Capítulo 1
EL ANUNCIO I
Javier & Sylke
EL ANUNCIO – CAPÍTULO 1
Silvia estaba concentrada leyendo el último relato erótico publicado por uno de sus autores favoritos, como solía hacer siempre cada viernes, en su última hora de trabajo, cuando uno de los anuncios que aparecían parpadeantes en el pie de la página, le llamó poderosamente la atención. Era el típico que ofrecía contactos directos con gente de tu zona, para tener encuentros con hombres casados, experiencias similares, hasta que llegó una frase que destacaba de los demás anuncios e hizo que aflorase su curiosidad y una sonrisa en su cara:
“Se precisa mujer seria y respetable, para experiencia poco habitual. Debe ser atractiva y tener entre 30 y 40 años. Preferiblemente morena, con un mínimo de 1,65 de altura y una talla de pecho superior a la 95, cintura estrecha, buenas caderas y muchas ganas de experimentar con su cuerpo más allá de un sexo tradicional pero no se requiere experiencia de ningún tipo. Se trata de un experimento a nivel social para un estudio de comportamientos en distintas situaciones con retos sexuales y en los que la elegida se probará a sí misma hasta dónde es capaz de llegar. Los límites los pondrá ella”
Se garantizan aventuras y discreción. Solo para mujeres atrevidas y valientes, aquí pueden encontrar algo diferente… novedoso, excitante y por el que cobrará un sueldo fijo más extras.
Para saber más contacta con este correo
Pablo
Al principio Silvia se lo tomó como la típica publicidad engañosa, que lo único que busca es sacar dinero, ya que nadie regala nada y la verdad, ella nunca había contestado a nada parecido, pero el caso es que algo le empujó a contestar a ese correo y ver de qué iba. Por un lado, pensó que aquello podría ser divertido, alejarse de la rutina, cambiar de hábitos y si además cobraba una pasta por ello… Al menos la intriga de saber de qué iba, le llenó de dudas y se dispuso a contestar.
Lo hizo de forma escueta, no quería dar más información, sólo estaba intrigada para saber si la cosa era realmente seria:
“Hola Pablo, soy Silvia y estaría interesada en saber más sobre el anuncio.”
Silvia lo pensó unos segundos, pero a continuación le dio a enviar y notó inmediatamente que un sudor frío bañaba su nuca y todo le temblaba, como si hubiese hecho una gran travesura. Se había puesto inevitablemente nerviosa y casi arrepentida, tras pulsar el botón de envío a semejante anuncio, pero estaba hecho y en el fondo, aquello le excitaba un montón. No era el típico anuncio de empleo con una entrevista para alguno de sus departamentos, dejaba claro que era una experiencia con aventuras… pero cuanto más pensaba en eso, más morbo le daba la situación.
La sorpresa de Pablo, el autor del anuncio fue mayúscula, al recibir contestación casi inmediata tras haberlo publicado apenas una hora antes. Cuando al abrir el correo vio una contestación, pues siempre solían ser vaciles o gente que no está por la labor de entrar en ese tipo de juegos, se puso nervioso y eso que siempre tenía un autocontrol fuera de lo normal. Entonces empezó a pensar que por fin se podría cumplir su sueño, una mujer con esas extraordinarias características, totalmente dispuesta para poder realizar ese estudio de comportamiento sexual extremo. Aun así, no quiso hacerse demasiadas ilusiones, porque sabía que eso iba a ser muy complicado, ya que la persona que se prestara a hacerlo debería estar dispuesta a entregarse entera y luego estaba lo de ser tan especial como él había solicitado. Tendría que descartar cualquier mujer que reuniese los requisitos.
Para ello preparó minuciosamente un decálogo y en el caso de que Silvia estuviera realmente interesada, debería firmarlo.
1- La abajo firmante asume y respeta todos los puntos de este acuerdo sin discusión.
2- El estudio dará lugar a un escrito donde se recogerán todos los pasos del mismo.
3- La persona doña Silvia……………………………… aceptará y acatará todas las órdenes que le sean impuestas, dentro de los términos pactados de antemano.
4- Bajo ningún concepto se hará nada que no esté previamente consensuado. Todas las pruebas serán valoradas y se realizarán con pleno consentimiento.
5- Este estudio pretende buscar el máximo esplendor sexual, por lo que las pruebas a realizar serán única y exclusivamente sexuales.
6- El objeto del estudio tendrá libre disponibilidad de horarios.
