Capítulo 2
Hombría II
Eduardo observó como Chabela se alejaba de la penumbra cómplice del granero.
Le pareció notar una forma peculiar en su andar, pero sin darle mayor importancia retomó sus ideas de recoger sus libros y dirigirse a la clase nocturna.
Chabela, aunque sentía el escozor en el ano recién invadido, esbozaba una amplia sonrisa por la inesperada pero placentera experiencia que Eduardo le había brindado.
Definitivamente, todo un hombre…-pensó ella, recordando los increíbles momentos que acababa de vivir con él.
Así, los días de Eduardo se distribuían entre trabajo arduo y estudio.
El capataz, gradualmente empezó a dejarlo a cargo de labores mas complejas, llegando incluso a dejarlo como su reemplazo cuando tenía que ausentarse.
Eduardo parecía el único en quien el confiaba. Su talla y seguridad realmente se imponía entre los empleados que no ponían en duda su autoridad, a pesar de su juventud.
Además no tendrían razón alguna en resentir esto, debido a que él siempre se preocupaba de que todos fueran tratados con equidad.
No cesaban de sonreír cuando lo veían quitarse la camisa y ayudar a cargar la cosecha cuando el tiempo apremiaba.
Apúrate, Sandra, que esperas!!!! – aullaban el grupillo de amigas montadas en el convertible. Se podía escuchar como hacían rugir el motor intencionalmente, para que saliera rápido …
– La película ya va a comenzar…
Ya voy, ya voy – Saliendo ella como una tromba, apenas dándole un remedo de beso en la mejilla a su madre, que meneaba la cabeza en desaprobación al ver las breves ropas que lucía su hija.
Muy tarde – pensó la señora Prieto, mientras recordaba que la muchacha siempre le avisaba en el ultimo minuto cuando iba a salir – lo hizo otra vez…
La mujer vió como el vehículo se alejó raudamente, y no pudo evitar una leve mueca de molestia al recordar que ninguna de las muchachitas «de clase» con las que su hija alternaba, se había dignado saludarla.
Un segundo después su mente retornó a los planes para la próxima reunión del club de damas, que ella presidía.
Norma de Prieto, como se llamaba, era la esposa de un distinguido matrimonio, conocido por muchos en la ciudad capitalina. Definitivamente una dama, pero que no era capaz de imponer su autoridad en sus hijos, particularmente Sandra… o Sandy, como se hacía llamar por sus amigas.
De apenas 16 años, Sandra Prieto, alegre, traviesa y bastante indisciplinada, gozaba de la vida como si esta fuera a terminar mañana.
Por supuesto, no siempre con la aprobación de su familia.
Vivía en una imponente residencia en un distinguido barrio de la ciudad, como la mayoría de las muchachas que integraban el grupo.
Un interesante detalle era el notar lo parecidas que eran todas físicamente.
Cabelleras rubias (naturales o no), piel y ojos claros, facciones finas, de claro origen europeo.
Todas definitivamente vestían blusas o tops de marca importada, shorts de jeans raídos, que eran el ultimo grito de la moda en los Estados Unidos, gafas de sol, aunque el día estuviera nublado…
Probablemente lo mas distintivo era el peculiar tono que usaban todas la hablar, que claramente denotaba que pertenecían a una clase de gente rica, y las que no lo eran, por lo menos lo aparentaban bien.
Pese a esa especie de «clonación social» que mostraban, Sandra se distinguía en forma especial en el grupo. Alta, esbelta, pero muy bien formada, caminaba con especial gracia femenina. Las curvas de su cuerpo atraían constantes miradas por donde iba, aunque ella no lo hacia intencionalmente. Simplemente era ese andar casi felino de su estilizada figura que se veía tan natural, y sensual en ella.
Vestía en esta ocasión un short bastante corto que mostraba la parte inferior de sus firmes glúteos, y hermosas piernas, tonificados por las arduas visitas al gimnasio y la practica de clavados que tanto le gustaban.
Sus caderas, sin llegar a ser demasiado amplias, mostraban esa silueta de avispa que su breve y firme cintura resaltaban.
Sus glúteos firmes, redondos eran la secreta envidia de sus amigas y la fantasía de sus amigos, a quienes ella tenía que mantener a raya constantemente.
Tu torso, aunque era estrecho, contrastaba marcadamente con su senos, grandes pero no en demasía. Siempre tenía problemas para hallar el brassiere correcto en marcas nacionales, por lo que ella prefería el modelo de copas sin costuras marca Victoria’s Secret, talla 34 D.
