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Hombría I

Hombría I

Eduardo y Alex crecieron juntos, en gran amistad como hermanos.

De hecho Alex recuerda la presencia de Eduardo en la casa desde su más tierna infancia.

Para él era simplemente Lalo, compañero de juegos, confidente, un hermano, sin importar lo que los demás dijeran.

Ambos habían compartido buenos y malos momentos, jugando lejos de los ojos inquisidores de la familia que no aprobaban la amistad entre patrones y servidumbre.

Eduardo aún conserva esa cicatriz en la barbilla causada por una pedrada cuando se interpuso para evitar que lastimaran a su amigo.

Y Alex recuerda cómo peleó a puño limpio cuando los muchachitos ricachones le estaban propinando una golpiza a Eduardo.

El cariño entre ambos muchachos simplemente trascendía cualquier barrera, inclusive dentro de su misma casa.

Cuando Eduardo cumplió los 12 años de edad, Alex, un año menor que él escuchó espantado como su madre planeaba que su amigo fuera enviado a la hacienda familiar que los Prieto poseían.

Hacían falta manos para trabajar, según ella, y un muchacho de su condición no tenía necesidad de educación.

No me importa lo que mi mamá diga, Lalo – decía Alex entre sollozos, cuando Eduardo tuvo que ir a vivir al interior del pais – tu siempre vas a ser mi hermano, entiendes?

Y tu tambien, Alex, siempre. – contesto Eduardo mientras lo abrazaba fuertemente, tratando vanamente de contener gruesas lágrimas.

Y así fueron separados, mientras que Sandra, sujeta de la otra mano de su madre, veía como el “indiecito” según ella, partía solo en el tren hacia rumbo desconocido.

La suerte quiso que el capataz, hombre rudo y simple pero respetado por su nobleza de carácter, pudiera reconocer el verdadero valor que Eduardo escondía en sí mismo.

Desde pequeño, se tuvo que ganar el sustento con mucho sudor y esfuerzo, pero su dedicación fué premiada por su jefe que encontró la manera de hacerlo estudiar por las noches.

Antes que amaneciera, el muchacho se encontraba ya arriando ganado, cargando pesadas pacas de heno, cortando leña e innumerables cosas más que dejaban sus jóvenes manos sangrantes primero, y encallecidas con el tiempo.

Su cuerpo delgado, aniñado en un comienzo, se fué tornando en un magnífico ejemplar de musculatura fuerte, maciza, endurecida por el trabajo, que innegablemente atraía las miradas de las jóvenes del lugar.

Oye, Eduardo, no quisieras ir a bailar conmigo al pueblo esta noche? – le insinuó Chabela, una simpática muchachita. – te hace falta relajarte y divertirte.

Mientras decía esto, ella pegaba su joven y fresco cuerpo a la dura musculatura de el, no dejándolo escapar. Hacía tiempo que ella se había propuesto conquistarlo.

Gracias Chabela, pero no puedo, tengo que ir a clases en la noche. – contestó él secamente.

Que pasa, es que acaso prefieres hombres?- le dice tratando de humillarlo ante la negativa.

Violentamente, él rodeó su breve cintura y giró con ella haciendo que la amplia falda multicolor revoloteara ante la brusca maniobra, presionando el cuerpo de ella con el suyo contra las pacas de heno.

Que hac….- quiso decir ella cuando sus palabras fueron calladas por unos labios que se posaron sobre su boca entreabierta.

Ella pudo sentir la agobiante fuerza de sus hercúleos brazos, atrayéndola contra su cuerpo.

Sus labios, presionaban suave pero firmemente contra su boca, sintiendo la candente lengua invadir su boca húmeda.

La sorpresa inicial se fue desvaneciendo para dar paso a un deseo irrefrenable que aquel cuerpo fuerte, varonil le provocaban.

Sintió su cintura atenazada, su espalda siendo recorrida por manos que ya se movían bajo sus ropas en forma ligera, enloquecedora, provocativa.

Sus jóvenes muslos se fueron separando poco a poco, ante la avasalladora presencia de él.

Sintió sus muslos recorridos por fuertes manos que estrujaban, poseían, pero no herían.