7- El pago se realizará después de cada prueba.
8- El estudio consta de 10 pruebas que serán explicadas momentos antes de su realización, con la posibilidad de extenderlos a alguna prueba extra.
9- En caso de que el sujeto objeto del estudio, no realice todas las pruebas, tendrá que devolver la mitad de los emolumentos adquiridos.
10- El incumplimiento de cualquiera de los puntos antes señalados, llevará a la disolución del contrato.
Una vez redactado el decálogo, con un frío sudor en sus sienes, Pablo se situó frente a su portátil, buscó el correo de Silvia y le contestó con el famoso decálogo, pensando, en cierto modo que aquello iba a ser otro de sus fracasos.
Pasados tres días, Silvia, ya casi había olvidado lo del anuncio, llegando a pensar que era hasta algo de relleno para la página. Pero, sorpresa, en la bandeja de entrada de su correo encontró la respuesta de Pablo. Su corazón empezó a latir a toda prisa y le subió un cosquilleo de pies a cabeza, nada más leerlo:
“Buenos días, Silvia, estaré encantado de explicarle los motivos del estudio donde usted me diga. ¿Yo vivo en Madrid, así que usted me dirá?”
Silvia leyó el mensaje varias veces, incluyendo las cláusulas de ese contrato y pensó que la suerte jugaba a su favor, primero, porque tenía la oportunidad de hacer lo que siempre había soñado, poder dar rienda suelta a todas esas experiencias sexuales un poco diferentes, jugar a cosas nuevas como el morbo con extraños, la dominación, sexo con más de una persona, sentirse protagonista y deseada de todas esas aventuras… y lo mejor, que todo era de forma más o menos controlada y para mayor suerte, esa semana ella estaba viviendo en casa de su hermana, en pleno Madrid. De nuevo podría haber pasado de todo, olvidarse de ese anuncio, pero sus ganas de experimentar y jugar pudieron con ella y volvió a contestar:
“Buenos días, Pablo, si le va bien podemos quedar en el café del Rey, mañana sobre las 10. Le mando la ubicación.
Silvia.”
Silvia estuvo toda la noche algo inquieta, parecía una adolescente en su primera cita. Pero deseando que llegara el día para dar un paso loco y lleno de emociones. Abrió su armario y estuvo intentando decidir qué ropa ponerse, llegando a pensar en algo sexy, pero prefirió, que, tratándose de una entrevista de trabajo, lo mejor era hacerlo de forma seria.
- ¿Vas a una entrevista? – preguntó Helena, la hermana de Silvia viéndola vestida para salir.
- Sí. – contestó ella instintivamente. En el fondo era eso, ¿no?
- Ya veo, que te has puesto elegante. Que tengas mucha suerte, cariño.
- Gracias, hermanita.
- Ya me contarás… Pero con esa elegancia seguro que te contratan.
- Espero que sí….
Ciertamente Silvia había elegido un vestido abotonado hasta el cuello, demasiado serio, pero es el que ella usaba para las entrevistas de trabajo. Optó por no llevar tacones, sino un zapato plano y se encaminó al metro que le llevó al otro lado de la ciudad, quiso elegir un punto alejado de su casa por si acaso.
A las 10 menos cuarto, Pablo releía el contrato, intentando valorar si todo pudiera ser aceptado por ella, de algún modo tendría que respetar cada una de las cláusulas, sino nada tendría sentido. Habría de tener en cuenta, que todo era susceptible de variar según las circunstancias. Eso sí, siguiendo en esencia el decálogo. Él se encontraba sentado en un banco justo frente a la entrada del café, quería ver bien a Silvia antes de encontrarse con ella directamente y sobre todo valorar si ella cumplía con los requisitos de la mujer que estaba buscando, aunque esto era lo que menos le importaba. Quería observar su decisión y su templanza. A las 10 en punto, vio llegar una mujer de unos 40 años y cómo a paso ligero pero seguro, se acercaba a la puerta de la cafetería. No había duda, era ella. A él le gustó esa puntualidad y no tanto su vestimenta que le pareció excesivamente recatada y lo dejaba todo demasiado a la imaginación, pero pudo comprobar que se mantenía en forma, con un cuerpo aparentemente armonioso y una cara muy bonita.
