La muchacha acompañó a Ángel hasta el cuarto y le enseñó las cortinas. Ángel se puso manos a la obra, sin dejar de fijarse que ese pijama al trasluz era totalmente transparente. Claramente pudo observar su coñito y sus pechos. La chica pensando que no se vería nada, había bajado sus brazos
Estaba en la playa, en las vacaciones de verano con la familia, con mi culo glorioso de 18 años al aire en tanga, mis tetas gloriosas también (lo único que había crecido desde la pubertad)...
Muy bien putita, ahora serás mi esclava y trabajarás para mí en el bar. Si no lo haces recibirás una buena paliza diaria hasta que cedas, ¿tú verás?
No tenía opción, si no obedecía, me pegaría una paliza diaria y ese hombre pegaba duro. Me lanzó un vestido que tapaba lo justo
Siguen las historias en Femdonia, el paraíso de la Dominación Femenina, en este caso se juntan dos Amas con sus sumisos, y claro, pasa lo que tiene que pasar.
Julia, una jovencita angelical, está a punto de descubrir por las malas que sus actos tienen consecuencias. A sus recién 18 años cumplidos descubrirá que la vida no es un cuento de hadas si no un cuento perverso que esconde placeres insospechados para su inocente mente
Jorge, trabajando en la Mansión El Edén, pudo comprobar, casi como un estudio sociológico y estadístico, que lo que dice en sus artículos la consejera matrimonial Margaret Morgan Clark, es extraordinariamente cierto. De hecho, en la mansión, son muy demandados los chicos que prestan estos servicios.
… ‘La tenemos a punto, es toda nuestra’ _Dijo Tocho arrodillado mientras metía y sacaba sus enormes dedos por el culito de mi novia, mientras con su perversa sonrisa seguía mirándome...
El camarero se puso delante de Melisa y con gran suavidad le acarició los pezones. Melisa abrió su boca y gimió. Le acarició su polla sobre los pantalones, dándole un pequeño mordisquito. el camero apretó uno de sus pezones y dándose la vuelta, partió hacia la cocina.
Mi sirvienta me llevó para ser usada. No lo dudé un segundo, me arrodillé entre sus piernas y me rendí ante esa polla, adorándola con mi lengua y con mi boca. Empecé lamiendo esos gordos huevos que se aventuraban bien cargados.
Ángel cerró la puerta del hostal poniendo un cartel donde se leía un número de teléfono, por si querían acceder al hostal. Se encaminó hacia el bar, preparó el whisky y una botellita de agua y procedió a subir a la habitación trescientos trece.
Clara, una mujer cercana a los 50, busca revitalizar su vida y matrimonio en el gimnasio. Su joven entrenador, si sobrino Alejandro, despierta en ella un deseo prohibido que la lleva a explorar fantasías lascivas y sumisas, transformando su rutina en una pecaminosa aventura que desafía todo límite.
Así estuvieron un par de horas más: estrujando huevos, ordeñando salvajemente polla, aguijoneando con tacones la espalda, y petándole el culo y la garganta al esclavo (obligando al macho sometido a tragarse sus propias arcadas). Jorge no pudo evitar cascarse la polla.
Mientras Isabella calentaba la cena trajinando en la cocina, Ángel se acercó a ella, se colocó a su espalda y le acarició los pezones con dulzura, rozando la yema de sus dedos por su cima, consiguiendo que se pusieran bien duros. Isabella gimió a la vez que él, acercándose a su oído, le dijo.
Me miró con unos ojos endiablados, llenos de deseo y de lujuria. Me dio la vuelta sobre el respaldo del sofá, levantó mi vestido hasta dejar mi culo al aire y me clavó la polla en el culo. Hijo de puta, me vas a desgarrar.
Me dejé caer en la cama y abrazándolas a las dos nos quedamos dormidos. No sé el tiempo que nos quedamos traspuestos, hasta que sentimos una voz en el salón que no podía ser otro que Luis. Así terminó el último capítulo…