La historia que relato a continuación es real como la vida misma, en algún pueblo del norte del Perú, creo que al contarla una parte de mi se desahogará y podré liberarme de la humillación constante en la que vivo, sometida por mi marido desde hace mucho tiempo.

Bueno y mi amiga también, por motivos personales prefiero cambiar los nombres, aunque no creo que mi marido lea esto nunca, no sé manejar este y esto me lo escribe un amigo, para mí muy especial, me ha prometido que me enseñará nuevas forma de amar.

Me casé muy joven, a los 18 años, era prácticamente una niña, pero en el pueblo en que vivo mi marido era entonces el mejor partido que podía aspirar.

Paco –le llamaré así, aunque no es su verdadero nombre-, era un hombre bastante bruto, criado desde pequeño en la rudeza del campo, ocupado en mantener la enorme finca que heredó de su padre.

Tenemos cabezas de ganado –prefiero no especificar- y tierras de cultivo.

Dinero, afortunadamente no nos preocupa, Paco es tan tacaño que lo raciona todo, menos la comida de casa.

Paco tenía 23 años y yo 18 cuando nos casamos, desde un principio sabía que no era tierno ni tenía delicadeza alguna, pero en un pueblo como el que vivimos, tampoco tiene mucha importancia, la ternura y la delicadeza quedan un poco para las madres o son cosas de maricones de la capital, como dice él.

El único contacto que tengo con gente es con el capataz de la finca y con su mujer. –la llamaré Rosa, y yo María-. Rosa es más joven que yo, como era huérfana el juez le dio permiso para casarse con 17 años con Rafael nuestro capataz. Él tenía 24 años.

Para hacerles una idea de la vida en nuestra pueblo les diré que en las tierras de mi marido vive la gente que nos la trabaja y hasta no hace mucho existía el derecho de “cachería del patrón”, es decir el dueño de las tierras era el primero que yacía con la novia cuando se celebraba una boda.

Aunque cueste de creer en las tierras de mi marido todavía sucede, yo no lo he visto pero he oído comentarios sobre ello a la gente del campo. Rosita me dijo que a ella nunca la había montado, suponía que como su marido era el capataz la respetaba.

Rosa es morena como yo, tenemos el pelo muy negro. Y de nuestros cuerpos que quieren que les diga, yo creo que sin ser modelos si estamos apetecibles (buenas zorras para joder y preñar como dice mi marido).

En los primeros meses de matrimonio me fui dando cuenta de cómo era Paco. Un bestia en todos los sentidos, pero era bueno conmigo todavía, no es que sea malo ahora.

Una cosa que quiero aclarar es que nunca jamás, me ha pegado. Ni que se le ocurra porque cojo el azadón y le cortó en dos.

Al principio todo iba bien –relativamente-, me ocupaba de la casa que es muy grande, aunque Rosa me ayuda en las tareas, lo malo era por la noche cuando nos íbamos a la cama.

Poco a poco Paco se convirtió en la bestia que lleva dentro y su despotismo y su tiranía la utiliza con todo el mundo, sin control le da igual.

La noche que me desvirgó fue una pesadilla para mí.

Yo era una inexperta en el sexo, ni siquiera había tenido relaciones de novios, Paco me respetó hasta que nos casamos, nunca intentó propasarse conmigo y mucho menos tocarme.

Me desnudé en el baño y me puse el camisón que me compré con todo cariño, para esa noche. Era rojo y transparente, en la capital me dijeron que era lo que se llevaba y que a mi marido le encantaría.

Joder, no conocen a Paco, cuando salí del servicio, estaba en la cama fumando sólo con los calzoncillos. Me miró con ojos de lobo, se lamia los labios y me entró un poco de miedo, sobre todo cuando me fijé en el enorme bulto que tenía en sus calzones.

Ven aquí niña, me ordenó –Paco no pide, ordena y se cumple-, con ojos de deseo pero que a mí me asustaban. Ahora vas a conocer a un hombre de verdad.

Temblando me aproximé a él, me agarró de los brazos y me tumbó sobre su pecho, clavando el enorme bulto en mi vientre.

¿Has visto alguna vez un cipote de verdad, niña?

No ¡¡¡¡, te lo juro, dije asustada.

Pues mira y se arrancó los calzones. Dios bendito lo que apareció ante mis ojos, tenía un miembro enorme y muy gordo, parecía más la tranca de un burro que la pija de un hombre. Por lo menos le medía 30 centímetros de largo y 7 o 8 de ancho, su miembro era descomunal.

Empecé a sentir pánico pensé que me iba a destrozar con su cosa y se me saltaron las lágrimas.
No llores mujer que todavía no he empezado, déjalo para luego. Me dio unos ánimos……..Vamos no tengas miedo, tócamelo niña, me ordenó con voz ronca.

Acerqué mis manos temblorosas, me daba miedo tocarlo, pero al fin se la agarré, la sentí durísima como si hubiera cogido el palo de un pico, igual. Me quedé agarrada a su estaca sin saber qué hacer.

¿Joder, niña es que no sabes qué hacer?. ¿No te han enseñado a dar gusto a un hombre?.

No, dije asustada.

Yo te enseñaré, gritó. –tiene un vozarrón tan fuerte que cuando habla, parece que grita-.

Me sujetó la otra mano y la puso en su estaca también, luego me sujetó las manos y me obligó a subirlas y bajarlas por su cipote mientras se reía diciendo que parecía un mamporrero de bestias (burros).

Estuvo un rato así hasta que me soltó y lo hice yo sola, me daba asco sobre todo cuando le veía la punta al bajarle la piel, la tenia de color morado y le olía a meados.

Noté como se le hinchaba de gusto. Así niña sigue. Ahora chúpamela ¡¡¡¡.

Me sobresalté, acerqué mi cara, pero no pude tenía algunos pelos pegados en la punta y el olor a meados era repugnante, me dieron arcadas.

¿Qué pasa no me la vas a chupar?.

Es que me dan arcadas, huele mal.

No dijo nada, pero puso cara de mala leche. A tirones me arrancó mi precioso camisón y las bragas, me dejó como mi madre me trajo al mundo, me cogió las piernas y me las abrió tanto que me empezaron a doler las ingles, me olió el chumino. Aahhhh, dijo, huele a hembra caliente.

No entendía lo que quería decir, pero sentí como me mordía los labios de la vulva haciéndome daño, me la escupió restregándome su saliva y frotó mi clítoris con sus dedazos sucios, metiendo dos en mi vagina. Juego con ella metiéndolos y sacándolos.

Sentía repulsión, hice un esfuerzo por controlar mis náuseas.

Pero lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar. Cuando se cansó de jugar con mi chochito, me alzó las patas, y empezó a meterme esa monstruosidad que tenía tiesa.

Ahora vas a saber lo que es un hombre, no hacía más que repetírmelo.