Si esto parecía endiabladamente atractivo a todos, el rostro y la cabellera rubia completaban ese «look», como ellas decían, en forma contundente.
Su rostro, perturbadoramente hermoso, lucia uno brillantes ojos verdes, pestañas larguísimas, cejas apenas depiladas con exquisito gusto, una nariz respingada, pequeñita y una boca también pequeña, de labios rojísimos, carnosos, que provocaban ser mordidos suavemente, esbozando una fácil sonrisa en forma casi perenne.
No era de sorprender el que su madre había sido una reina de belleza un par de décadas atrás.
Armando una tremenda alharaca, el grupo de muchachas se ubicó en las butacas, flanqueadas por igual numero de amigos para ver la película…
Alex, visiblemente inquieto, se balanceaba de un pie al otro esperando impaciente la llegada del tren a la capital.
Hacia unos pocos días que había logrado el ingreso a una prestigiosa universidad privada y como es tradicional, sus amigos le habían rapado la cabeza.
Erizo!! Puercoespín!! – le decía su hermana, riéndose a carcajadas desde el carro – Parece que te fueras a orinar! – refiriéndose a su inquieto movimiento mientras esperaba.
Callate, tonta! – respondía él.
Hacia frió y el gorro que llevaba dudosamente prestaba abrigo alguno. Cuando de repente vio aparecer el tren, sonando el silbato mientras se aproximaba lentamente al anden de la estación.
El típico chirrido de frenos metálicos ensordeció a todos, y el monstruo de metal se detuvo finalmente. Miró hacia ambos lados, pero no alcanzó a distinguir ningún rostro conocido, cuando de pronto, escudriñando con la mirada pudo observar a un muchacho alto como él, de piel triguena aproximándose a largos pasos.
Traía colgada del hombro una mochila ridículamente pequeña repleta a mas no poder de ropa.
Lalo! – gritó él.
El rostro bronceado mostró unos dientes blanquisimos al esbozar una amplia sonrisa.
Dejando caer la mochila al suelo, se acerco a los brazos que se extendían abiertamente.
El abrazo fue fortísimo. Sandra, por un momento pensó que si ella hubiera estado en medio, hubiera muerto asfixiada o por lo menos terminado con una costillas fracturadas.
Pero gracias a Dios, ese tipo de acercamientos con «esa gente» no iban con ella… Quien sería el tipo
Quien sería el tipo? – se preguntaba intrigada y a la vez impresionada por el porte varonil del recién llegado.
Se acercaron los dos abrazados, sonriendo, hasta llegar al lado de la ventana…
Sandra, mira – diciendo Alex jovialmente – te acuerdas de Eduardo?
Eduardo? – recién se dió cuenta de quien era la persona a la que su hermano venía a recoger.- s-si…claro…
Hola, Sandra – sonriendo Eduardo.
Hola…-contestó ella con descontento.
La sonrisa se borró momentáneamente del rostro de Eduardo ante ese gesto, pero salio a relucir nuevamente ante la animada invitación de Alex de subir al carro.
Y que cuentas?, Como te ha ido? …- empezó Alex a bombardearlo verbalmente a su amigo.
Esta va a ser tu habitación… – le indicó la Señora Prieto – podrás salir directamente a la calle sin pasar por la casa, pero cuando retornes de estudiar, te vas a encargar de ayudar en los quehaceres de la casa.
Si, señora – contestó el en forma parca.
Ahora él lucia también una reluciente calva por que acababa de regresar de ver los resultados de ingreso a la universidad nacional.
Lo había logrado, aunque no era una universidad finamente equipada, tendría la oportunidad de hacer una carrera.
Con muchas limitaciones, pero lo haría.
La dueña de casa no estaba muy contenta con albergar al muchacho en casa. Pero la persistencia de Alex hizo que cediera finalmente.
Aún así, seguía creyendo que gente de esa condición no necesitaba gran educación…era un desperdicio, según ella.
Podía haber sido un buen capataz – se fué pensando fastidiada.
Sandra retornaba de una de sus tantas salidas con sus amigos y se encerraba en su cuarto a escuchar música la mayor parte del tiempo y a probarse la ropa que acababa de comprar. De cuando en cuando se cruzaba con Eduardo en los ambientes de la casa, pero no se molestaba en dirigirle la palabra.
A ella no le parecia un muchacho desagradable a la vista, al contrario, a veces podía encontrarse pensando en lo varonil que se veía, para luego sacudir la cabeza diciéndose a ella misma que a fin de cuentas, no era nada más que un criado.
