Mis experiencias sexuales con mi mujer Jenny
Ella fue mí adorada compañera y esposa por casi 16 años. Estos relatos son verídicos de nuestra vida junta. El erotismo de nuestros momentos de amor y sexo que aún no puedo olvidar. Tan vivos en mi memoria y seguro que en los de ella también. Si ella leyera estos relatos sabría sin duda alguna que los escribí yo. Nuestra separación fue un error de ambos. Así le dijo ella a mutuos amigos hace un par de años atrás. Ella está casada nuevamente y no sé si es verdaderamente feliz o no. Lo cierto es que me llama de vez en cuando para saber cómo estoy y quisiera gritarle que me siento incompleto y totalmente insatisfecho con las mujeres que le han seguido en mi vida. Han pasado ya 6 años de nuestra separación y les relato esto como si fuera hoy o ayer, porque así de vivos están en mi mente. Jenny es un nombre ficticio y no tiene absolutamente nada que ver con su nombre propio. Lo escogí porque suena a ella. Disfruten del relato como yo disfruto recordarlo todo.
Yo trabajo cerca de mi casa y tan sólo me tardo unos minutos llegar en auto. Una de las razones por la cual prefiero ir a mi casa a la hora del almuerzo. La otra razón es mi esposa Jenny. Ella trabaja mayormente en la casa haciendo trabajos secretariales independientes. Fueron muchas las veces que a esta hora se encontraba desocupada y prefería no tener nada pendiente a la hora que yo llegaba. Es una mujer que se siente muy caliente a eso del mediodía y en las tardes. Este día cuando llegué, me recibió con un jugoso beso y se estrujó contra mí cuando le devolví el beso. Suavemente le mordí sus ricos labios y le mamé la lengua. Un gemido se le escapó de su boca y con la respiración un poco agitada me dice:
«Ay papito, estoy tan caliente y cuando me besas así con ese gusto me hierves la sangre.»
Yo la apreté contra mí mientras le acariciaba la espalda y sus carnosas nalgas a través de la camisa mía que tenía puesta. Muchas veces la encontraba en la casa con una de mis camisas que le sirven muy holgadas y le cubren hasta la rodilla pero sin nada de ropa debajo. Le subí la camisa un poco y acaricié sus nalgas, se sentían frescas y suaves. Al sentirlas así desnudas mi bicho comenzó a despertar. Le di la vuelta y la recosté de espaldas a mí con sus nalgas apoyadas en mi erección. Le gustaba que hiciera esto. Así recostaba su cabeza para atrás en mis hombros para que yo le besara el cuello, le acariciara sus tetas y jugara con sus grandes pezones, los cuales se endurecían con mi toque. Gemía y me decía lo mucho que me quería y restregaba sus nalgas contra mi bicho. Bajó su mano para acariciarme y hacer crecer más mi erección que ya era completa.
«¡Papi… se te pone tan rico! Pero sé que no tienes mucho tiempo a esta hora y debes comer algo” me dice separándose un poco.
Se dio la vuelta y se dirigió a la cocina mientras yo observaba su sensual movimiento de nalgas que ella muy bien sabía me dejaban hipnotizado. La seguí con mi erección claramente marcada en mis pantalones.
“Te tengo preparado pan fresco con jamón y queso. ¿Qué deseas tomar?» Me preguntó. “Beber tus jugos… pero por ahora con una soda basta» Le respondí sonriendo.
Ella se da vuelta para mirarme con una sonrisa. Por costumbre yo no uso calzoncillos la mayor parte del tiempo, pues me gusta sentirme totalmente libre. Al notar el bulto que se extendía en la parte izquierda de mis pantalones lo acarició otra vez levemente y me dice:
«Se notan tus deseos, pero prefiero esperar a que tengas más tiempo para que me la mames sin prisa y derramarme toda en tus labios” dijo acercándose y apretándose a mí.
Ella se moja enormemente cuando la acaricio y la beso entre sus hermosos muslos. La enloquece el placer de verme entre sus piernas haciéndole el amor oral. Con mi mano derecha le alcé la camisa y jugué con su peluda crica. Encontré sus húmedos labios y le metí el dedo suavemente. Luego otro y separó sus piernas levemente para darme mejor acceso. Mis dedos y mi mano se mojaron rápidamente.
Se dio la vuelta recostando sus nalgas en mi erección a la misma vez que acariciaba mi dureza con su mano izquierda, su mano derecha alzada hacia atrás acariciaba mi nuca. Sus nalgas ondulaban culeándome los dos dedos. Mi mano izquierda acariciaba su duro pezón y gemía suavemente.
«Papi, me tienes loca y toda mojada… si sigues tendrás que hacerme el amor…» me dijo. La besé y alejé mi mano de su encharcada chocha. Me la llevé a la nariz para olerla cuando nos separamos del beso y me pregunta poniéndose de frente a mí:
«¿Te gusta mi aroma íntimo?» «Sí, me gusta mucho» Mientras aspiraba profundamente. Chupé uno de los dedos y ella tomó mi mano y me frotó el otro dedo en la mejilla y la parte superior de mis labios justo bajo la nariz. En mi pantalón se notaba una diminuta mancha de mi lubricación la cual ella notó y me dice:
«MMMMMM… tú también estás mojado» «¿Qué crees que soy de madera?» le dije. «Sí, como madera que se le escapa la resina» y echó a reír mientras se separaba y procedía a preparar un café para ambos. Me resigné un poco y procedí a comer despacio mientras hablábamos de otras cosas menos eróticas.
Al cabo de media hora decidí que era hora de regresar. Seguíamos la charla y me dirigí al baño de invitados a mear. Ella me siguió y yo dejé la puerta abierta. Esto no era nada extraño, pues no teníamos ningún pudor cuando ella muchas veces se sentaba a mear frente a mí. Ella sabía que me excitaba mucho oír el alborotoso ruido de sus orines cuando caían en el agua de la bacineta.
Esta vez ella deja de hablar y se queda callada por unos segundos. Se acerca a mi lado y toma mi entumecido pene con su mano derecha para dirigir el chorro. Esto provocó más endurecimiento en mí y casi me hace parar el chorro. Casi al terminar, se arrodilló a mi lado sin soltar mi creciente erección.
«Me encanta verte meando y sé que lo sacudes al final. Tenía muchos deseos de hacer esto contigo y ahora no te me escapas» dijo con voz llena de lujuria.
Cuando ya el chorro se estaba reduciendo a un gotereo, acercó su boca a mí ya erecto pene y comenzó a mamar la cabeza suavemente. Las últimas gotas se vaciaron en su boca y casi se me sale la leche del intenso y repentino gusto que sentí al verla mamar así tan descaradamente. Le acaricié su cabeza y su pelo mientras me chupaba el bicho. Después de varios segundos se levantó y entonces noté que al cambiar de mano para sujetar mi verga en su boca, su mano derecha estaba acariciando su peluda crica y así se levantó con la mano mojada de sus espesos y cristalinos jugos y los regó en mis labios y toda mi cara.