Noté como empujaba y a cada empujón su enorme pinga me destrozaba por dentro, pero de pronto el dolor se hizo más intenso, insoportable, sentí que me rompía por dentro, intenté mirarme y vi que su pingaza manchada de sangre, me asusté mucho y chillé con todas mis fuerzas rompiendo a llorar.

Calla zorra ¡¡¡ que no es para tanto, sólo te he roto el virgo verás como a partir de ahora te gusta mucho, me decía el muy bestia.

Seguía penetrándome con mucha fuerza, pero el dolor no se me pasaba, me quedé quieta respirando hondo y llorando, deseaba que aquel martirio terminara cuanto antes.

Se paró cuando noté sus huevos muy apretados contra mi culito. me sentí extraña con toda esa cosa clavada dentro de mí, notaba sus latidos, como si fuera un animal con vida propia que se hinchaba más y más. La sacaba y la metía otra vez, así estuvo bastante tiempo.

Ya no sentía dolor

Era una sensación nueva para mí, contra más fuertes eran sus pingazos más gusto sentía dentro de mi chochito, me negaba a reconocerlo, pero mi cuerpo no me obedecía seguía notando gusto.

Me estuvo jodiendo mucho rato y empecé a comprender que lo que sentía ahora era muchísimo placer, más del que yo quería hasta que sentí un gusto enorme, era como si se me fuera a parar el corazón, tenía temblores y me abandoné a esa sensación desconocida chillando y jadeando.

Lo ves, zorra ¡¡¡¡¡ todas sois iguales, primero os quejáis y luego os corréis de gusto.

Me relajé pensando que todo había terminado, si siempre iba a ser así no lo entendía.

Me volví a equivocar por completo, me dio la vuelta manejando mi cuerpo como el de una muñeca y me puso como los perros, el miedo volvió a mi cuerpo no entendía que pasaba ahora.

El muy cerdo me chupaba el culo como si fuese un helado, volví a sentir asco, era repugnante lo que hacia sus babas me escurrían por los muslos, noté su rabo en mi culo y grité.

No, no, no, por favor más daño no, de nada sirvió que le suplicase estaba decidido y lo hizo, me dio por culo como el decía, el dolor fue tan insoportable que me mareaba y apunto estuve de desmayarme, me entraron nauseas, pero seguía jediéndome el culo, no pude soportarlo más y vomité.

Eso le hizo pararse y me la sacó manchada de sangre.

Con el tiempo también te gustará ya lo verás, me dijo como advertencia.

Por lo menos hazme una paja mamporrera, ya que todavía sirves para joder.

Le agarré su gran nabo con las dos manos y se lo moví arriba y abajo hasta que de su punta empezó a manarle la leche a chorros salpicándome en la cara.

Parecía una fuente arrojando leche no paraba, el cerdo me babeó en la tripa mientras se corría.

Cuando dejó de salirle leche se levantó, me miró y me dijo con ese vozarrón que tiene: vete a lavar chiquilla das asco.

Contemplé mi cuerpo dolorido, escocido, ensangrentado y pringoso de semen y me eché a llorar camino del servicio.

Cuando se lo conté a Rosa al día siguiente me consoló.

Por suerte para ella su marido no tenía un miembro tan grande, pero de todas formas ya verás como con el tiempo te acostumbras y no sentirás dolor.

Le agradecí sus palabras, pero no me consolaron.

Como podéis leer mi noche de bodas más que consumar el matrimonio casi fue una violación, pero Rosita tenía razón a los seis meses mis agujeros estaban tan dilatados que no me dolía cuando me penetraba, poco a poco me fui acostumbrando a su tamaño y con picardía me las ingenié para obtener placer, la verdad es que me daba mucho.

Mi cumpleaños: Recuerdo que cuando cumplí los 19 años estaba hecha toda una moza, mi cuerpo era fuerte y tenía mucha energía, un cacharrero pasó por la hacienda y llegó a la casa vendiendo sus cacharros, era muy amable y picarón, no estábamos interesadas en los cacharros que nos ofrecía.

Entonces nos susurró bajito que tenía la última moda de Paris en ropa interior y nos guiñó un ojo. Rosita y yo nos echamos a reír pícaramente y el señor nos enseñó unos sujetadores y unas braguitas muy pequeñas, nos gustó y se las compramos.

Que lo disfrutéis con vuestros marido nos gritó mientras se alejaba.

Rosita y yo excitadas como dos colegialas nos fuimos a casa a probarnos las ropitas, ella color rojo y yo color negro, nos sentaban de maravilla y hacíamos bromas riéndonos.

De pronto se abrió la puerta y Paco apareció bajo la puerta, nos cubrimos rápidamente con los vestidos, tenía los ojos inyectados en sangre y me entró pánico.

¿Con que os gusta sentiros rameras Eeeehhhh?.

Paco por favor…………

Cállate puuutaaaaaa ¡¡¡¡ chilló sin dejarme explicar.

Os quiero ver a las dos ahora mismo en el salón, ordenó saliendo de la habitación.

Rosita me miró completamente acojonada y yo tiritaba de pánico. Nos vestimos rápidamente y corriendo bajamos al salón, Rafael estaba a su lado, los dos de pies, nos miraban como si hubiéramos echo algo malo. Sólo habló Paco “EL AMO”, como le llamaban los campesinos.

¿Sabes Rafa que tu mujer Rosita y María les gusta ser unas putas?.

intervine-.Paco por favor deja que…………….

Calla ramera, me vas a negar lo que he visto con mis propios ojos ¡¡¡¡¡¡?.

Nos arrancó el vestido a las dos dejándonos con la ropa interior que acabábamos de comprarnos.

Nos cubrimos nuestras vergüenzas como pudimos. ¿Qué te parece Rafa?. ¿Son o no son unas rameras?.

Rafael no dijo nada, se limitó a decir que si con la cabeza, como los burros.

Ya que tenéis mucho tiempo libre y os gusta hacer de rameras, he decidido que lo mejor que podemos hacer es preñaros, así estaréis más ocupadas y no tendréis tiempo de putear tanto.

(El gran juez había hablado, se creía el juez de sus tierras y nadie le discutía, la sentencia estaba dictada y no había apelación posible).

¿Qué te parece compadre?, le dijo a Rafael dándole un codazo en un costado.
Cojonudo compadre, lo que tú digas.

Pues empecemos y dicho y hecho nos arrancaron la ropa y nos dejaron desnudas y allí mismo humillándose y avergonzadas completamente fuimos jodidas Rosita y yo.

Cuando acabaron de correrse nos dejaron tendidas en el frío suelo y ellos se sentaron en el sillón, mirándonos y bebiendo una copa de anís.

Miré a Rosita y vía que lloraba avergonzada en silencio igual que yo.