Eduardo se encontraba trabajando bajo el sol en el jardín, con el torso desnudo, sudoroso, y Sandra, muy disimuladamente lo observaba desde una de las perezosas alrededor de la piscina. Lo veía detenidamente mientras los músculos se tensaban al arrancar algunas raíces de la tierra.
Ella sentía gran calor a pesar de la brevisima tanga que estaba usando para broncearse, y nuevamente se reprochó por haberse quedado admirando al muchacho.
Se levantó lentamente y subiendo al trampolín, tomo impulso, y dió un giro completo hacia adelante antes de romper la superficie del agua en forma perfecta, sin casi salpicar nada de agua…
Splash!!!
Aun asi el chapuzón fué lo suficientemente audible como para que Eduardo girara la cabeza en dirección a la piscina.
Desde donde estaba pudo observar como Sandra llegaba al borde opuesto de la piscina y apoyándose en sus delgados pero firmes brazos, elevó su curvilineo cuerpo bronceado fuera del agua mostrando bajo el sol de mediodía, la espalda fina mojada, la breve cintura y las rotundas nalgas apenas cubiertas por la húmeda tela que justamente se proyectaban en su dirección.
Es realmente hermosa – pensó él, y volvió la mirada a sus labores…
Oye, hazme el favor de dejar toallas a la mano… – gritaba ella, mientras entraba a la casa, dejando un rastro de agua desde la piscina – así te ahorrarás tener que secar el piso más tarde…
Hermosa… pero engreída…- pensó el, sabiendo que tranquilamente ella pudo haber llevado su propia toalla consigo.
Tal parecía que constantemente Sandra trataba de un modo u otro de recargarle innecesariamente las labores.
Como tratando de recordarle quien era el amo. Pero él no le daba el gusto de mostrar fastidio alguno en su rostro, aunque tampoco ningún gesto servil.
A pesar de la sequedad que Eduardo mostraba para con los miembros de la familia, él íntimamente se descubría admirando también la cautivante belleza de la muchacha.
Si fuera diferente…- pensaba él – sería tan perfecta…
El tiempo continuaba pasando y de vez en cuando Alex se iba con él a practicar algo de montañismo, gustando de llegar a la cima, y recostarse mirando al cielo azul, a hablar de sus sueños, sus metas, de chicas, etc. Pero Eduardo nunca hacía mención de Sandra a su hermano…
Alex, quien no era ningún idiota, se daba cuenta que su amigo hablaba de cada miembro de la familia, en forma honesta, sincera, sabiendo que le podía decir todo a él, quien compartía la misma opinión, pero por alguna extraña razón cada vez que la conversación tornaba alrededor de Sandra, sus respuestas o comentarios, no iban mas allá de 2 o 3 palabras.
Ojalá no te fijes en ella, hermano…-pensó Álex – es una engreída que te puede hacer daño.
Por respeto a la privacidad acerca del asunto de parte de su amigo, Alex, no trataba de ahondar más en el tema. Fuera de esto, ambos se divertían a sus anchas en cada pequeña oportunidad que tenían.
Eduardo se encontraba ahora cursando el 4to y ultimo año de ingeniería electrónica y no le iba nada mal.
Su tenacidad realmente le habían hecho ganarse la admiración de maestros y compañeros.
Ya eran como las 7 u 8 de la noche cuando Eduardo retornó de las clases en la universidad. Extrañamente parecía no haber nadie en la casa, con excepción de Sandra, cuya habitación de veía iluminada desde el jardín.
Entró en la casa y después de dejar chaqueta y la mochila cargada de libros se prestó a dirigirse hacia la cocina donde acomodaba los platos sucios en la lavadora y se aseguraba de que la alacena estuviera suficientemente surtida, de acuerdo a una lista que la cocinera dejaba.
AAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYY! – justamente se encontraba atravesando el comedor cuando escuchó un fuerte alarido qu provenía del piso superior.
Asustado subió los escalones de la escalera de 3 en 3 y llegó al pasillo frente a las habitaciones en un abrir y cerrar de ojos…
M-me dueleeeee, me dueleeee – sollozaba Sandra sentada de lado en el piso mientras se frotaba la rodilla.
Eduardo no pudo evitar la desnudez que se mostraba bajo el breve camisón semitransparente y las piernas hermosamente formadas que se exhibían frente a él.
Ella lo miró con una expresión de angustia, y él sin estar seguro de que hacer se arrodilló frente a ella.