Al mismo tiempo Silvia miró a los lados, pero no supo que Pablo la estaba observando con detenimiento. Con cierta indecisión, al final entró en el café, pidió en la barra y se sentó en una mesa, notablemente nerviosa. Pablo se demoró intencionadamente, esperando unos minutos antes de entrar y no pudo evitar sentir que la tensión empezaba a aflorar bajo su pantalón. Tras esos pocos minutos de rigor, entró en la cafetería.
- ¿Silvia? Soy Pablo, encantado. – dijo una vez que la abordó en la mesa, descubriendo unos enormes ojos muy expresivos.
Al volver su cara y encontrarse con la mirada de Pablo, Silvia se quedó impactada por ese hombre que la miraba fijamente, tendría unos 60 años, elegantemente vestido, con traje a medida o al menos de marca, se le veía además de apuesto, muy guapo, seguramente distinto a cómo ella se había imaginado, pero su presencia no le incomodó, al contrario, se sintió más segura. Se estrecharon la mano, algo que resultaba chocante ante esa situación:
- Hola, ya pensé que no aparecería. – comentó ella con cierto temblor en la voz.
- Pues, Silvia, ya ve que se equivocó. – respondió él apoyando la punta de sus cuidados dedos en el borde de la mesa.
Silvia le dedicó una sonrisa y por dentro seguía llena de nervios y con una extraña excitación, porque lo cierto es que aquel hombre desbordaba un poder de atracción tremendo.
Al mismo tiempo, Pablo, sin ninguna prisa la observaba detenidamente. Esta vez, desde cerca, pudiendo comprobar ilusionado que se trataba de una mujer realmente atractiva, de bello rostro y con un cuerpo cuidado, al menos, aparentemente, con unas tetas sobre la 95 o incluso más, sus ropas ponían muy difícil cualquier conjetura. Tenía una sonrisa preciosa y muy sensual, algo que a él le emocionó, ya que superaba con creces lo esperado. Estaba eufórico por dentro, aunque no quiso mostrárselo a ella por fuera. Su seriedad y formalismo, era parte de aquel pacto y todo debería salir según lo planeado. No pudo evitar pensar cómo debía ser ese cuerpo bajo esas ropas tan poco sugestivas.
La conversación fue amena, ya que Pablo no quiso entrar de golpe en materia y ella, mucho más relajada, se sentía muy a gusto a su lado, aunque ese hombre la observase con tanto detalle, de algún modo podría sentirse intimidada, pero por otro lado su agradable conversación, consiguió que aflorase en ella una cada vez mayor atracción hacia ese hombre tan encantador, ante todo de mirada atrapante, como si quisiera dominarla sin tocarla, sin decir nada, había conseguido en un segundo que se dejara llevar por sus propios impulsos, sin importar nada más.
- Pablo, ¿No podríamos tutearnos? – preguntó ella queriendo cortar un poco esa tensión.
- No, mejor así. – respondió seguro él – al menos de momento.
- Bien, como quiera. Esta seguridad la excito y su cuerpo reacciono mojando su sexo
- Voy a pedir algo y ahora le cuento.
Pablo disimuló su nerviosismo acercándose a la barra para pedir un café con hielo. Desde allí, el hombre observó una vez más a la mujer, examinando su larga cabellera, algo que le encantó por su brillo y su largura. Fijándose con detenimiento volvió a pensar que ella iba ataviada excesivamente recatada con aquel vestido de manga corta abotonado hasta el cuello y con un fruncido en el pecho que dejaba muy difícil adivinar que había debajo.
Al mismo tiempo, Silvia también observaba a Pablo, pero con disimulo, intentando saber en su escaneo esporádico en la distancia algo más de él, ¿qué edad tendría? ¿sería un hombre casado al que le gustaban los juegos? ¿De qué iba todo aquello? ¿Podía sentirse segura? Era inevitable sentir un cosquilleo por todo su cuerpo y la idea de saltar al vacío, lejos de asustarla, le atraía más de la cuenta. Sus bragas empaparon sus jugos.
Silvia estuvo casada poco menos de veinte años con un hombre de corte excesivamente tradicional y ella no había conocido mucho sobre el sexo, sino más bien lo justo, una vez a la semana, al estilo “misionero” hasta que él quedaba satisfecho y ahí terminaba todo. Si no fuera porque ella misma experimentaba por su cuenta con su propio cuerpo, con juguetes de todo tipo, empezando por utensilios que encontraba por la casa, llegando a comprar a escondidas, diferentes dildos y consoladores con los que aprendió a disfrutar realmente de su cuerpo, experimentando los lugares inexplorados que su marido no estaba dispuesto a tratar. Ahora era una mujer libre. ¿Sería Pablo el hombre que la ayudaría a dar el salto definitivo al placer? ¿por fin encontraría el placer que ella pensaba había en el sexo? ¿Se cumplirían por fin todas sus fantasías más locas?
