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Dos compañeras de colegio descubren que pueden amarse entre ella y darse mucho placer y goce

Dos compañeras de colegio descubren que pueden amarse entre ella y darse mucho placer y goce

Sandra es una adolescente bastante decidida, lo que se propone lo logra, tiene grandes ambiciones que para ella y su estatus social y económico no son difíciles de alcanzar, a pesar de que come cuanto se le antoja su figura nunca se ve afectada, estudia en un colegio femenino de gran prestigio del que se siente muy orgullosa y del que sabe saldrá con mucho honor para una excelente universidad con la plena seguridad de mantenerse ahí gracias a que el rendimiento académico exigido por el colegio y el brindado por ella así lo permiten, esta situación la sorprende, pues invierte más tiempo a dedicarse a sus aficiones que a sus estudios, aficiones entre las que predominan las discotecas, el flirteo (hasta ese momento aún heterosexual), las enormes amistades y el novio que en ese momento se gastara, novio que era digno de considerarse afortunado de contar con una mujer con tales atributos físicos y tal clase social, muchos se gastaban la cabeza y el bolsillo en tratar de conquistarla con detalles tan simples como una tierna carta hasta la última desfachatez hecha por su novio: comprarle el artículo más caro de la tienda que ella escogiera a dedo en la lista telefónica y publicitaria de la ciudad.

En sus relaciones sentimentales era seria en la medida en que su pareja le fuese fiel, sincera y respetuosa, pero infortunadamente si se enamoraba verdadera y profundamente perdía los rastros de cordura y se entregaba a tal punto de permitir condiciones y hasta imposiciones injustas y casi frustrantes.

De todas formas trataba de no apegarse mucho a nadie, lección que aprendió de la única vez que se enamoró (un patán en todo sentido) y del ambiente social en que se desenvolvía, ambiente que exigía no entregar nada por completo, ni siquiera el cariño.

A pesar de tales exigencias sociales quería mucho a sus amigas de colegio, era difícil no lograrlo al estudiar sólo con mujeres y al compartir la ternura con que éstas se desenvuelven en casi cualquier ocasión y lugar, para todo era una fiesta, todo era motivo de celebración, abrazos, besos y cariñitos por cualquier simpleza.

Este ambiente las enorgullecía a todas, contar con este tipo de compañía era muy reconfortante cuando sentían que todo se venía abajo, la solidaridad era la mejor garantía que tenían como grupo de estudio, con el tiempo llegaron a tenerse mucha confianza, incluso las que antes únicamente compartían el saludo, gracias a tal situación Sandra se percató de que con ella estudiaba una amiga digna de considerar: Camila.

Camila también es una adolescente, es la menor del grupo, 17 años recién cumplidos y ya cursaba el último año, se sorprendía muy a menudo ya que sus notas académicas nunca habían sido las mejores, por el contrario se debatía entre las insuficientes y las del bulto para no reforzar hasta las materias más triviales y seguir llegando a casa con la imborrable sonrisa y el informe trimestral orgullosamente en la mano, sus padres la habían inscrito en el colegio siendo muy pequeña, pero gracias a su rápido desarrollo físico y a sus excelentes respuestas en el examen de admisión no hubo motivos suficientes para negarle la entrada al plantel.

No salía de las discotecas, ama la vida, le encanta enamorarse; si bien es cierto que no tiene la misma clase social de Sandra pero al menos puede gastarse algunos billeticos en placeres y antojos personales y a veces innecesarios, físicamente tiene una belleza difícil de describir, no es precisamente una hermosura pero conserva unas facciones bastante tiernas y un cuerpo menudo, del que se enorgullece sin ningún tipo de prejuicios, ella al contrario de Sandra es feliz encariñándose con quien le cae bien, por este motivo es muy buena amiga y está siempre dispuesta a echarle una mano a quien lo necesite y llega a desgastarse y ponerse en peligro si quien le pide ayuda es alguien importante en su vida.

Ambas eran compañeras de estudio desde que entraron al platel, muchos años atrás, pero sólo en el último año del colegio se percataron de la importancia de la otra y se valoraron tal y como se lo merecían.

Camila no tardó en encariñarse bastante de Sandra ya que ésta tendía ser muy detallista, siempre le pedía a su nueva amiga que la acompañara a todas partes, que se reunieran para hacer los trabajos exigidos, que le diera consejos para tratar a su novio y a su familia, pasaban mucho tiempo a la semana juntas y en ningún momento llegó a ser incómodo, por el contrario, mientras más tiempo pasaba más se encariñaban, incluso Sandra, que aunque tierna había logrado hasta ahora no entregarse mucho a esta nueva y fabulosa amistad.

Al cabo de un mes se convirtieron en las mejores amigas y no había nada que una no supiera de la otra, su cariño era casi envidiable, al igual que la profundidad de su amistad, llegó el punto que verse podía calmarles una depresión o bien, sacarles una enorme sonrisa. Típica amistad de colegio.

