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Aquel inolvidable verano II

Aquel inolvidable verano II

Como ya conté en el relato anterior el verano de mis doce años fue el mejor.

Le debo mucho de mis primeras experiencias a mi prima Natalia.

Yo nunca pude imaginar que mi prima hiciese lo que hizo, el verla desnuda era algo que no entraba en mis cálculos, mucho menos ponerme desnudo junto a ella y la mamada que me dio, mi primera mamada, ha sido la mejor durante muchos años.

Como ya dije al año siguiente volvimos a casa de nuestros abuelos, pero Natalia que había empezado a salir con un chico, solo venía los fines de semana.

Vino con el novio y por lo tanto no me atreví a decirle nada.

El verano siguiente yo ya contaba con catorce años y la experiencia sexual iba aumentando.

No tenía novia formal, pero con María la compañera del colegio, si había tenido una clase práctica de biología.

Yo no había estado con ninguna chica, excepto con Natalia, pero sus explicaciones las recordaba muy bien y María se lo paso de maravilla en la exploración que le hice en los servicios del colegio.

Ella no había mamado polla alguna, pero se esforzó y a pesar de que el placer logrado no se acercaba al que me había proporcionado Natalia, tampoco lo pasé mal.

Este era el segundo verano desde que aprendí con Natalia.

Ya no solíamos jugar tanto a fútbol y pasábamos muchas horas en la plaza del pueblo junto a otras cuadrillas de chicas.

Las horas se hacían largas sobre todo cuando no aparecía Marta que era una chica del pueblo que me atraía mucho.

Por la mañana seguía el mismo ritual de todos los años, nos levantábamos prontito para luego ir a la playa, la abuela no ponía ningún traba con el horario nocturno, sabía que en el pueblo no nos iba a pasar nada, pero a las nueve y media todos nos teníamos que levantar. Ahora entendía las protestas de mi hermano y Natalia cuando no se querían levantar.

Yo me pasaba todo el día intentando llamar la atención de Marta, pero parecía que yo no existía.

Tal era mi atención que prestaba a Marta, que mi prima Laura se empezaba a aburrir.

Otros veranos solíamos jugar mucho en la playa, y durante las noches cuando os juntamos con los amigos.

Ella seguía yendo a la playa junto a mis primos y la abuela, muchas veces solíamos hacer guerras en el agua, croquetas de arena en la playa y los juegos típicos de verano en la playa.

Laura no tenía muchas amigas en el pueblo por lo que no me llamó la atención el que estuviese casi todo el tiempo junto a mí.

La verdad es que no me molestaba. Le gustaba hacer grandes guerras en el agua y siempre ponía un especial interés en estar en el equipo contrario al que estaba yo, pero no le di importancia.

Pero todo cambió un día en el que Laura había ido a la playa con el bikini de su hermana Natalia. La abuela le preguntó:

– Laura, ese bikini es el que le regalé a Natalia.

– Si abuela, pero como el mío está en la lavadora, y Natalia no lo va a usar lo he cogido del armario.

Al oír el nombre de Natalia me fijé en mi primita. La verdad es que era la primera vez que me fijaba con tanta atención , con el paso de los años Laura se había convertido en una mujercita, los pechos los tenía desarrollados y no envidiaban en nada a los de Natalia, incluso parecían algo más grandes.

Su cuerpo sin estar del todo desarrollado estaba bastante bien.

El vientre plano y las piernas largas. Por un instante me volvieron las imágenes de Natalia, dos veranos atrás. El bikini de triángulos sujetos con cuerdas quedaba muy bien en el cuerpo de mi primita.

Al ir al agua, mi atención se centró más en Laura, que como siempre se había puesto en el equipo contrario de la guerra de agua.

A lo largo de la mañana pude comprobar que era ella la que más venía en contra mía y que en tres ocasiones “accidentalmente” sus manos terminaron en mi entrepierna.

No le di mayor importancia, pero desde ese momento seguí con mi vista todos los movimientos que hacía.

