En esa ocasión que mi automóvil estaba en el taller tuve que tomar un taxi para ir a mi trabajo, realmente lo que vi me encanto.

Cabe mencionar que a mis 29 años me conservo muy bien, con un cuerpo delgado y firme, y a pesar de ser casada siempre he sido muy sexual, y no me complico para nada si de pronto surge la posibilidad de estar con algún hombre que me agrade y que no sea mi marido.

En fin, que dentro del taxi me encontré con un taxista muy atractivo, de 32 años, blanco, de cuerpo musculoso, atlético, cabello cortito, facciones varoniles, barba cerrada de dos días, unas manos fuertes y grandes, vestía unos jeans y una playera negra muy ajustados que lo hacían lucir sumamente atractivo.

Yo noté como me miraba insistentemente por el espejo retrovisor y también por un espejo que tenía acomodado cerca del estéreo del coche que, al igual que muchos taxistas usan para ver las piernas de las clientas cuando llevan faldas cortas.

Eso me excito al momento, ya que a mi (igual que todas las mujeres, aunque no les gusta aceptarlo) me gusta sentirme admirada por los hombres, y las miradas masculinas cargadas de lujuria son algo que me puede humedecer al instante.

Conforme hacíamos el recorrido hacia mi trabajo, Raúl, que así se llama el taxista, me comenzó a sacar platica referente al tráfico y al clima, yo animada respondí a su charla, pero sin dejar de ver su brazo musculoso, su pierna y lo que podía mirar de él estando sentada en el asiento trasero del auto.

Traviesa y coqueta que es una, y divertida con la mirada de este joven atractivo, sentí un rico cosquilleo de la excitación, y discretamente comencé a abrir un poco mis piernas para darle una mejor panorámica a mi nuevo amigo; con mi falda corta de un color azul claro podía dejarlo ver las ligas de mis medias (signo propio de coquetería) y quizá también un poco de mi ropa interior blanca (me fascinan las tanguitas de encaje blanco), además de que yo sentía como esa rica sensación iba en aumento.

El pobre hombre ya no sabía ni cómo manejar, mirando lo que podía ver a través del espejito en su consola, y de vez en cuando volteaba más descaradamente mientras platicábamos.

Raúl fue quien cambió el rumbo de la conversación, me preguntó si era casada, que me veía muy joven, y yo le platiqué que sí, que tenía ya algunos años casada, que no tenía hijos y que me gustaba mi vida, aunque también gustaba de mi libertad.

Raúl también me dijo que era casado, con dos niños, y que también vivía bien, pero que definitivamente la carne era la carne y que a él le gustaba divertirse, diciéndome esto, con su mano derecha soltaba la palanca de velocidades y se frotaba su muslo y también su entrepierna, sin dejar de mirarme por los dos espejos.

Yo de inmediato me excité más, era un tipo atractivo y cachondo, por lo que yo habría más mis piernas y con mis manos acariciaba un poco mis rodillas, dejándome llevar por el momento, subiendo mis manos por mis muslos, haciendo más evidente mi excitación.

Cuando llegamos a mi trabajo, Raúl decididamente se volteó hacia mis mirando mi cuerpo y me dijo que era muy bella, y que le gustaría invitarme a algún lado, yo sin pensarlo le pedí que me esperara unos minutos, que debía ir a mi oficina, pero que saldría de inmediato y podría acompañarlo un ratito, así que bajé del auto, dejé mis cosas en mi oficina, avisé que estaría fuera una hora y regresé al taxi, subiéndome ahora en el asiento de adelante junto a Raúl, quien sonrió lujurioso y arrancó el auto de inmediato.

Apenas habíamos arrancado cuando comenzó a acariciar mi pierna con su mano, suavemente, sin decir palabras, sentí su mano fuerte y grande acariciar mi pierna y recorrer la parte interna de mi muslo izquierdo; mi calentura iba en aumento, sentí la humedad creciendo en mi raja y el calor que invadía mis nalgas, mi vientre y mis senos, con mis pezones erectos y muy notorios…

Raúl me preguntó si íbamos a un motel, y yo accedí excitada y un tanto nerviosa por la situación, pero no era la primera vez que hacía esto, y Raúl se veía un chico formal, limpio, y que buscaba lo mismo que yo, un poco de rico sexo sin compromiso.

Entramos al motel (en las afueras de la ciudad), Raúl pagó la habitación y estacionamos el taxi detrás de la cortina del cuarto.

En cuanto entramos a la habitación y cerramos la puerta nos abrazamos y su lengua se enredó en la mía, sus manos recorrían mi cara, mis tetas, mi cintura, mis nalgas, metiéndose bajo mi falda y acariciando mi raja sobre mi panty de una forma ansiosa, viril, obscena, abriendo mis nalgas y jalando mi tanga para meterse entre ellas, haciéndome gemir…

Yo sentía su aliento, su aroma de hombre limpio, mis manos comenzaban a conocer su amplia espalda, su duro pecho, sus nalgas duras y tensas, y un rico bulto que se endurecía bajo su pantalón ajustado.

