Se preparó para salir, para ella era toda una odisea. Tenía que, subir a la pequeña furgoneta, sacar la rampa para poder subir su silla, anclar bien está para que no se moviese dentro de la furgoneta. Volver a subir la rampa, y salir con la furgoneta después de cerrar su puerta.
Se desabrochó la bragueta de forma sincopada hasta que el tirador llegó al final. La mano izquierda de ella buscaba todavía una cremallera mientras que la derecha encontraba un promontorio sobre una tela de algodón. Unas manos nudosas levantaban las costuras de la braguita.
El hombre le sujetó por las caderas, le miró a los ojos y lentamente le fue penetrando hasta tocar su útero con la punta de la polla. Megan, gimió, gimió largo, hondo y desgarrado, se sintió llena y le miro a los ojos, de sus labios salió un tenue ruidito.
Al verme frente a ella, su frente se crispo, pues viéndome la cara ya no podía engañarse a sí misma diciéndose que quien estaba haciéndole algo tan sucio era un desconocido.
Mi nombre es Esteban, vivo en México, soy agente migratorio y recientemente estuve asignado a la frontera con Guatemala en Chiapas. Es de decir, que en esta frontera hay muchos conflictos con los emigrantes de Centroamérica y Sudamérica, porque entran a México para llegar a las Estados Unidos y trabajar como ilegales.
Seis días cruzando los páramos de Nuevo Méjico sin más compañía que un caballo, seis días sin una comida caliente, seis días sin una bebida fría que llevarse a la boca, seis días sin rumbo, seis días sin más distracción que mis pensamientos, seis días pensando en follar no son buenos consejeros.
Me ascendieron, pero yo deseaba a aquella chica y estaba dispuesto a hacer lo que fuese por conseguirla. Entonces todavía no estaba casado y tenía 32 años, diez más que ella, una jovencita de 22.
La sensación de poder, de dominar, de tener el absoluto poder sobre una mujer es una sensación que la mayoría de los hombres sentimos como una de nuestras grandes fantasías, pero ¿y si fuese al revés? Ser el dominado.
El enmascarado. Deja el abrigo en el guardarropa y se mira en el espejo antes de apagar la luz: su pelo rojo, entre anaranjado y rubio, ondulado, con la raya en medio, su cara redonda, sus coloretes para disimular su palidez y resaltar las pecas, sus ojos azules, su boca pequeña.
Desde que ella llegó a la casa de mi novia sentí una gran erección al verla, era preciosa me encanto, mi relación con ella se empezó a dar de buena forma, yo siempre me portaba con ella de lo mejor, pero con intenciones de algun dia poder cogerla en ciertas ocasiones ella se sentaba en el sillón con las piernas abiertas y como usa shorts de licra cortos podía ver su pantaletita asomarse, eso me ponía cada vez con más ganas de cogermela.
Tuve conciencia de mi homosexualidad antes de cumplir los 12 años. Siempre buscaba mirar antes el pene de mi hermano, 5 años mayor que yo, que la rajita de mi hermana 2 años menor que mi hermano. Solía esconderme en un armario-habitación que había en la habitación de mis padres, y que se accedía a él tanto por su propia recámara, como a través de otra puerta en el pasillo.
Durante años el sexo fue para Leonor algo así como parte de las obligaciones que toda mujer debe tener. Originaria de Oaxaca, como la mayoría de sus coterráneas se había casado muy joven, y junto con su marido llegó a la gran ciudad en busca de nuevos horizontes.
Los días pasaron, yo informándome por sus compañeras de piso, espere a llamarla hasta que consiguió un trabajo, pues sabia que una vez que empezase a ganar dinero y tuviese un trabajo que le gustase, el hacer que lo perdiese seria otra arma contra ella.
Esta es una historia real con nombres falsos que ocurrió hace un año y medio y aun dura. Ya hace mucho tiempo que me había fijado en mi prima, una chica castaña, bastante alta y desgarbada, pero con unos pechos grandes algo caídos, pero muy excitantes para mi.
Yo entiendo que mi ilustre hermana a sus 21 años genera mas ingresos que yo con mis 23; de hecho, yo no genero ingresos y sí gastos ya que no tengo preparación para trabajar en algo grande, así que aun dependo económicamente de mis padres.
El trato fue que Fabiola se estaría conmigo toda la noche, y yo tenía derecho a todo, sin perder tiempo la llevé a un cuarto que utilizo de bodega en el mercado, entré y de inmediato la comencé a fajar.
De pronto dio una embestida y el glande se coló en mis entrañas, produciéndome un dolor insoportable, con lo que intenté zafarme de esa penetración pero me tenía muy cogida y lo único que conseguí es que se metiera un poco más, por lo que intenté quedarme quieta y esperar que cediera el dolor.
Don José me observaba de arriba abajo, con unos ojos nada buenos, yo me fije en él, y era un tipo sin ningún atractivo gordo con unos ojos pequeños como los cerdos, que se clavaban en mi cuerpo.
A Sandra le lloraban los ojos, había dejado de masturbarse y solo trataba de coger un poco de aire por la nariz. No sabía cuanto tiempo llevaban así pero parecía una eternidad. Al final, su boca se lleno de semen que tuvo que tragar para poder respirar.
Del coche patrulla salió Cristina, era policía del pueblo y se portaba de manera severa con estas pequeñas infracciones de trafico que otros compañeros no tenían en cuenta.