Pude comprobar que en casa siempre tenía que recoger alguna camiseta del armario, cuando yo estaba descansando y que varias veces tuvo que cerrar rápidamente la puerta de la habitación al ver que me estaba cambiando.

No creo que pudo ver nada porque yo siempre me cambiaba de espaldas a la puerta.

Los días siguientes no cambiaron, yo seguía con los intentos de llamar la atención de Marta, pero ahora me fijaba cada vez más en Laura.

Recordaba constantemente las palabras de Natalia, cuando me dijo que ella ya agradecería tener a alguien que le aclarase dudas sobre sexo y no tuviera que ir a las revistas pornográficas.

Pero me daba miedo que con Laura no fuese igual, y si ella le decía algo a alguien? Y si era casualidad todo lo que estaba pasado estos días.

Yo aprendí mucho de mi prima, pero la diferencia de edad que tenía con Laura no era tanta, no sabía si podría ayudarla en algo.

Planeé un plan para los días sucesivos. Cuando iba a la ducha siempre avisaba, pero nunca cerraba la puerta con pestillo.

En dos ocasiones Laura entró el baño “pensando de que no había nadie”, pero para entonces yo ya estaba vestido.

Seguía recogiendo las camisetas del armario de mi habitación durante mi siesta.

A veces, me hacía el dormido y se quedaba un momento mirándome, ya que solía estar sólo con unos calzoncillos.

Un paso más, fue cuando las veces que nos quedábamos viendo la televisión yo siempre iba con unos pantalones de deporte anchos.

Ella se colocaba en el suelo en frente del sofá leyendo un libro.

Un día decidí no ponerme calzoncillos debajo del pantalón.

Con un poco de suerte ella se sentaría en frente y así podría ver su reacción.

Baje al salón y al llegar el primero me senté en el sofá y cogí el periódico.

Según llegaban se iban sentando junto a mí, pero para cuando llegó Laura, ya estaban todos los sofás ocupados y se sentó en el suelo en frente mío. Yo que estaba leyendo el periódico lo baje un poco para poder ver su cara.

Efectivamente, con mucho disimulo, pero su vista estaba constantemente en mi entrepierna, pero cuando abrí las piernas y unos de mis huevos salió al exterior, cambió su semblante y no pudo disimular, estuvo mucho tiempo con la mirada fija en mí.

Al final se sonrojó y levantándose se fue a su habitación.

No había dudas de que yo era el punto de interés de Laura, ahora abría que buscar un momento adecuado para dar el siguiente paso.

Durante la siesta se repitió el ritual de entrada a por las camisetas.

Yo me había puesto los calzoncillos y había dejado los pantalones de deporte junto al armario.

Me hice el dormido y ella como todos los día estuvo un buen rato mirándome, pero al abrir el armario vio el pantalón en la silla, lo cogió y lo empezó a oler.

Yo hice que despertaba, ella dejó el pantalón y se marchó corriendo sin coger camiseta alguna.

Todo estaba saliendo como yo lo estaba planeando, el momento más indicado era el de la siesta, lo había decido. Todos estaban descansando y a nadie le llamaría la atención que entrase en mi habitación, pues era habitual.

Al día siguiente durante la siesta no me acosté y me senté leyendo un libro. Como todos los día Laura entró silenciosamente en la habitación, pero al ver que estaba despierto no acertó a decir nada.

– Hola Laura, ¿qué haces?

– Pues, yo, tengo que coger una camiseta del armario.

– Cógela!.

– Ya está – dijo acercándose al armario y cogiendo lo primero que encontró-

– Ayer a la tarde no tuviste tiempo de coger ninguna.

Al escuchar esto se puso muy colorada y me miró a los ojos.

– Me parece que mis pantalones de deporte no es lo que buscabas.

Al sentirse acorralada se echó a llorar.

– Por que lloras!

– No lo volveré a hacer, pero por favor no se lo digas a la abuela.

– ¿Qué es lo que no volverás a hacer?.

– El andar con tu ropa.

– Pero me parece que a tí no sólo te gusta mi ropa, porque no te concentraste mucho mientras leías el libro el otro día en la sala, ¿verdad?