En ese momento en el que ella se había quedado mirándole fijamente, como embobada, el hombre regresó a la mesa y Silvia no sentía ningún tipo de temor. No le pareció en absoluto un hombre agresivo, ni chulo, ni salvaje… más bien al contrario. Le pareció muy educado, aunque claro, no dejaba de ser un desconocido y las apariencias engañan – pensó.
- Bueno, pues ya me tiene aquí. – comenzó a hablar Pablo sentándose frente a ella. – Le explicaré un poco el objeto del estudio.
- Se lo agradezco, porque estoy hecha un lío y no entendí todo muy bien.
- Mire Silvia, soy un profesional del mundo de la sociología, con muchos años de experiencia, pero estoy en plena investigación tratando de completar un estudio sexual de los comportamientos humanos.
- Sí, por lo que pude leer en sus correos, parece todo muy serio.
- Serio es el estudio, Silvia, aunque usted puede divertirse bastante. Créame. Es importante que, en todo el proceso, se sienta libre y nada cohibida, que se deje llevar, que vaya descubriéndose a sí misma y a los demás. Es fundamental para que esto funcione.
Silvia había entendido que era un estudio sociológico, aunque bastante diferente a los tradicionales, claro, que iba mucho más allá de un informe o una entrevista, sino un estudio de campo en el que ella era una de las partes fundamentales del mismo. Pablo continuó explicándole:
- Por todo este trabajo y mientras dure el estudio, usted cobrará un mínimo de 1800 euros al mes, aunque no realice ningún servicio.
Se le requerirá para cada uno de ellos. Luego, naturalmente, cobrará una alta comisión por cada uno, en función de lo que sea y si hace un buen servicio, pues seguramente cobrará mucho más, sin contar propinas o los regalos que le quieran hacer nuestros clientes. ¿Le parece bien?
- ¡Claro! – respondió entusiasmada, porque nunca había cobrado 1800 por no hacer nada y sabiendo que eso se podría multiplicar a cifras impensables, disfrutando con ello.
- Este proyecto tiene un tiempo de duración máxima de un año y aunque es difícil planificar cada objeto de estudio, cuándo y cómo se producirán. En este tiempo hemos de tener todos los resultados. Usted será el objeto activo y principal del estudio. Tendrá que contarme sus filias y sus fobias. De este modo nadie romperá el encanto. Se necesita máxima entrega y total discreción. Si usted no reúne como mínimo estos requisitos, se podrá rescindir su contrato y lo mismo, al contrario, en cualquier momento.
- Filias y fobias, no sé ahora mismo cuales tengo. – intervino Silvia
- No se preocupe, las iremos descubriendo poco a poco y por mi experiencia sé que alguna le sorprenderá a usted misma.
Silvia estaba cada vez más a gusto con el plan, le parecía todo atado, sin que tuviese que temer absolutamente nada.
- ¿Pero esto es una empresa? – preguntó.
- Naturalmente, yo dirijo este estudio confidencial y muy exclusivo. Todo tiene que pasar por mí ¿Lo comprende?
Pablo dejó que ella asimilara aquello y que de alguna manera entendiera que ese trabajo era especial, secreto, confidencial y muy serio… un estudio sexual era algo muy genérico y el hecho de no saber quién lo organizaba resultaba todavía más extraño, pero ella se limitaba a dar vueltas a su cabeza, mientras ese hombre le daba vueltas a la cucharilla de su café. Silvia intentaba buscarle sentido a todo ¿Qué se propondría Pablo con ese trabajo o ese estudio? ¿Ella se convertiría en un conejillo de indias para algún juguetito sexual? O quizá ¿Ese hombre era un depravado o algo parecido? Cuando ella pensaba en cómo plantearle un montón de preguntas con intención de que le ampliase la información él fue muy directo y ella se dejó llevar, cuando Pablo dijo:
- ¿Le parece todo bien, Silvia?
- Hasta el momento perfecto.
- Veamos sus fantasías. Necesito saber todo con detalle, en qué piensa cuando se masturba, cuando tiene sexo… Cuénteme. – afirmó serio.