Nos sentamos en el suelo y nos quedamos quietas, tapando nuestros pechos con los brazos cruzados. Ellos seguían bebiendo sin parar y hacían bromas sobre nosotras.

Míralas compadre parecen dos rameras que no han roto un plato en su vida. Rafa como los burros, nunca le he visto discutir una orden o comentario del amo.

Se me ocurre una idea, dijo Paco. Abrí los ojos como platos esperando lo peor.

Si se compran ropitas de ramera es porque les gusta ser rameras, ¿No?.

¿Pues a partir de ahora mismo serán nuestras rameras, vale compadre?. Cuando queramos mujeres de verdad iremos al pueblo de los campesinos.

Rafa estuvo de acuerdo en todo. Se acabaron la botella de anís, pero no estaban borrachos, tenían mucho aguante, nunca he visto borracho a Paco y eso que bebe como una bestia.

Volvía a tener los ojos rojos y empezó a babear – eso era malo para nosotras, pensé-. ¿Mira compadre, te gusta esa puta de negro?.

Si, claro que me gusta.

¿Quieres follártela?.

Ssiiiiii ¡¡¡¡ exclamó Rafa babeando también.

Pues hala ¡¡¡¡ fóllatela yo me quedo con la de rojo.

Rosita me miró y empezó a temblar, me suplicaba con los ojos, pero desgraciadamente no podía hacer nada, el Amo nos había marcado y nada le iba a hacer cambiar de idea.

Rafa me cogió y tiró hacia arriba, me puso de rodillas ante su sucia y pringada pinga que olía mal. Chúpamela puta, vamos quiero que me la chupes, me ordenó.

Hice de tripas corazón no tenía más remedio y le agarré el cipote y me lo metí en la boca chupándolo, ya nos sentía asco si no indiferencia, aprendí a ser insensible ante estas guarrerías, le mamé el cipote hasta que se le puso tieso, Paco y él hacían bromas sobre lo bien que la chupaba.

Paco le dijo que me había costado trabajo pero que al final había aprendido bien.

Pues si quieres disfrutar dile a la puta de rojo que te la chupe, decía el cerdo de Rafa riendo, esa sí que sabe mamar pinga, ya verás.

Mientras Rafa me tumbó en el suelo y me penetraba salvajemente la pobre Rosita le mamaba el pollón a Paco al tiempo que le hacia una paja con sus manitas.

El cabrón gritaba como un cerdo, no paraba de chillar lo bien que le mamaban.

Rafa me hincaba su nabo de una manera salvaje al tiempo que un hilillo de saliva se le caía por la boca y me goteaba los pechos, su cipote no tenía el tamaño que el de Paco y eso que era grande también pero no tanto, procuré concentrarme en el placer de la follada imaginando a otro hombre, apuesto y que me trataba con dulzura, era la mejor forma de correrme y no sufrir.

Los gritos de Rosita me devolvieron a la realidad, Paco la estaba dando por culo y le costaba aguantar sus embestidas.

Estuvieron jodiéndonos dos horas o más, no lo sé con certeza es como si el tiempo no contara para nosotras, luego ellos eyacularon en nuestra cara y en nuestras tetas. Rosita se llevó la peor parte porque cuando Paco se corre parece un rio, la puso perdida.

Quedamos rotas y nuestros cuerpos pringados de semen.

La pobre Rosita tenía la vulva muy hinchada, sus labios estaban inflamados y tiesos además de escozores en el culito.

El hijo puta de Paco se dio cuenta y la dijo ponte como los perros que te voy a calmar y el cabrón la meó en el culo descojonándose de risa mientras la pobre Rosita aullaba de dolor.

Rafa riéndose también de la gracia me meó la concha.

Cuando terminaron se vistieron y se fueron.

Así fue como concebí a nuestro único hijo, tuve problemas durante el parto y me operaron, me dijeron que ya no podría concebir más dí gracias al cielo. Siempre me queda la duda de quien es el padre, pero por nada del mundo me atrevería a decírselo a Paco.

Los Días de caza: desde aquel maldito día en que conocimos al cacharrero, nuestra vida cambió a peor, sobre todo los malditos días de caza.

Primero se iban Paco y Rafa con algún trabajador a ojear piezas, para saber si tendrían que reforestar o no, la finca es tan grande que Paco tiene caza mayor (jabalíes, venados) y menor (conejos, liebres, perdices),esta operación duraba una semana y cuando regresaban a casa venían bebidos y con ganas de juerga.

Un día volvieron muy satisfechos, Rosita y yo les preparamos la comida.

Por el ruido que hacían al comer parecían cerdos, sobre todo Paco, se bebieron una botella de vino tinto.

Cuando terminaron de comer, eructaron de manera bestial, Paco puso sus enormes brazos detrás de la cabeza, en su nuca se estiró y soltó un pedo, dando risotadas por su hazaña, se sentía satisfecho con el estómago lleno.

Dios compadre, he comido como una bestia.

Si el guiso estaba muy rico, estas rameras saben cocinar, además de joder. (soltaron más risotadas con el chiste).

Podíamos oír lo que decían, mientras trajinábamos en la cocina, todavía no habíamos comido.

¿Qué te parece compadre una buena mamada y luego una siesta?, dijo Rafa.

Coño pues tienes razón, dijo Paco, me duelen los cojones y tengo ganas de vaciarlos. JA, JA, JA, JA. Rameras ¡¡¡¡¡¡ vociferó.

Fuimos corriendo. Nos miraron como el que mira una mercancía. Tú María que eres la más viciosa, chúpanos la pinga para que nos baje la comida, ordenó Paco.

Rosita se retiró, yo me arrodillé entre las piernas de Paco, -siempre tenía que ser él el primero-, le abrí la bragueta y liberé su enorme pinga, la tenía flácida, se la cogí con la mano y me metí su glande en la boca dándole una profunda mamada como sé que le gusta, al tiempo que le hacía una paja, había aprendido con el tiempo a soportar los olores desagradables de su cipote.

Se la lamí hasta que se le puso tiesa, luego con las dos manos, le masajeé su enorme nabo, al tiempo que le mamaba la cabezota del capullo, de vez en cuando también le lamia los cojones, porque así le gusta más.

Debía de tener muchas ganas porque al poco tiempo ya quería correrse.

Bébete la leche, le vendrá bien al hijo que estás engendrando, me ordenó, abrí mi boca preparada y su cipote empezó a escupir cañonazos de semen que me tragué sin más, -ya me había acostumbrado-. Me la bebí toda y luego le ordeñé la verga para sacarle las últimas gotas.

Me limpié la boca con la mano tragando los restos de semen y me volví a Rafa, me miraba con los ojos brillantes de deseo. Se la saqué y comencé a chupársela, -primero le aparté unos cuantos pelos pegados en su capullo-, haciéndole una paja de muerte para que se corriera deprisa, no falla, al quinto meneo se corrió en mi boca, gruñendo como un cerdo.