Rápidamente levanto su playera y besé ese rico pecho cubierto de vellos negros, lamí sus tetillas rosadas y erectas, aspire su aroma, acaricié sus fuertes brazos y sus axilas, me separé de él y desabroché su pantalón, sus vellos de su pecho bajaban y se perdían en su cintura, yo quería ver más, bajé su pantalón hasta sus rodillas y yo agachada frente a él admiré su bulto duro, una trusa blanca, muy ajustada, dejaba ver una verga dura, como queriendo romper el calzón, besé ese bulto lamiendo su entrepierna y acariciando sus nalgas velludas, y fui bajando su trusa con mis dientes, descubriendo una selva de espesos vellos oscuros y revelando el inconfundible olor de macho que tanto me calienta.

Su verga saltó ante mi cara, majestuosa, morena, larga (más que la de mi marido), con una cabeza rosada brillante, tomé con mis manos sus testículos pesados y peludos, suaves, y acariciándolos besé la punta de ese rico pene probando el sabor saladito de ese líquido que denuncia la excitación del hombre.

Raúl solo cerró los ojos y suspirando sintió como su verga entraba en mi boca cálida y mi lengua recorría ese rico palo que apenas cabía entre mis labios. “Mámala Chiquita” me decía el hombre, “Trágala toda, es tuya Mamita, déjame cogerte la boca que es lo que te gusta Mami, date gusto Putita, ¡sí! ¡Que rico mamas mi verga putita, que caliente eres!”…

Esas palabras me encendieron al máximo y comencé a mamar su verga como solo yo sé hacerlo, sus manos tomaron mi cabeza y él dirigía el ritmo de esa mamada, mientras mis manos acariciaban sus huevos y recorrían sus nalgas duras y apretadas…

Pero yo no quería que todo terminara ahí, así que de pronto saqué su pene de mi boca, me levanté y me separé de él, le dije: “Ahora obsérvame mi amor”, y comencé a desabrochar mi blusa que cayó al suelo junto con mi falda, y acariciándome como una prostituta me quité el bra liberando mis tetas, el pobre de Raúl solo me veía masturbándose lentamente y yo sobando y pellizcando mis pezones erectos, juntando mis tetas y ofreciéndoselas…

De manera sexy me quité las medias enrollándolas por mis piernas, y me quité mi tanguita arrojándosela a Raúl, quien la tomó y la llevó a su nariz, estaban empapadas de mis jugos…

¡Frente a él me acosté en la cama abierta de piernas, y con mis manos comencé a separar los labios hinchados de mi vulva, mojaba mis manos, con mis dedos sobaba la entrada de mi raja dándome placer, masturbándome frente a este hombre extraño y desnudo, qué cosa más caliente! De pronto dejé de tocarme y abriendo mis piernas al máximo le ofrecí mi raja.

“Cómeme ya!” le grité, y él se aventó a la cama abriendo con sus dedos mi rajita, metió su lengua, me escupió saliva, me comía totalmente, chupando desesperado, así me llevó al primer orgasmos, gritando y jalándolo de los cabellos, sentí explotar mis jugos y él bebiéndose todo como un macho hambriento de hembra!

Él siguió con su trabajo, se levantó, su verga parecía explotar de lo gorda y colorada que estaba, se puso un condón que sacó de su pantalón, levantó mis piernas abriéndolas y clavó esa rica y dura verga en mi cosita, de un solo golpe entró hasta la raíz, y yo gritando le suplicaba “Cógeme más, siiiiii, dame tu verga, soy tu putaaaa, ¡siiiii dame massssss! Y comenzó a cogerme de una manera salvaje, sus embestidas hacían brincar todo mi cuerpo, mis tetas se movían a su ritmo…

Así estuvo cogiéndome por unos minutos, después le pedí que se acostara y lo cabalgué brincando sentada en su verga, una mano suya en mis tetas y la otra en mis nalgas tocando mi ano, estábamos empapados de sudor, yo me sobaba mi raja en la entrada de su verga y apretaba su pecho mientras seguía cabalgándolo…

Cuando noté que estaba por terminar lo saqué de mi raja, se quitó el condón y se masturbó sobre mis tetas hasta que estalló en varios chorros enormes de rica leche caliente, yo ya había logrado otros dos hermosos e intensos orgasmos…

Ya un poco recuperados me duché rápido sin mojar mi cabello, él también se duchó y nos vestimos.

Raúl recogió mi pantaleta aún empapada y me pidió si podía quedársela, que hacía mucho que no gozaba con una mujer como yo, y yo gustosa accedí, y con un rico beso salimos del cuarto rumbo a mi trabajo, ya había pasado más de una hora.

Cuando llegamos me dio el número de su celular y quedé en llamarlo cuando lo necesite, y pienso hacerlo pronto, me gustaría estar con él un poco más de tiempo, y hacer lo que quiera con él, tengo tantas ganas de tener sexo anal, las medidas de este chico son lo justo para mí, además de que también le pediré sus calzones de recuerdo.

Espero le haya gustado esta experiencia que me pasó apenas iniciando este año. Esa es la ventaja de no tener inhibiciones, mis deseos y mis ganas no las reprimo y soy muy feliz.

Servicio de taxi.