relatos eróticos muchachos

7 relatos

La fiesta de Loli

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Anoche había ido a un boliche a tomar algo, estaba vestida provocativa como siempre, ya que me gusta atraer a los hombres, con una mini muy corta de látex negro, unas votas de charol negras con tacones de aguja bien altos, medias con portaligas rojo también de látex, y una remerita muy ajustada de terciopelo rojo...

Poseída por varios

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Me subí a la mesa con ella, me hinqué agarrándola por la cintura y la subí encima de mí. Nos movíamos como nunca, perfectamente coordinados. Ella gritaba mientras escurría ese líquido transparente y caliente de su vagina. Me acostó y comenzó a cabalgarme dando una exhibición de buen sexo hasta que me hizo venir.

Regalo de aniversario

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El día después de aquello mi esposa me confesó que realmente fue el mejor sexo que había tenido, que no me ofendiera pero que realmente no creía que pudiera volver a gozar otra vez como ese día, que había fantaseado con ello pero nunca se había atrevido a contármelo pero estaba feliz porque lo había concretado y compartido conmigo.

La tentación fue más fuerte

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Realmente no se cómo sucedió, quizá por la discusión con mi marido o tal vez, por verme sola acompañada por los dos jóvenes que sabía que me deseaban, es que me fui calentando pensando en la situación en que me encontraba. Estaba solamente cubierta por la toalla de baño y sentada frente a ello que, mientras tomaban su café, no dejaban de mirarme las piernas que, voluntaria o involuntariamente, iba abriendo cada vez más dejando ver mejor mis muslos.

Como perdí la vergüenza con mis compañeros del colegio alemán

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Al ver al muchacho próximo en la fila subirse al caballete y realizar montado en éste, ejercicios de tensión de brazos y piernas, sentí que al llegar mi turno no sería capaz de exponerme de esa forma, sobre todo al ver que en el área de las entrepiernas, la fábrica del short del muchacho apenas resistía la tensión.

El voyerismo

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Comenzó a bailar con mucha sensualidad, movía sus caderas, y sin ningún pudor dejó al descubierto su chochito rasurado, como a mí me gusta, metiendo sus deditos en su cuevita húmeda, mientras los muchachos sin el menor recato se pajeaban con fuerza, halándose las pijas como queriendo acabar con ese dolor que debían tener en los huevos.