Un viernes en la noche, casi a las dos de la mañana, Camila estaba sola en su casa durmiendo no tan plácidamente, tenía una gripe insoportable y la sensación de furia por no poder ir a la fiesta más esperada de la temporada con su amiga gracias a esta inesperada enfermedad, estaba en al cocina buscando alguna pasta o cualquier jarabe, era el colmo que no pudiera ir a la fiesta y encima ni siquiera lograra conciliar el sueño.

De repente, sonó el timbre.

Era Sandra, tenía una expresión totalmente desencajada, venía llorando, triste, furiosa, defraudada, engañada y cobardemente burlada, Camila la hizo sentar y calmar un poco para luego interrogarla sin descanso: Inesperadamente había descubierto en un rincón de la discoteca a Juan Carlos besando apasionadamente a otra chica y tocándola con afán, se había sentido tan vilmente engañada que aunque sabiendo que esa no era su personalidad ni su costumbre, le hizo un escándalo y le reclamó la infidelidad.

Se había alterado muchísimo y pensó que recuperaría algo de cordura desahogándose con su amiga; por eso llegó a su casa y le contó todo sin importar la hora.

Se abrazaron, Sandra estaba inconsolable, era cierto que no era amor lo que había sentido por Juan Carlos, pero esa relación había sido muy conveniente pues él era exactamente la pareja ideal para la exigente clase social de Sandra, de todas formas la relación escondida de Juan Carlos había nacido un mes después de que el noviazgo con Sandra empezara y esto era realmente frustrante.

Sandra estuvo un largo rato en casa de Camila, cuando se calmó un poco y dejó de llorar descubrió que su amiga no estaba nada bien, tenía fiebre, ojeras, la respiración bastante pesada y hasta estaba temblando, se sorprendió de la escena, su amiga se hubiera muerto si era necesario sólo por quedarse acompañándola en su dolor, se enterneció como nunca se había enternecido por nada ni nadie, le dijo que se acostara pero Camila escasamente podía sostenerse sentada en el sofá como para ahora levantarse y caminar, Sandra se percató y ayudándola la llevó a tropezones hasta su habitación, donde la cobijó y le pidió que tratara de dormir.

Era imposible, Camila estaba empezando a delirar y cada vez temblaba más, sin saber mucho de primeros auxilios o de remedios se fue a la cocina e hizo la bebida que su empleada siempre le daba cuando tenía fiebre, le llevó además una pasta y demostrando su poca experiencia no supo más que hacer que ponerle unos paños en la frente a fin de bajar aunque fuera un poco la fiebre, finalmente Camila dejó de temblar y recuperó un poco la cordura, le dijo a su amiga que ya se sentía mejor y que ya podía dormir, Sandra la miró orgullosa por los frutos de su improvisado esfuerzo y se agachó para darle el beso en la mejilla con que solían saludarse, despedirse y mimarse.

Al hacerlo sintió el suave olor que despedía su amiga (obviamente era más notorio y caliente gracias a la enfermedad) la respiración entrecortada, la suave piel y el calor, también notó la sequedad de los labios, el sueño y el cansancio de Camila y decidió irse y dejarla dormir, podría quedarse con ella pues estaba sola pero recordó que en casa la esperaban sus padres y ya estaba realmente tarde.

Se fue sintiendo unas cosquillas muy extrañas en su estómago y un sentimiento nuevo y extraño hacia su amiga, era cierto que le había tomado más cariño que a ninguna persona antes, no le molestaba, pensó varias veces si regresar y quedarse a su lado pero sabía que eso causaría enfado en sus padres, ya estaba sobre la hora límite de sus permisos y si no cumplía corría el riesgo de no poder ir a las discotecas o a la casa de su amiga durante un tiempo, no podía arriesgarse a eso, llegó a casa y se acostó, esas cosquillitas en el estómago le recordaron cuando se enamoró perdida y profundamente de Oscar (el patán que la hizo sufrir tanto), el sentimiento era algo parecido, pensó que lo que sentía era pasajero, se durmió sin complicaciones, las nuevas sensaciones afortunadamente habían hecho que olvidara el suceso con Juan Carlos.

En las semanas siguientes el mundo tuvo otro color para Sandra, ver a su amiga la ponía de un genio increíble, ahora pasaba más tiempo a su lado y por mágicos momentos con escasos acercamientos sentía como subía la temperatura y como nacía un insistente impulso por llevar las cosas más lejos, pero sin saber realmente qué hacer, cómo, hasta dónde ni porqué.

