Capítulo 1
- Mi suegrita me daba muy bien de comer I: Aún tímida
- Mi suegrita me daba muy bien de comer II: La venda me ayudó
- Mi suegrita me daba muy bien de comer III: sin más timidez
En otra vida fui casado…
Luana, mi mujer por aquel entonces, trabajaba para un grupo de escuelas y necesitaba coordinar la inauguración en una ciudad cercana.
Como yo trabajaba en una oficina de teleinformática cerca de casa, y remotamente también, y mi suegra necesitaba hacer unos trámites en la ciudad, me pidió para que ella se quedara en casa por unos días.
-No hay problema -le dije- al final Sonia puede quedarse en el cuartito de huéspedes.
-Es sólo jueves y viernes, sábado ya vuelve al pueblo, y yo estoy de vuelta el domingo.
-Ya te extraño -le dije mientras ella hacía su maleta.
-Hay cariño, estaré de vuelta bien rápido.
Y así el miércoles a la noche llegó Sonia, mi suegra. Una mujer simple de mirada penetrante, llegó de pollera jeans larga y camisa blanca. Nos saludó efusiva y se pusieron a charlas nimiedades de la familia. Yo las escuchaba mientras veía sus rasgos tan parecidos a mi mujer, más marcados, algunos diferentes. El pelo mas largo, las caderas más fuertes, los pechos rollizos, el semblante serio.
En esa época tenía sus casi cincuenta, viuda desde que la conocí 3 años antes, me dijo amable que no precisaba nada pero igual le hicimos una cena con mi mujer y charlamos hasta tarde.
Nos fuimos a dormir, Luana se levantó y fue como a las siete, que era mi hora de levantarse. Hice mi desayuno y el de ella. La fui a buscar después del mediodía y fuimos juntos al notario, la dejé en casa, dejé el laburo actualizado y al fin de la tarde ya estaba en casa. Eficiencia porque algo me decía la mirada seria de esta señora tan llena de sí.
Haciendo la comida vi como ella reparaba en mí, de short y camiseta cocinando y muriendo de calor. Comimos comentando sobre los trámites, sobre Luana, hasta surgir su marido fallecido.
-Ay, Ernesto era muy bueno.
-Lo extraña usted…? Y no decidió casarse de nuevo?
-Yo? -me preguntó sonrojada- Nooo,…
-Pero es que usted, me perdone la sinceridad, pero es muy guapa y feliz, y está bien financieramente, es decir, claro que siempre amará a su compañero, pero la vida sigue…
-Bueeeno, gracias, pero nooo-dijo aún más sonrojada, casi intentando convencerse a sí misma. Vi sus pechos excitándose mientras contenía el fuego en su interior como un volcán en erupción incontrolable. Me animé a presionar un poquito la lava de ese volcán de camisa clara y pechos salientes.
-Yo creo que muchos hombres honestos y guapos la deben creer un buen partido en el pueblo.
Ella paró halagada y seria, mirándome. Pasaban millares de cosas por su mente, descartando rápidamente los comentarios al acordarse que era yo el marido de su hija. Se animó a soltar una confesión:
-Te voy a confesar que sí hay algunos pretendientes. Pero nooo, no tengo interés…
-Mire que la puedo ayudar, a en la repartición hay gente de sus edad y hay quien tendría interés en algo serio. Ojo, gente muy seria.
Sonreí. Mis palabras decían una cosa, mis manos y mi pija decían otra. Inconscientemente ella captó, se sonrió y repitió que noooo, no tenía interés. Aún así sus pechos erizados decían lo contrario. Estaba deseando soltarse pero le parecía que yo no sería ese par para soltarse. Continuamos la conversación hacia otros lados, y acabé por irme a dormir temprano.
En todo largo ‘noooo’ mi mente escuchaba como que por las entrelíneas un sííí, deseo que me posean, pero no sé cómo hacer para entregar estos pechos lindos a una boca a saciarse, esta conchita caliente a un pene erecto saludable y rico,…
Con el cuarto a oscuras, la ventana entreabierta por el calor y yo durmiendo desnudo como siempre, por descuido o premonición con la puerta entreabierta, escuché que en la sala Sonia andaba despacio, las ojotas en la cocina en un cloc cloc que se fue acercando.
Bajé la sábana estratégicamente a la altura de mi pija a medio pararse que ya soñaba con esa suegrita deliciosa y se entre asomaba mientras yo fingía dormir.
Escuché que se ponía en la puerta de mi cuarto.
Esperé y fingí acomodarme durmiendo para arriba, bajando aún un poco más la sábana, mi pija semi erecta en su dirección. Yo fingía hasta roncar levemente, y de a poco sentí cómo se acercaba.
Se sentó en cuclillas a la cama y discretamente tomó mi pija en su mano, acariciando levemente la cabezorra y apartando muy despacito la sábana.
Pude percibir que acercaba su cara a mi pija para sentirle el olor, y despacito le pasó la lengua, probablemente rezando para que no me despertara. Yo no me despertaría por nada del mundo, suspiré bajo y aguardé.
Ella no aguantó y se la puso a mamar, despacio y con ganas, sugándola y luego mirando si yo me despertaba. Yo miraba para el otro lado, que si no se daría cuenta que estaba muy muy despierto. Mi pija de hecho ya estaba despierta y dura como una roca, y me la mamó más, ya con gusto y sin más tapujos. Yo comencé a disfrutarla y se me ocurrió continuar el fingimento susurrando el nombre de su hija:
-Hay Luana, así, sí, así…
Se llenó de coraje y me la chupaba con gusto, yendo y viniendo, yo concentrado en ‘dormir’, y llamarla como su hija, ella gimiendo bajito y masturbándome con su mano derecha y poniéndose mi pija entera en su boca.
Tanto fue el justo que me vine con una explosión de semen y la muy zorrita se la engulló entera, seguro para eliminar las pruebas, y requeteseguro que le encantaba porque me limpió la pija sin hacer ruido, sólo gimiendo. No salió del cuarto, quedó todo en silencio. Y escuché con atención que se masturbaba, intentando no hacer ruído , escuchaba que pasaba sus dedos frenéticos en su conchita, por debajo de la ropa, hasta que soltó un casi gritito contenido, jadeando e intentando no hacer ruido.
Luego se levantó, cerró despacio mi puerta y no la escuché más por toda la noche.
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