Noche de sorpresas

Él estaba esperando el autobús, con su metro ochenta apoyado en la pared, aguardando a ser volteado a la primer mirada.

– ¿Tenés hora?

– 23:30 (respondí con total frialdad, esa es mi táctica, parecer inalcanzable.

– Uhhhh, se me hizo muy tarde, a las 23 tenía que llegar a cenar a lo de mi novia.

– Compromisos son compromisos, pero no creo que tarde mucho, ¿te retará si no llegás?

– Últimamente no me estoy portando muy bien, ya sabés, joda, fiestas, mujeres.

– ¿Y hombres?

– ¿Cómo?

En ese momento pensé que me iba a morir de la vergüenza, ¿Cómo se me pudo haber escapado tal pregunta?, si solo hacía dos meses atrás había tenido mi primera experiencia con un hombre (ver relato «Dr. Ramírez«), y se me hizo urgente probar con otros ejemplares, pero la arreglé acotando:

– Estem… digo, hombres, somos todos iguales.

– Sí sí, el sexo es todo un vicio.

– Por supuesto

– Ya no llego a la cena, mejor me vuelvo a casa.

– Bueno, un gusto y espero que la próxima vez tengas suerte con el horario.

Ya mis ilusiones estaban pisoteadas, cuando de pronto me dijo:

– ¿Suerte?, ¿Quién dice que pueda conocer a una persona especial? ( al terminar de decir esto levantó su ceja izquierda con una invitación al placer extremadamente erotizante)

Mi reacción fue inmediata y respondí con:

– Creo que sí, esta es «tu noche».

Así lo acompañé a Juan hasta su departamento.

Con la pija desacomodada dentro del calzoncillo por la terrible erección que me hacía desesperar al imaginar a ese hombre desnudo, acariciando mi cuerpo, con sus atributos al aire, dispuesto a hacerme gozar.

En el camino de vez en cuando le echaba unas miradas sugerentes que lo erotizaban al punto de sobarse desvergonzadamente el paquete en plena calle.

Juan era un hombre muy atractivo, 1.80 de altura, de contextura física grande, les aseguro que sus cejas en composición con sus ojos claros hacían una bomba explosiva que insinuaba sexo y derroche de pasión. Su pelo era largo y enrulado, su piel blanca y lisa. Sus piernas eran grandes y fornidas. Todo un toro.

Llegamos y lo primero que hizo fue ir al baño, mientras yo me quedé solo en el living, esperando a que se decidiera a comenzar con el placentero juego del que yo soy adicto. Segundos después salió a mi encuentro y me invitó con un cigarrillo:

– «¿Estás cómodo?» preguntó con una voz sensual y sugerente.

– «Demasiado» contesté con una expresión que le rogaba que me tome entre sus manos y que me haga suyo.

– «Creo que vinimos acá para algo y es mejor que lo concretemos cuanto antes, ¿no te parece?»

Y al decirme esto comenzó a rozar con una de sus piernas mi bulto que ya tomaba dimensiones considerables y me incomodaba dentro de mi pantalón.

Sin otra palabra me agarró la mandíbula, con una rudeza que hacía que mi calentura fuera en ascenso, y me dio un beso húmedo, recorriendo mi lengua con una mezcla de violencia y dulzura.

Apoyó su otra mano contra mi nuca y, ya sin sugerencias, me incrustó contra su bragueta.

– «Hoy tengo muchas ganas de que me la chupen, y te veo con tantas ganas que no veo el momento en que te la tragues toda.» Decía esto mientras me frotaba con saña frente a su paquete.

– » Sacate esto que quiero verla de una vez por todas.»

Le desabroché a las apuradas uno a uno de los botones de su pantalón y de un golpe le bajé los bóxer negros ajustados, típicos de publicidad.

Y ahí estaba ese pedazo de carne erecto, con una cabeza grande y apenas baboseada por los fluidos de la calentura.

Primero lo lamí desde el tronco hasta la punta, después lo fui tragando lentamente.

Hasta que mis impulsos fueron mucho más rápidos, y se la estaba mamando de una manera increíble porque sus gemidos y sus comentarios me hacían saber que le gustaba y mucho:

– «Oh!!!!!!!! Siiiiiiiiiiiii… pero que buen chupa pija que resultaste ser!!!!!! Realmente sos todo un profesional, ahhhh!!!!! Siiiiiiiiii!!!!!! Toda, toda, tragátela toda que si te portás bien viene tu premio.

Yo deseaba con todas mis fuerzas que su leche me bañe la boca y tragar con todo placer a esa deliciosa recompensa por tan buena mamada.

– «Vamos putito, vamos, que ahí viene, preparate que ahí viene»

Mi lengua se había posicionado para recibir su leche, mientras él se pajeaba con fuerza.