La boca de Eduardo encontraba el irrefrenable camino hacia el cuello femenino, terso, del cual se adueñó en suaves mordidas que arrancaban inequívocos gemidos de placer.

La fuerte pierna de él perfectamente encajada entre los dulces y anhelantes muslos de ella, parecía un intruso, un invasor que no hacía más que provocar en ella quejidos de goce a cada movimiento.

Ella se mordía los labios deseando que no hubiera tela alguna entre ambos.

Por un momento, se dio cuenta de la realidad, tal vez esto seria mas de lo que ella esperaba enfrentar.

Acostumbrada a ser ella la que dominara la situación, provocando y manejando a los jóvenes a su antojo, no podía por mas que trataba, decirle que se detuviera.

Quería más, lo que fuera, que le hiciera lo que le viniera en gana.

Nunca antes había sentido la energía de un hombre, tan seguro, completamente en control de la situación como él.

Sintió sus pechos, sensibles, llenos de pasión siendo magreados con descaro, pero de forma tan deliciosa que no atinaba a decir nada más que:

Ohhhhhh, Eduardo….qué haces….cómo me tocas…..

El no respondía, tan sólo descendió su boca y mordiendo suavemente la piel temblorosa del pecho, se acercó lenta y sádicamente al pezón desesperado.

Por favor…- gemía ella desesperada como una hembra en celo – no me tortures haciéndolo tan despacio…

Las hábiles manos de él se había ya infiltrado bajo la truza que estaba bañada de secreciones vaginales.

Ahhhhh, uhhhhmmmmmmmmm- gemia ella descontroladamente….

Ayyyyyyyyyy, – sintiendo como los dientes atrapaban ese pezón endurecido, mientras que los dedos se deslizaban a su jugosa gruta inmisericordemente.

Pronto sintió como sus piernas empezaron a temblar, sus caderas se impulsaban contra el cuerpo de él, las manos de él, que no cesaban de bailar en su vulva, su clítoris.

Echó la cabeza hacia atrás y se apretó desesperadamente contra aquel cuerpo que la estaba haciendo delirar en contra de su voluntad, o era todo lo contrario?

Ahhhhhhhhhhhh,- gimió Chabela largamente, mientras sentia la ritmica succión de esa boca inmisericorde sobre su pecho.

El orgasmo había hecho su llegada sin haber sido invitado, pero que dulce intruso….

Sintió de pronto como su cuerpo era suspendido en el aire, sus pechos aturdidos ante el tremendo estímulo que esa boca le estaba procurando.

Sus piernas, buscaron rodear las caderas del ese hombre que ahora la tenía sujeta por el trasero.

La vulva se restregaba salvajemente buscando el cuerpo del hombre.

Sus nalgas estaban siendo separadas de manera salvaje, pero a la vez imposiblemente deliciosa.

Sintió claramente como un dedo endemoniado, bañado en sus jugos tibios se abría paso forzando levemente el apretado esfínter.

Auhhhh, -aulló ella levemente, apretando el ano alrededor de ese dulce intruso.- Mmmmmmm, ohhh Eduardo…

Sus manos buscaron desesperadamente la manera de liberar el cinturón.

Era increíble que él la sostuviera así, en el aire, castigandola con más placer.

Pronto ella se vió bajando la bragueta del pantalón y pudo sentir el magnífico cilindro apuntando hacia arriba.

Dejame….dejame…- el dejo de moverse y la depositó nuevamente en el piso de pie, pero sin retirar el dedo del apretado culo.

Ella se arrodilló delante de él, presentandole aún el magnífico trasero para que lo pudiera seguir horadando a su antojo con ese dedo imposible de rechazar.

El cuerpo de él se dobló sobre el de ella, recorriendo con sus largos brazos su suave espalda arqueada y explorando las profundidades de su culo.

Las finas manos de Chabela bajaron levemente el pantalón haciendo que el mástil mostrara su imponente tamaño justo delante de su cara, enrojecida de excitación.

Veía hipnotizada como el pene, grueso, magnífico, con venas henchidas, pulsaba visiblemente frente a su rostro, atrayéndola silenciosamente, hacia un acto de adoración.

