Janelo, que aquella mañana aún no había satisfecho sus deseos, al ver a Peronela reclinada sobre la tinaja, y moviendo su cuerpo para indicarle al marido los sitios, se acercó por detrás y le subió la falda hasta la cintura, dejando al descubierto sus juveniles muslos y su hermoso culo, y como los caballos salvajes asaltan en las anchas llanuras a las yeguas, le ensartó a Peronela un puyazo trasero, con entradas y salidas repetidas, hasta que satisfizo por completo sus deseos.
Directamente nos dirigimos a una habitación, yo todavía estaba algo amodorrada por el cercano despertar del sueño y el alcohol, de lo contrario me hubiera preguntado a mí misma que hacía con un hombre casado, de unos 50 años, en una habitación desconocida, en una casa desconocida, dejando que me tumbara en la cama, que me quitara los zapatos y que se pusiera a darme un masaje en los pies.
Me incline y ahora si me ofreció su boca que bese con avidez. Puse mi mano en su entrepierna que estaba caliente y mojada. Le restregué mi mano sobre sus calzones y ella abría las piernas, me besaba introduciéndome su lengua que me absorbía, pero de reojo yo veía mi propio espectáculo: sus piernotas abiertas ya sin zapatos y la falda hasta la cintura.
Diana se puso boca arriba y Jorge le lamió la concha hasta hacerla acabar como una yegua. La lengua de Jorge se metía entre sus labios vaginales, le mamaban su clítoris, y los jugos afloraban como agua de manantial. Los gemidos y gritos de placer llenaban la habitación, al tiempo que Jorge se tomaba sus jugos.
Los veinte años de diferencia entre ambas pesaban demasiado, mi madre una mujer muy reservada, jamás hablaba de sexo conmigo, usaba prendas íntimas grandes y siempre andaba muy bien vestida, es más, no recuerdo haberla visto jamás con vestimenta sexy, o provocativa, o haberla sorprendido en algo turbio, creo que mi padre al igual que yo solo la veíamos como una buena madre, buena esposa, pero jamás como mujer.
Mónica lo cogió y empezó a oler profundamente el perfume que emanaba, al tiempo que su vulva empezó a segregar gran cantidad de líquido. Se estaba poniendo realmente cachonda, por si eso fuera poco Susana había empezado a deleitarla con expertos movimientos de lengua en su conejito. Susana estiró un brazo y cogió algo de entre la ropa y se lo tendió. Eran unas bragas de seda, color crema, las palpó, sus pezones se endurecieron más aún; se acarició interponiendo las bragas entre su mano y su piel. Sus poros se iban abriendo al contacto de la suave tela mientras con la otra mano acariciaba el pelo de Susana y la atraía más hacia sí.
Las cosas se complican para los personajes que habitan en el dojo Tendo. Después de que el maestro Happosai desapareciera las mismas fuerzas que se lo llevaron les provocan enormes calenturas y extrañas alucinaciones sexuales.
A partir de esa tarde mi hermana se convirtió en mi obsesión. Mientras cenábamos, por la noche, me quedaba embobado mirándola, imaginando que esa misma boca que ahora veía engullendo la ensalada muy probablemente acababa de saborear hacía un rato el semen viscoso de su novio.
Sus habitantes gozaban de las piscinas públicas, centros recreativos y demás lugares de diversión y esparcimiento. Sin embargo, ese ambiente no estaba presente en la gran sala del Consejo del pueblo, los ahí reunidos tenían la cara larga y permanecían en sepulcral silencio, cuando la puerta se abrió todos esos ojos se fijaron en Soun Tendo, presidente del consejo ese año, quien de inmediato sintió el peso de todas las miradas sobre él.
Cuando llegue a mi estación salí del vagón, pero no miré hacia atrás pensando en lo tarde que era para llegar a casa. Al abordar el pasillo tan largo, comprobé que a pesar del día y la hora este estaba desierto, pero no le di más importancia y apreté el paso. Poco después oí a los chicos abordar el pasillo mientras silbaban y me decían algunas groserías, lo cual me alarmó y decidí apretar el paso.
Hasta que me sucedió esto, yo ya había tenido experiencias con chicos, no era una novata en el sexo, se puede decir que empecé muy pronto a interesarme por el tema (os prometo una historia sobre ello más adelante) incluso había un chico que aunque no lo consideraba como mi novio ya había estado con el varias veces.
Entré en el servicio, me acerqué a ella y esta me acarició el paquete por encima del pantalón. Sin pedirle permiso me agache y le pedí que empezara a mear. Quería tocarle el coño mientras sentaba se meado en mis manos.
