Tengo 38 años y trabajo de secretaria de una multinacional, estoy casada y tengo tres niños. Debido a mi trabajo muchas tardes llego después de las siete a casa, lo que en invierno supone que llego de noche.
Hace unos meses me ocurrió la historia que os cuento.
Una tarde de viernes salí casi cerca de las 10 de la oficina, pues mi jefe me pidió que terminara unos informes y dosieres que debía llevarse de viaje ese fin de semana a un congreso.
Los viernes suele haber mucho ambiente en las calles y en el metro, transporte que utilizo habitualmente para ir y volver del trabajo.
En el trayecto que realizo debo hacer un transbordo por un largo pasillo que a veces está muy concurrido. Aquella tarde hacia un par de estaciones que unos chavalillos de apenas 20 años, me miraban y hablaban entre ellos.
Cuando llegue a mi estación salí del vagón, pero no miré hacia atrás pensando en lo tarde que era para llegar a casa. Al abordar el pasillo tan largo, comprobé que a pesar del día y la hora este estaba desierto, pero no le di más importancia y apreté el paso. Poco después oí a los chicos abordar el pasillo mientras silbaban y me decían algunas groserías, lo cual me alarmó y decidí apretar el paso.
Los muchachos aceleraron y se pusieron dos uno a cada lado mientras me decían cosas como «que buena que estas…» «seguro que la mamas bien, y follando debes ser una fiera», yo miraba al frente y apretaba el paso, hasta que noté una mano en el culo por detrás «lo tiene apretado tíos» dijo el autor del manoseo. Los demás rieron y se colocaron ante mi arrinconándome contra la pared en uno de los ángulos el pasillo «Que pasa mami, que no somos bastante mayores para ti?, dijo uno de ellos acercando la mano a mi escote y abriéndome el abrigo.
De pronto se oyeron unos silbidos, más atrás en el pasillo y los tres chavales salieron a la carrera… poco después un vigilante jurado se acercó a mi «esta Ud. bien señora?, me dijo solicito… le contesté que sí, pero estaba medio aterrada, algo confundida y sobre todo muy excitada por lo que los chavales me habían dicho y tratado de hacer.
Quiere acompañarme a mi oficina a tomar un vaso de agua», me dijo el muchacho de unos treinta tantos, bastante alto y fornido.
Me sentí más tranquila aunque seguía estando excitada. Me cogió por un brazo y me llevo a lo largo del pasillo hasta una zona acotada donde tras pasar una puerta entramos en un cuarto a oscuras, encendió la luz y era una especia de oficina con uniformes colgados en las perchas, y un par de mesas y algo que me llamó la atención, una celda de 3×3 más o menos en una esquina del cuarto. La habitación estaba algo fría por lo cual di un pequeño respingo.
«Tranquila señora, me dijo» llevándome hacia una silla, quítese el abrigo y le traigo algo de beber» Así lo hice mientras le sentía moverse detrás de mí. Al sentarme comprobé que quizá por el frío o la excitación mis pezones estaban gordos y duros, «Podría describirme a los chicos que la molestaban» le oí preguntar desde detrás mío, «no sé si podré» dije mientras sentía mis pezones arder. , no me dio tiempo a pensarlo otra vez, cuando el muchacho se inclinó sobre mí con el vaso de agua.
Le note algo azarado pues al agacharse sus ojos se fijaron primero en el escote de mi blusa, y luego en mis endurecidos pezones que resaltaban de la misma. Me tendió el vaso de agua y yendo hacia la puerta la cerró. Trajo una silla y se sentó frente a mí.