“Ven mi amor que te quiero terminar a mi gusto. No te dejaré ir así en ese estado.” me dijo sonriendo maliciosamente.
Me jaló de la mano y con su mano libre siguió acariciando la dura erección que tenía. Me acomodó para que descansara medio sentado en el espaldar de un sofá, mientras aflojaba la correa y mis pantalones. Mi verga se desplazó libre y orgullosa frente a ella. Se arrodilló frente a mí y se humedeció su mano izquierda con los jugos de su chocha. Los regó por toda mi erección y apretó firmemente la base mientras me plantaba un suave beso en la hinchada cabeza, lamiendo la lubricación que fluía de mí. Colocó su otra mano mojada de la misma forma arriba de la izquierda y empezó a masturbarme con ambas manos mientras admiraba las 9 pulgadas de mi gruesa erección. Sus ojos expresaban el deseo que la dominaba y mirándome directo a los ojos me decía:
«Papito, tu bicho es hermoso y toda mío. Lo quiero sentir dentro de mi chocha… ahora te lo voy a mamar para que te vayas tranquilo y pienses en mí toda la tarde… gózame papi… soy tuya y este bicho es todo mío… para mi placer… quiero que te vengas en mis labios… en mi boca…» todo esto mientras sus manos subían arriba y abajo a lo largo de mi verga suavemente. Me tenía loco y tembloroso. La cabeza sobresalía de sus dos manos y ella la mamaba muy golosa. Alejó su mano derecha y empezó a mamar más profundamente. Sus labios acariciaban el borde por encima y por debajo donde está el frenillo. La arropaba con su boca y sentía su lengua moviéndose alrededor de esa cabeza brindándome un gusto indescriptible. Me hipnotizaba ver mi dura verga entrar y salir de su boca toda cubierta con su copiante saliva y mi lubricación. Se alejaba y una larga, espesa y cristalina hebra se formaba entre sus labios y la punta de mi bicho. Volvía a metérselo mientras su mano seguía masturbándome arriba y abajo. El placer me ponía las rodillas débiles y me hacía gemir continuamente. Mi respiración se agitaba. Su mano izquierda continuaba acariciándome arriba y abajo. Tragaba su espesa saliva mezclaba con la baba que salía de mi pene.
Me miraba con ojos ensombrecidos y gemía todo el tiempo. Podía ver que sus nalgas ondulaban suavemente. Su mano derecha se encontraba entre sus piernas acariciando su chocha. Se metía dos dedos como ella hace cuando se masturba para mí. Mi verga seguía durísima y brillante. Ella seguía mamando con mucho gusto y a veces se separaba lo suficiente para decir lo mucho que le gustaba mamarla tan parada y tan dura. Bajaba por un lado con su acariciante lengua y subía por el otro. Me acariciaba las bolas con su mano derecha cuando la alejaba de su crica y luego la regresaba nuevamente a masturbarse mientras gemía y me miraba con aquellos ojos castaños ensombrecidos de la lujuria que la poseía. A veces me abrazaba y con sus dos manos me acariciaba las nalgas mientras se apretaba a mí y se metía casi toda mi verga en su boca hasta casi ahogarse. Volvía a masturbarme con su mano izquierda y su boca mientras regresaba con su derecha a su chorreante chocha. Ella sabe cuándo estoy a punto de venirme y sabe cómo controlarme para que no me venga. Me acaricia con calma mientras me chupa la mojada cabeza con delicadeza para disminuir las convulsiones que comienzan a sentirse en mi pene.
«Papi, dame tu leche… úsame… goza esto… derrámate en mí… quiero beber tu leche…»decía y entre las palabras seguía chupando mi verga. Casi me hacía perder el control y con el gusto que siento, mi verga se desborda gota tras gota en sus labios. A mí me gusta venirme poco a poco y ella no me apresura pues sabe que voy a llegar al punto donde no podré contenerme para nada y le daré toda mi descarga de leche. «Así mi amor… dame leche… dame más… vente gota a gota en mis labios… mi lengua…»
Un borbotón de espesa y blanca leche se desliza de mí en su húmeda lengua y ella la traga con gusto. Deja de tocarme el pene sabiendo que estoy al borde del abismo y lo sigue con su lengua y sus labios mientras cabecea casi fuera de control al ritmo de la sangre que bombea en mi erección. Mi pene esta ahora chorreando leche muy despacio y ella la chupa con gusto tragando cada gota y puedo ver sus dos manos acariciándose la chocha. Una rozando su clítoris y la otra metiéndose el dedo. Gime y al mismo tiempo me pide que le dé más de mi leche. Su orgasmo es inminente y comienza a gemir y sus sollozos de placer parecen de dolor. Diciendo obscenidades y besando y chupando la punta de mi dura verga. Sus labios y su barbilla están cubiertos con mi leche y su saliva.
«Ay papi, ¡qué loca me pone mamarte así!” dice y comienza a venirse en convulsiones arrodillada aun frente a mí, metiéndose el dedo furiosamente y gritando como loca cuando se separa de mi bicho. Mi bicho tiembla frente a ella rozando sus mejillas y sus labios, los cuales no aleja de mi chorreante cabeza. De repente deja de gemir y se aferró a mi pene con su boca y me lo mama con furia. A esto ya yo no puedo aguantar más y tan pronto siento su boca y su lengua chupando la agonizante cabeza de mi pene, las convulsiones se apoderan de mí y me vengo totalmente en su boca. Ella gime rabiosamente fuera de control mientras se viene una vez más al sentir mi leche salir a fuertes borbotones contra su garganta. Se separa de mí y se desploma en la alfombra jadeante y respirando muy agitadamente. Mis rodillas tiemblan descontroladas y una debilidad se apodera de mí. Me dejo deslizar hasta estar junto a ella. Le acaricio su sudada frente y me acerco suavemente a su cara. Un poco de mi leche se desliza por la comisura de sus labios. Le beso los labios suavemente y con mi lengua lamo mi propia leche a lo cual ella se recupera y me besa desesperadamente abriendo su boca para chupar mi lengua. El sabor mío esta en toda su boca y nos besamos con gusto.
Mi mano derecha se desliza hasta su peluda crica y le acaricio los empapados pliegues de sus labios. Es increíble la cantidad de jugos que hay entre sus piernas. Me llevo mi empapada mano hasta mi nariz para oler su aroma y probar sus jugos. Me froto la mano en toda la cara, extasiado con el erótico aroma de sus jugos mezclados con el sudor íntimo de ella.
Ella abre los ojos muy calmados y me dice lo mucho que me ama. Lo feliz que la hago sentir. El inmenso placer que siente cuando tenemos sexo y hacemos el amor. Se voltea un poco y se acomoda en mi pecho mientras su mano se desliza para suavemente acariciar mi goteante pene que aún sigue erecto descansando entre sus piernas.