No contestó nada, pero la cara de vergüenza que tenía era prueba suficiente que había acertado de pleno.

– Bueno, tranquilízate que no le voy a contar a nadie lo que hemos hablado.

Le costó pero al final pudo controlar el llanto y se tranquilizó. Yo entonces cogí el papel de Natalia hace dos años.

– ¿Qué es lo que te pasa?

– Mira Jose, ya tengo doce años y ahora me fijo más en los chicos. El que más cerca que tengo, a parte de mi hermano, eres tú y la verdad que llevo todo el verano fijándome en ti, tus movimientos, tu cuerpo en la playa, cuando te echas la siesta.

– Y que te parece.

– Estás muy bien.

– Me halagas mucho, pero supongo que no estarás de todo satisfecha.

– ¿Por?

– Porque hay algo que no has visto, aunque el otro día en la sala casi lo consigues?

– Si es verdad en la playa te veo con bañador y cuando duermes la siesta en calzoncillos, pero nunca te he podido ver desnudo del todo.

– En definitiva que te gustaría ver que es lo que hay debajo del traje de baño, ¿no?.

– Pues claro! todavía no he visto ninguna polla de un chico que tenga pelos. De pequeños ya me la enseñaste pero ahora será diferente.

– Está bien, pero tienes que prometerme que no vas contárselo a nadie. Ahora cierra la puerta con pestillo.

Cerro la puerta y se sentó en la silla de la habitación. Yo empecé quitándome la camiseta, luego las zapatillas, pero ella sólo miraba a la bragueta de mi pantalón.

– ¿Qué te parece?

– Hasta ahora ya lo tenía todo visto.

Empecé a soltar lentamente los botones de la bragueta de mi pantalón, y lo bajé lentamente para quedarme en calzoncillos delante de ella. Para entonces tenía la polla a mil, marcando un gran bulto.

Mi prima estaba en frente con la mirada puesta fijamente en mis calzoncillos, yo empecé a jugar con la goma y le hice un guiño, como preguntándole que si quería que los bajase.

Ella afirmó con la cabeza y lentamente los bajé. Salió como un resorte. Me di varias vueltas para que pudiese ver todo mi cuerpo.

– Bueno ya lo has visto, ¿qué te parece?

– No creía que iba a ser tan grande, ¿me lo dejas tocar?

– Normalmente si no estás excitado, no suele estar tan grande, te dejo tocarlo pero si lo haces con cuidado.

Su mano se acercó como si fuese a tocar la cristalería más fina del mundo. Con un dedo empezó con la punta pero luego rápidamente la cogió con las dos manos y jugó con los huevos.

Así estábamos los dos, cuando empezaron a sonar puertas en la casa, señal que la gente ya había terminado la siesta, le dije que tendría que salir.

Abrió la puerta y al ver que no había nadie en el pasillo, rápidamente se encerró en su habitación.

Todo había salido como lo había planeado, ahora el “experto” era yo y la aprendiz mi prima.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano como de costumbre, pero mi abuela nos dijo que teníamos que ir a la ciudad a hacer compras, que volveríamos para comer.

Las protestas fueron generalizadas, nadie tenía ganas de ir a la ciudad.

Con la excusa de que habíamos quedado para jugar un partido en la playa pudimos convencer a la abuela que nos dejase quedarnos.

Podríamos ir a la playa pero antes teníamos que recoger y limpiar la casa. Todos estuvimos de acuerdo y la abuela cogió el coche y se marchó.

Entre todos recogimos enseguida la casa, mi primo y mi hermano dijeron que iban aprovechar la mañana para dormir. Yo les dije que me iba a la playa y Laura que se venía conmigo.

Según nos acercábamos a la playa, Laura me dijo que hoy no tenía ganas de estar con los amigos, y aprovechando de que estábamos solos, podíamos ir a la otra playa.

Esta playa estaba más alejada del pueblo, por lo que había menos gente.

Al no ser festivo estábamos solos en la playa. Nos tumbamos tomando el sol. Laura había traído el bikini de su hermana. Después de estar un rato tomando el sol Laura me dijo.