Como te puedo ayudar, Sandra? – preguntó temiendo que se hubiera lastimado seriamente
Mi cuarto, llévame a mi cuarto, por favor – decía ella con voz de niña asustada.
Y él, hincándose ante ella, deslizó con cuidado sus fuertes manos por debajo de sus tibios muslos y espalda, la apretó hacia su cuerpo, levantándola como una pluma.
Se quedó de pie por un instante con ella en sus brazos, tomó aliento profundamente y procedió a dirigirse al fondo del pasillo, donde estaba la habitación de Sandra.
Despacio…despacio…que me duele mucho – reclamo ella con voz acongojada.
El se detuvo en seco y reanudó el camino en pasos breves, suaves, cuando de pronto sintió la cabeza de ella apoyada sobre su hombro.
Su finos brazos ahora rodeaban su cuello, haciendo que él sintiera que era difícil respirar.
No era la primera vez que estaba junto a una mujer, todo lo contrario, pero había algo acerca de Sandra que lo perturbaba, lo ponía nervioso…
Llegaron ante la puerta de ella y se quedó quieto.
Entra – indicó ella – y ponme encima de la cama…
El podía sentir como la adrenalina se disparaba en su sistema. Su corazón inició un alocado galope mientras se iba acercando a ese lecho, cubierto de muñecos de peluche.
Se acercó hasta sentir el colchón contra sus rodillas y suavemente procedió a depositarla en la cama.
Ella no deshizo el abrazo de su cuello lo que le obligó a él a hincarse al lado de ella.
Aaaauuuuuu! – gemía ella suavemente.
El se mostraba visiblemente inquieto, como impotente para poder consolarla.
P-puedo hacer algo para ayudarte? – preguntó el con duda.
Si….tráeme una crema mentolada que hay en el cajón superior – señalandole una gavetera de madera.
Suavemente soltó la cintura de ella y la dejó echada en la cama, dió vuelta y se dirigió a la gaveta indicada. Al abrirla se dió con la tremenda sorpresa de encontrarla llena de pequeñas bragas, de todo tipo y color, brevisimas, incluso tipo hilo dental. Se puso mas nervioso aún.
Eh…donde está?…no la veo…- preguntó nervioso.
Sigue buscando…debe estar metida por ahí.-contestó ella.
Metiendo la mano entre las delicadas prendas trató de concentrarse en buscar la crema, pero no podía evitar sentirse perturbado por imágenes del cuerpo de ella vistiendo tan delicadas prendas. Nunca habría imaginado que telas tan delicadas cubrían las partes intimas de una mujer….
La encontraste? – interrumpió ella sus pensamientos.
S-si, la encontré …- cuando sus manos tocaron finalmente el envase.
Se acercó a la cama visiblemente sonrojado.
Aquí está… – extendiéndole la crema.
No, no…me da nervios tocarme…me duele mucho – con una expresión angustiada – echamela tú..por favor…si?
Yo? – dice el incrédulo
Si….por favor? – casi rogándole con la mirada.
B-bueno, lo haré… – titubeando.
En su nerviosismo vació un poco más de la cuenta de aquella crema en su mano, y sintiendo su rostro caliente y enrojecido de vergüenza, se hincó nuevamente ante ella.
Sandra presentó su rodilla lentamente haciendo que el corto camisón de dormir dejara al descubierto todo el muslo, lo que no hizo mas que perturbar mas al pobre muchacho.
El tratando de mantener la compostura aplico la fría crema sobre la suave piel de Sandra…
Uhhhhh….- casi suspirando en el oído de el.
Eduardo trato de mantenerse concentrado en lo que hacia, trazando pequeños círculos en la piel.
Suavemente fué abarcando una mayor área llegando así a la caras interna y externa de la rodilla afectada.
Mmmmm…se siente bien – susurró ella.
E-estas mejor? – preguntó el tratando de no dejarse atraer por el escote tan cercano a su rostro, ni por la casi total transparencia de la telilla que cubría ese cuerpo tan hermoso.
Si… – decía ella mientras le clavaba la mirada, que él evadía fijándola en la pierna afectada.
La crema se había desvanecido entre la piel de ambos. La fricción había generado un delicioso calor que empezaba a afectar los sentidos del joven muchacho.
Sintiendo que había terminado la labor levantó la cabeza y se encontró con la mirada de ella, fijamente clavada en sus ojos.
Gracias… Eduardo…. – acercando su dulce rostro a él y cerrando los ojos.
El sintió un alocado galope en su pecho al ver que esa boca deliciosa se acercaba a él y cerrando a su vez los ojos, esperó el dulce contacto de esos labios….