«Mi amor, soy adicta a tu bicho. Me fascina cuando aun después de venirte sigues tan duro. Cómo me gustaría que te pudieses quedar más tiempo para gozarte más. Necesito más bicho. Quiero que me mames y me lo metas… que me culees un rato.»
Yo la abrazo suavemente y siento que se me endurece más al escuchar lo que me dice. Me levanto de su lado y ella me sigue. Con el frente de la camisa me seca y me limpia un poco mi orgulloso pene. Me ayuda a meterlo de nuevo en el pantalón y la erección que no se baja, se nota extendida al lado izquierdo. Ella la acaricia suavemente sobre la tela y yo me dirijo al baño a lavarme la cara un poco antes de partir.
Cuando regreso, ella estaba tendida sobre el sofá descansando con la camisa un poco desordenada que apenas le cubre su abultada crica. Ella sabe lo mucho que me gusta su chocha sin afeitar y se deja crecer los pelos desde que nos conocimos íntimamente. Sus pantis son tipo bikini o de esos que sólo tienen una pequeña tira entre sus nalgas. Nunca le cubren sus sedosos pendejos completamente y se asoman por los lados y entre sus piernas muy abundantes. Muchas veces viste desnuda debajo de sus vestidos o faldas y se sienta en posiciones para que yo la observe y me caliente.
Me senté a su lado y le acaricié su rostro y sus senos. Sus grandes pezones se encontraban erguidos y duros. La bese dulcemente y abrió sus ojos y me pregunta: «¿Por qué te lavaste? ¿No te gusta mi olor?» «Claro que sí mi amor. Sabes lo que me enloquece tu aroma. Pero, tengo que regresar al trabajo.» «¡Entonces ven aquí y llévate algo mío para que no dejes de pensar en mi toda la tarde!» me dijo mientras dirigía mi cabeza a su entrepierna.
Abrió sus piernas totalmente, levantando una sobre el espaldar del sofá y la otra en el piso. Su hermoso manjar de pelos estaba a mi disposición. Sus pendejos aún estaban empapados y sus labios húmedos esperaban mis besos. El aroma a su sexo y sudor me embriagaban de deseo por ella. La besé y le mamé su crica con abandono, mientras ella me apretaba la cabeza contra su hermosa vulva y ondulaba sus nalgas al ritmo de mi lengua que se movía entre sus peludos labios y a veces la penetraba con ella. Sus quejas de placer aumentaban y de pronto me separó de su vulva y me dice jadeante: » ¡Papi, ya! Déjame así toda jodida y caliente. Quiero esperar por ti cuando regreses esta noche para que termines de curarme. Te prometo que no me voy a masturbar sola y esperare por ti así mojada como me dejas. Llévate mi olor así en tus labios y tus mejillas para que me recuerdes así como estoy» Y con eso me besó muy golosa con esos besos de lengua que ella sabe dar tan ricos. Me levanté y me fui pensando lo difícil que iba a ser permanecer en calma o que me bajara la erección toda la tarde. Después de estar en el auto un par de minutos, la erección comenzó a bajar y ya para el momento que llegué a la oficina estaba normal.
El resto de la tarde transcurrió en calma aparte de las llamadas de teléfono que recibía de mis clientes. A eso de las 4:30 entro la llamada de ella. La recepcionista me anuncia que es Jenny y tomo la llamada.
Tan pronto contesto, ella me pregunta si la recepcionista puede escuchar y le respondo que siempre está muy ocupada y no tiene por costumbre escuchar conversaciones de teléfono.
«Mi amor, quería decirte lo difícil que es estar así como me quedé. Mamarte el bicho mientras orinabas era una fantasía mía. Un fetiche que tengo. Lo hice finalmente y ahora no dejo de pensar en el gusto tan fuerte que sentí cuando te mamaba y me vine. Te quiero mucho por darme tanto placer y gusto. Ahora mismo me estoy metiendo el dedo y sigo agonizando de delirio esperando por ti. Tengo un charco entre estas piernas. Pero te voy a esperar para venirme como te prometí. Un beso hasta pronto.» Me despedí de ella y me quedé hipnotizado por unos segundos. Mi verga estaba erecta nuevamente y mi respiración era entrecortada.
Me parecía increíble que después de 10 años con ella aún me calentara de esa forma tan efectiva. Por varios minutos le di vueltas a la situación y me sentía débil para concentrarme en el trabajo. Por lo general siempre me voy de la oficina a las seis. Hoy no podía contenerme y después de media hora le informé a la recepcionista que tomara los mensajes para mí. Le mentí que mi esposa no se sentía muy bien y quería ver qué le pasaba.
Me fui de la oficina y una vez en el auto me excitó pensar en la sorpresa de ella cuando regresara tan temprano. Llegué a la casa y sin hacer ruido entré. La encontré sentada en un cómodo sillón un poco dormida. Vestía la misma camisa y su pelo castaño un poco alborotado le caía suavemente por sus hombros hasta la parte superior de sus senos. La camisa estaba desabotonada hasta la parte donde la hinchazón de sus senos comenzaba. La contemplé por un momento, notando el hermoso color oscuro y cremoso de su piel y de sus muslos y piernas, una de las cuales tenía colgada sobre el brazo del acojinado sillón y la otra estirada frente a ella. Su cabeza descansaba un poco al lado derecho de su hombro. Sintió mi presencia y se despertó sobresaltada. Una alegre sonrisa brotó inmediatamente de sus labios.
«¡Ay papito, qué sorpresa!» Ella siempre desde la primera vez que le hice el amor, me decía papito o papi. Raras veces usaba mi nombre cuando estábamos juntos. Tan sólo me llamaba por el nombre en presencia de otros. Así que ese apodo era parte de nuestra intimidad.
Me arrodillé frente a ella y la besé en la boca.
«No pude concentrarme más en el trabajo después de tu llamada y tuve que venir» le dije en un susurro a su oído mientras le acariciaba el cuello con mis labios. Esta caricia le erizaba la piel a ella cuando lo hacía. Inclinó su cabeza y me ofreció su nuca para que la siguiera acariciando. Le mordí el cuello en la nuca suavemente y se le escapó un gemido de placer que parecía doloroso y sentí sus unas clavarse en mi espalda y mis hombros mientras se estremecía y su piel se ponía como piel de gallina desplumada. Se apretó a mí fuertemente y me pidió que la poseyera a mi antojo. Que era toda mía como tantas otras veces y quería ser poseída hasta desmayarse.