Ella notó como el calor subía a sus mejillas, pues nunca hasta ese momento le había confesado a nadie sus fantasías, sus sueños eróticos, sus masturbaciones y las ensoñaciones que las acompañaban, ni tan siquiera a su mejor amiga y de pronto se vio desbordante y con excesiva soltura contándoselo todo a ese extraño, notaba su coño humedecerse cada vez más al hacerlo, le iba relatando cada detalle que él escuchaba atentamente, interesándose por cada momento, por cada fantasía, cada sueño. Ella se sentía extraña por contar cosas tan íntimas y no sabía lo que era, pero algo le empujaba a contarlo todo y le animaba a participar de su atrapante mirada y de su juego. Estaba poniéndose cachonda por momentos, mientras él tomaba notas en una “Tablet” y cuando Pablo le preguntó qué era lo que más le gustaría llevar a cabo, ella dudó unos instantes:
- Pues la verdad, poniéndose muy roja, confesó. No sé, nunca pensé que podría gustarme. – respondió notando sus pezones duros como piedras.
- Veamos, hay 10 pruebas. Se las enumero y así vemos si todo es de su agrado:
- Exhibicionismo, voyerismo en diversos niveles
- Habrá pruebas de sexo ligero
- Entrar en una tienda y calentar al vendedor, vendedora.
- Tendremos que hacer sexo al aire libre.
- Sexo con otra mujer
- Sexo con una mujer y otro hombre.
- Sexo con dos hombres
- Sexo con dominación
- sexo con maduros.
- Sexo con maduras
- Sexo con animales.
- Una orgía
- Un bukkake
- Esto es solo un ejemplo de cosas que se pueden hacer, pueden ser estas u otras, dependiendo de las circunstancias. Si usted está interesada, iremos a una fiesta especial. Pero cómo remate al estudio y siempre opcional y fuera del estudio- sentenció él, como si estuviera vendiendo un calefactor.
Silvia estaba asustada, era inevitable, pero al mismo tiempo su intriga y su excitación le podían. No daba crédito a ese listado cargado de morbo, del que tantas veces había soñado y nunca había practicado. Con su esposo, evidentemente, no había hecho absolutamente nada de sus propuestas, como esa de practicar sexo al aire libre y este hombre tan interesante le proponía hacerlo sin pestañear, precisamente eso era algo que siempre le había atraído.
- Lo que me propone, Don Pablo, ¿es que sea una puta de lujo? – preguntó ella con dudas.
Aunque nunca se había planteado algo así, tampoco le desagrada del todo, si con ello pudiera cumplir gran parte de sus fantasías y además con un incremento económico impensable en su actual trabajo.
- Verá, Silvia, la palabra “puta” en cualquier caso no me gusta, resulta casi como un insulto a una profesión que se merece todos los respetos.
- Eso es cierto.
- En todo caso, su trabajo no consistirá en eso, aunque se den circunstancias que lo parezcan, pero como tantas otras en una vida cotidiana. Esto no es prostitución, a pesar de que cobrará una importante cantidad de dinero por tener sexo, pero no es directamente eso, sino llevado a una dimensión bien diferente, esto no lo hará usted por necesidad y ante todo con un fin, que es el estudio sociológico, con un trabajo que es totalmente voluntario por su parte y siempre que le enriquezcan esas experiencias, fantasías, momentos de placer, que en primer lugar tanto los clientes que lo solicitan, como usted misma, estén dispuestos a realizar de mutuo acuerdo y en su caso, sí, cobrará por ello, pero será siempre por placer, recuérdelo, al menos si se compromete a cumplir el contrato.
- Claro que estoy dispuesta. – dijo con una decisión que hasta a ella misma asustaba.
- Perfecto, aquí traigo el contrato, si lo firma estará obligada a cumplir las 10 pruebas que le voy a proponer, aunque podremos modificarlas a su gusto. Insisto, nunca hará nada que no le guste. – dijo Pablo, poniéndole el papel delante.
- Me parece muy bien, estoy dispuesta. – respondió ella sin pensárselo.
- ¿Está completamente segura?, ¿No quiere leerlo detenidamente?
La mirada de Pablo era penetrante mientras que la mujer solo afirmaba con una sonrisa.
- Quiero empezar cuanto antes. – dijo Silvia, sorprendiéndose ella misma de su alocada decisión.
