Fascinación

Hay momentos en la vida de una persona en los que se actúa de forma tal que el mismo protagonista queda sorprendido de haber hecho lo que hizo, de haber dicho lo que dijo, ya que esa actitud, esa reacción, estaba totalmente fuera de lo habitual e incluso de lo que íntimamente entiende como normas.

Algo así me aconteció años atrás.

Tal vez por que su recuerdo me ha marcado, me atrevo a contárselos, aún cuando no estoy seguro que finalmente llegue a los posibles lectores de estas páginas, a las que me he acostumbrado repasar toda vez que puedo y que me generaron este impulso de sinceramiento.

Jorge era un amigo de esos de toda la vida, con el que compartimos primaria y secundaria, además de vacaciones, «rabonas», como les llamábamos por entonces a las escapadas de clase para perder el tiempo sentados en una plaza o a la orilla del río, sin hacer nada, a veces ni hablar.

Cuando esto aconteció teníamos en el entorno de los 17 años.

Jorge era un tipo bueno, gentil de trato sumamente afable.

Físicamente no destacaba por nada en especial, ni altura, ni musculatura, ni siquiera belleza particular en sus rasgos faciales.

Era lo que habitualmente decimos un tipo del montón, como yo mismo.

No obstante se había generado en torno a él la fama de conquistador.

Y efectivamente lo era.

Parecería que a pesar de él mismo, varias compañeras y algunas adultas sumamente atractivas habían saboreado sus efluvios «peneales» como solía decir en broma, esto es

le habían prodigado para la satisfacción de ambos, la siempre bien ponderada mamada.

Pese a que sus amigos conocíamos varias de estas aventuras, nunca lo admitía directamente, solamente cuando lo embretábamos y casi se lo sacábamos como una confesión.

Una de sus características más destacadas, era la discreción.

Muchísimas veces comentando entre los demás amigos estas conquistas, surgía entre nosotros la muy común pregunta, ¿Qué tiene Jorge de especial?, ¿cómo es capaz de conquistar a tal o cual mujer que todos soñábamos voltear, pero solo él llevaba a la cama?

Acaso será tan buen amante o lo que en general surge como pregunta final en estos casos, ¿tendrá una verga de tal dimensión, forma o aspecto que resulta irresistible?

Estas preguntas muchas veces se las trasladamos a él mismo. Su respuesta fue siempre la misma,

-no tengo nada especial, mi tranca seguramente es mucho más chica que la de ustedes… no me jodan más.

El tema terminaba ahí, aunque seguíamos siendo testigos, muertos de envidia, de sus conquistas que se acumulaban..

A todo esto llega el día al que me refiero al comienzo.

Era una de esa tarde tórrida del verano, hora de rigurosa siesta particularmente en estos pueblos del interior del Uruguay, donde por entonces vivíamos.

Tardes donde el único refugio era el interior de la casa o galpones que por la solidez y grosor de sus paredes, mantenían el ambiente relativamente fresco.

Tardes donde el erotismo flota en el aire, donde los adultos duermen y esperan la tardecita para reanudar las tareas cotidianas y los jóvenes en vacaciones solos o en grupos dejan flotar su imaginación y generalmente terminan en una paja individual o colectiva.

Jorge y yo estábamos lagarteando en un galpón al fondo de mi casa, dejando pasar el tiempo, hojeando revistas y comentando alguna de las fotos más atractivas de cada una. No eran revistas pornográficas ni mucho menos, pero a esa altura de la vida ni siquiera son necesarias. Apenas una foto de alguna mujer en tanga, bien formada y atractiva alcanza para empalmarse sin más.

Yo estaba en el suelo junto a un sillón sobre el que Jorge se encontraba semi acostado. Teníamos puesto solamente un short de baño cada uno.

-Debo confesarte algo, me dice mi amigo en determinado momento.

Te juro que me avergüenzo de hacerlo, pero esta vez sí no puedo guardármelo para mí. Confío que me mantendrás el secreto, sino me muero…

-Epa le digo, no seas tonto. Sabes que puedes confiar en mi. Pero además, ¿qué puede ser tan grave?.

