Sentí como mis huevos se contraían hacia arriba mientras mi verga comenzaba a endurarse debajo de mi jeans.
Volví a ver instintivamente hacia los lados para estar seguro que nadie me estaba viendo.
Me hice a un lado de la baranda de hierro para no ser descubierto. Puse mi mochila negra a un lado, encima de uno de mis pies mientras agudizaba mi vista.
Detrás de los barrotes negros un continuo jadeo había llamado mi atención mientras me encaminaba al interior de la mansión donde debía encontrarme con mi jefe para un trabajo que urgía para el día siguiente.
Era domingo y el vecindario estaba casi desolado. Me había bajado de mi carro había tocado el timbre, pero había encontrado el portón abierto, así que entre.
Al pasar por la piscina escuche los jadeos rítmicos. Volví a ver y… sorpresa! Un tipo con un tremendo tatuaje alrededor del brazo estaba sentado a la orilla de la alberca mientras un tipo menor que él le mamaba su verga que debía medir unos 20 cms. Yo no podía creerlo, así que me hice a un lado para que no me vieran.
Para ser sincero me dio pena al principio, pero al notar que la verga del primer tipo, un mulato grandullón y masculino, estaba parada y ensanchada al máximo, la mía se comenzó a engrosar también.
El tipo era un mulato musculoso, de pelo lacio largo hasta los hombros.
El otro era un tipo blanco, menos musculoso, con cabello rubio y con unos ojos verdes que se le miran tiernos al resplandor del sol que daba en el agua de la piscina.
Al verlos pensé que eran como el café con la leche por sus contrastes de piel.
«Ven y siéntate en este palote»- le dijo el mulato mientras le detenía la mamada con su mano. El blanco le sonrió, se salió del agua dejando ver unas nalgas hermosas, redondas, blanquitas y totalmente rasuradas.
Yo trague saliva mientras miraba como el blanco besaba apasionadamente al mulato. Este le tocaba el culo al otro mientras se movía de un lado a otro.
Luego el rubio acostó al mulato sobre su espalda mientras se besaban apasionadamente. A estas alturas, decidí sacar mi verga de su prisión.
Ya estaba mojada con aquel show que tenía delante de mí. Volví a ver nuevamente hacia el patio y hacia la entrada de la casa, y nadie aparecía, así que comencé a sobarme lentamente mi pedazo de carne. Nunca había hecho algo semejante, pero no era una oportunidad para desperdiciar, hubiera sido un tonto si lo hacía.
«Antes de sentarme aquí»- le dijo el rubio a su amante -«quiero saborearte».
El otro no le contesto, simplemente se tendió en la toalla extendida sobre el concreto a la par de la piscina, cerró los ojos y abrió las piernas.
Eran unas piernas fuertes, parecían de caballo, musculosas y con unos grandes pies, que fue precisamente donde el rubio comenzó a mamar.
Yo sentía cosquillas en mis dedos mientras aquel agarraba los pies del mulato y se metía uno a uno los dedos en su boca.
La saliva que le iba quedando en los dedos me hacía pensar en la saliva que yo estaba tragando.
El rubio subió lentamente por una de las piernas de su amante. Su lengua jugaba detenidamente con los músculos del mulato.
Llegó luego a la verga donde no se detuvo. Por dentro de mi sentía que aquella bestialidad de erotismo realmente me estaba ocurriendo a mí.
Mi verga estaba cuan larga y ancha es, y yo podía disfrutar de aquel liquido preseminal mientras me lubricaba el capullo.
El rubio se acostó encima del mulato mientras le besaba el pecho. Las tetillas del mulato estaban paradas, así que decidí abrir mi camisa azul marino y empezar a tocarme las mías. Sentí como mi mano pegajosa con mi semen se deslizaba deliciosamente por mis pezones parándolos al instante.
El mulato extendió hacia atrás sus brazos mientras su amante le pasaba la lengua por las axilas y por los hombros. Yo sentía que me venía, así que decidí soltar mi verga por unos instantes. Me la vi y noté que estaba mojada, parada y lista para ser mamada o para entrar en el culo hambriento de alguien.
«Ya no aguanto más mamacita…»- le dijo el mulato en tono de súplica.
«Mi culito también está desesperado»- le contesto el rubio mientras yo notaba que su verga estaba parada y aunque más chica que la del otro, se veía apetitosa especialmente cuando sobaba el cuerpo del macho tendido sobre la toalla.
Me desabotone el pantalón, y siendo que la mezclilla es pesada, cayo directamente a mis pies. Agarre mis bolas poniéndomelas en la palma de mi mano dándome un masaje de un lado a otro mientras mi verga parada se lubricaba a sí misma brotando líquido que brillaba en la luz del mediodía.
El rubio se agacho hasta la verga de su amante poniendo su lengua sobre el glande (que era grande) lubricándolo lentamente. Luego abrió las piernas y se sentó sobre ella.
