Capítulo 13

Pisa el acelerador XV

He pasado un tiempo, de obligada reflexión, (debido a la vorágine de sexo y violencia que provoqué y padecí), sin nada físico con otro hombre.

Me he conformado con esos suministros, que he conseguido, de orina, semen y ropa usada (usada y sudada).

He estado un par de veces con prostitutas, pero sólo encontré placer en causarles dolor. Ya antes de mudar de hetero, activo y dominante a gay, pasivo y sumiso; me comportaba duramente con ellas.

Yo les daba dinero y ellas me proporcionaban placer, si ellas no me daban dinero yo no tenía porque buscar su placer, todo lo contrario. Tenían que ganárselo y sudarlo bien sudado.

Sabían que si no cumplían todo lo acordado, y era una lista larga y desagradable, no cobrarían más que 50€. Y se ganarían la bronca del dueño del garito

Pero, ya no me excitaba, como antes, hacerles pasar un mal rato, ni siquiera la erótica del poder, la sensación de dominar, tener el control de todo lo que pasa.

Me excitaba más pensar que eso mismo que yo les hacía, me lo hiciera a mí uno de los jovencitos que iluminaban mis masturbaciones.

En especial «I» un apolíneo efebo al que sigo la pista hace tiempo.

Como recordareis los lectores de los anteriores capítulos, «I» es el adorable diecisieteañero, motorista de telecomida, al que siempre daba buenas propinas y un día le di 100 € para una multa de 90€, por ir en dirección prohibida.

Otro día lo invité, a acompañarme en mi casa a comer (la comida para dos que él había traído) y le regalé unos calcetines y unas zapas de 145€ y me quedé con las suyas.

Desde entonces le he hecho seguir por una agencia de detectives (distinta a la de la primera vez). Que me ha facilitado fotos y actividades de «I». Se le ve con pocas chicas, está normalmente con sus amigos, fumando porros y bebiendo birras.

Me enseñaron unas fotos de «I» junto con dos amigos más haciéndose una paja en un callejón.

No parecía nada de tipo homosexual, más bien ritos de iniciación a la madurez.

Inocentes competiciones entre amigotes.

Después se les veía meando, para ver quién llegaba más lejos. La foto, tomada de perfil, permitía ver la longitud de esos miembros.

Podréis comprender que esa visión de tres diecisietañeros pajeándose y luego orinando me encantó.

Mi polla creció dentro de mi slip, y me moví discretamente para no mostrar un gran bulto en el pantalón. Pude comprobar que «I» está casi tan bien dotado como lo estaba «K», casi 24 cm. y sus amigos un poco menos, pero con unas hermosas pollas.

Lamenté que no me hubieran facilitado un vídeo, en vez de unas fotos.

Disimulando mi excitación, felicité al jefe de la agencia diciéndole que me las quedaba para probarle a mi familiar que ese golfo no debía ver a una señorita como su hija.

Esas fotos me han acompañado en manipulaciones nocturnas, junto con las zapas y los calcetines de «I». Me he excitado pensando en él, cavilando el modo de tener algo de tipo sexual, sin que sé de cuenta.

De repente se me ocurrió como dos heterosexuales pueden correrse juntos sin que nadie pueda hablar de homosexualidad.

La situación no era difícil de llevar a cabo (otras más arduas había culminado), pero tenia que tenerlo muy relajado y en un ambiente controlado, cuando se lo propusiera.

Preparé una bolsa de mano con dos toallas y tres slips: 2 blancos de mi talla y uno menor de emporio Armani.

Era negro y con forma de tanga, con un elástico muy ancho y a I le tendría que sentar de miedo.

Sabía que en el restaurante libra los lunes, y yo me hice el encontradizo por donde suele parar (según la información de los detectives) y entré en un bar en el que pude ver, a través del cristal, que estaba bebiendo cervezas con dos amigos.

Pedí una cajetilla de rubio americano (de esas que no pasan por el estanco y a veces, son más falsas, más teñidas y menos americanas). El jefe me la dio y le dije que prefería Camel.

I se acercó a saludarme, yo mostré una gran sonrisa y le dije.

¿Qué haces por aquí?

¿Qué que hago yo? ¿Qué haces tú, que este es mi barrio?

No lo sabía, tengo un pequeño apartamento cerca de aquí y paré a comprar Winston.

Pero te llevas Camel.

Claro porque pedí americano y este es del falso, para eso prefiero de estanco.

¡Joder!. Sabes de todo.

Bueno, si no sabes te joden.

Vaya, vaya. Por mi barrio.

Sí. Iba a fumar un poco de María, y le pongo un poquito de tabaco para que tire.

Hombre, ya podías pasar algo.

Yo compro Camel, pero no soy un camello.

Ya, hombre, pero podías enrollarte y fumar con nosotros.