Ja ja ja ja ja – unas estruendosas carcajadas lo despertaron de lo que parecía ser un sueño mientras que abría los ojos y se encontraba con un grupo de muchachas vestidas en pijamas que saltaban del closet y se reían a carcajadas de su expresión embobada, esperando un beso que nunca llegó…
Yo…eh….- tratando de decir algo, pero las palabras quedaban atrapadas en un nudo de la garganta.
Que idiota!… Que estúpido!….- escuchaba él.
Mirando a las muchachas como se caian al suelo muertas de risa, su mirada se posó nuevamente en Sandra.
Ella quien inicialmente lo miraba con una expresión divertida, celebrando la burla, súbitamente borró la sonrisa de su rostro, al sentir la mirada de él, como interrogandola…
Aquí tiene su crema…señorita – marcando la ultima palabra – espero que se sienta bien ahora.
Sandra recibió el envase con expresión seria. La diversión se había desvanecido en ella.
E inclinando la cabeza levemente, hizo un gesto de saludo a las muchachas que aun seguían tratando de recobrarse del ataque de risa histérica.
Con su permiso…- seriamente.
Eduardo cerró la puerta tras de él, mientras sentía como sus sienes palpitaban de indignación.
Se dirigió hacia afuera, y al hallarse frente a la piscina, se arrancó la camiseta violentamente, tiró los zapatos y el pantalón a un lado y se lanzó al agua en un fortísimo impulso, llegando casi al la mitad de la piscina.
El fuerte chapuzón llamó la atención de una figura que observaba discretamente.
Era Sandra, quien mientras oía a sus amigas en alegre conversación, sentadas en su cama, se quedó de pie frente a la ventana, viendo el cuerpo semidesnudo, iluminado por la luna y las luces de la piscina.
Veía como braceaba con energía, casi con furia, recorriendo la piscina varias veces, hasta que poco a poco notó como se hacía mas relajado, mas calmado.
Lo que a ella, sin explicar por que, le trajo cierta paz, o mas bien, la hizo sentirse menos culpable.
El se dejó flotar en el agua, que a pesar de las altas horas de la noche aun estaba tibia y notó como el calzoncillo prácticamente se había deslizado de su lugar.
Se sumergió y en rápida maniobra terminó de quitarse la prenda, quedando completamente desnudo, libre, a gusto, como solía hacerlo cuando nadaba a solas en el lago cercano a la hacienda.
Sandra, aún escondida, no pudo evitar observar detenidamente lo que sucedía en el jardín, y tuvo que ahogar un pequeño grito cuando lo vió desnudarse.
Aún así, no se movió, se quedó ahí, inmóvil viendo esa magnifica desnudez bajo el agua.
Eduardo, sumergiéndose nuevamente, se deslizó en fluido movimiento hasta llegar al borde de la piscina. Se sujetó del borde y con el rabillo del ojo pudo adivinar la presencia de Sandra, observándolo, oculta precariamente detrás de su cortina.
Sin importarle su desnudez, tomó aliento nuevamente y recorrió toda la longitud bajo la superficie del agua hasta emerger por la otra orilla.
Empujándose hacia arriba, hizo que su cuerpo saliera del agua, y caminando con naturalidad se dirigió a recoger sus cosas, reanudando el camino hacia la casita del jardín, desnudo. Sandra lo siguió con la mirada, admirando su atlética complexión, la piel brillando por la humedad y ese andar regio, hasta que se perdió por el umbral de la casita.
Al día siguiente no hubieron comentarios, ni reproches. Para qué? El no quería demostrar que le importaba o afectaba y ella no iba a reconocer que se quedó admirándolo desnudo en la noche.
La situación había cambiado visiblemente. Ahora era ella la que rehuía la mirada de él.
Eduardo se dió cuenta de ello y cada vez que se encontraba con ella en algún lugar de la casa, la miraba de frente, casi con atrevimiento.
Era una sensación muy agradable.
Sandra sentía que una cálida brisa la envolvía, mientras que sentía su piel en contacto con la grama recién cortada del jardín. Abrió los ojos y quedó mirando al cielo límpido, donde no se podía vislumbrar ni una nube.
El sol calidamente bañaba su cuerpo desnudo…
Súbitamente se dió cuenta de la ausencia total de prendas sobre su piel, y bruscamente se sentó, cruzando los brazos sobre su pecho para cubrirse.
Se sentó de lado y vio que el jardín se extendía infinitamente, con algunos arbolillos brindando pequeños espacios de sombra te trecho en trecho.