«Vamos, trate de recordar…» dijo en un tono cálido pero imperativo que me hizo estremecer, «no puedo recordarlo…» le dije ahogando un sollozo que me salía del pecho. El hombre tendió sus manos hacia mis hombros «Tranquila, estoy aquí para ayudarte…» me dijo mientras sus fuertes manos acariciaban mis hombros y se deslizaban por mis brazos. Yo estaba paralizada, de miedo y de deseo en un conflicto de sensaciones difícil de explicar. Note en silencio con la mirada baja como tras mis brazos sus manos se desplazaban suavemente sobre mis pechos y abarcándolos empezaba a acariciarlos «Así me gusta… “susurraba, «relajada y tranquila». Yo estaba como paralizada y en mi interior un calor increíble arañaba mis entrañas. Me dio un suave beso en la frente y levantándose me cogió del brazo y me hizo levantas… «Bien. No pasa nada… veremos si podemos saber cómo eran esos chavales», me dijo llevándome hacia la celda. La puerta estaba abierta y no había ninguna ventilación, «Mira» me dijo levantándome la cabeza en dirección a la celda, ahí encerramos a los delincuentes o los que no quieres colaborar. Me cogió de un brazo y me llevo a la celda dejándome en el centro mirando a la pared.
Me estremecí al oírle decirme: «Súbete la falda por detrás y sujétala en tu cintura con los brazos en jarras» iba a protestar y volverme cuando sentí un fuerte golpe en la espalda «mira, si no colaboras me voy a tener que poner serio, súbete la falda y dime como eran los chavales». Empecé a sollozar, pero la excitación de la situación me hizo levantarme la falda por detrás hasta la cintura. «Buena grupa…» le oí decir mientras notaba un objeto duro y frío recorrer mis nalgas y cintura para terminar introduciéndose entre mis piernas. «No te muevas» y acercándose empezó a cachearme por los muslos, los costados hasta alcanzar mis tetas en las que se recreó a gusto.
Luego y siempre desde atrás, mientras notaba su entrecortada y excitada respiración junto a mi cuello, me fue desabrochando la blusa hasta quitármela del todo, al sacarla tuve que soltar la falda que volvió a su posición, aunque por poco tiempo, pues tras la blusa me desabrocho la falda y tras hacérmela quitar la tiro sobre una mesa junto a la blusa. Me gusta llevar ropa interior negra de encaje, y esta vez en vez de liguero, llevaba unas medias de esas que se ajustan a los muslos por una cinta de presión. Le oí retirarse unos pasos por detrás y silbar «vaya ejemplar…». Entonces volvió a acercarse y empujándome hacia la pared, me hizo apoyar los pechos contra el frío muro, y colocar los brazos a la espalda en un forzado ángulo, mientras con sus pies me separaba las piernas «voy a cachearte a fondo para ver que nos ocultas… si colaboras y nos dices como eran los chavales seré más magnánimo», «No sé… «pude decir a duras penas. Entonces empezó a manosearme con rudeza los pechos los hombros la espalda, en un estilo muy profesional de cachearme, pero que a mí me parecía que me estaba metiendo mano impunemente.
Después de un rato de sobarme se separó: «Bájate las bragas sin volverte y déjalas en el suelo, y vuelve a la posición original» lo hice como una autómata, mientras el deseo ocupaba el espacio del miedo y el temor «si colaboro, «pensé» tan solo pasaré un buen rato sexual, pues este tío me va a violar seguro, y después se habrá terminado todo». Volví a la posición original.
«Así me gusta obediente»
Me empujó contra la pared con las manos extendidas, luego separándome las piernas me esposaron las manos por encima de la cabeza y empezó a pasearme la porra por todo el cuerpo.
Al llegar a mi espalda con la porra forzó mi sujetador que quedó suelto «Vuélvete despacio y baja los brazos para que caiga el sujetador» me dijo.
Así lo hice. Pero al tener las manos esposadas no cayó del todo. Se acercó y soltándome una mano mientras con la otra abarcaba uno de mis pechos sonrió «te cuidas bien muñeca…» me dijo volviendo a esposarme «tienes las tetas duritas y suaves…» y quede totalmente desnuda ante él, dio uno pasos hacia atrás y me contempló con descaró mientras con una mano golpeaba la porra contra la otra. «Espero no tener que hacerte daño mamaíta… y que colabores conmigo en todo lo que te diga…».