Su mano masturbaba cada vez más rápidamente a mi tan excitada herramienta y se escapaba entre sus chasquidos bucales alguna que otra sonrisa de victoria. Mi semen escondido en mis testículos clamaba por escapar, al sentir tanto placer ante aquella felación, y ella seguía a mis pies envistiendo mi polla con sus mordiscos y lengüetazos.
Ella no se asusta por el tamaño de mi pene y continúa saboreándolo, llegando desde su base hasta la punta de su cabeza, la que muerde entre sus labios cerrados. Empujo con más fuerza, con la idea de llenarle la boca de semen y que se lo trague todo y siento que estoy acabando, que mi leche está por salir, que le voy a inundar la boca, que mis líquidos empiezan a buscar la salida.
Fuimos a cenar a un restaurant muy lujoso, durante la comida tomamos dos botellas de vino, que para mí acostumbrado a tomar no fue nada, pero ella estaba en un estado en el que era fácilmente manejable. A cada rato se le escapaban sus senos de la blusa y ella ni cuenta se daba, por lo que yo tenía que estar avisándole.
La propietaria se llama Flora y es viuda hace casi 5 años, ella tiene 57 años de edad, de contextura normal, como se viste con faldones se le nota seria, tiene pechos grandes y algo caídos por la edad, piernas adorables y caderas que ya quisieran tenerlas algunas chicas, tiene una hija madre soltera (algo gordita) con un crío de 7 años que es una joda.
Un joven tiene una primera relación homosexual con el novio de su hermana. Aquella tarde nos habíamos quedado los dos solos en la casa. Mi padre estaba de viaje y mi hermana y mi madre habían salido de compras. Ya se sabe lo que se enrollan las tías cuando se van de compras.
A los 16 tenía un noviecito que me desvirgo, en mi casa, en una de las tantas tardes que nos quedábamos solos, mientras mis padres trabajaban y mis hermanos, estaban en el colegio, fue esa tarde, que si bien mi calentura era real, me percate, que el sexo, debía ser algo más, me ardió, no me gusto, mi desfollador un inexperimentado, no me hizo, gozar nada.
Ana, apoyada en el marco de la puerta, aparecía en ropa interior. No se había desprendido de los zapatos de aguja y a Quique le dio la impresión de estar observando una página muy real de una revista erótica. Como erótica era la postura que adoptaba.
Sabía que su esposa era distinta a las demás y pensaba continuamente que si ella era tan insaciable para el sexo necesitaría a alguien más aparte de él.
Me desataron las manos y pude meter un dedo para coger el caramelo, estaba tan metido el caramelo en su coño que hubiese sido imposible alcanzarlo con la lengua incluso aunque me hubiese tirado allí días enteros buscándolo.
Nuestro protagonista hace una visita a tres amigas que vivían juntas. Con la excusa del calor las chicas no llevaban mucha ropa y él no tardaría mucho en desprenderse de la suya.
El camino se me hizo eterno y eso que sólo estábamos a unas cuadras. Al llegar recuerdo de la calentura que tenía ni escuché el monto del viaje, sólo le tire diez pesos (diez dólares) al taxista, cerré la puerta y corrí a abrazar a Caro, empujé la puerta del hotel, me acerqué a recepción, pedí la llave de mi habitación y nos dirigimos al ascensor.
Hace 15 días le dieron una invitación en la facultad para una fiesta en una casa muy grande, con parque y pileta, ella está en el último año de su carrera, y decidimos ir, se puso una blusa traslucida y muy escotada, y una pollera muy corta que casi dejaba ver el comienzo de su cola.
También me excitó pensar en cómo se movían mis pechos, libres bajo la ajustadísima prenda negra, y los pezones me dolían, enhiestos, apretados a la tirante tela. Casi podía sentir en esos momentos que bailaba completamente desnuda para ellos, para los hombres que me contemplaban.
Todo esto expresado, refleja el grado de sumisión que alcanza una ninfómana, hacia el acto sexual, superando cualquier barrera, la edad es un problema físico, hasta cuando le darán bola a Silvia, por ahora hace diez años, está contenida a fuerza de goce.
En el autobús de la línea 1 tuvo una experiencia muy excitante, es una buena solución para todas las mujeres que no quieren tener relaciones sexuales, tal vez sean ninfómanas y deseen un momento de placer.
No podría decirles si fue atracción sexual o simples ganas de provocarlo, pero la respuesta con sus labios y boca, me encendió como nunca jamás me había pasado, pues ya les dijo que salvo dos noviecillos que no pasaban de besos limpios, con nadie me había besado "de a de veras".
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