Oyó un sonido familiar a sus espaldas y lo vió a él.
Rrrrrr-rrrrr-rrr – rugía la podadora a motor que Eduardo empujaba.
El parecía no haberse percatado de la presencia de ella.
Lo que le dió a ella la oportunidad de observarlo detenidamente tras un arbusto cuidadosamente podado.
El muchacho lucía una pequeña gorra de béisbol cubría su cabello ensortijado.
No llevaba camisa, por lo que ella podía ver claramente la forma en que los músculos se marcaban en el torso desnudo al empujar la máquina.
No pudo evitar levantar las cejas al admirar la ancha espalda de él, tensa, sudorosa pero armoniosa.
Observó con satisfacción como su torso amplio se angostaba para llegar a una cintura mas bien estrecha que dejó observar unos músculos abdominales perfectamente definidos, al volverse para vaciar el colector de césped.
Con sorpresa Sandra se percató de un agradable estremecimiento que recorrió su piel hasta parecer concentrarse en su bajo vientre en forma de una sensación de inexplicable calor.
Sus pezones se mostraron erguidos, y sentía como una congestión lentamente empezaba a palpitar entre sus muslos torneados y jóvenes.
Miró con detenimientos las manos grandes y toscas de él, pero que de algún modo maniobraban los controles del aparato con destreza.
No supo porque, pero imagino esas manos sobre su cuerpo
Uhhhhmmm…-un suspiro escapo de la garganta de ella, cuando posó sus propias manos alrededor de su cuello, empezando a descender sobre la piel de su pecho que ardía.
El se volvió y la quedó mirando…
Sandra sintió como su cuerpo ardía inmensurablemente.
Se sentía, aun mas desnuda al sentir los ojos de él recorriendo detenidamente su cuerpo joven.
Se sentía enrojecer, sentía que quería correr lejos y esconderse, pero a la vez no podía, tal vez, no quería y se quedó allí, mientras cubría infructuosamente sus senos inexplicablemente sensibles e hinchados, y el delicado monte de Venus, apenas adornado con una matita pequeña de fino vello rubio.
Ella lo vió acercarse lentamente.
Y a cada paso, sintió que su corazón palpitaba con violencia creciente.
Cuando lo tuvo ante si, pudiendo sentir el calor del cuerpo masculino sin tocarlo, tuvo la sensación de caerse en un abismo, de perderse.
Bajó la mirada, tratando se esquivar la de él y se encontró con el musculoso pecho, tenso, donde de alguna manera podía percibir el leve impulso de una corazón que parecía latir con fuerza también.
Sintió la mano de él rozar su costado y ella se estremeció, pero aún así no quitó la mirada del pecho de él, temerosa de mirar hacia arriba…
De pronto, al sentir los dedos de él tomando delicadamente su barbilla, y asustada cerró los ojos, apretándolos fuertemente. Sintió como suavemente levantó su rostro y el cercano calor de su rostro. Sabia que se aproximaba, pero no se atrevía a abrir los ojos…
Sintió los labios tibios de el posarse sobre los suyos.
Presionando muy suavemente, transmitiéndole calor y una sensación de seguridad extraña.
Lentamente él fue besando los labios, dibujándolos con los suyos propios, haciendo que ella sin querer, abriera levemente la boca.
Su lengua, pequeña, delicada, tímidamente salio al encuentro de los labios masculinos, que la rodearon, succionandola en forma tenue, casi fantasmal.
Ella sintió como la lengua de él salia al encuentro de la de ella, envolviéndola, acariciándola, haciéndola sentir que todo daba vueltas. Las caricias que le procuraba en los dientes blancos, las encías húmedas, los carrillos temblorosos, de cierta misteriosa manera repercutían en todo el cuerpo femenino.
Suavemente sintió los fuertes brazos de él rodeando su delicado cuerpo creando una hermosa mixtura de tonos de pieles bronceadas. Sintió como si fuese cubierta con un manto cálido y palpitante a la vez, mientras que sus bocas se perdían en caricias llenas de ansias.
Sintió sus propias manos rodeándolo, acariciando su espalda fuerte amplia, y descendiendo por la esbelta curvatura de su espalda, hasta llegar a la cintura.
Siguió dejando que sus dedos siguieran la ruta trazada por la gravedad y notó como se amoldaban sorpresivamente sobre los fuertes glúteos de él.
Estaba totalmente desnudo, en sus brazos.
Nunca había ella tocado el cuerpo de un hombre desnudo, y sin embargo sus manos acariciaron, con curiosidad y satisfacción.
