, esté donde esté, y otras amas tienen ya constancia de que soy propiedad de ella porque le adjudicaron además el título de propiedad número 000395, el SOD (Slave Ownership Deed).
Ella me dijo que este trámite es por si algún día quiere venderme, pero la verdad es que yo estoy orgulloso de que ella tenga ya un registro de propiedad de mí y yo mi número de esclavo internacional, el 00328 que me reconoce ante el mundo legalmente como su sumiso esclavo cornudo, que me llena de orgullo y que probablemente luciré marcado en mi nalga.