Al escuchar aquel culo entrando en la verga húmeda del mulato y ver como ambos gozaban, sentí que no podría más así que deje de tocarme. Sentía como mis nervios se transmitían unos a otros el mensaje que se hubiera leído «placer».
Eso era exactamente lo que todo mi cuerpo sentía en aquel momento mientras tenía delante de mí dos hombres cogiéndose como locos sin que se dieran cuenta que no estaban solos.
«Que rico culito! ¡Siempre tan socado!»- le decía el mulato mientras lo tomaba de las caderas y dirigía de arriba hacia abajo a su amante que abría su boca con cada estocada.
«De quien es esta verga tan rica?»- le preguntaba en medio de su éxtasis.
«Solo tuya mamacita, solo tuya»- le contestaba el otro mientras sus grandes pies se encogían para facilitar la penetración que le estaba haciendo.
En un instante el mulato lo levanto sin despegarse de él y lo puso en posición de perrito.
«Dale, haceme tuya»- le decía el rubio mientras se tomaba su verga sobándosela lentamente.
«Te voy abrir todos los intestinos»- le amenazaba el mulato mientras su cuerpo se llenaba de diminutas gotas de sudor.
Igualmente yo comenzaba a sudar, y seguramente no solo por el sol del mediodía sino porque todo mi cuerpo estaba sufriendo al no participar de aquella cogida espectacular.
«Eso es lo quiero mi amor»- le contestaba el rubio mientras levantaba la mirada directamente hacia mí.
Sentí como si estuviera en «Cámara escondida» pues su mirada fue directamente a mis ojos. Me vio de inmediato, pero no dijo nada. Con un gesto en su rostro comprendí que no le importaba que los viera. Es más, mientras hablaba continúo mirándome.
«¡Dale papacito… dale con todo…dame tu vergota… cabron, metemela… metemela más adentro!»
Di un paso hacia mi izquierda y dejé mi verga a su vista. Él se pasó su lengua sobre el labio superior mientras las estocadas de su amante iban en aumento.
«Dale… dale…dame esa verga!»- decía mientras yo fantaseaba que se dirigía a mí.
En un momento el mulato se contrajo.
«Ay! ¡Ay… me voy a venir!»- dijo sacando su vergota hinchada y poniéndola sobre la espalda del rubio. Dos chorros de semen salieron disparados mientras el cerraba los ojos y aullaba de placer. Yo me puse la mano en mi verga, pero el rubio movió su cabeza de un lado a otro indicándome que no lo hiciera, que no me siguiera masturbando.
«Que rico mi amor… que rico»- le dijo a su amante mientras este se arqueaba hacia atrás soltando los últimos rastros de semen, pero sin quitarme la mirada.
El mulato se levantó luego de uno o dos minutos, beso al rubio en la boca, se puso una toalla alrededor de su cadera, le dijo algo al oído y salió rumbo a la casa.
Yo me escondí detrás de la baranda hasta que escuché que se había ido. Luego me asome nuevamente al escuchar que el rubio se había tirado a la piscina. Salió en menos de dos minutos y no dudo en volver a verme.
«Vienes?»- me preguntó mientras levantaba una de sus cejas. No se secó y se paró desnudo allí frente a mí. Mi verga seguía parada y con ganas de no quedarse inactiva.
Dudé por un instante, pero decidí que aquel no era un momento para desperdiciar. Tome mi mochila, me subí mi jeans sin abotonármelo y me acerque al rubio.
«No hay problema con el mulato?»- pregunté tímidamente.
«Ninguno. Esta es hora que ya está en la ducha y después se va a poner a tomar por un par de horas para luego irse»- me contesto el rubio mientras me tomaba mi verga parada -«Y tú, ¿quién eres?»
«Bueno…»- no sabía cómo contestar -«…no se si estoy en la casa correcta»
«Buscas a mi papa, ¿verdad? Tu eres el que vendría a trabajar con el»
Entonces si estaba en la casa correcta y el rubio que tenía frente a mí y quien además ya me estaba tocando era el hijo de mi jefe.
«Bueno, si… «- fue lo único que pude decir.
«El no está pues tuvo que salir de emergencia, pero me dijo que vendrías, que te atendiera mientras el regresaba. Me llamo Pablo»- su voz era una combinación de picardía y dulzura -«Así que te voy a atender». Diciendo esto se acercó a mí y me beso. Sentí su piel húmeda que tocaba mi verga parada y mis piernas desnudas.
Sus labios tenían un leve sabor agrio, seguramente por la verga y el cuerpo del mulato, ¿pero al darme una leve mordida disparó aún más mi testosterona -”Quítate esto”- me dijo bajándome totalmente el jeans -”Así te rico estas aquí arriba también?»- me pregunto mientras me quitaba mi camisa. Me quede en pelotas en un abrir y cerrar de ojos.
«Estas seguro que el mulato no vendrá?»- pregunte volviendo a ver hacia la casa.