Estrujó el duro trasero de el, los pétreos muslos.
Apretó la cintura contra ella para sentir la musculatura contra su cuerpo.
Las manos de ambos se perdían en caricias recorriendo la piel sin prisa, arrancando mutuos suspiros. Los cuerpos jóvenes trataban de enredarse el uno en el otro.
Ella sintió como él, tomándola por cuello y la cintura, la giró quedando de espaldas a él. Sintió su pecho musculoso, pegado a su espalda. Sus dientes clavándose suave y deliciosamente en su cuello, sus hombros.
Las manos de ella trataban de enredarse en el cabello de él atrayendolo mas hacia ella. La posición hacia que ella arqueara su fina espalda, proyectando sus firmes y estremecidos glúteos contra él. Y sintió….
Sintió una formidable y quemante rigidez presionándose contra su trasero. Sintió la rígida masculinidad de el posada sobre la parte superior de su hermoso culo llegando hasta la parte posterior de su delicada cintura.
Sentía la calidez de sus testículos cubiertos de suave vello cosquilleándole entre las nalgas, ávidas de sensaciones. Adivinaba el deseado miembro palpitante, , caliente. Temía su tamaño, y lo deseaba a la vez. Su cuerpo delicado se pegó aún mas contra él.
Y sintió su cuerpo moverse, rítmica, suavemente. Ella sentía, casi asfixiándose, como sus manos duras, callosas, se hacían increíblemente delicadas, albergando tiernamente sus senos temblorosos. Sentía como sus dedos jugaban traviesamente con sus pezones, haciéndolos vibrar e hincharse aun mas, haciendo que se mordiera los labios de goce.
Sintió una de las manos de él descender paulatinamente por su abdomen terso, plano y llegar hasta la suave vellosidad de su pubis, haciendo delicados círculos con los dedos, que de algún modo hicieron que quisiera separar las piernas para facilitarle el delicioso juego.
Los diestros dedos de él continuaron el camino hasta posarse sobre la vulva palpitante, húmeda, ansiosa y haciendo movimientos circulares, fue adentrando suavemente el dedo medio entre los labios mayores, a la vez que esparcía hábilmente la humedad de ella sobre todo el sexo ardiente.
Ella sintió como el hábilmente, mientras continuaba acariciando sus senos con una mano, con la otra, se dedicó a su vulva temblorosa.
Sus dedos, que parecían tener cada uno mente propia, se confabulaban en separar suavemente los labios, presentando la vulva húmeda al dedo medio. Este, sin titubeos se lanzó a saludar a un clítoris, aun cubierto por la delicada cubierta de piel rosada. Y se prestaron así a un animado juego de roces y caricias.
El dedo de el, cambiaba constantemente de movimientos, haciendo círculos alrededor, haciéndolo saltar de lado a lado, levantándolo en leves respingo, haciendo que una serie de sensaciones indescriptibles empezaran a acumularse en forma continua, como agua llenando una represa que prometía placer infinito una vez colmada.
Ahhh….ahhh….ahhhh…..ahhhh – se encontró ella gimiendo.
Los dedos de el, incansables, se encontraban jugueteando sabiamente con esa delicada flor entre los muslos de Sandra. Queriendo sentir algo más, sentirse más completa…se vió así misma, empinándose sobre las puntas de sus pies, buscando que su trasero alcanzara una mayor altura…
Ohhhh…estas sensaciones….son enloquecedoras – pensaba ella, mientras que jadeaba pesadamente.
Al sentir las manos de el sosteniéndola firmemente contra él, dirigió las suyas hacia su propia espalda…donde encontró el rígido mástil frotándose entre sus glúteos hambrientos de masculinidad. La friccion del duro cilindro separaba deliciosamente sus tibias nalgas.
Recorrió la verga con sus dedos y sintió como su respiración se cortaba ante la deliciosa sensación palpitante del objeto de placeres. Con sus dedos lo tomó como un manubrio, sin alcanzar a rodearlo con sus dedos debido a su imponente grosor, y moviendo el trasero en movimientos circulares, separó las nalgas con la mano libre, presentando así su sexo húmedo, hambriento de verga hacia él…
El no tardó en adivinar las intenciones de Sandra y flexionando sus piernas descendiendo así su inhiesto ariete hasta la altura de la hermosa vulva que se presentaba a él. Ella maniobró el latente tronco y posó el glande amoratado contra sus labios menores, separandolos levemente…
Y el movimiento simultáneo de ambos cuerpos jóvenes sucedió…. Ella arqueó la cintura mas aun presentando bellamente su trasero hacia él e impulsó su cuerpo esbelto y terso contra la pelvis que le salió la encuentro.
