Escuchaba como mi esposa se arreglaba para el trabajo mientras yo fingía dormir, la expectativa de lo que pasaría una vez que la puerta se cerrara me tenía al borde de la locura.
Cuando el olor a su perfume me llegó sabía que estaba apunto de irse, escuché como se acercaba a la cama y segundos después sentí su mano acariciando mi cabeza.
—Siento estar trabajando mucho estos días, pronto te lo compensaré—dijo como despedida pero seguía fingiendo dormir.
Escuché como se alejaba y unos pocos minutos después escuché el clic del cerrojo de la puerta de entrada. Esperé unos minutos más para asegurarme que no regresaría por algo más pero cuando escuché como salía el carro del garaje me levanté de un salto tirando el edredón que me cubría revelando mi cuerpo desnudo.
Prácticamente corrí hacia la puerta de mi bella hijastra y abrí con cuidado viendo que seguía profundamente dormida, me acerqué más a su cama viendo su cuerpo boca arriba envuelto en una sábana.
Con suavidad retiré la sábana que la cubría revelando su exquisito cuerpo cubierto con unas bragas de encaje que le había regalado la semana pasada y una delgada blusa de tiras.
Con la misma suavidad deslice sus bragas hasta sacarlo de su cuerpo viendo ese coñito bien depilado y se me hizo agua la boca, mi polla latía como loca al ver ese joven y bien dotado cuerpo.
Me subí encima suyo sabiendo que tenía el sueño algo pesado levanté su blusa y empecé a lamer sus pezones que rápidamente se pusieron duros, se removió un poco sin embargo no se levantó.
Seguí con mi recorrido dejando un rastro húmedo desde sus pechos hasta llegar a su coño, donde abrí sus piernas e inhale su dulce aroma.
Di la primera lamida y sentí estar en la gloria cuando su sabor entró en mi sistema, seguí lamiendo hasta que se despertó empezando a gemir y acariciando mi cabeza con sus uñas.
—Ay papi, se siente muy rico—decia en suaves jadeos.
Sonríe contra ella recordando lo difícil que había sido llegar hasta donde estaba pues me había costado convencerla de traicionar a su mamá pero después de un mes estando los dos juntos y mayormente solos, de llevarla de compras, de hacerme su amigo ganando su confianza y tratarla como mi enamorada se rindió y aceptó empezar esta relación conmigo.
Salí de mis pensamientos cuando la sentí moverse señal de que estaba a punto de llegar a su orgasmo así que lamí más duros alzando una mano para alcanzar su pezón y con la otra frotar su clítoris y en menos de un minuto ya se estaba corriendo gritando mi nombre.
Volví a subir hasta su rostro donde la besé para que sintiera su sabor mientras abría bien sus piernas para frotar mi miembro contra ella.
—Buenos días amor, creí que te encantaría que te despertara de esta manera.
—Me encanta papi, despiertame así siempre—contestó.
Sonríe aunque rápidamente se transformó en una cara de sufrimiento cuando empecé a meterme en su cálido interior.
Era la cosita más apretada en la que había estado en toda mi vida y ella hacia unos sonidos tan sexis que me volvían loco.
—Papi no usaste condón—me recordó aunque ya era tarde pues ya había metido hasta las pelotas.
—Me correré afuera, amor, lo prometo.
Empecé despacio, con movimientos lentos y pausados para que se adaptara a mi tamaño, no hacía mucho había empezado a cojer con ella así que todavía no se adaptaba del todo.
—Me gusta tanto, pa—decia entre jadeos.
Comencé a besarla para no perder todo el control y follarla duro. Cuando la sentí inquieta fue cuando comencé a ir más rápido, le subí las piernas hasta la cabeza y empecé a cojerla con ganas.
Amaba lo flexible que era.
Ella gemía y balbuceaba sin parar y mis gemidos no quedaban atrás, esto era como el paraíso.
Solté sus piernas y me salí de ella riéndome de su quejido.
—Tranquila mi niña, esto todavía no se termina—le dije dándole la vuelta y poniéndola en posición de perrito.
Su culo era todo un espectáculo, era más firme que el de su mamá y estoy seguro que si no se hubiera operado hasta podría apostar que sería más grande el de mi hijastra que el de su madre.
Todavía no le había desvirgado el culo pero pronto lo haría, por mientras le di unas cuentas nalgadas adorando como rápido se ponían rojas y mi pequeña zorrita alzaba más su culo para que la siguiera azotando.
—Ya metala papá, no aguanto más—exigió meneando la cola.
Le di otra nalgada pero la obedecí y me hundí en ella otra vez gimiendo ambos en el proceso.
Empecé a montarla azotando de vez en cuando su culo y enredando su cabello en mi mano y usándola como ancla mientras la penetraba, sentí que mi orgasmo se acercaba y como había prometido no correrme dentro la solté y salí de ella.
La puse otra vez boca arriba amando su rostro sonrojado y sus ojitos llorosos.
Jalé una almohada para colocarla debajo de ella haciendo que quedara más levantada y me arrastré con mis rodillas hacia su cuerpo. Al ver mis movimientos ya me esperaba con la boca y la lengua afuera.
—Eres una muy buena chica, lo sabes?
Sonrió orgullosa y le metí la polla a la boca usándola lento para llegar al clímax, tuve cuidado de no ahogarla metiéndola muy adentro y después de unos cuantos minutos me corrí en esa boca pecaminosa aunque sabiendo que todavía no soportaba tanto el sabor, solo le di un poco de mi leche y lo demás lo dejé caer en sus tetas.
Quería congelar este momento con sus labios y tetas embarrados de semen con una sonrisa satisfecha.
—Eres la mejor de todos, amor, te has ganado un premio de niña buena.
Le dije mientras me levantaba de la cama y entraba a su baño en busca de los kleenex para limpiar nuestros fluidos. Ella seguía en la misma posición cuando regresé aunque el semen que había en sus labios ya se los había chupado.
Limpie sus tetas y su coño desechando el papel en su papeleta para después acostarme con ella.
Suspiró recargándose contra mi brazo y rodeando mi cintura en un abrazo.
—¿De premio podemos ir a comer sushi? Hace mucho tiempo que no lo comemos—mencionó y se separó un poco de mi poniendo esos ojos de cierva a los que no le podía decir que no.
—A donde tu quieras amor, te lo has ganado.
Le contesté y me acerqué a ella para besarla, me siguió el beso y se subió encima mío sin parar de besarme mientras hacia que mis manos fueran a su trasero y lo apretaran.
—Me gustan tus manos papi, las quiero solo para mí, no quiero que toques a mi madre con ellas solo a mi.
Dijo quitándose la blusa que no le había quitado y volvió a besarme esta vez empezando a moverse encima mío. Esta sería una larga mañana pero no podía quejarme.
Me encantaba disfrutar del cuerpo y la juventud de mi pequeña hijastra y tal vez en otra ocasión les cuente cómo fue que hice para llegar hasta este momento porque déjenme decirles que convencerla fue difícil pero valió cada puto segundo.