Me levanté y me fui a la cocina a comer con Rosita, ellos se quedaron dormidos con sus miembros colgando fuera de sus pantalones.

Mientras comíamos charlábamos sobre nuestros embarazas, las dos estábamos preñadas de tres meses. Terminamos de comer, recogimos y fregamos.

A las dos horas más o menos, Paco se asomó en la cocina y nos miró, su cipote estaba tieso como un palo, todavía estaba excitado y alguna de las dos lo pagaría, seguro. Le tocó a Rosita.

Todavía tengo hambre de hembra berreó. Cogió a Rosita de los pelos y la puso contra la mesa de la cocina, con sus manazas le subió el vestido y le arrancó las bragas, miró su culo y la soltó dos azotazos en los carrillos dejando sus dedos marcados.

Todavía no te ha engordado el culo puta, estás muy delgada la dijo, tienes que comer más para que te engorde el culo y las tetas, pero aun así la escupió el ojete y restregó su saliva por su ano.

Se cogió la tranca y se la hundió entera de dos empujones y arremetió contra su culo, la manoseó los pechos con fuerza a través del vestido.

Casi no tienes tetas puta y tu culo no me roza las ingles gritó. Se la sacó y la apartó de un empujón. Tú me ordenó ven aquí, totalmente asustada ocupé el lugar de Rosita, me arrancó las bragas y me golpeó las nalgas hasta ponérmelas coloradas.

Mira zorra, dijo mirando a Rosita, esto es una grupa como Dios manda, ¿te enteras?. Rosita asintió.

Y mira que tetas dijo tirando de mi vestido de golpe, me lo rompió y mis pechos, sin sujetador saltaron fuera, eran más grandes que los de Rosita y con la preñez los pezones también me habían crecido mucho.

Me estrujó los pechos sin ningún miramiento, y estiró de mis pezones haciéndome daño. Tienes que comer más, sentenció.

Su mano buscaba mi ojete entre mis piernas y me hincó su pinga sin lubricarme antes, comenzó a embestirme salvajemente, mientras se relamía. Esto es un buena grupa, si señor, me hace cosquillas en las ingles como a mí me gusta.

Al poco rato noté su saliva caliente goteando en mi nuca –comenzaba a babear, era síntoma de que el hijo puta disfrutaba dándome por culo- manoseaba todo mi cuerpo metiendo sus dedazos en mi vagina, aunque no quería comencé a sentir un placer enorme, me frotaba el clítoris mientras arremetía salvajemente contra mi ojete.

Me jodió durante una hora por lo menos y cuando se corrió lo hizo fuera, pringándome las nalgas y la espalda. Cuando terminó me dio una palmada en la nalga dejándome los dedos marcadas, con su gesto sabía que le había gustado y me sentí satisfecha, me había corrido tres veces , en silencio para que no me oyera.

Cuando comenzó la temporada de caza, Rosita y yo preparamos comida para diez personas por lo menos, matamos tres cochinillos y los asamos.

Estuvieron todo el día fuera, cazando, regresaron sobre las cuatro de la tarde. Se les veía satisfechos, la caza había sido muy buena, estaban el Sr. Notario y el Sr. Juez con sus hijos mayores, dos muchachotes de 17 años más el sargento de la guardia civil, además de Paco y Rafael, siete en total.

Comieron y bebieron como cerdos, comentando sobra la caza. Terminaron y bebieron coñac y fumaron puros dejando la casa llena de humo apestoso.

Paco dio una palmada fuerte sobre la chimenea, todos callaron y le escucharon con atención.

Señores: vamos a brindar por la buena caza que hemos tenido, brindaron entre risas. Paco se frotó las manos y les dijo: ¿Y ahora que tal un polvo con dos putas?. Gritaron como una jauría de perros ansiosos.

Mariaaaaaaa ¡¡¡¡¡¡ Rositaaaaaaa ¡¡¡¡¡¡, berreó Paco. Acudimos corriendo.

¿Que os parecen las rameras?, dijo orgulloso, están preñadas de seis meses las dos, pero joden de maravilla os lo aseguro.

Se pasearon entre nosotras, como si fuéramos objetos de compra, nos manosearon por todo el cuerpo para comprobarlo, nos pellizcaron las tetas y el culo, haciéndonos daño, incluso el Juez me levantó las faldas para verme el culo me lo manoseó con sus gordas manos sintiendo asco–no llevábamos ropa interior, Paco nos lo había prohibido hacía unos días-. Esta me gusta Paco, dijo.

El Notario fue más atrevido con Rosita, no sólo la levantó la falda para verla mejor, además la abrió las nalgas con fuerza para ver sus agujeros. Esta para mí, dijo al final.

Pues hala ¡¡¡¡ ustedes primero ordenaron. Los demás después.

¿Aquí mismo?. Coño Juez, no me diga que le da vergüenza, yo no le voy a quitar nada. Se descojonaron con el chiste y se empezaron a desnudar, nosotras también.

Nos jodieron los siete, uno tras otro, sin dejarnos descansar, algunos repitieron varias veces, el primero Paco y sobre todo los muchachos jóvenes, esos eran los peores por que se recuperaban enseguida, sus padres les tuvieron que obligar a dejarnos, no había manera de quitárnoslos de encima.

Se marcharon riendo a las cuatro de la madrugada después de jodernos durante doce horas.

Me toqué la nuca, la tenía llena de babas del Juez (me entró un escalofrío al recordar cómo me babeaba mientras me daba por el culo, animado por los gritos de los otros, más que follarme me habían violado uno tras otro), estábamos tendidas en el suelo en medio de un charco de semen y orines, porque al Juez, que era el más mayor se le escapó la próstata y como le hizo gracia nos mearon todos.

Sentía mi chocho dolorido, miré a Rosita y vi que su vulva estaba muy abultada por la inflamación.

Paco regresó de la calle y casi sin mirarnos berreó: lavaros putas que dais asco y se fue a dormir.

El Señor cura:

Pasaron los meses sin darme cuenta, la temporada de caza había terminado hacía tres, gracias a Dios, todavía me daban nauseas al recordar las orgias que se montaron con nosotras, porque fueron varias, hasta con gente de la capital que habían pagado por venir a cazar, me esforcé por apartar los repugnantes recuerdos de mi mente, no quería recordar la cantidad de hombres que nos habían montado como si fuéramos perras en celo, mejor no pensar en eso.

Mis pechos habían crecido mucho y había engordado al igual que Rosita, nuestro embarazo iba ya por el octavo mes, eso sí que lo recordaba con ilusión quería al hijo que llevaba en mis entrañas, tenía la esperanza de poder criarlo, que fuera distinto al hijo puta de su padre…… pero esos es otro capítulo.

En mi octavo mes, me empezó a subir la leche a mis tetas, mi cuerpo se estaba preparando para amamantar a mi hijo cuando lo pariera.