Empecé a desabotonar su camisa y removerla totalmente. Abrió sus piernas y las acomodó una a cada lado mío. Todavía olía a sexo desde la sesión del mediodía. Me incliné sobre su pecho y tomé el duro pezón de su teta derecha entre mis labios mientras le estrujaba el pezón izquierdo entre mis dedos. Sus piernas eran como dos tenazas apretándose fuertemente a mí. Sus manos acariciaban mi pelo y mi cabeza mientras yo le mordisqueaba uno y otro pezón. Cuando ella está muy excitada, sus oscuras aureolas y sus pezones endurecidos casi se convierten en uno. Los tiene muy sensitivos y han sido muchas las veces que se viene con sólo mamarlos por un rato. Jenny es muy orgásmica. Hoy no fue excepción y tan sólo después de un par de minutos la sentí estremecerse en mis brazos y gemir con agonía cuando se vino en convulsiones y espasmos. Yo estaba que casi no cabía en mis pantalones y mi erección ya era dolorosa.
Aun así comencé a besar su cara, sus ojos y su boca. Le decía repetidas veces lo mucho que me encantaba verla gozar en mis brazos y lo mucho que la quería. Ella seguía gimiendo y balbuciendo cosas que no podía entender. Baje a su ombligo y la besé amorosamente abrazando su cintura, ella comenzó a estirar sus piernas y abrirse toda para mí.
Seguí la fina pista de vellos que bajan de su ombligo por su vientre, depositando húmedos besos hasta llegar a su peluda vulva. Sus rizados pendejos se extendían un poco al lado de sus muslos y al lado de sus labios entre sus piernas. Ella se afeitaba las piernas un poco, pero nada más. A veces se dejaba crecer los pelos de sus axilas para mi disfrute. En esta parte la entendía porque algunas amistades y familiares la criticaban cuando notaban sus pelos sedosos debajo de sus brazos. Ella sabía lo mucho que a mí me gusta y a veces a pesar de eso, los dejaba crecer para enloquecerme más. Si usaba falda corta hasta medio muslo, no se notaba que más arriba era una hermosa selva de pelos entre sus piernas. Cuando salía ella vestía para mí. Le gustaba que yo tuviera acceso a su chocha y que de vez en cuando le acariciara y jugara con sus pendejos. Ella es muy sexual y siempre estaba húmeda entre sus pelos.
Abierta para mí como estaba podía ver claramente la razón por la cual ya no quería ir a playas públicas y vestir los pequeños bikinis que son tan populares. En la privacidad de nuestro patio ella lo hacía libremente y algunas playas que eran un poco solitarias. Cuando vestía su bikini los pelos se salían por los lados y se veía muy obscena. Le encantaba lucirse para mí y yo me derretía por verla y disfrutarla así.
Le besaba sus muslos y ella se retorcía para acercar su crica a mi boca. La tenía a mi merced y ella lo sabía. Lentamente la seguía besando y mordisqueando sus gloriosos muslos evitando la peluda raja y los humedecidos labios. La cristalina baba de su lubricación se deslizaba entre sus pliegues hasta mojar su velludo culo. Muy suavemente le separé un poco los pendejos y con mis labios besé sus mojados labios. Sentía la resbalosa lubricación de ella en mis labios y seguía besándolos y esparciendo sus jugos con mi lengua. Ella erguía su cabeza para mirarme entre sus piernas y acariciaba mi cara con mucha delicadeza y me repetía una y otra vez lo mucho que me amaba por amarla así de esa forma. El olor de ella es para mí afrodisíaco y absorbía profundamente su olor mientras la miraba directamente a los ojos. Con mi lengua seguía lamiendo sus labios y sus jugos pero sin ejercer mucha presión. Ella le gustaba que yo la provocara así interminablemente. Que la hiciera agonizar de placer y gusto. Con sus manos empezó a abrir sus labios para darme acceso a sus labios interiores y al hacerlo parecía que una fuente se desbordaba. Bajé mi lengua hasta su culo y bebía sus jugos que fluían lentos y espesos. Alejé sus manos de su crica y abrí mi boca para cubrir con ella toda esa hermosa raja de placer que ella me ofrecía. La mamé con un abandono total y ella se vino espontáneamente moviendo sus piernas en el aire culeándome la boca. Le abrí los labios y separé sus mojados pendejos para exponer su erguido y orgulloso clítoris el cual se salía de su diminuta capucha.
Su vagina se abría y cerraba con las convulsiones de su orgasmo. Pasé mi lengua por su raja desde el culo hasta su clítoris y me prendí a él con mis labios y otro orgasmo la sacudió mientras se revolcaba contra mi boca y me apretaba contra su sexo como queriendo tragarme por su crica. Sus gritos y quejidos me provocaron a mí un orgasmo y mi leche se derramó en mis pantalones.
El gusto que yo sentía al venirme, provocó que la mamara con más empeño y ella ahora era un torrente de locura. Me culeaba la cara desesperadamente, gemía y rebuznaba como una fiera. Sus pies estaban plantados planamente en la alfombra y me aprisionaba entre sus muslos hasta mantenerme inmóvil. Casi no podía oírla. Se había deslizado en el sillón hasta media espalda. Sus amplias nalgas en el aire y las abracé contra mí mientras seguía mamando su clítoris y su copiosa raja. Cuando ella está fuera de sí sus palabras son obscenas y roncas. Es una mujer muy expresiva y en este momento estaba como loca. Me apretaba la cabeza contra su chocha… se acariciaba los pezones… se jalaba el pelo… movía su cabeza de lado a lado como poseída… era de volver a uno loco verla así tan descontrolada. De pronto se quedó rígida y sentía como sus labios vaginales me besaban debido a las convulsiones sexuales de ella. La seguí besando muy suave y tiernamente. Ella de momento me libera de la prisión de sus piernas y quería separarme de su convulsiva chocha. Yo resistía y quería seguir mamando su clítoris. Ella me gritaba que ya no podía más. El besar su clítoris tan sensitivo le provocaba rabia y con fuerza me jaló por el pelo para separarme de ella.
«Carajo, me vas a matar si lo sigues besando» y se dejó caer en la alfombra riendo alborotosamente. Yo me tendí junto a ella y con los brazos abiertos la invité a recostarse en mi pecho. Me besó en la boca y removió algunos pendejos que se me habían quedado en los labios y uno que encontró enredado en mis dientes. Se ríe alegremente y se cobija en mi pecho. Su mano se deslizó hasta mi erección. Entonces sintió mi enorme erección y mis pantalones empapados en la parte izquierda donde estaba mi verga. Se irguió junto a mí para ver lo que casi no podía creer. Admití que me vine en medio de sus orgasmos.
Ella comenzó a bajarme la cremallera y poner en libertad mi aprisionado pene. Me soltó la correa y me abrió el pantalón para exponerme totalmente. Se deslizó hasta tener su boca cerca de mi erección y procedió a lamer la leche de mi verga totalmente y la que se había regado en mi muslo. Se lo metió en la boca y lo mamó un poco. Lo suficiente para que yo le sujetara su cabeza y levantaba mis nalgas del piso para chingar su boca. Ella se separa de mi verga que demandaba su atención y me besó en la boca estrujando sus labios y su lengua contra los míos.
