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Pisa el acelerador XVII

Pisa el acelerador XVII

El fin de semana ha sido increíble. Grabé mi primera película porno (espero que la primera de varias).

Acabé el domingo de madrugada con el cuerpo rendido, sobre todo las nalgas y por supuesto el ano.

Todo salió como había planeado (aunque el guión sobre el papel no parecía tan traumático).

Las múltiples repeticiones de mi castigo, humillación y violación fueron agotadoras, pero de lo más excitante que he vivido en mi vida.

Soy consciente de lo complicado que es hacer realidad una fantasía, por eso no me quejo de las leves consecuencias: moratones, laceraciones, magulladuras y dolor al sentarme.

El negro y el moro fueron geniales. Siguieron en todo momento las indicaciones del director (somos íntimos desde hace 36 años). Este en todo momento cuidó que yo sufriera (pero no en exceso).

Todo se desarrolló según el argumento (muy simple pero muy placentero). Entraron a robar en mi mansión (una casa rural, alquilada al efecto).

Me sorprendieron y me ataron, huían con el botín cuando les dije:

– Putos esclavos de mierda habréis de besar mis botas. Retrocedieron y

me dieron una paliza.

Después de golpearme (poco dolor y mucho cuento) se dedicaron a retorcerme los pezones y a restregarme la cara contra sus botas, para que las besara.

Luego se dedicaron a darme azotes por rondas hasta dejar mi culo y sus manos doloridas.

Por último me hicieron gritar que yo era su esclavo y ellos mis amos. Tuve que lamer sus culos y huevos con mucho respeto.

Acabaron poniéndome en cuatro y follándome uno por el ano, mientras el otro penetraba mi boca con su obscura polla, hasta llenarme de semen.

Luego el turno inverso para que los dos pudieran darme a conocer sus habilidades en cualquiera de mis oquedades.

Sentirme humillado y poseído por esos animales (en el sentido más sexual de la palabra) fue maravilloso sus fibrosos cuerpos y sus enhiestos falos me proporcionaron un gran placer.

Recogí las mejores escenas de las tres cámaras (casi 9 horas) en único soporte de 55 minutos.

He experimentado el placer de la posesión y la dominación cuando era un activo hetero.

Sentir el placer de ser poseído, de la sumisión siendo un pasivo homo es una delicia.

No decidir lo que haces, no mandar, obedecer. Esperar de rodillas a que tu amo te tire algunas migajas.

Saber que un amo cariñoso escupirá y meará en tu comida para que te sepa más rica.

Sentirte en todo momento una perra, esperar atada a que tu amo vuelva.

No pertenecerte, no tener derechos, salvo los que te concedan. No esperar nada más que la misericordia de un ser superior. Es lo más cercano a Dios que me he sentido en muchos años.

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