Paco no respetó mi preñez en ningún momento y a Rosita tampoco, nos jodian cuando les venía en gana o nos ofrecían a sus amistades, que nos follaban sin reparos, Paco se enteró de que tenía leche en mis pechos y me los mamaba, decía que quería probarla antes que sus hijo, además una partera campesina le dijo que así mis tetas fabricarían más leche para la criatura.

Rosita fue distinto por más que la mamaban de sus pechos no salía leche y los pezones los tenía doloridos de tanto que la mamaban Paco y su marido al follarla.

Tuvo la subida de leche cuando parió, no antes como yo.

Paco y Rafa se sentaron a comer y cuando terminaron se fueron al salón a tomar su copita de anís.

Paco quieres café. Le pregunté.

Yo sí, dijo rápidamente Rafael.

No ¡¡, espera, ordenó Paco, en vez de café danos leche dijo el muy cabrón clavando sus ojos viciosos en mis pechos. ¿Has probado la leche materna compadre?.

No ya sabes que Rosita no tiene. Contestó Rafa.

Joder María tiene para los dos de sobra, anda María siéntate encima de él y deja que te mame las tetas me ordenó.

¿Os podéis imaginarlo que pasó por mi mente?. Sumisa y totalmente humillada, me desnudé quitándome el vestido, seguía sin ropa interior y mis grandes tetas me dolían a veces de no llevarlas sujetas, mi tripa inflamada por el embarazo quedó al aire, me acerqué a Rafa, abrí mis piernas y me senté encima de las suyas. Quedándome quieta esperé a ver que hacía.

Vamos zorra, cógele por la nuca y dale de mamar, vociferó Paco.

Le abracé la cabeza y la llevé sobre mi regazo, me cogí un pecho y le arrimé mi gordo pezón a sus labios, me apreté el pecho con la mano y salió un chorrito de leche contra su boca, el hijo puta se relamía de gusto, se metió el pezón en la boca y me mamó sacándome la leche.

De vez en cuando paraba para coger aire y reconocer que estaba riquísima.

Cuando me secó la teta, le cambié de postura y le ofrecí mi otro pecho, mamándolo y lamiéndome el pezón, jugaba con él y yo empecé a notar que me picaba el chochete, el hijo puta me estaba excitando y él se empalmaba, notaba la presión de su nabo contra mi vulva.

Mi calentura iba en aumento no lo podía controlar. Con una mano le desabroché el pantalón y le cogí la pinga manoseándola, me sentía muy caliente.

Mira Paco la puta está salida y quiere joder.

Ya te dije yo que eran unas rameras, fóllatela compadre.

Se bajó los pantalones hasta los tobillos y alzándome me penetró de un golpe mientras seguía bebiéndose la leche de mi teta. Sentía su cipote dentro de mi chocho y mi calentura se disparó y me corrí mientras se seguía jodiendo.

Había aprendido a robar mi propio placer mientras era follada, si no nunca hubiera sabido lo que es el placer, tenía que actuar como los animales y buscarme mi propio orgasmo. Se me escapó un gemido sin querer, provocado por las mamadas de Rafa.

Paco se percató de ello, dejó la copa en la mesa, se bajó los pantalones y con su pollón totalmente tieso se acercó por detrás de mí, me hurgó el ojete con su manaza y me penetró por detrás hasta que sus pelotas hicieron tope.

Me daba por el culo de una forma bestial aplastando mi barriga contra Rafa, notaba mi culo lleno con su cipote y el placer volvió a mí de nuevo mientras soportaba las embestidas de los dos y las mamadas de Rafa, tuve dos orgasmos hasta que se corrieron, me tuve que tragar el semen de los dos, decían que así me reponían la leche en medio de risas.

Volví junto a Rosita frotándome las tetas. Rafa me las ha dejado secas la dije.

Rosita y su marido se retiraron a su casa.

Paco me advirtió que iba a venir a cenar D. Joaquín el cura, que le preparara una cama, iba a hacer noche en la casa, luego le acercaría él al pueblo con el Land Rover. Si quieres puedes aprovechar y te confiesas los pecados de ramera me dijo.

Llegó la noche y vino D. Joaquín, el cura del pueblo que nos había casado.

Hola María hija, me saludó con cariño. Luego saludó a Paco.

Charlamos un poco en la cocina, antes de cenar. Le pedí que me confesara, necesitaba descargar mi sufrida alma, ¿y quién mejor que un cura para ello?.

Ordenó a Paco que nos dejara solos durante la confesión, él se mantuvo de pies y yo me arrodillé frente a él, después de las palabras convenidas, me desahogué y le conté la vida que me daba Paco, las humillaciones que me hacía, le relaté todo, las orgías que celebraron los días de caza incluso le conté lo de las mamadas de pecho que habían ocurrido esta tarde.

Le conté mi historia rápidamente, omitiendo algunas cosas, pero las principales se las dije todas.

Cuando terminé D. Joaquín me dio la absolución, luego me dijo que la carne era débil y que había que luchar contra ese deseo, que lo que yo estaba sufriendo en este mundo me seria recompensado con creces en el cielo.

El cura hablaba muy bien, pero el cabrón disimulaba fatal, mientras me levantaba le vi el bulto de su miembro asomando por la sotana. El hijo puta se había excitado con mi confesión.

Entró Paco y también se dio cuenta del empalme de D. Joaquín.

Joooooder Padre se ve que ha disfrutado confesando a la ramera –sabían lo del incidente de Rosita y mío en todo el pueblo-. Hijo mío la carne es débil.

Padre lo que usted necesita es una puta de verdad, le dijo a lo bestia.

Paco por favor respeta mi sotana.

Pero qué dice Padre, eso se lo dice usted a otro, ¿a mí no venga con gaitas o es que se cree que no sé lo de sus líos con la viuda?. Paco yo…… dijo D. Joaquín.

Basta de gaitas Padre, lo que le pasa es que todavía no sabe lo que es una buena hembra, decía el animal.

Para eso tengo el cilicio, hijo mío, dijo tímidamente el cura.

No lo mejor que tiene es eso y señaló el bulto de su sotana. Mire Padre, sabemos que la carne es débil, por eso nos confesamos y se nos da la absolución, ¿o No?. Si hijo así es.

María ¡¡¡¡ me vociferó trabájatelo y usted padre se absuelve y en paz.

Le empecé a desabotonar la sotana, obedeciendo la orden de Paco, luego los pantalones y se los bajé junto con los calzoncillos hasta los tobillos, su pinga saltó disparada, Joder con el cura, tenía un buen cipote, alcé mi cabeza y le miré a los ojos implorando.

La carne es débil, ya te lo he dicho hija mía, que Dios me perdone y me cogió por la cabeza frotándome la cara por sus cojones. La ostia con el cura.