“Me gusta oler mi crica en tu boca» me dijo. Yo buscaba sus labios para chupar y saber que su boca tenía el sabor de mi leche. La primera y única vez que probé leche fue la mía en su boca. Una de las primeras veces que ella me mama hasta hacerme venir en su boca. Me besó porque le había gustado sentir mis disparos de leche cuando me vine en su boca una vez que no pude contenerme del gusto. Desde entonces le gustaba hacerme venir despacio y chuparme gota a gota. Nos chupamos la boca y las mejillas uno al otro y esto la puso caliente otra vez.
Se levantó sobre mí y puso una pierna a ambos lados de mí manteniéndose bastante arriba de mi erecto pene. Bajó su rostro hacia mí, me volvió a besar y me dijo:
«Papito, mi crica duele del deseo de tener esas lindas pulgadas dentro de mí. Estás listo para meterme ese rico bicho» «Nena, sabes que es tuyo y estoy esperando que te deslices sobre mí y te claves sola»
Sin esperar más y sin tocarme la verga, sentí cómo se bajó hasta sentir la cabeza entre sus peludos y mojados labios y detenerse un momento. Sentía la caricia de sus pendejos y sentí cómo poco a poco se fue clavando a mí hasta sentir la humedad de su mojada crica mezclarse con mis pendejos y sentirme la verga rodeada de una hermosa presión a todo lo largo. Ella contraía sus músculos vaginales y me la apretaba toda con su vagina. No hay palabras para describir el placer que se siente. Me soltó la camisa y se acercó a mi pecho con sus hermosas tetas. Sentí la tibieza de ellas y sus duros pezones contra mi piel. La abracé con una mano en sus anchas nalgas y así estuvimos por un largo minuto sintiendo las contracciones de ella. Era como si me estuviera masturbando con su vagina.
Lentamente se levantó hasta casi tenerme fuera y gimió de placer cuando se la volvió a meter toda. Ya estaba acostumbrada a mi tamaño y le gustaba tomar control cuando se sentaba arriba de mí. Se levantaba y bajaba con más frecuencia consumiendo todo el largo de mi verga. Su respiración se agitaba cada vez más. Se apretaba a mi pecho con su voz a mi oído gemía y me decía lo rico que era ser penetrada así despacio. Se apretaba más a mí y sentía su culeo lento y seguro. Se culeaba sola, no quería que yo me moviera para nada. Mis manos acariciaban sus amplias nalgas la sentía culearme con movimientos cortos, manteniendo mi verga dentro de ella todo el tiempo. Ondulaba sus nalgas sobre mi erección con su pelvis fuertemente rozando la mía. De vez en cuando con su mano derecha alcanzaba a tocar mis bolas y sentir la dureza de mi bicho entrar y salir despacio de su mojada chocha regando sus babas en mis bolas y mi culo. En verdad ella lubricaba mucho. Cuando subía su mano, se separaba un poco y me frotaba sus jugos en mi cara y mi boca. Sabía cómo enloquecerme. Yo le pinchaba sus enormes pezones y ella gemía del gusto. Me besaba y nos chupábamos la lengua y me mordía los labios suavemente. Le gustaba mucho mamar mi labio inferior. Yo le besaba la cara y le chupaba la comisura de su boca, algo que la excitaba mucho. Sus párpados eran otra fuente de excitación para ella y yo los besaba y la enloquecía del gusto. A todo esto ella nunca deja de culearse bien profundamente con mi dura verga. Muchas veces que hacíamos el amor se me venía en mis brazos con solo sentir mi verga rozarle el útero. Eso sí, le gustaba ser penetrada bien adentro y me juraba que jamás podría darse gusto con uno más pequeño.
A ella le gustaba usar la palabra «bicho» en lugar de pene. Muy común en Puerto Rico. Yo varío entre pene, bicho y verga. A veces ella las usaba y también «pina» o «maceta». Palabras que en Puerto Rico suenan muy obscenas dichas en público. En nuestra privacidad el uso de estas palabras la excitaban mucho.
«Papi, yo estoy agonizante… me he venido tantas veces hoy y aún me siento con más ganas…» me decía deteniendo un poco su chuleo para relajarse un poco.
Yo le enseñé a alargar el placer antes del orgasmo y disfrutar de esa agonía sublime que se siente al acercarse y alejarse del abismo, pero manteniéndose al borde. Como un juego peligroso que en un descuido no se puede contener y arrastra a uno en ese torbellino de placer que sacude el cuerpo entero y la mente.
Ella se había hecho adicta a este juego y lo controlaba muy bien. Pero cuando se dejaba ir, era una demente gritona. A veces cuando había visita o nos quedábamos en algún hotel ella ahogaba sus gritos contra mi hombro o en la almohada. Muchas veces dejaba su mordida en mi piel, pero en el momento de placer ni cuenta me daba. Ahora quería jugar el juego. Yo le decía que para mí era peligroso pues todo el tiempo yo me sentía que si me movía mucho culeándola, me iba a venir sin remedios.
«Ven papi, vamos a la cama que la alfombra me quema las rodillas» y así se desmontó de mí con un húmedo chasquido de nuestros sexos al separarse. Me ofreció su mano para ayudarme a levantarme. Una vez de pies me removí los pantalones que estaban enredados en mis pantorrillas y la seguí a nuestra habitación. Sus jugos se notaban brillantes entre sus hermosas nalgas y le mojan sus muslos.
Para mí siempre fue hermosa. Desde que mis ojos la vieron por primera vez me gustó. Todos estos años nunca teníamos suficiente el uno del otro. Siempre descubríamos alguna forma nueva de gozarnos uno al otro. Ocasiones como la de este día no eran cosas diarias. Por lo general hacíamos el amor varias veces por semana pero nunca deprisa. Por lo menos una hora era el tiempo que necesitábamos para satisfacernos juntos. Los fines de semana con más tiempo disponible a veces hacíamos del acto un maratón. Ella tenía una hija pero siempre encontrábamos tiempo para nosotros cuando ella dormía en su habitación. Nunca fue un inconveniente para nosotros.
Este día en particular ella estaba con su abuela por un par de meses de vacaciones. Porque nuestra bellaquería este día no importa. Nunca le hacíamos caso porque un día éramos más calientes que el otro. Siempre disfrutábamos del momento si había la oportunidad.
Ella removió la cubierta de la cama y se tiró en ella doblando sus rodillas y plantando sus pies planos con la entrepierna abierta. Estiró su mano y me jaló hacia ella.
«Papito, esta chocha está pidiendo a gritos ese rico bicho. Ven aquí y cúrame…» me dice jadeante.