«Él es amigo de la casa… hacemos esto cada vez que podemos…y no te preocupes no vendrá…ya se va a emborrachar»- me dijo Pablo mientras su cuerpo mojado enfriaba un poco el mío que estaba a punto de entrar en ebullición.
No hable más. No pude. Pablo volvió a besarme con uno de esos besos que te dejan casi sin aliento. No me contuve y también lo besé con todas mis ganas tocándole aquel culo que había quedado abierto después de la cogida que le había dado el mulato.
Mientras nos abrazamos mi dedo índice fue introduciéndose sin dificultad en el orto de Pablo. Estaba aún lubricado, y esperando otra verga: la mía. Pablo me beso el cuello mientras con su mano me tocaba mi verga con suavidad.
«Me gustan los hombres mayores»- me dijo mientras su lengua jugaba con mi pecho peludo.
«Mayores?»- le dije en tono de sorpresa.
«Solo tengo 21»- me informo con una sonrisa -«Y tu pareces de más de 30»
«31, para ser exacto»- le conteste mientras comenzaba a jadear por la lamida que Pablo me estaba dando.
«Perfecto para mis gustos»- dijo Pablo mientras bajaba hasta llegar a mi ombligo -«Y me gusta tener a un hombre que parezca hombre… me gustan esos vellos deliciosos»
«Tu no estas nada mal»- le conteste tratando de encontrar las palabras Enmedio de mi delirio lascivo.
Pablo me lamio unas dos veces mi verga, pero luego la puso recta apuntando hacia el sol que nos alumbraba y paso a darme una mamada de película en mis huevos. Yo me hice varias veces hacia atrás pues la sensación era más de la que podía soportar.
«Me quieres coger?»- me pregunto parándose y dándome un par de besos en mis pezones oscuros.
«Seguro»- le conteste. Pablo se dio la vuelta y me dejo ver un par de nalgas redondas, limpias, sin vello alguno y que cubrían un culo que como ya estaba abierto sería más fácil de penetrar.
Lo vi, y se me antojo, así que me agaché y se lo comencé a besar y luego a mamar. Un sabor agrio nuevamente me inundo mi lengua, pero me excito aún más. Su orto estaba tan abierto que el obelisco de Buenos Aires pudo haber entrado allí.
Mi rubio precioso se acostó sobre la toalla que yacía en el piso abriendo su piernas en forma de «V» para que yo entrara sin dificultad en él. Sentí como mi verga se deslizaba dentro de su intestino y la sensación me provoco escalofríos.
Pablo me miraba directamente a los ojos mientras yo miraba como su verga se mantenía rígida apuntándole a su nariz. Mientras entraba en su cuerpo me arquee para alcanzar con mi boca su verga. El me ayudo poniéndola a mi disposición con sus manos. Era una sensación que seguramente lo volvió loco pues comenzó a decir cosas como:
«Haceme el amor papito… soy tu puta…cógeme cabrón…mámame mi verga…disfrútame…soy tu puta…dale…cógeme…»
Logre mantener aquel balance entre mis penetraciones y mis mamadas por algunos minutos, pero luego no soporte más y termine eyaculando a borbotones sobre el abdomen y pecho de Pablo sin soltarle el pene con mi boca.
Al instante que yo terminara su verga se hincho y exploto. Su semen me alcanzo los labios y fue a depositarse sobre su ombligo y las tetillas.
«Ay… ay…guau….»- decía Pablo mientras se revolcaba de placer. Sus ojos verdes parecían como si se le hubieran quedado trabados por el éxtasis. Su cuerpo blanco lucia hermoso al lado de aquella piscina. Lo contemple por un par de minutos mientras ambos nos recuperábamos.
«Ahora, al agua»- me dijo empujándome sin darme tiempo de evitarlo. Caí pesadamente a la alberca seguido por Pablo que me beso un par de veces más en la espalda y en el cuello.
«Creo que lo mejor es que me vista»- le dije después de darnos varios besos apasionados.
«Si» -me contesto viendo su reloj digital -«Mi papa ya no debe tardar».
Nos salimos de la piscina. Me sequé con la toalla que nos había servido de cama y me vestí. Pablo solo se puso su calzoneta y me sonrió.
«No me has dicho como te llamas»- me dijo.
Le conteste y una vez más se acercó a besarme.
«Como dice aquella película ‘Casablanca’, ‘Creo que este será el comienzo de una larga amistad'»- me dijo dándome un beso casi robado de mis labios.
Por algún motivo yo tenía la sensación de que aquellas palabras se convertirían en realidad. No quería que mi jefe llegara sino quería seguir conociendo a su hijo y explorándolo con más detenimiento.
Al poco rato escuche el carro del jefe que entraba por el portón principal. Yo disimulé lo mejor que pude mientras continuaba platicando con Pablo.
«Lamento mucho el haberte hecho esperar»- me dijo el licenciado Kury.
«No se preocupe…Pablo, su hijo, ha sido un excelente anfitrión»- le conteste viendo de reojo a mi nuevo amante mientras este se mordisqueaba el labio inferior…