Se recogió la sotana por detrás así le pude ver mejor los genitales. No estaba mal, su pinga no era muy larga de unos 15 centímetros, pero era gordísima, más que la de Paco.

La cogí con mi mano sintiendo su calor, estaba muy dura, se la meneé un poco, le bajé la piel del capullo, tenía el glande amoratado por la excitación, lo que más me gustó es que estaba limpio y olía muy bien, me lo metí en la boca y lo chupé con gusto, sobándole los cojones, me encantó era la primera pinga que no sabía a meaos y decidí regalarle una mamada celestial.

Le mamé el glande mientras se la meneaba, luego le recorrí el tronco pasando mi lengua por sus grandes venas hinchadas, bajando hasta sus huevos y me los metí en la boca jugando con mi lengua, estaba tan excitada lamiendo los genitales limpios del cura que me animé más, me agaché un poco y le chupé el ojete, tampoco le olía como a Paco o a Rafa, olía a sudor pero estaba muy rico, le pasé la lengua varias veces por el ano, mientras D. Joaquín no para de decir que Dios nos perdone!, y jugué con mi lengua metiéndola en su agujerito, me sentía muy cachonda no me tiró ningún pedo como hacia Paco cuando me obligaba a chuparle el culo.

Paco contemplaba la escena desde la puerta, estaba muy excitado se había sacado el rabo y se lo manoseaba viendo como le trabajaba los “bajos” al cura, me dolían las rodillas.

Me puse en pie con dificultad, la barriga me pesaba mucho, eché de espaldas sobre la mesa a D. Joaquín y metiéndome entre sus piernas reanudé mi mamada.

Paco sin poder aguantar más me levantó el vestido hasta la cintura y me clavó su estaca en el culo, la portera le había dicho que en mi estado avanzado no debía penetrarme la concha, podía dañar a la criatura, así que me daba por el culo.

Sus pingazos eran tremendos, lanzándome contra el cura, provocándome mucho placer sin darse cuenta, tuve un orgasmo, mis gemidos se ahogaban contra la pinga de D. Joaquín, Paco no paraba de darme por el culo, tiene mucho aguante el bestia y tarda mucho en correrse pero el cura no y comenzó a escupir su leche en mi boca, le bebí el nabo con placer limpiándolo de nuevo mientras tenía otro orgasmo con la follada de Paco, cuando se quiso correr me ordenó a tragármelo, me llenó la boca con su semen espeso y pegajoso, le ordeñé las últimas gotas empecé a preparar la mesa para cenar.

El pobre cura no hacía más que decir que la carne es débil y que Dios perdonase nuestros pecados con cara afligida, pero el cabrón había disfrutado como nunca y yo estaba agradecida por lo limpio que era, daba gusto mamarle.

Cuando terminamos de cenar, recogí la mesa y fregué los platos, Paco y el cura comentaban lo bien que trabajaba los “bajos”, en el fondo el cura era un hombre y como tal un cerdo, como todos.

Hasta el punto de que sólo se había quedado con la sotana puesta, no llevaba nada más debajo, estaba segura que deseaba repetir, no me equivoqué.

Paco le animó a probar de mi leche materna. el cabrón de D. Joaquín decía que ya no se acordaba de su sabor. Paco, se iba a dormir mañana tenía que salir de madrugada con Rafa a las tierras del Norte, para echar un vistazo al ganado y hacer recuento, volveré pasado mañana, le dijo.

Ya sabía lo que tenía que hacer, me saqué el vestido por la cabeza y me quedé completamente desnuda, estábamos al lado de la gran chimenea encendida y notaba su calor me senté a horcajadas en las piernas del cura.

Como me clavaba los botones de la sotana se la quitó, quedándose desnudo también, tenía una buena tripa, no te preocupes por mi hijo mío te esperaré en buenas manos decía el cerdo.

Nos quedamos solos alumbrados por la luz de la chimenea – Paco había apagado las luces-.

Reanudé mi trabajo, le pasé mi brazo sobre su hombro, apoyándose en él y contra mi pecho –como si fuera un niño-, con la otra mano me cogí la teta con el pezón entre mis dedos y se lo arrimé a la boca me apreté el pecho y salió un chorrito de leche mojándole los labios, se los lamió encantado y me atrapó el pezón mamándome la teta.

De vez en cuando paraba para decirme: Que dios me perdone María, pero que ricas esta tu leche, me encanta mamarte los pezones y siguió mamando como un niño, notaba como su cipote se empalmaba y me rozaba el coño dándome placer a mí también.

Mamaba y lamía el pezón al mismo tiempo mientras su pinga se ponía durísima, moví un poco el culo, buscando su nabo y dejé que me penetrara, gemimos los dos a la vez , mientras me mamaba el pecho me hincaba el cipote lentamente, con dulzura y sensibilidad y me corrí mordiéndome los labios para que

Paco no me oyera disfrutar.

El Padre Joaquín también se corrió y me inundó la concha con su leche al tiempo que mi teta se secaba.

Paramos para descansar, necesitábamos aire que respirar, sobre todo D. Joaquín.

Noté como su miembro se quedaba flojo y se me salía, me agaché y le chupé el nabo de nuevo, estaba agradecida porque me trataba con cariño, no me sentí humillada en ningún momento con él.

No hija espera, echó su sotana en el suelo y me tumbó de espaldas, me espatarré como si fuera a parir, el Padre se metió entre ellas, y me chupó la almeja con una dulzura celestial, mamó mi vulva bebiéndose mis jugos junto con su semen, era tanto el gusto que me daba que me volví a correr en su boca.

Le chupé la pinga de nuevo y le hice una paja hasta que se le puso tiesa, se volvió a sentar y me pidió el otro pecho para mamarlo, se lo di con todo cariño, pero esta vez me senté hincándome su cipote desde un principio, para que mientras mamaba mi teta dulcemente me pudiera joder también.

Tuve otro orgasmo y a medida que se me secaba la teta se corrió dentro de mí. Nos fuimos a dormir para descansar, pero yo estaba en la gloria, D. Joaquín me había echado dos polvos con tanto cariño que me costó dormir.

Paco me despertó a las cuatro de la mañana, moviéndome con el pie, quería café y me levanté a preparárselo, estaba muerta de sueño, viendo como el cerdo se tomaba el café y me miraba.

De pronto echó la silla para atrás y se espatarró, sabía lo que quería. Chúpame la tranca ramera, me ordenó con la delicadeza que le caracteriza.

Me agaché entre sus piernas y le saqué el pollón fuera, mientras se la mamaba le hice una paja, quería que se corriera rápido y marcharme a dormir otro poco. Pero mis planes fallaron, el cabrón con un pie me subió el camisón contemplándome.

Que puta eres me dijo con desprecio al verme la concha –dormía sin bragas porque me molestaban en la tripa-.