– «Sí papito dámela toda que hoy tengo ganas, si dame…»

– «Ahí viene…»

Pero en ese inoportuno momento tocaron timbre. No podía ser que tan buen momento se frustrara por un estúpido que toca a la puerta.

– «Debo atender, disculpame, por favor andá a la habitación y esperame.»

Con toda mi indignación yo fui y me senté en la cama.

Para no cortar la inspiración me empecé a masturbar pensando en lo ocurrido recientemente.

Lo bueno que era lamer ese trozo y que con toda su fuerza de macho me moviera la cabeza al antojo de su placer.

Me excitaba también la idea de que ni bien se descuidara, yo se la metería en su boca, para bañarlo con mis líquidos hirviendo. Y al instante entró Juan con otro ejemplar de macho:

– «Acá lo tenés, no sabés cómo la chupa el puto!!!!»

– «Todo es cuestión de probar» dijo y se acercó a mí con su increíble instrumento en la mano, preparado para que me lo llevara a la boca. Yo lo miré con todo mi furor, es que realmente este nuevo integrante de la noche era mucho más lindo que Juan. Pelo corto, morocho, pero de piel muy blanca, abdominales marcados y una línea de pelos desde el ombligo hasta el vientre que me ponía a cien!!!!!!!!!

– «Con todo gusto.» E inicié una mamada con muchas más ganas, ya que la práctica que hacía momentos estaba efectuando me hizo poner más cachondo.

– «Pero qué bien que lo hacés. Ahhhhhh!!!!!!!!!!! Así así, chúpala que es toda tuya.»

– «¿Qué te parece mi primo? La tiene como un burro, ¿no?»

Yo respondí con un gemido de aprobación y seguí mi tarea, pero sentí que dos manos se posaron sobre mis nalgas y me hicieron vibrar cuando las masajeaban rozándome el ojete en cada fricción. Juan era un maestro con sus manos y me di cuenta que también con su lengua, porque acercó su boca a mi agujero e hizo lo que más me gustó en mi antigua experiencia.

Me rodeó el esfínter con su lengua, hasta que apuntó directamente hacia adentro y abrió las carnes metiendo y sacándola lentamente.

Yo no sabía si seguir chupando o gritar por el placer que estaba sintiendo. Entonces continué mis gemidos.

– «Que bien que la estoy pasando primo, me hubieras avisado antes.»

– » Lo conocí hoy. Pero no veo el momento de hacerle la colita a este putito comilón»

– «Primero vos y cuando esté bien abierto dejámelo a mí.»

– «Como vos digas.»

Ahí empezaba la verdadera diversión. Se arrodilló y acercó la cabeza de su verga a mi sediento agujero. Como tengo el culo relativamente intacto costó trabajo meterla toda de golpe, así que tuvo que optar por bombear despacito hasta que el camino vaya cediendo.

– «Ahhhhhhhh… duele… despacio… despacio… »

– «No te preocupes que voy a ir bien despacio así cuando estés abierto te voy a dar con todo lo que tengo, putito»

– «Ahhh siiiii, que bueno, se está aflojando… ahhhhhh… siiiiiiii… dame dame más. Dámela toda…»

– «Como vos digas, ahora sí te voy a acabar bien adentro, para que sientas mi lechita. Ahhhhhhhhh…»

Y ahí sentí su caudal salvaje dentro mío, pero seguía bombeando mientras me tomaba de la cintura con fuerza, seguramente para derramar hasta la última gota.

– «Bueno bueno, pero ahora me toca a mí.» Dijo al cambiar de posición y zambullir su pija dentro mío, con una propulsión y una rapidez, que me sorprendió que no me doliera, – «Viste Manuel, cómo lo tenés abierto y no te duele. Ahora quiero que muevas la colita y me aprietes la pija con el ojete»

Y así lo hice, con movimientos circulares le meneaba el miembro dentro mío, mientras se la apretaba. Tanto le gustaba que me dejó hacer. Y acabó al verse superado por la extraña forma de cogerme, con un grito que sincronizó la entrada de sus chorros en mí.

– «Sos una máquina, la verdad que nunca acabé de esta forma. Espero que te des una vuelta cuando quieras, así seguimos jugando, ¿no putito?»

– » Seguramente voy a volver por más, ahora que los encontré no pienso perderme de dos tremendos ejemplares.»

Y así, con la leche de los dos machos quedé exhausto, pero nunca satisfecho.

Procedí a saludarlos, por supuesto con un buen beso en la boca (a lo que ellos respondieron con el beso y una buena apretada de nalgas.

Y volví a la parada del autobús, para volver a casa.