Si quieres venir conmigo, a fumar, vale, pero no me mezcles con historias raras.

El cannabis fumado de manera particular no es un delito, no es legal pero no está perseguido su consumo no público.

(En España no se sanciona su consumo en privado pero no puede cultivarse, comprarse, venderse o transportarse).

Hombre, molaría fumar un poco de lo de los ricos.

Ya, lo dice el que tiene unos playeros que te cagas.

Gracias a ti.

No, gracias a que se equivocaron cuando me los regalaron. ¿Quieres venir, es aquí al lado?

Vale. Te acompaño a ver que tal está eso.

Siempre que quieras.

Cruzamos tres manzanas y fuimos hasta mi apartamento. Como ya había previsto esa contingencia. Tenía dispuesta una botella de 1 litro de cerveza, con varias dosis de esas medicinas que te alegran el día. Por lo menos la parte pélvica.

Le dije a «I», que tomara un trago. Me serví muy poco y a él un vaso lleno.

No le dio importancia y se puso a beber. Yo pegué un par de sorbos, mientras pensaba que un poco más de dosis no me iba a perjudicar.

Le presenté unos aperitivos trampa, salados y picantes para tirar de la bebida.

Al poco rato se servía otro vaso más. Preparé un cigarro de marihuana, pero lo hice muy ligero, mezclándolo con un camel. No quería que se colocara mucho.

Seguimos bebiendo cerveza, yo apenas.

Se acabó la botella y ya le hacían efecto las pastillas disueltas. (Se le notaba porque se tocó varias veces el paquete).

Su pantalón vaquero, aunque muy flojo, mostraba un buen bulto en la entrepierna. Casi parecía una tienda de campaña.

Le dije:

I, me haces un favor.

Claro, dime.

Tengo ganas de ir a putas, pero no me mola ir sólo. Me acompañas.

Pero no tengo 18 años, ni dinero.

Eso no es problema, yo te invito y viniendo conmigo no te pedirán documentación. ¿Vamos?

Vale.

Llamamos un taxi, cogí la bolsa y salimos hacia el prostíbulo.

Está a unos 50 Km. de distancia de buena carretera y tardamos 20 minutos.

Era un taxi con mampara de seguridad y los dos nos habíamos sentado detrás.

Procuré sentarme de forma que mi pierna izda. tocase con su dcha. también procuré que mi bota se pusiese a tiro de su zapa pero apenas me rozó.

Yo conocía muy bien ese lupanar, su propietario había recurrido a mí cuando lo montó para lograr los permisos municipales y que las autoridades no tuvieran mucho celo en sus probos desvelos.

El encargado sabía que había que atender mis sugerencias como ordenes.

Pedí un reservado, un cubata de ron y uno de whisky y dejé a «I» mientras iba a hablar con el jefe. Le pedí que me mandara las dos tías más jóvenes y buenas que tuviera y él me dijo que una rumana de 18 y una polaca de 22.

(Actualmente las prostitutas de la Europa del este forman el top de este submundo. De piel clara, pelo claro, a veces rubio natural, sin tintes.

Ojos claros, muchas veces azules o verdes, sin pasar por la óptica. Con mucha educación y cultura. Hablan varias lenguas (aunque a sus clientes sólo les interese su francés).

Puesto que proceden de regímenes comunistas que facilitaban a todos el acceso a la educación. Tal vez eso sea de lo único defendible de dichos regímenes).

Mandó llamar a la rumana y a la polaca y verdaderamente estaban de impresión. La rumana no sólo era más joven, era más delgada y guapa. Estaba mejor que muchas modelos que pisan pasarela. Les explique que venía con un familiar joven (no quise aclarar ni grado, ni edad).

Escogí a la polaca para mí y le pedí a la rumana que se dedicara a I, que si nos practicaban un buen «lap dancing» cobrarían una buena propina.

A la polaca le pedí que no me tocara la polla con las manos y que fuera despacio, muy lentamente, que quería yo llevar el ritmo.

A la rumana le dije totalmente lo contrarío. Les pedí que vinieran en 5 minutos y que al entrar se desnudaran un poco y bailaran y me fui al reservado.

«I» estaba intranquilo. Me senté enfrente de él.

Joder, como has tardado.

Estuve mirando el ganado, no se trata de llegar y llenar, es mejor calidad que cantidad.

Claro. ¿Qué, has visto alguna que té mole?

Sí, dos. Vienen para aquí y antes de entrar bailaran un poco para mostrar sus encantos y que pueda decidir.

¡Qué bien vives!

De eso se trata.

Pedí otras dos copas.

Salía el camarero después de servirlas, cuando entraron las dos putas.

Empezaron a moverse suavemente al son de la música, se quitaron una especie de batas muy largas, como saltos de cama y quedaron en ropa interior de encaje.