Entonces se acercó a mí y con la porra empezó a levantarme los pechos despacio, pero cada vez con más fuerza yendo de uno a otro haciéndolos botar hacia arriba y abajo hasta que empezaron a dolerme, di un gemido y se rio. Dio un paso atrás…
Estaba claro que lo que sobresalía de su pantalón no era la porra que llevaba en la mano.
» Ven hacia mí » me dijo. Me acerque a él, «pon las manos a la espalda y arrodíllate», así lo hice, aunque al estar esposadas me costó y la postura quedaba un poco forzada y ridícula, con los codos hacia afuera lo que realzaba y levantaba mis pechos. Y entonces él dejando la porra sobre una mesa se bajó la cremallera del pantalón dejando escapar aquel aparato que si no muy grande si estaba tremendamente duro, no esperé a que me lo dijera y me lo metí en la boca. «Así que te gusta chupar pollas… guarra ¡» me dijo riendo mientras empujaba mi cabeza de forma que todo su pene se introdujo hasta mi garganta. Creí ahogarme. «Ahora chupa despacio y seguro que como tú sabes, pues tienes boca de mamona» me dijo mientras pasaba la porra por mis hombros y mi espalda, «seguro que al cabrón de tu marido se la chupas todas las noches…»
Se la mamé durante unos minutos, pasados los cuales me hizo tumbarme sobre la fría mesa de hierro, boca abajo y con las manos esposadas a la espalda. Sentí como con la porra horadaba mi culo y temblé, mi marido apenas conocía mi agujero pues me causaba un gran dolor cada vez que lo intentaba «Esta muy cerrado » dijo mientras insistía en introducirme la porra. Traté de zafarme y el golpe que sentí en mis nalgas me hizo dar un aullido de dolor. «Cállate puta, te voy a empalar, primero con la porra, abre bien las patas… guarra¡¡¡ » me gritó, mientras iba poco a poco pero sin contemplaciones penetrándome con aquel duro aparato. El dolor era inaguantable, pero sus gritos y cachetes me hacían tratar de separar al máximo las piernas para que entrara bien. Cuando estuvo casi toda dentro me hizo levantar y andar por la habitación «procura que no se te escape ni un milímetro pues volveremos a empezar» me dijo.
Tras varias vueltas al cuarto, por fin decidió extraer la porra. «Ponte sobre la mesa boca arriba» me dijo.
Así lo hice pues era ya un auténtico juguete en sus manos. Entonces exploró con la porra mi coño y de improviso, me hundió el arma hasta el mango. Di un grito de dolor, mientras sacaba y metía aquella porra de mis entrañas, recreándose en cada movimiento y disfrutando de mis gritos de dolor. Cuando se cansó de aquello decidió follarme: «Te voy a follar mamaíta, creíste que escaparías de los chavales, que quizá te hubieran hecho gozar de otra forma más placentera, pero después de follarte verás que somos mejores los de tu quinta» y bajándose los pantalones se puso sobre mí y me penetró salvajemente» Muévete zorra y disfruta de este polvo… seguro que te echarán pocos como este…» me decía mientras empujaba con fuerza y manoseaba mis pechos. Acercó su boca y traté de resistirme pero acabo dándome un beso con todo al que no tuve más remedio que responder.
Cuando se corrió dentro de mí se bajó y fue a lavarse a un cuarto próximo. Yo seguí allí tumbada y al volver me quitó las esposas. Ponte tu ropa y lárgate, y procura no pasar más por esta estación, pues siempre que te vea te follaré… y no seré tan considerado como hoy…» me dijo tirándome la ropa.
Tan sólo en los últimos meses he pasado dos veces por ese pasillo con la secreta esperanza de no encontrarlo… o sí? En próximos días forzaré nuestro encuentro, aquella noche me sentí a gusto siendo manejada por aquel hombre. Mi marido no sabe lo que ocurrió y por ello me siento muy excitada cada día cuando follo con él, pues a veces me imagino sobre mi propia cama follada por el vigilante.