-Tuve un contacto sexual con la tía Elisa, me responde sin mirarme…

Realmente me sorprendí. La tía Elisa era una prima de su madre, una mujer nada despampanante aunque para nosotros especialmente atractiva, de más de cuarenta años, a esa altura veintitantos años mayor que nosotros.

-¡Tía Elisa! repetí con asombro. Vaya polvo… seguí diciendo.¿Cómo fue?

-Te juro que yo aún no puedo creerlo pero fue real y …hermoso, concluyó con una ligera sonrisa pícara dibujada en su rostro aniñado, con los ojos entrecerrados, recostando la cabeza en el respaldo del sillón como recordando la situación vivida.

-Cuéntamelo todo, casi le ordené, no me dejes en ascuas.

-Fue todo muy rápido, espontáneo, sin preámbulos intencionados., comenzó diciendo.

Yo estaba un par de tardes atrás en mi cuarto con mucho calor y resolví darme una ducha para refrescarme.

Volví a mi recámara desnudo, sin terminar de sacarme con el taollón en la mano, con la intención de tumbarme nuevamente en la cama así como estaba y disfrutar del ventilador sobre el cuerpo algo mojado, seguro de estar solo en casa.

Mis padres estaban trabajando y la tía Elisa había ido a la casa de su hija, mi prima, que está a punto de ser mamá.

Al pasar frente al espejo me paré frente a él y comencé a posar, tal como lo hacen los atletas de fisiculturismo. Imagínate qué cuadro con lo esmirriado que soy…

Aquellas poses, algunas imágenes que me fueron viniendo a la cabeza, hicieron que comenzara a empalmarme y me detuve en mirar mi propia verga y contemplar como se iba endureciendo poco a poco. Esta observación aumentó mi calentura, la tomé con mi mano y comencé a hacerme una masturbación muy suave que al principio observé, pero, que a medida que progresó, me hizo cerrar los ojos.

Estaba precisamente en ello, imaginándome a mi vecina complaciéndome, trasladándole a ella mis murmuraciones eróticas, tal vez porque nunca puede ni siquiera acercármele, cuando me pareció sentir detrás de mí una respiración entrecortada y casi jadeante. Abrí los ojos y quedé casi paralizado.

Tía Elisa, que aun no se había ido, estaba parada detrás de mí. Por el espejo puede ver su rostro con un gesto entre asombrado e irónico.

Hubiera querido que la tierra se abriera y me tragara. Solté mi verga que comenzó a retraerse por el susto y la impresión y con las dos manos intenté torpemente taparme.

-Vaya con el sobrinito dijo la tía. Nunca hubiera imaginado que ya estuviera tan grande.

Balbuceé alguna frase entrecortada de disculpas a las que la tía cortó diciéndome,

-No te preocupes, es algo natural y estás en todo tu derecho Yo violé tu intimidad sin quererlo, aunque ahora después de haberte visto hace ya un buen rato, casi te diría que me encantaría violarte físicamente. Lo tuyo fue realmente excitante y hermoso.

Al decir esto su mano plena de dulzura y muy tibia se posó en mi hombro, su cara se inclinó a un lado y se recostó desde atrás sobre la mía y me depositó un tierno beso, casi en el lóbulo de la oreja.

Del susto pasé rápidamente al asombro y nuevamente comencé a sentir que me empalmaba. Solté mi verga, me fui dando vuelta y ya casi de frente a mi tía le agradecí la comprensión y acompañé mis palabras acercando mis labios a los suyos en un beso muy suave. Elisa abrió sus brazos, rodeó mi cuello, apretó mi cuerpo desnudo al suyo cubierto por una bata que apenas tapaba sus hermosos senos y me besó fuertemente. Su lengua penetró mi boca y conmigo abrazada se dejó caer en la cama que estaba detrás.

-Espero contar con tu discreción me murmuró.

-Sabes que ella es segura le respondí y acto seguido después de abrirse la bata dejando al descubierto el hermoso cuerpo que aún conserva, despidiendo un aroma increíble y excitante, extendió su mano hacia mi verga, la tomó fuertemente comenzó a masajearla, moviendo el prepucio hacia atrás y adelante.