Me tiró boca abajo contra la mesa, y se echó encima de mí penetrando mi culo me hacia un daño terrible, entre su peso y los pingazos que me daba en el culo temí que me aplastara la tripa y puse mis manos debajo para amortiguar los golpes contra la mesa.

Me dio por el culo salvajemente, nunca le había sentido tan cabreado y no lo entendía, más que joderme me estaba violando con una fiereza inusual. Lloré a causa del dolor al rato me dio la vuelta y me soltó todo el semen encima, pringándome la tripa, se calmó un poco después de correrse, se guardó su trasto y me arreó un pellizco bestial en el culo –me dejaría señal, pensé-.

Adiós puta, me dijo y se fue. En ese momento me sentí tan humillada que deseé su muerte. Subí llorando a mi habitación y me quedé dormida.

Me desperté –sin sobresaltos-, abrí los ojos y vi a D. Joaquín, sonriéndome dulcemente. Buenos días criatura, son las diez de la mañana. Joder entonces sí que me asusté, boté en la cama, pero el Padre de detuvo. Tranquila María, descansa hoy no está el bestia de tu marido, ¿recuerdas?, si me acordé que hasta mañana no vuelve, me tranquilicé y me ayudó a recostarme en la cama, olía a café y vi en la mesilla una taza humeante, le miré y me sonrió con dulzura.

Te he preparado un cafetito muy rico, para que te lo tomes en la cama tranquilamente.

Su voz era tan dulce…….. y su trato tan cariñoso que mis ojos se llenaron de lágrimas a punto estuve de llorar.

Tranquila mi niña, serénate, te comprendo perfectamente, pero ante todo he de decirte que desgraciadamente no puedo hacer nada por mejorar tu situación, Paco es muy poderoso y es muy amigo de la autoridad, solo puedo consolarte, como lo hiciste tú con mi carne, me dijo sin dejar de mirar por el escote del camisón, me miré y vi que uno de mis gordos pechos se me había salido, se me salía un poco de leche por el gordo pezón.

Me tomo el café y bajamos, le dije tapándomelo.

Tu tranquila María, he encendido la chimenea y la casa ya está caliente.

Es verdad pensé, noté un calor muy agradable. Terminé mi café y bajamos, D. Joaquín me ayudó.

Ahora le preparo café, Padre, le dije.

No hija mía no me apetece.

¿Entonces que va a desayunar?, pregunté inocentemente.

No dijo nada, sólo me miró lo pechos y se relamió. Le entendí perfectamente.

La carne es débil, ¿no?. Ande Padre, siéntese que está usted más salido que una bestia en celo.

El guarro ya estaba preparado, se quitó la sotana quedándose desnudo y se sentó en el sillón, al lado de la chimenea, tenía la pija flácida.

Me apoyé en sus hombros y levanté una pierna para pasarla sobre las suyas el Padre se aprovechó metiendo la mano entre mis piernas para frotarme la concha con la palma de su mano, me daba mucho gusto y le dejé manosearme todo lo que quiso, noté sus dedos hurgándome el ojete y me metió dos, los movía como si me follara con ellos, me corrí gimiendo en sus manos -D. Joaquín sabía de estas cosas, pensé-, cuando se cansó me dejó sentarme en sus piernas, sentía mis agujeros chorreando.

Le cogí como a un niño pequeño, ahora mamaíta te va a dar su leche le dije arrimando el pezón a su boca, se lo restregué por los labios y se los lamió, abrió su boca y empezó a mamarme la teta, jugando con el pezón, me ponía muy caliente, noté su cipote contra mi chocho y moví el culo para que me penetrara.

Por el culo hija mía, déjame saborearte el culo, me dijo. Soltando un momento mi pecho me levanté, le cogí el cipote y lo guié a la entrada del culo, cuan me senté noté su grosor según me penetraba, sentí un gusto enorme.

Me cogí el pecho le metí el pezón en la boca para que me siguiera mamando al tiempo que yo subía y bajaba hincándome su nabo. Al tiempo que me secaba la teta noté como su pinga se hinchaba estaba a punto de correrse y explotó dentro de mi culo dando gemidos ahogados por mi teta, esperé a que terminara de correrse y se la retiré.

Todavía estaba muy cachonda, así que empecé a reanimarlo, le lamí sus tetitas, mordiéndole los pezones mientras acariciaba su pecho.

Me levanté y me arrodillé sobre un cojín. Me metí su pinga cubierta de semen en la boca, como la tenía encogida me la metí entera, jugando con ella, se la limpié de semen con la lengua y le lamí los huevos, el Padre era un vicioso y se escurrió en el borde del sillón para que le chupara el culo.

Al poco ya tenía su gordo cipote dispuesto, me senté penetrándome la concha y le dí de mamar la otra teta, me dolía de lo llena que estaba. Me volvió a mamar mientras me follaba, tardó un poco más en correrse, dándome ocasión a correrme dos veces.

Luego le limpié la pinga de semen y me puse a preparar la comida.

Cuando se marchó con Paco al día siguiente muy temprano, iba con los cojones secos el pobre, por la tarde me echó tres polvos más y luego al acostarme otros dos antes de dormirme, incluso me chupé la concha y todo.

El pobre D. Joaquín estaba hambriento de carne. Y yo procuro saciarle dos veces al mes cuando nos visita, aunque Paco cree que me obliga a follármelo lo que no sabe en realidad es que el Padre me hace disfrutar como nunca él lo haría.

Una mañana me puse de parto y avisó corriendo a Rosita y a una partera, yo quería ir al médico, pero el muy hijo puta se negó, diciendo que costaba muchos cuartos.

Tuve problemas al parir ya os lo conté antes, la criatura venia de culo y tuve unas hemorragias tremendas desangrándome como un cerdo en la matanza.

Al final tuvo que llevarme al médico que me operó, estuve cuatro semanas en cama en la consulta del médico, no quiso que me levantara hasta que no estuve totalmente recuperada, casi me muero, Paco se cabreó muchísimo, decía que le iba a costar una fortuna –me alegro, que se joda por tacaño-.

Al chico lo crió un ama de cría, me robó la ilusión que tenía de darle mi propia leche, y me dejaba verle muy poco, sé que lo hacía por venganza, porque le había pagado un buen saco de perras al médico, llamó a la partera y me fajó los pechos y me hinchó a perejil, durante un mes.

Cuando me quitó las vendas de mis tetas vi que se me habían encogido, la vieja me las apretó comprobando que no me dolían y me mamó los pezones para saber si todavía salía leche, pero no, yo sabía que me los había secado y lloré desconsoladamente porque nunca más tendría oportunidad de dar de mamar a mi hijo.

Le miré a los ojos, parecía que sonreía el hijo puta, le odié con todas mis fuerzas desde ese día, todo el día rezaba para que se muriera, pero nadie oía ni mis rezos ni mi desesperación.