Su boca entreabierta se aproximó al grueso capullo, y sin preámbulos, engullo el grosor, sin importarle el inhumano esfuerzo de albegarlo en la pequeña pero golosa boca. Chupaba, lamia, adoraba el sólido y quemante ariete casi con reverencia, movía su cabeza de adelante hacia atrás, tratando de simular una copula demasiado ansiada, casi con desesperación.

Ohhhhhhh,- cuando sintio que ahora dos dedos se abrían paso hacia su recto caliente.

Hasta ahora el no había pronunciado palabra alguna, manteniendo absoluto control de la situación.

Ella en cambio meneaba las caderas buscando más profundidad de sus gruesos dedos.

Nunca había sentido sus entrañas invadidas por ahí, pero la experiencia, que casi rayaba en una posesión forzada, la excitaba hasta límites insospechados.

Lo prohibido, lo nunca hecho, ser poseída…

Chabela sintió como un suave tirón hacia arriba de la mano que la tenía engarfiada por el culo le indicaba que se pusiera de pie.

Renuentemente dejo el descomunal caramelo con el que se estaba masajeando las amigdalas y se irguio sintiendo un delicioso ardor por los dedos que abrían su ano hasta hace poco nunca invadido.

La otra mano, poderosa, posesiva, descarada, se posó enardecidamente sobre el formidable trasero, estrujandolo deliciosamente, y en poderosa maniobra la elevó nuevamente en el aire.

Ella instintivamente rodeó su fuerte cuello con sus brazos mientras que sus piernas se atenazaban alrededor de la esbelta cintura masculina.

Ouhhhhhhhh- gimió ella al sentir la gruesa cabeza de la verga rozando sus labios vaginales que se abrían hambrientos.

Haciendo unos leves pero acertados movimientos de caderas logró encajar el palpitante glande entre sus labios menores, que trataban en engullirlo más profundamente…

Sintiendo la perfecta posición, ella relajó levemente el fuerte abrazo alrededor del cuello de Eduardo, haciendo que su cuerpo descendiera irremediablemente sobre la gruesa verga, empalandose ella misma.

La sensación le quitaba el aliento, la boca abierta como tratando de gritar sin que la voz saliera de su garganta.

Los movimientos animales, instintivos, persiguiendo el placer, pero a la vez temiendo su tremenda avalancha.

El la movía contra su pelvis con titanica habilidad.

Como una maquinaria perfecta donde solo se oía la fuerte respiración de el y los angustiosos gemidos de ella, los cuerpos se movían, bañados por las pobres luces que iluminaban el granero.

Eduardo sentia como sus piernas se empezaban a agarrotar por el descomunal esfuerzo, y sin cesar de perforar con vehemencia el cálido y hambriento conejito de Chabela, giro para caer sentado sobre una gruesa paca de heno.

Ahhhhhhhhh, mmmmmmmmm- gimió Chabela al sentir la entera longitud de esa verga incrustandose en su pulsante interior.

Eduardo ignorando el escozor que el heno le producia en la piel, se echó hacia atrás dejando a Chabela libre, con la falda recogida hasta la cintura y la blusa completamente abierta, mostrando cómo sus senos, llenos, exquisitos, saltaban vigorosamente ante el inverosímil ritmo que ella le estaba aplicando a esas caderas, poseídas de lujuria.

Entonces, las manos de ella, se apoyaron firmemente sobre el fuerte pecho de él, y manteniendo el torso casi inmóvil, de la cintura para abajo, su cuerpo empezó una sensual danza en círculos, ochos, arriba y abajo, a los lados, cambiando constantemente de ritmo y dirección, maniobrando la verga como si fuera la palanca de cambios de un auto deportivo, en feroz carrera.

Ella mantenía los ojos cerrados, concentrándose en las exquisitas sensaciones que los dedos de el en el culo y ese riquísimo ariete le estaban causando.

Los gemidos, cada vez más intensos, revelaban la irremediable cercanía de la explosion orgasmica.

Pero el agotamiento se estaba apoderando de Chabela. Sus rodillas, arañadas por el heno y sus muslos agotados estaban fallandole.