– Jose, ayer me hiciste un gran favor. Tenía muchas ganas de ver como la tenéis los chicos. Gracias.

– Ya sabes, para eso estamos, pero por favor no se lo cuentes a nadie, ni siquiera a tus amigas.

– No te preocupes. Pero ahora que estamos solos me dejarías verla otra vez.

– Vale, pero vámonos detrás de esos pinos no nos vaya a ver nadie.

Recogimos nuestras toallas, y fuimos detrás de unos pinos que hacían una hondonada. Allí nadie nos podría ver.

– Aquí estamos otra vez, ¿quieres quitarme tu el traje de baño?

– Vale!.

Diciendo esto se agachó delante mío y me bajo poco a poco el traje de baño. Hoy, todavía estaba en “reposo” por lo que se extrañó.

– Que pequeña la tienes hoy!.

– Ya te dije que se agranda cuando nos excitamos.

– Y que hay que hacer para que se agrande.

– Cógela con la mano y haz este movimiento. Le acerqué su mano y le enseñé como lo tenía que hacer.

– Lo estás haciendo muy bien, de seguir así vas a conseguir que salga la leche.

– Entonces si que estarás excitado del todo. ¿Me dejas que siga?

– ¡Cómo no!

Así siguió hasta que eyaculé en su cara. Nos tumbamos en las toallas y estuvimos un rato en silencio.

– Laura, has conseguido que lo pase muy bien. Pero ahora me gustaría verte a ti desnuda.

– Me da vergüenza, pero después de verte a ti creo que tú también tienes derecho.

Se empezó a levantar pero no le dejé, hice que se tumbara otra vez y que extendiese los brazos en cruz. Ella me miraba a los ojos y sonreía, pero también miraba a mi pene que ya tenía una pequeña erección.

Le hice sentarse y le solté el nudo del sujetador.

Cuando se tumbó todavía lo tenía bien puesto.

Poco a poco fui quitándole el sujetador y aparecieron dos hermosas tetas blancas con unos pequeños pezones rosados en el centro.

Estuve un buen rato mirándolos tocándolos suavemente.

Mis caricias cada vez eran más amplias y llegaron al ombligo y a la parte de abajo del bikini.

En este momento me acorde de cuantas veces había mirado esa parte del bikini con Natalia, hoy podría hacer lo que tanto había soñado. Poco a poco le solté los dos nudos laterales.

Todo parecía estar igual, pero ahora podía ir bajando el triángulo delantero.

Ante mi apareció una enorme mata de pelo, no creía que tuviese tanto vello.

Llegó un momento en el que la prenda no podía bajar más pues tenía las pierna muy juntas.

– Abre las piernas por favor.

Sin decir nada abrió lentamente las piernas, y pude ver su preciado secreto. Ella seguía con una sonrisa en los labios, sobre todo cuando veía que ya estaba totalmente empalmado.

– Tú has hecho que me lo pasase muy bien, si quieres puedo hacer que pases un buen rato.

– Muy bien.

Empecé besándole los pezones y con una mano dándole un masaje en el coño. Poco a poco su respiración era más rápida.

Fui bajando y mientras con una mano abría sus labios vaginales con la otra acariciaba el clítoris. Me acerque más y empecé a besar su entrepierna. Cuanto más chupaba más levantaba las caderas y más se movía.

– Jose, me lo estoy pasando mejor que nunca, pero también me gustaría chupártela a ti.

Me di la vuelta y me puse en posición de 69 y así estuvimos un buen rato. Yo noté que ya había tenido un orgasmo pero como seguía chupando no me paré.

Llegó un momento en que iba a eyacular, le avisé pero ella agarró con la dos manos mi culo y tragó todo el semen.

Estuvimos un buen rato dormidos. Nos vestimos y fuimos hacia casa con la promesa de que nadie sabría que es lo que habíamos hecho. Ese verano fue más intenso de lo planeado.

Marta seguía sin hacerme caso, pero ahora mi prima había conseguido que me olvidara de ella, pero eso es otra historia…

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