Pablo quería disimular su ilusión, mostrando su cara más seria, no reflejando lo contento que estaba de que aquella bella mujer llena de curvas vertiginosas fuera a estar en sus manos para aquel proyecto y para su propio disfrute. Manteniendo su compostura y mirándola fijamente apuntó:
- Bien, antes de firmar, le diré que se terminó su ropa interior. Es la primera condición.
- ¿Cómo?
- ¿Algún problema con eso? – intervino él con su cara muy seria.
- No, ninguno, don Pablo. – dijo ella enrojeciendo.
Silvia estampó su firma en cada una de las hojas de ese contrato, sin apenas leerlo, aunque casi intuía que era el famoso decálogo y las pruebas, si se había decidido a saltar, no era el momento de echarse a atrás. Una vez empezado el juego, no podía detenerse. En ese instante, él recogió los papeles y los metió en una carpeta.
- Bien, Silvia, vaya usted al baño y quítese la ropa interior, la mete en esta bolsa y me la da. – ordenó él.
- ¿Toda? – preguntó ella confusa.
- Sí, claro.
- Esa autoridad le sorprendió y le excitó.
Con el pulso acelerado, Silvia se dirigió al baño y se quitó su ropa. Curiosamente, a pesar de su vestimenta tan seria por fuera, ella se había decidido a llevar por dentro un precioso conjunto de encaje negro, trasparente, por si acaso. Se miró en el espejo y vio sus preciosas tetas, con esos pezones rojitos y tiesos. No pudo menos que acariciarlos y un estremecimiento recorrió su cuerpo. ¿Lo estaba haciendo bien? ¿Dónde se estaba metiendo? El miedo estaba ahí, pero podía más el impulso por ese juego morboso, lo que le llevaba a continuar. Luego se bajó las braguitas, que estaban bastante húmedas, pues desde que entró en esa cafetería se sintió muy excitada y más después de esa autoritaria última orden, lo cierto es que pocas veces había sentido nada igual. Palpó esas braguitas y le salió una risa floja al notarlas tan caladas, pero entendió que eso era parte del juego, con cierto rubor en sus mejillas respiró fuerte, se puso de nuevo sus ropas y sin nada debajo, salió con la bolsa.
Pablo extendió su mano y la recogió, miró a los ojos de Silvia mientras se sentaba, para hacerlo luego dentro de la bolsa, sacó el sujetador, en mitad de aquella cafetería a la vista de todo el mundo, algo que hizo que ella se ruborizase, pero él no se inmutaba, lo miró detenidamente, tocó los dibujos de su encaje, luego hizo lo mismo con sus pequeñas braguitas sintiendo la humedad de estas. Pensó que tenía una gran mujer para su estudio y que seguramente sería un estudio perfecto. Y dijo.
- Tiene buen gusto, Silvia, es realmente bonito.
- Gracias. – respondió aun con ese color rojizo en sus mejillas, a la vez que excitada por ver su ropa sobre la mesa.
Pablo anotó cada detalle en su IPad, para dejar constancia de lo que iba descubriendo, todo muy profesional, al menos de cara a Silvia, pues siempre se excitaba mucho con esas cosas, aunque lo disimulaba bastante bien. A continuación, mirando a Silvia a los ojos comentó:
- Perfecto, ahora vamos a dirigirnos al otro lado de la ciudad, así que tomaremos la línea de autobús número 8.
- Pero, don Pablo, ¿El autobús circular? – preguntó ella sorprendida o más bien alarmada.
- Sí, ¿Qué ocurre?
- ¿A esta hora esa línea está repleta de gente?
- Claro. Precisamente esa será su primera prueba, Silvia y efectivamente, en ese horario el autobús que rodea la ciudad va completamente lleno.
- Pero hay mucho tocón. – comentó ella, que sabía que nunca se subía al autobús de esa línea y a esa hora, porque más de uno le había metido mano.
La mirada de Pablo lo decía todo, porque su sonrisa indicaba que eso era precisamente lo que buscaba, que alguno le tocase en ese autobús repleto de gente y más sabiendo que no llevaba nada bajo su vestido.
Cuando Pablo le extendió la mano, Silvia le devolvió una sonrisa y agarrándose a ella, se dirigieron a la salida. Ella nada más pisar la calle notó el aire fresco entrando por la parte baja de su vestido y se sintió rara, pues nunca había ido sin ropa interior, parecía que fuese desnuda por la calle. Y como estaba previsto, llegaron a la parada para subirse a ese autobús repleto de gente. Al principio ella entró delante y Pablo justo detrás, algo que de algún modo le dio cierta seguridad, pero a medida que avanzaban al interior de ese autobús repleto, Pablo se fue separando de ella, con la distancia suficiente para observar cómo los buitres se le echaron encima no tardando en verla rodeada, especialmente de hombres. El contacto era más que directo.