Me acomodo entre sus piernas y ella me agarra el bicho y lo dirige a su hermosa raja. Se frota la cabeza entre los húmedos labios y se masturba el clítoris con ella.
«Qué duro lo tienes…» me dice.
Lo acomoda a su entrada y con la mano izquierda en mis nalgas me jala hacia ella para que la penetre. Un quejido gutural se escapa de su garganta cuando estira su cabeza hacia atrás en la almohada. Yo me deslizo suavemente entre sus chorreantes labios totalmente hasta que nuestras pelvis se unen fuertemente. Nos quedamos rígidos por un par de segundos y lentamente siento sus nalgas ondular debajo de mí levemente, acomodándose más para sentir la penetración profunda.
La interrupción del cuarto familiar a nuestra cama me ayudo a calmar mi calentura. Ahora me sentía más en control y quería clavármela con gusto y calma. Ella así lo anticipaba y abrió los ojos suplicantes y me dice:
«Papi… métemelo con ganas… tortúrame de gusto… no dejes que me venga muy rápido… ya de esos tengo bastantes… ahora quiero que me jodas toda…»
Se lo empecé a sacar lentamente hasta sólo tener la cabeza entre sus labios… ella temerosa de perderlo todo alza sus nalgas para no perder el contacto. Yo se lo volví a meter despacio y ella me sonrió muy alegre: » Ay… así… así… así…» decía despacio sus ojos clavados en los míos. Sus brazos estirados a ambos lados en forma de cruz. Repetí la acción otras veces más y ella movió sus brazos para ponerlos en mis nalgas y guiarme más profundamente en ella. Sus nalgas ondulaban despacio y se movían a encontrar mi penetración de ella. El ritmo aumenta muy lentamente y también sus quejidos combinados con sus palabras de entusiasmo: «Así… métemelo… qué rico… así… »
Me bajé un poco sobre su cuerpo depositando parte de mi peso en ella y con mis brazos a su lado para soportarme los extendí hasta acopar y apretar sus nalgas con mis manos y ayudarle a moverse hacia mí cada vez que se lo metía. Ella hacía el movimiento más fácil cooperando con su culeo. Así podía entrar totalmente dentro de ella y sentir la dura boca de su útero. Sus quejas que parecían dolorosas, eran mi indicación de que le gustaba de esa forma.
«Qué bicho tan rico tienes… jódeme… jódeme… jódemeee!… “Su voz era casi sollozante y como si estuviera implorándome. La seguía culeando con más prisa y profundamente. Cada vez que le mordía sus duros pezones un ahogado grito se escapaba de su boca. Le besaba su boca, sus orejas y el área detrás al igual que su sensitivo cuello y me ofrecía la parte de su nuca para que la chupara sin dejar huellas. Ella se retorcía como una fiera debajo de mí… su piel se erizaba toda y los escalofríos la hacían estremecerse toda. Sus muslos estaban a ambos lados de mi cintura con sus talones en mis nalgas aguijoneándome en cada metida. Sus manos alrededor de mi cuello y mis hombros me aprisionaban totalmente permitiendo que sólo nuestro culeo fueran los movimientos permitidos.
Ella ya estaba en camino a su descontrolado orgasmo. Sus brazos azotaban a cada rato la cama. Yo me despegaba un poco y ella era un torbellino, moviendo la cabeza de lado a lado. Sus ojos eran dos rendijas y sus dientes apretados me decían que pronto no podría aguantarse más. Ella comenzó a mover sus dobladas piernas a mi lado arriba y abajo permitiendo así culearme con toda la parte baja de su cintura para abajo. Sólo gemía y rebuznaba como un toro. Entremezclado con suaves quejidos y sollozos.
Yo la tomé de las manos y me levanté de ella presionando sus manos contra la cama, mis brazos extendidos. Seguí mí culeo y me detuve un segundo… le saco el bicho lentamente y ella abrió sus ojos de momento casi suplicante y me dice:
«¡NO-me-lo-sa-ques!… ¡NO-me-lo-sa-ques!…» decía pronunciando cada silaba con coraje. Sus ojos mostraban furia y suplica a la vez. «¡Por favor!… papi… culéame… dame bicho… papito rico… ¡me-te-me-lo!…» Yo estaba en otro mundo. No sé si gemía o decía algo. Lo único que existía en ese momento era ella y yo. Nuestro amor y nuestro sexo. Antes de llegar a la cabeza, se lo empujo nuevamente y ella alza sus nalgas para encontrarme. Quería zafarse de mí. La culeaba despacio y ella estaba frenética retorciéndose debajo de mí y vi la humedad de sus lindos ojos castaños… suplicantes… las cejas fruncidas y mirándome profundamente: «Así… amor… asíii… ¡¡¡qué bicho tan rico!!!… ¡gó-za-me!… esta es tu crica… tu chocha… así… adentro…» Y alzaba sus piernas y sus nalgas al ritmo de mis metidas para sentirme bien adentro de ella. Yo sentía como si mi bicho ya no fuera parte mía y tuviese su propio control. Me miraba entrar y salir de ella y podía oler su sexo y su sudor como si estuviera en toda la habitación y me rodeara el aroma. Se lo metía con más fuerza y eso parecía incendiarla más. Yo casi me venía del gusto y tenía que controlarme. Fuertemente la mantuve en mi control y le saqué el bicho lentamente hasta dejar escasamente la punta entre sus labios.
«¡NOOOOOOOO… maricón!… ¡NO-ME-LO-SAQUES!… ¡¡¡CARAJOOO!!!» Gritó roncamente, alzando su cabeza de la cama y estirando su cuello para mirar entre sus piernas mi bicho con las venas hinchadas y cubierto con sus jugos. Arqueaba su cuerpo violentamente para evitar perder contacto con el bicho que tan desesperadamente necesitaba.
“¿No querías que te jodiera? ¿Ah? ¿No querías que te castigara de gusto? Ahí tienes… ahora no puedes tolerarlo…» le dije roncamente. Le saqué el bicho completamente y me dejé caer a un lado. Ella salta como una fiera con su rostro distorsionado por la rabia y mirándome con furia. En su movimiento rápido, lanzó sus rodillas a cada lado mío y se sentó en mi duro bicho hasta sentir el choque de su pelvis contra la mía. Culeándome con furia y pegándome en el pecho con sus manos.
«Papi, no seas cabrón… no me hagas eso…» decía llorando y así de pronto se dejó caer en mi pecho temblando, culeándome, besándome toda la cara y acariciándome con sus manos. Yo estaba a punto de estallar al verla así y le di la vuelta otra vez para ponerla debajo de mí.
Una vez la tuve debajo, me alcé de ella soportado en mis rodillas y sin perder mi culeo le alcé las piernas hasta tenerlas abiertas a su lado y casi a la altura de sus hombros y se lo metí con fuerza. Ella grita casi herida… de esta forma la penetración para ella era tremenda, profunda.