La rumana llevaba sujetador, bragas, ligas y medias de color negro, con pequeños lacitos y otros detalles en rojo, así como zapatos de tacón de aguja rojos y negros.

La polaca llevaba un conjunto similar pero blanco y con detalles azules así como zapatos bicolores.

Me fijé en I las miraba muy concentrado y en dos ocasiones se pasó la mano por la entrepierna.

La rumana, siguiendo mis instrucciones, no paraba de mirarlo. Bailaba, sólo para él y se tocaba los pechos y el coño a través de la fina lencería.

EI respiraba más aceleradamente y la polaca vino hacia mí y se sentó, de espaldas, encima de mí.

EI me miró por un momento con una cara de envidia terrible, que cambió por una de susto cuando la rumana se le sentó encima de frente. Intentó levantarse pero ella se bajó el sostén y le dio un pecho a chupar.

Yo apartaba a la polaca para poder ver ese espectáculo. I todo excitado succionaba y lamía ese pecho mientras la lumi le frotaba el paquete.

Una vez que consideró que el tamaño y la posición del miembro eran «ad hoc» (sin meter una locución latina no sería yo mismo) (por cierto, en castellano imaginaros que he escrito «la adecuada»). Se bajó la otra copa del sujetador y se levantó y volvió a sentarse de espaldas a I.

EI acusó ese tremendo culo sentado sobre su polla. Intentó apartarla pero ella le cogió las manos y se las llevó a los pechos.

Esa treta casi nunca falla, desde que nacemos y son nuestra fuente de alimento los pechos femeninos ejercen una gran atracción en los varones heteros. Empezó a sobarle esas tremendas tetas mientras ella gemía y no paraba de moverse sobre su falo.

Yo hacía que mi ramera se fuera moviendo cada vez más, pero lo que estaba disfrutando era gozar al mismo tiempo que «I «y eso me ponía a mil. La polaca estaba sentada casi de lado sobre mis piernas y yo me pajeaba viendo la «tortura» a la que era sometido ese efebo barbilampiño, ese preadolescente que me ponía a mil.

EI notaba que ya no podía aguantar más. Llevaba mucho tiempo con una gran erección (desde que tomó la cerveza casera).

La rumana le había llevado la mano izda. a su boca y se la chupeteaba con fricción, mientras la dcha. la bajó hasta el coño y allí palpaba ávidamente.

Sin poder contenerse soltó un alarido cuando eyaculó. La odalisca, siguiendo mis instrucciones, continúo con su frenético ritmo. Yo me corrí mientras veía la cara de inmenso placer de I. Esos gestos son el motivo de mi existencia. Cuando logro excitar a alguien, sea cual sea el método, gozo un placer más intenso que cuando me hacían gozar a mí.

Les dije que se fueran y cuando salieron fui hacia I que todavía estaba exhausto y le dije.

Que cabronazo eres, la tuya estaba más buena.

Lo siento, yo no hice nada.

Debes haberlo hecho a juzgar por como chillabas.

Si me corrí. Joder nunca había tenido un orgasmo así.

Vamos al servicio traje slips de repuesto para mí, a ver si no te quedan muy grandes.

Abrí la bolsa cogí uno y a mirar los otros dos fingí sorprenderme.

Tienes suerte, viene uno más pequeño. Como se encargan de mis compras siempre la cagan.

Que guay así llego a casa limpio.

Me limpié en el bidé y me seque con la toalla. Me cambié, me vestí y guardé mi slip enrollado en la toalla en la bolsa. Mientras I repetía mis movimientos.

Cuando acabó y se puso esa tanguita negra, pero totalmente masculina no pude contener una erección. Afortunadamente ya estaba vestido y no se notó.

Le pedí que enrollara el slip en la toalla y que la echara en la bolsa. La cerré y nos marchamos.

El taxi seguía fuera esperándonos según mis instrucciones. Montamos y nos dejó primero cerca de la casa de I. (Lo había planeado así para que no pensara en el calzoncillo).

Seguí hasta cerca de mi apartamento y allí desenrollé la toalla y olí ese viril aroma generador de vida. Cogí el slip (sucio, con casi costras marrones debido a un prolongado uso).

Besé suavemente el semen de I y lo envolví con papel de aluminio (ya saben el más apropiado para las cosas de comer).

Ese lunes por la mañana lo envié de forma totalmente confidencial a «A» un amigo algo lejano en la distancia pero muy presente en mis sueños. Me quedé con la toalla que guarda el sutil aroma de mi macho.

Nota aclaratoria

Se que faltan los capítulos XIII y XIV, esos cuatro días no quería rememorarlos y no podía o quería escribirlos.

No obstante, en el capítulo XI queda claro como acaba el XII y que pasa en el XIII y XIV.

Continúa la serie