No faltó mucho tiempo para que una mano rozara su culo, a modo de accidente y aunque parecía algo forzado el toque, ella dio un respingo con ese primer contacto. El autobús seguía llenándose en cada parada lo que obligaba a que ella estuviera más y más apretada, ya junto a la pared del autobús. Ahí de pie, rodeada de hombres, muchos de ellos operarios de alguna fábrica. Todos llevaban un mono de trabajo con el mismo logotipo. La segunda mano ya no se cortó a la hora de dibujar su cadera, incluso queriendo ascender por el costado, algo que hizo que instintivamente ella se retirara a un lado, pero se encontró con la mirada de Pablo y entendió que tenía que relajarse y dejarse hacer. El tiempo pasaba y las manos se iban sumando a esa primera, sobre todo porque aquellos hombres no veían resistencia por parte de Silvia, algo que los animaba a atreverse a un paso más y otro más… Hasta el punto de que llegó a tener dos manos por debajo del vestido, subiendo por sus muslos, mientras otra ya había llegado a su pezón para pellizcarle con gran pericia. Ese toque fue el detonante para que ella suspirase cerrando los ojos y comprendió que era inútil ponerse tensa. Estaba totalmente encantada de ser el foco de atención por lo que ese estudio de Pablo debía ser hecho a conciencia y, además, ¿por qué no? Disfrutarlo todo lo posible.
Cuando ya habían recorrido unas cuantas calles, aquel autobús que rodeaba la ciudad, atestado de viajeros, había aumentado su calor, el mismo que la propia Silvia sentía cada vez que una mano se colaba bajo su falda u otra amasaba una teta, tocaba su culo y alguno pegaba su paquete contra ella, lo pudo notar en varias ocasiones, por ejemplo, cuando un hombre fuerte, de casi dos metros la apretó contra él pudiendo notar una polla dura a la altura de su tripita. De pronto una de esas manos que había acariciado sus finos muslos, se adentró con mucha más valentía entre sus piernas para llegar a su sexo y al comprobar que no había ningún tipo de prenda que obstaculizara su camino, pronto se adueñó de sus labios vaginales, metiendo un dedo dentro de ellos. Silvia apenas podía sostenerse en pie, presa de un gusto desmedido, sintiéndose sobada y deseada por varios extraños, uno de los cuales ya la estaba follando con sus dedos, metiéndolos en su coño sin parar. Silvia se corrió en espasmos, apoyada en ese brazo fuerte del operario que le había metido hasta tres dedos en su empapado coño.
Cuando Pablo vio que ella había llegado a correrse en medio de ese frenético manoseo, acudió en su auxilio y tirando de su mano, con cierta dificultad y autoridad, lograron llegar a la calle desde ese tumultuoso autobús.
- ¿Y bien? – le preguntó él una vez abajo.
- Ha sido tremendo.
El manoseo le había excitado al máximo y esa corrida le había dejado con ganas de polla.
- ¿Podemos tomar algo, por favor? Estoy muy sofocada.
- Bien, sentémonos en esa terraza.
- ¿Qué le pareció la primera prueba?
- Joder impresionante, son ustedes como los animales en cuanto huelen sangre atacan si piedad. Si no me llega a sacar me hubiesen follado allí mismo.
- No lo dude, tengo otra prueba para usted. Súbase un poco el vestido y consiga que ese buen hombre del fondo tenga una buena erección.
Silvia se quedó pálida al ver desaparecer a Pablo. Ella miraba al hombre mayor que tenía enfrente. Este no le quitaba el ojo de encima. Le miraba fijamente y se agarraba su polla mordiéndose el labio. Con los labios le hizo ver su deseo: “Abre tus piernas, bonita”
Silvia lo miró anonadada, su coño empezaba a lubricar otra vez e instintivamente fue abriendo las piernas. El hombre al mismo tiempo cada vez abría más los ojos y sobaba su verga sobre el pantalón. Silvia separó un poco más sus rodillas y el hombre ya pudo admirar la humedad de su sexo.
Silvia en un acto incontrolado bajo su mano al coñito y tras untar sus dedos en él los llevó a su boca, lamiéndolos como una polla. El hombre tuvo un temblor involuntario y una mancha apareció en su pantalón. Escribió algo en un papel y se acercó a Silvia.