Uhhhhmmmmmmmmmmmm – exclamaron ambos al unisono al sentir como el apretado abrazo de la intimidad se producía, inexorablemente, causando una infinidad de sensaciones de increíble intensidad. La espalda de ella buscó el pecho ardiente de el y sus sudores se mezclaron en forma rítmica, pareciendo ambos cuerpos ejecutar una danza, sin prisa, sino mas bien con deleite para sentir cada milímetro de piel intima siendo recorrida con pasión, con ternura, con entrega.
Siiii….siiii….siiiiii – jadeaba Sandra sintiendo como sus glúteos eran dulcemente impactados por las fuertes pero gentiles caderas de él.
El abrazo de él, envolviendo, acariciando su cuerpo era enloquecedor y el intenso masaje que su masculinidad procuraba dentro de su pasaje aterciopelado eran mas de los que sus sentidos de mujer joven podían asimilar.
Todo daba vueltas, pareciendo que un torbellino incontenible comenzaba a arremolinarse desde el centro del cuerpo de ella. No podía pararlo, no quería pararlo, solo dejarse arrastrar sin remedio.
Ohhhhhh…..ohhhh…Dios mío…-exclamaba al borde del desmayo – que es esto tan ricooooo…?
No podia detener el movimiento que se había apoderado de sus caderas que giraban enloquecidas, como poseídas ante el orgasmo inevitable…
Ahhhhhh…….estoy…..llegandoooooooooo!!!! – dejó escapar con el ultimo aliento que le quedaba – ohhhhhhh,mmmmmmmmm,ohhhhhhh!
Luego de una brevísima pausa se sintió capturada por un nuevo temblor que hacia que todo su cuerpo se estremeciera incontroladamente.
Pero el no la soltaba, bombeando su interior sin misericordia alguna. Las piernas le dolían de cansancio, pero seguía, seguía moviéndose sin poder evitarlo ante las intensas arremetidas de Eduardo….
Ohhhhhhhhh, Diossssssss……otra veeeeeezzzzzzzz…….. – gimió mientras inexplicables lagrimas se escapaban de sus ojos.
Eduardooooooooooooooo! – se oyó a si misma gimiendo.
Beeeeeeep…beeeeeeep…bieeeeeeep – empezó a sonar de forma brusca..
Sandra quedó sentada de un salto en su cama. Sintiéndose desorientada, hizo una especie de repaso mental tratando de ubicarse….
Mi cuarto! Estoy en mi cuarto… – Calmándose poco a poco.
De un manotazo apagó el molesto radio despertador, y quedándose inmóvil trato de recobrar el aliento. Se noto empapada de sudor… y… su mano, su mano estaba….
Completamente desconcertada retiró bruscamente su mano de su entrepierna. Se percató que su braga estaba a la altura de uno de los tobillos y sus dedos completamente empapados de secreciones que fácilmente reconoció como propias…
Me…me estuve masturbando…mientras soñaba – pensaba incrédula -…con Eduardo …haciéndome el amor…
Aún así, ella no podía acepta que lo hubiera deseado, ni siquiera en sueños….
Pero fue tan intenso…- se encontró pensando – No, no, no y no
Sacudiendo la cabeza, se puso de pie para dirigirse al baño y tomar una ducha, cuando se percato de una enorme humedad en las sabanas, fruto de las secreciones que su sexo había producido.
Arrancó las sabanas con violencia, como avergonzada de si misma y las metió rápidamente en la cesta de ropa sucia, mirando constantemente sobre el hombro como para no ser descubierta…
Ya sale tu vuelo – decía Alex, con tono apesadumbrado.
Anda…no te pongas así – decía Eduardo en tono animado – al fin y al cabo nos veremos nuevamente en unos pocos años.
Alex sentía que su hermano se iba, pero también tenía la satisfacción de saber que había logrado mucho por si mismo.
Había logrado terminar la carrera entre los primeros de la clase, había ganado una beca para hacer una maestría en su especialidad en los Estados Unidos y por seguro sería contratado para trabajar en una gran empresa.
Estoy orgullos de ti, hermano – Abrazando fuertemente a Eduardo, frente a la entrada de pasajeros.
Gracias Alex…te debo mucho a ti, querido hermano – mientras sacudía con cariño la nuca de su amigo.
Y así se dirigió al avión que yo llevaría a un mundo lleno de posibilidades…
Continuará ….