Luego de decirme voy a terminar lo que empezaste, la introdujo en su boca y la saboreó en forma increíble, mientras aumentaba el movimiento de su mano. Allí la dejó hasta que no pude aguantar más y viendo que no era ajena a lo iba a pasar, ya que aumentó la presión de la mano y la velocidad de la paja, estallé como nunca en su boca, llenándola de leche.

De pronto comenzó a retorcerse y sin dejar de succionar las últimas gotas de esperma que seguían saliendo, tuvo su propio orgasmo ya que con la otra mano, sin yo verlo, se había estado frotando duramente el clítoris hasta acabar violentamente casi conmigo.

Fue un momento sublime, te lo juro. No veo la hora de volverla a tener para completar todo lo que faltó.

.Te lo cuento a vos como amigo y porque te juro no me lo podía aguatar adentro y me siento mal por ello.

-No te preocupes le volví a asegurar, de mi no saldrá una sola palabra, no te sientas mal y te agradezco la confianza.

A medida que su relato progresó, contado siempre con los ojos cerrados, fue evidente que las imágenes lo fueron excitando. Su short se abultó tanto que sobre el final del relato pareció que tendría un orgasmo sin tocarse, por el tamaño aparente a través del pantaloncito y porque su cuerpo se arqueó bruscamente al apoyar su cabeza en el respaldo, crispar sus manos en los brazos del sillón y hacer palanca con los pies apoyados en el piso.

Tanto el relato de Jorge como esta reacción final hicieron que yo también sintiera que mi verga se endurecía pareciendo querer salirse sola del pantalón.

Cuando Jorge abrió sus ojos y su rostro recobró la dulzura habitual aún un poco ruborizado por lo que me había confiado, casi para aflojar la tensión le dije

-Así que no tienes nada especial he? Tu tía debe haber visto el tamaño de tu verga y no se pudo resistir.

-Te juro que no. Mi tamaño aún en erección es mucho menor que la mayoría que he visto en revistas o en el gimnasio.

-No te creo le dije.

-Es cierto insistió, ¿quieres verla?

No pude evitar decirle que si, es más en mi había una rara mezcla de curiosidad y excitación. Era una sensación verdaderamente nueva, por lo menos frente a otro hombre. Por otra parte caí en la cuenta que pese a haber compartido tanto tiempo, baños en el río, partidos de fútbol, rabonas…nunca nos habíamos visto desnudos.

-Claro que si, a ver si no tengo razón.

Arqueando el cuerpo hacia arriba, casi como hacía unos momentos al culminar su relato, Jorge bajó su short, dejando que quedase al descubierto su verga, aún algo engrosada y con un glande brillante por el abundante líquido preseminal excretado, producto del cuento y los recuerdos de minutos antes.

Tenía razón. Mi tranca que no es nada grande, apenas diría que normal, era de mayor tamaño que aquella, sin embargo…

-Verdaderamente no mentiste le dije mirando fijamente su aparato.

-Ves como tenía razón agregó mi amigo.

Yo casi sin darme cuenta me fui acercando a él.

Algo me estaba pasando.

Aquel miembro viril parecía cobrar vida propia, no podía dejar de mirarlo mientras sentía nuevamente en mi pantalón la presión que ejercía mi propia verga al crecer. En perspectiva y a la distancia casi diría que la sensación que sentí era de fascinación.

Me seguí acercando y casi en un tartamudeo le dije:

– Tal vez sea su dureza…

-Tócala me respondió y verás que no.

Allí quedó signado ese momento extraño del que hablé al comienzo.

Mi mano buscó aquella verga, la tomó casi con cariño, sentí su tibieza, suavidad, sentí como palpitaba creciendo algo más de lo que estaba y comencé a tirar de su piel hacia atrás y hacia adelante, tal como hacía en mis propias pajas. Levanté la vista y miré a su cara.

Nuevamente había recostado la cabeza en el respaldo y entrecerrado los ojos.