- Muchas gracias, señorita, hacía mucho que no tenía una alegría.
Silvia se levantó y lo beso con ternura en la mejilla. Al volver a sentarse vio una hoja con un número de teléfono.
Silvia se estaba riendo cuando apareció Pablo.
- Su cerveza. ¿Qué tal con el viejo?
- El pobre se corrió en los pantalones. Aquí me dejó su número.
- Jajajaj perfecto, esto nos demuestra que cualquier estímulo sexual es bien recibido.
- Dígamelo a mí que estoy chorreando.
- Bueno por hoy es suficiente, su casa está ahí en frente verdad.
- Pues la dejo, que ando con prisa.
Cuando Silvia quería pedirle explicaciones, Pablo ya había desaparecido entre la gente que abarrotaba esas calles, ella todavía estaba con sus piernas temblorosas y un gusto descomunal por todo su cuerpo. Ya no le importaba el frescor que entraba bajo su vestido, ni tan siquiera que alguien lo notase, estaba tan cachonda que no quería que aquello parase.
Fue caminando hasta casa, con sus pensamientos confusos y sin creerse que se hubiera metido en ese juego del que creía no poder salir, pero no porque nadie le obligase precisamente, al contrario, sino porque se sentía atrapada en esa vorágine de lo prohibido, lo morboso, la locura sexual que siempre quiso llevar a cabo y ahora, además, cobraría por ello.
Al llegar a casa, su hermana la esperaba para preguntarle por esa nueva entrevista de trabajo y aunque en el fondo Silvia estaba deseando contarle con pelos y señales la experiencia que había vivido, no se atrevió a hacerlo. ¿Qué podría pensar su hermana Helena? ¿La consideraría una puta?
Le hubiera encantado explicarle, primero, esa conversación con don Pablo en aquella cafetería, contándole con todo lujo de detalles su morboso plan hasta ordenarla que se despojase de la ropa interior y después meterse en un bus repleto de gente en el que innumerables manos le tocaron por todo el cuerpo, pellizcando sus sensibles pezones, sobre la tela del vestido. Mientras otras manos se adentraron bajo su falda, hasta que un desconocido le penetró con sus dedos y la folló en medio de ese gentío. Y ese viejito que se había corrido a la vista de su coñito Todo parecía un sueño, pero un maravilloso sueño…
- ¿Entonces te han contratado? – preguntó Helena a su hermana, mientras le servía un plato de ensalada. Niña, estas en babia.
- Siiiii y creo que es un buen trabajo.
- Pues te lo mereces, porque ese último en unos grandes almacenes no estaba hecho para ti.
Era cierto, Silvia había hecho varios trabajos desde que enviudó, pero desde luego, ninguno de ellos tan original, tan bien remunerado y, sobre todo, tan divertido y cachondo.
Ella tampoco le contó a su hermana que no llevaba nada bajo el vestido, pero el hecho de estar así, desnuda bajo esa única tela, también le proporcionaba esa dosis de morbo y placer. Muy por encima, le contó Silvia a su hermana que don Pablo, un atractivo empresario, le había contratado para hacer unos estudios sociológicos muy especiales y que ella sería su ayudante e iría aportando datos que él necesitaba para su estudio. Aquello no era del todo falso, aunque ocultaba lo más importante y es que ese estudio sociológico era puramente sexual y le llevaría a hacer cosas que nunca imaginó.
- Bueno, pues tu cara está resplandeciente… Me alegro mucho por ti y ya me presentarás a tu jefe cualquier día. Si está tan bueno… ¿Cómo dices que se llama?
- Don Pablo.
- Uf, cuanto formalismo.
- Sí, es alguien muy serio, pero tiene algo… – detuvo su frase.
- ¡Huy madre, ese don Pablo te tiene enganchada! – dijo Helena riendo viendo la fascinación que tenía hablando de él.
Silvia sonrió a su hermana y aunque ella lógicamente no estaba al tanto de todo, veía la ilusión en su rostro, esa inevitable euforia que desprendía cada poro de su piel y con la promesa de presentarle a su jefe en algún momento, ambas celebraron ese nuevo trabajo, aunque Silvia no estaba muy segura de que su hermana entendiese ese nuevo proyecto y al mismo tiempo no dejó de pensar que era lo que le iba a deparar el próximo experimento de don Pablo.
CONTINUARÁ…