La breve cintura no podía imprimir un meneo mas a las caderas que rogaban por mas placer. No podía, no podía…

Eduardo apretó el suave torso de ella hacia sí, llevando sus dulces pechos a su boca, que no tardó en engullir los pezones por turnos desesperados.

Ella, mordió los labios al sentir como el duro sexo se deslizaba parcialmente hacia afuera desde su cálido interior.

Quedó así con el culo algo levantado y sintió como los índices de ambas manos abrían inmisericordemente su apretado ano.

Ayyyyyyyyyy!!! -Un agudo dolor la hizo quejarse.

Ella estaba a punto de pedirle que se detuviera, cuando sintió la inesperadamente deliciosa arremetida de su ariete, besando su profundidad.

El la había posicionado de manera tal que ahora los movimientos, deliciosos, lascivos, los originaba él.

Sintió nuevamente el retroceso y sintiendo como él encontraba el apropiado apoyo, se preparó para la primera de una prometedora serie de embestidas.

Uhmmmmmm, rico -gimió ella al sentir como era llenada su profundidad con esa virilidad.

Ahhh, ahhhh, ahhh, ahhh,ahhh, ahhh – jadeaba ella rítmicamente ante las cautivantes arremetidas de ese ariete de placer.

La marejada de placer estaba alcanzando un nivel de increíble intensidad.

Oh, mi Dios, oh, me muero, me muero………….- gritaba ella sintiendo que perdería la conciencia.

Eduardo movia su cuerpo debajo de ella a un ritmo inverosímil, taladrandola sin piedad.

Pero era innegable que cualquier tipo de suavidad en este momento de intensa lujuria estaba muy lejos de la mente de ella.

Asiii, dameee duroooo, rompemeeee, partemmmmeeee, perforammmmmeeee – aullaba ella

El apretado abrazo del sexo de ella, casi doloroso, dio fruto al fin….

AHHHHHHHHHHHHH,que riiiiiiiccccccooooooooooooooo – mientras sus caderas resucitaban encontrando las de el que se movían en un bombeo feroz.- ASIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!

Chabela prácticamente se desvaneció entre contracciones orgásmicas, de una intensidad nunca antes experimentada por ella.

No podía moverse, solo sentir como su vagina abrazaba, estrujaba ese riquísimo pene, tratando de engullirlo…

Ohhhhhhh, ohhhhhhh, ohhhhhhhh – tratando de recuperar el aliento.

Te estas cuidando? – ruge Eduardo sintiendo la inminencia de un orgasmo apabullante.

N-no… – contesta ella, totalmente agotada. La verdad es que ella no había esperado que todo esto sucediera.

El prácticamente la levantó en el aire, para evitar llenar su cueva de la abundante lechada que empezó a emanar de ese pulsante tronco.

Ella al verlo, se lanzó golosamente atrapando con esfuerzo la gruesa cabeza, dispuesta a recibir en su boca el resto de chorros blancos, ardientes que venían..

Mmmmmmm, mmmmmmm, -gime ella, recibiendo el sabroso fluido en su boquita.

Ohh, oh,,,,oh,,,,,,,,,,- él, conteniendo sus gemidos, aunque su cuerpo era recorrido por espasmos intensos.

Él se estiró sobre el heno, relajando sus músculos, mientras que ella, se dedicaba a limpiar cualquier resto de semen que había en la zona.

Así, dejó el magnífico ariete resplandeciente con saliva. Pero la erección seguía incólume.

Los ojos abiertos de Chabela no podían ocultar el asombro…

Que bárbaro!!! – exclamó ella – todavía puedes más?

Ahora verás – dijo el mientras la echaba sobre su abdomen, exponiendo el pequeño agujero del culo que se presentaba ante el…

Que haces…..Ahhhhhh, yo nunca… noo, no,……suave…..suave, siii, asi, mmmmmmm

, mmmmmmmmm -mientras cerraba los ojos y apoyaba el pecho sobre la burda paca de heno, improvisado lecho de placeres, prohibidos, pero deliciosos…

El cuerpo de ella empezó a moverse a su encuentro en suave ritmo, con una sonrisa dibujada en el rostro…

Continuará…

Continúa la serie Hombría II >>

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