Sin saber como, me fui acercando y dado que yo estaba en el suelo el glande rosado, brillante y húmedo quedó a milímetros de mis labios.

Era algo irresistible. Nunca había siquiera soñado con una relación con otro muchacho, pero ahí estaba yo, con otra verga en la mano y con unas ganas incontenibles de ponérmela en la boca.

-Puedo? dije casi sin saber como.

-Claro dijo Jorge, yo también lo deseo.

Allí dejé de resistirme. Abrí mis labios, introduje aquel hermoso falo en mi boca y comencé a chuparlo. Primero mi lengua en el glande, absorbiendo todos los jugos que ya había expulsado, saboreándolo y comprobando un gusto grato, semi dulzón y algo salado. Mi boca luego lo acogió casi todo en su interior y con la mano derecha seguí pajeándolo cada vez con más velocidad.

Jorge cada tanto lanzaba algún resoplo, su mano se posó con suavidad en mi cabeza acariciándola, acompañando el movimiento con frases dulces de aprobación, estimulando que siguiera en lo que estaba.

Mi otra mano sacó mi propia verga de su encierro y comencé a masturbarme siguiendo el mismo ritmo.

Sentí que estaba muy cerca el estallido de Jorge. Él mismo quiso evitar mi sorpresa y que me sintiese mal, por lo que me lo advirtió:

-Jona…voy a acabar, si quieres la sacas…

Tomé con más fuerza su verga y aumenté el ritmo, de tal forma que supiera que quería recibir todo su esperma en mi boca. Realmente lo deseaba casi con desesperación. No podía creerlo, pero quería que me acabara en la boca. Quería tragarme toda su leche.

Cuando sentí que se venía procuré que solamente quedase en mi boca el glande engrosado sobre mi lengua, para evitar el golpe del primer chorro en la garganta, cosa que sabía por haberlo experimentado con alguna novia, que causaba sensación de náuseas y era lo que menos quería me pasase.

Y se vino. Su leche comenzó a brotar de su verga, mi lengua la recibía a cada espasmo y tras saborearla la tragaba, dejando lugar para los nuevos chorros. La sensación fue maravillosa, irrepetible. Mi verga también en el colmo de la excitación comenzó a largar chorro tras chorro contra el sillón y el piso.

Jorge se retorcía, abría su boca y lanzaba al aire exclamaciones de placer ininteligibles.

Fue algo fenomenal.

Poco a poco fuimos recobrando la compostura, su verga y la mía comenzaron a volver a su tamaña normal.

Por un buen rato quedamos ambos callados y casi diría avergonzados.

Habíamos compartido una increíble experiencia homosexual o bisexual o como quieran llamarla, que jamás soñamos.

-Viste que no es cuestión de tamaño, murmuró mi amigo.

-Tienes razón respondí mientras con un pañuelo limpiaba mi verga ya morcillona para guardarla nuevamente en el pantalón. Él casi no tuvo que limpiarla, yo lo había hecho con mi boca y no me arrepentía ni me avergonzaba.

Aquella tarde mágica fue la única.

Nunca más volvimos a hacerlo ni a mencionarlo.

Su vida y la mía transcurrieron por diferentes sendas. Cada uno hizo la propia.

Yo me casé. Supe que él también. Tengo hijos grandes y aquella situación homo, jamás se repitió en mi caso con otro hombre.

Muchas veces pensé en intentarlo, pero nunca me animé. Sé que podía haberlo hecho pero tuve miedo, pudor, aún no sé que. Creo que falta de valor o de encontrar la persona adecuada o el momento indicado.

Lo real que aquella experiencia me marcó, tanto que muchas veces recurro a aquellas imágenes y verdaderamente me dan satisfacción pese a mi vida absolutamente heterosexual desde entonces y creo que definitiva a esta altura, ya que han transcurrido más de treinta años desde entonces y si bien aún estoy en forma (como dicen los muchachos) difícil que las circunstancias se repitan.

Aún estoy asombrado de haber llegado hasta aquí y seguramente si no lo envío ya, lo borro y seguirá en mis recuerdos.