«¡SÍ!… ¡SÍ!… ¡ASIII!… ¡ASIII!… ¡CARAJO!… ¡¡¡ASI ES QUE ME GUUSTAAAAA!!! Gritaba roncamente.
«Tienes que venirte…» le pedía yo suplicante. «¡¡¡Ya no puedo aguantar más!!!…»
La culeaba con desesperación y ella me respondía casi a gritos:
«¡ASI!… ¡MÉTEMELO!… ¡DA-ME BICHO!… ¡DA-ME BICHO!… ¡¡¡PAPI!!!… ¡DAME BICHO!..¡ME ESTOY VINIENDO!… ¡CARAJO!… ¡¡¡QUÉ GUSTO!!!… ¡PAPI!… ¡QUÉ GUSTOOOO!… ¡ME ESTOY VINIENDOOOO!… ¡PARA TIII!… SOY TUYA, PAPI, SOY TUYA… ¡GÓZAMEEEE!… ¡DAME LECHE!… ¡DAME LECHE!… ¡DAME TU LECHE!… ¡AY, PAPI!… ¡DÁ-ME-LA!…. ¡ASI… ASIII!…
Entre cada frase mi leche se disparaba dentro de ella y ya en la cima de mi orgasmo la penetré bien adentro y totalmente rígido tan sólo sentía las convulsiones de mi bicho y las contracciones de su vagina que apretaban mi dura verga con sus espasmos. Ella se abrazaba a mí y ya calmándose me decía al oído suavemente: «Así, mi amor… así… vente para mí… dame tu leche… así… quédate aquí… dentro de mí… ¡te amo tanto!… te quiero mucho…» sentía las contracciones de su vagina más levemente y sus palabras de amor tan tranquilizadoras mientras una debilidad se operaba de nosotros y nos quedamos así unidos, no sé por cuánto tiempo. Tan sólo nos separamos cuando mi erección se aflojó totalmente y sus jugos y mi leche se deslizaban de ella en las sábanas y sentíamos la frialdad de nuestro sudor. Me dejé caer al lado de ella y la tomé en mis brazos. En muchas ocasiones era costumbre de ella, en este momento, desprenderse de mí y levantarse para ir al baño. Sentarse en la bacineta abiertamente y dejar que mi leche y sus jugos salieran de ella y secarse un poco. A veces la oía mear escandalosamente y después de secarse corría a mis brazos a descansar. Esta vez fue diferente. No le importaba que le escurriera entre los muslos y mojaran las sábanas. Ella tira su muslo sobre mí ya relajado y mojado pene y jala las sabanas para cubrirnos.
«Te quiero tanto, mi amor» me decía. «Nena, para mí no puede haber mujer más gustosa y sensual que tú. Hacer el amor contigo es un sueño. Te amo con locura. Me muero por tenerte en mis brazos siempre. Eres toda mía…»
Y así nos hundimos en una calma que nos dejó dormidos por un par de horas.
Nos despertamos sobresaltados y la casa estaba a oscuras. Nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho y nos abrazamos nuevamente. El olor a sexo y sudor nuestro estaba en el aire. Nos besamos suavemente sin poder evitar el jugueteo de nuestras lenguas. Mi bicho se entumeció en su muslo y ella me dice:
«Papi, no pensaras continuar ahora. La chocha me duele de tanto roce y estoy medio muerta de hambre» «Nena, es una reacción involuntaria. No creo que pueda mantenerme duro y yo también estoy hambriento» le dije mientras le besaba la nariz. Se echó a reír y me dijo: » Vamos a bañarnos y salimos a comer algo, ¿ok?»
Estuve de acuerdo y nos fuimos a la ducha. Allí nos enjabonamos uno al otro y nos provocamos nuevamente. Ella lavaba mi pene medio erecto y jugaba con las bolas. Se reía al ver el efecto que me producían sus caricias y cuando yo le lavaba entre sus nalgas y su peluda chocha ella se culeaba mi mano lentamente. Estábamos saciados de sexo y estos juegos nuestros eran señales de lo mucho que aún nos gustábamos. No teníamos deseos de continuar ahora, pues luego siempre tendríamos tiempo para gozarnos con gusto.
Hoy llegue a casa un poco cansado. El trabajo fue mucho y me sentía agotado. Entre en la casa y no encontré a mi Jenny. Fui directo a la nevera por una cerveza fría. Me senté en una butaca del patio que conecta con nuestra habitación. Fue entonces que podía oír la ducha corriendo. Era ella que se estaba duchando. Escuché por unos minutos mientras me refrescaba con la cerveza. Me levanté y caminé hasta el baño de nuestra habitación.
«Hola preciosa, ¿cómo estás?» le dije. «Hola papito, bien ¿y tú? ¿Estás cansado?» me preguntó sobre el ruido de la ducha. «Un poco, pero ya pronto me recupero.» Le contesté.
Decidí mear y me acerqué a la bacineta. Encontré sus delicados pantis tirados encima de la tapa de la bacineta y los recogí para levantar la tapa, los observé mientras me habría el pantalón para comenzar a mear. Dejé salir el fuerte chorro y me llevé sus pantis a la nariz para oler su aroma íntima y su perfume. En ese momento ella cerró la llave del agua y descorrió la cortina. Me vio con sus pantis en mi mano oliéndolos y se quedó quieta. Yo me sobresalté por haberme distraído y haber sido sorprendido. Me sonrojé fuertemente y ella al notarlo sonrió y me dice:
“No te sientas mal, papito. ¿Te gusta oler mis pantis?» me preguntó mientras tomaba la toalla para secarse. «Sí, mucho» contesté. «¿Lo has hecho antes o es la primera vez que lo haces?» preguntó y se notaba excitación en su voz. «No es la primera vez, no.» Contesté mientras me sacudía un poco al terminar de mear. Mi bicho se había endurecido un poco provocado por el olor de su panti usado. Me cerré el pantalón y me di la vuelta hacia ella. «¿Muchas veces?» pregunta curiosa. «Nena, no sé cuándo fue la primera vez, pero lo he hecho cada vez que los encuentro aquí en el baño o los dejas en nuestra cama. Me excita mucho olerlos y ver si los has manchado con tus jugos.» Le contesté entre excitado y un poco temeroso de su reacción. Se acercó despacio a mí toda desnuda y hermosa. Con su cabello todo mojado y rizado por la humedad. Se pegó a mi cuerpo y alzó la boca para besarme.