Fue pasando el tiempo, veía muy poco a mi hijo Paquito, casi no tenía tiempo de abrazarle y besarle, él se ocupó de meterlo en un colegio interno en la capital y me dejaba verlo dos veces al año.

¿Se puede ser más cruel?.

La crueldad de Paco no tenía límites.

Mi vida seguía transcurriendo igual, con constantes humillaciones y vejaciones, siguieron las temporadas de caza y sufrí la violación de todos los hijoputas que me traía Paco, el tiempo pasaba muy deprisa, tanto que cuando quise darme cuenta mi hijo era casi un hombre con quince años, casi no lo conocí cuando lo vi entrar, se parecía mucho a su padre, aunque tenía mis ojos, le quise dar un beso, pero apartó su cara, no le culpo para el casi era una desconocida.

Viene a pasar las vacaciones conmigo. Berreó y sentenció Paco. Pero a mí de daba igual por fin iba a tener a mi hijo, aunque fuese el verano, tenía ganas de llorar y saltar de alegría, pero preferí aguantarme.

Pero desgraciadamente, para mi hijo yo era una desconocida, no era culpa suya, sino del hijoputa de su padre, Paquito se iba transformando poco a poco, tanto, que a los quince días ya me daba ordenes tenía casi la misma voz que su padre cuando berreaba.

Hasta ahora Paco no me había tocado, supongo que, por la presencia del chico, pero un día me voceó: ¡ Mariiiiiiiiaaaa!, acudí corriendo, estaban sentados al lado de la chimenea.

Paco se volvió a nuestro hijo y muy serio le dijo:

Muchacho, eres todo un hombre, ya va siendo hora que conozcas como es una mujer. ¡Trabájate al chico puta!. Abrí los ojos como platos, no daba crédito a lo que oía.

Pero Paco se trata de nuestro hijo, le supliqué.

Entonces oí la voz de ¡Mi propio hijo!, diciendo ¡Calla zorra y haz lo que te ordena mi padre!.

Paco le felicitaba orgulloso por su orden, pero a mi…… se me rompió el alma al oírle, mi propio hijo…..y su padre me obligaba a……sentí náuseas y una arcada seca me vino a la boca, me quedé clavada en el suelo incapaz de moverme, mi cuerpo se negaba.

¿Me has oído zorra?, volvió a berrear Paco.

Entonces mi hijo se levantó y vi la misma expresión de crueldad en sus ojos, la misma que tantas veces he visto en Paco.

Me cogió de los pelos haciéndome daño y me obligó a arrodillarme ante él, con su otra mano se abrió la bragueta de golpe y se sacó la pinga, restregándola contra mi boca, se la cogí y me la metí en la boca, por su tamaño comprendí que iba a ser tan grande como la de su padre, mientras se la mamaba mis ojos se llenaron de lágrimas y lloré en silencio mientras le miraba a los ojos, tenía la esperanza de que me reconociera, pero los tenía cerrados y por su boca abierta se le escurría la baba por el gusto que recibía.

Rendida y sin dignidad le trabajé la pinga a mi propio hijo como a cualquier hombre a los que Paco me ofrecía.

Su padre orgulloso le felicitaba y le animaba, cuando la tuvo tiesa me empujó contra el suelo con tanta fuerza que me golpeé la cabeza y casi me mareé, se me nubló la vista, pero sentí como me habría las piernas al máximo haciéndome daño en las ingles y me penetró la concha salvajemente, como lo tenía seco grité de dolor y mis gritos le pusieron más frenético todavía y me pegaba unos pingazos muy fuertes.

Estuvo un buen rato y cuando se cansó me puso a cuatro patas, me abrió el culo con las manos y me la clavó, desgarrándome por dentro, me embestía con fiereza era más bruto que su padre.

Eso está muy bien chico, pero la próxima vez procura escupir antes en los agujeros y los restriegas untándolos de saliva, porque si la ramera que te follas está seca te puedes lastimar el rabo de tanto trajinarla, decía riéndose.

Al poco me la sacó y me la metió en la boca inundándola de semen mientras se corría aullando, tenía menos aguante que el padre –pensé un poco aliviada cuando se retiró y se sentó.

Me iba a levantar, pero Paco me puso la bota en la espalda y no me dejó. Ahora hijo fíjate bien, aprende como tiene que follar un hombre.

Me horroricé al oírle, me dio dos palmadas en las nalgas, dejando marcados sus dedazos, me escupió un salivazo en el culo y me lo untó metiéndome dos dedos, luego me clavó su duro cipote en el culo dolorido, embistiéndome como un salvaje, me follaba sin parar diciéndome guarrerias provocando la excitación en nuestro hijo.

Paquito se puso frente a mí y me obligó a chuparle el nabo otra vez, me violaron entre los dos, me rompieron el vestido a tirones y mi hijo me manoseó los pechos, me hizo un daño horrible al pellizcarme los pezones.

Me violaron durante cuatro horas, se corrieron por todo mi cuerpo dejándolo pringoso, hasta me mearon encima, me dejaron tumbada en el suelo, hecha una ruina humana, mientras se iban a dormir oía sus carcajadas y sus chistes sobre la hazaña que habían cometido.

Quise llorar, pero mis ojos se negaron, estaban secos, deseé morirme, pero tampoco se cumplió el deseo, en mi cabeza se agolpaban los recuerdos de niña mezclados con el horror de mi vida junto a Paco.

Noté como mi odio crecía y crecía y decidida me puse lo primero que encontré, y arrojé leña con resina a la chimenea, con fuerza.

Los troncos saltaron y prendieron fuego la alfombra, poco a poco el salón se fue convirtiendo en un infierno y yo en medio, clavada al suelo.

Me ahogaba con el humo y tosí, abrí los ojos al máximo en busca de aire y me entró pánico, salí corriendo de la casa gritando ¡FUEGO!, ¡FUEGO!, ¡FUEGO!.

Se encendieron las luces en casa de Rosita y Rafael acudió corriendo.

Al ver el infierno en que se había convertido la casa, se asustó y se fue a la suya a llamar a los bomberos del pueblo, sabia a ciencia cierta que llegarían tarde y así fue.

Paco y su hijo murieron carbonizados en el incendio, lo declararon fortuito.

Cobré el seguro, por lo menos el cerdo de mi marido había echo algo bien, cuando tuve arreglado los pápele de viuda, hablé con el notaria, quería vender la hacienda.

Lo entendió y se puso en contacto con unas personas que conocía, yo me busqué un abogado para que me arreglara los papeles, la vendí y me olvidé de todo, tenía muchísimo dinero y mi abogado lo administraba, era un despacho muy serio, me aseguré de ello.

Y un día por casualidad conocí al hombre con el que vivo y os escribe esto, han pasado seis años de todo aquello y todavía me despierto con pesadillas, oyendo los berridos de Paco, pero sólo son eso….. pesadillas.