«Me excita saber que lo haces por tanto tiempo. No sabía que yo te gustara tanto como para eso. Eres un tesoro de hombre.» Me dijo mientras nuestras bocas se encontraban en un largo y sensual beso. La abrazo contra mí y al separarnos y descansar mi cabeza en su hombro llevo los pantis otra vez a mi nariz para aspirar el olor íntimo de ella profundamente. Ya no importaba esconderme de ella. Se percató de lo que hacía y se viró un poco para mirarme. Acaricié su mejilla con ellos y seguí oliéndolos abiertamente frente a ella. Mi erección era completa y se presionaba contra su vientre. Su piel era fresca y tentadora… Mis manos acariciaron su espalda y se posaron en sus hermosas nalgas. Allí con la mano sin el panty apreté sus carnes hasta sentirla gemir y apretarse más hacia mí. Como por arte de magia me olvidé del cansancio y lo único importante era su cuerpo. La acaricié toda con desesperación y casi jadeante mientras me saboreaba su boca y sus labios. Ella estaba agitada también y no protestó cuando la levanté en mis brazos y la cargué hacia nuestra cama. La deposité mientras comenzaba a desabotonar mi camisa. Ella comenzó a aflojar mi correa y mis pantalones. Sacó mi duro bicho y se lo llevó a la boca. Tiré la camisa y me bajé los pantalones totalmente. En el proceso perdí el contacto con su boca y me senté en la cama a quitarme los zapatos para estar totalmente desnudo. Ella escurrió su cabeza hasta mí para encontrar mi bicho otra vez con su boca. Me tiré de espaldas en la cama mientras ella procedía a mamar mi erección. Así recostado y con mis pies en el piso ella siguió mamando mientras se levantaba un poco para poner su peluda y fresca chocha en mi boca. Me deslicé más arriba en la cama para subir mis pies a la cama. Ella no perdió contacto con mi bicho ni yo con su chocha mientras nos movíamos y nos acomodamos mejor. Mis brazos abarcaban su cintura y la mantenía apretada contra mí en un delicioso 69. Yo subía mis manos por sus costados y acariciaba sus nalgas.
Ella se había recostado en sus codos y la sentía subir y bajar en mi verga mientras me acariciaba las bolas con sus manos. A veces no sabía cuál era mejor: si su boca o su chocha. Lo cierto es que no me importaba siempre y cuando me hiciera el amor. Le separé sus nalgas para con un dedo acariciar su arrugadito culo. Los pelos que lo rodeaban aún estaban húmedos por la ducha. La acaricié y vi cómo lo extendía como buscando más mi dedo. Lo acaricié con mi lengua y sentí que casi me mordía el bicho y gemía. Nos recostamos de lado como nos gusta hacerlo en esta posición. Mi cabeza descansando en su muslo con la pierna casi extendida y la otra pierna alzada y doblada en la rodilla con el pie descansando en su otra rodilla. Yo también en la misma posición. Así podíamos controlarnos uno al otro cuando el placer era muy intenso y queríamos disminuir un poco. Nos mamamos así por un largo rato llevándonos lentamente al punto donde nos gustaba agonizar juntos. Nos culeábamos a la vez. Ella se separaba de mi bicho para respirar profundamente jadeante y yo también. Estiraba su mano para presionar mi cabeza más contra su chocha. Yo la mamaba con más gusto y ella me separaba un poco para mantenerse en control. Mi bicho en su boca estaba casi a punto de estallar. Yo me acercaba hasta sentir mi leche salir un poco y ella me mamaba con más gusto. Tenía que forzarla con mi mano para alejarla de mí y no dejarme venir sin remedio. Al alejarla la aprisionaba con mi pierna fuertemente alejada de mi bicho en lo que yo me recuperaba un poco. Ella luchaba por liberarse y volver a chuparlo y me decía:
«Déjame, papi… no me alejes… ¡deja que te mame!…» «Mamita, me tienes muy cerca…» le respondía. «¡Y tú a mí… pero no me importa!» contestaba.
Le mamaba los labios, separando sus pendejos… le metía la lengua como si fuera mi bicho y ella me culeaba la cara con insistencia. Después de joder así un rato le besaba el clítoris y ella casi se salía de control. Tiene un clítoris muy sensitivo y cuando la chupaba lo hacía levemente y con amor. Así ella se mantenía cerca sin venirse. Esta vez le mamé el clítoris un poco más y ella me separa con la mano diciendo abruptamente:
«¡PARA… PARA… no me hagas venir aún!…» me pidió suplicante.
Seguí besando sus labios y bebiendo sus copiosos jugos. Mientras le acariciaba el culo con el índice y hacía presión en la entrada. Ella le gustaba esto un poco pero sin penetrarla mucho. No es de las mujeres que le gusta el sexo anal y a mí no me interesaba. Lo tratamos una vez y yo me vine al penetrarla y ella ni pensarlo una vez más, lo encontró muy doloroso y perdió su curiosidad. Sin embargo que la penetrara suavemente con el dedo justo en la entrada era suficiente para ella casi venirse si lo hacía cuando estaba cerca de su orgasmo. Lo hice un poco y la sentí responder a mi caricia.
«Vamos a venirnos juntos… ¿OK? Le pido. «Si quieres, papi» me dice.
Yo me le pego a su chocha con más ganas para hacerla venir y le beso y chupo el clítoris sin misericordia. Ella se lanza por ese orgasmo que tanto le gusta así y se me pega al bicho con toda intención de hacerme venir. De momento cierra sus muslos sobre mi cabeza y me aprisiona en ellos mientras me culea desesperadamente. Yo abro mis piernas y le dejo libertad para que me mame a su antojo. Siento un gusto incontrolable en mi bicho cuando ella comienza a venirse culeándome la boca con fuerza y se mete el bicho profundamente en su boca. Siento que casi lo muerde cerca de la base -ella nunca se lo pudo llevar muy adentro de su boca-pero de la forma que me mamaba y acariciaba la cabeza del bicho era suficiente para hacerme venir a su gusto. Le empujé el dedo más adentro en su lindo culo y esto la lanzó sobre el borde. Se lo saqué completamente y ella se volvió loca:
«¡MMMMMMMMMMM!…» se le escapaba de su boca mientras tenía mi bicho en ella y se venía descontrolada. Era todo lo que yo necesitaba para bombear mi leche en su acogedora boca y venirme con ella a la misma vez. No podía resistir el gusto que me causaba esa vibración en el bicho y ella lo sabía. Nos seguíamos mamando lentamente hasta que ella no podía resistir más las caricias al clítoris y me separaba. Estos orgasmos eran tan fuerte para nosotros que nos quedamos así casi dormidos uno entre las piernas del otro. Yo transportado a otro mundo oliendo su peluda chocha que tanto gusto me daba. Ella con mi bicho descansando cerca de su boca besándolo suavemente algunas veces. Cuando nos mamábamos así ella me tragaba totalmente. Tan sólo se levantaba cuando mi leche se secaba en sus labios y mejillas y se convertía como en una fina capa de almidón. A esto ella se reía y se levantaba a lavarse la cara y removerla. Siempre regresaba a mis brazos a compartir conmigo esa paz que nos consumía después de amarnos así tan intensamente.