Sandra había sido toda la vida heterosexual, se sorprendía de estos nuevos sentimientos pero no quería dejar de sentirlos; finalmente un día los profesores se pusieron tan pesados que no encontraron otra forma mejor para fastidiar a las alumnas que con un trabajo tan largo como monótono, era en parejas, obviamente Sandra iría a casa de Camila, lo harían en su computador gracias al oportuno servicio de Internet con que ella contaba y posteriormente estudiarían hoja tras hoja todos los apuntes con el fin de sacar al menos la nota mínima y pasar esa molesta materia.

Era viernes, salieron del colegio y se fueron directo a casa de Camila, cuyos padres regresarían en la madrugada, almorzaron con ganas y se fueron directo al estudio.

Camila estaba especialmente más malhumorada que nunca, el exceso de trabajo impuesto por el colegio y saber que su mayor pretendiente había resultado más patán que Juan Carlos la estaba estresando demasiado, trató de relajarse y se sentó en el computador al lado de Sandra con el fin de terminar ese trabajo algún día, pero sentía los nervios de punta y la gran necesidad de desahogarse de alguna manera, sabía que no era el momento para hacer nada y aún más malhumorada comenzó con la labor.

A media tarde llevaban menos de lo que esperaban, obviamente esto las desesperó, pero más a Sandra que a Camila, que creía manejar un poco la situación y el tiempo.

Al ver esto Camila se puso de pie y se puso justo detrás de su amiga, tomándola firmemente de los hombros y haciéndole un conveniente masaje, no le gustaba ver a su amiga tan tensa, así que usó las técnicas que había leído en las revistas y que había visto en TV y demostró por supuesto la inexperiencia que tenía, era la primera vez que intentaba esos masajes, era lógico que no salieran perfectos.

Sandra se puso de pie, más que reconfortarla los masajes le hacían daño, tenía la espalda demasiado tensa y la presión ejercida por su amiga le causaba dolor, así como estaba, tras su amiga, Camila puso sus manos en la cintura para probar mejor suerte y extrañamente sintió un calorcillo contagioso y unas cosquillas en el estómago que la impulsaban a acariciarla más profunda pero suavemente, así lo hizo, Sandra en vez de oponer resistencia se dejó hacer, le encantaba el tacto de su amiga, de nuevo percibió esa extraña sensación y la consideró aunque indebida (gracias a los prejuicios sociales), maravillosa.

Embriagada por el alterado estado de sus hormonas Camila se arriesgó y metió las manos bajo la blusa acariciando el abdomen de su amiga con total libertad, masajeándolo con firmeza, admirando su perfección con las manos, se fue acercando presa de un impulso desconocido e incontrolable y posó su cabeza en el hombro de su amiga, sintió el suave olor del delicioso perfume femenino, apoyó su cabeza y por momentos vio como se erizaban los vellitos al probar nuevos movimientos en la sensible zona abdominal, escuchó más atentamente la respiración entrecortada y levemente agitada.

Camila podía sentir como se aceleraban sus propios latidos, casi podía escucharlos, parecía que fuera a salírseles el corazón.

Llevaban muy poco tiempo de amistad pero se habían encariñado demasiado, tal vez estaban confundiendo erróneamente los sentimientos de la otra, nunca habían hablado del tema del lesbianismo y mucho menos se habían insinuado nunca nada, ellas no se consideraban así y pensaban que eso les pasaba sólo a mujeres con tendencias masculinas o poco femeninas; Camila pensaba que el cariño que hasta ahora había sentido era normal, pero en medio de esta situación descubría que había algo que no sabía describir, le causaba un enorme nivel de expectativa y la hacía pensar en cosas muy extrañas para su personalidad; por el contrario Sandra sabía que desde hacía algún tiempo estaba experimentando algo nunca antes sentido con sus anteriores amigas, a veces se cuestionaba si eran tendencias lésbicas, pero por miedo, pena o prejuicios sociales firme e injustamente impuestos descartaba esa posibilidad y trataba de justificarse ante si misma tales sentimientos con otras mil disculpas y razones que no venían al tema.

Sin embargo, sabiendo y experimentando ambas esos extraños impulsos, nunca Se habían atrevido a tocar ni en broma el tema con la otra y pensaron que callando las cosas nunca pasarían a mayores, cada una pensaba que la otra era “normal” y jamás llegarían a experimentar algo así, ambas se equivocaron, ahora se encontraban asustadas pero tentadas por los juegos que la naturaleza estaba haciendo con sus hormonas de adolescente y por probar, por curiosidad, por miedo o por ansiedad ninguna trataba de echarse hacia atrás.

Por el contrario, trataron de poner sus sentidos al máximo de sensibilidad y dejar que las cosas se dieran, a ver hasta donde llegaban, a ver si era cierto que la adrenalina funcionaba.

Camila sentía las yemas de sus dedos empapadas por el sudor, un temblorcillo apenas perceptible se empezó a apoderar de ella y sentía que ahora los impulsos por acercarse más y más a su amiga estaban aumentando peligrosamente.

Sandra estaba expectante a cada nuevo movimiento, a cada nuevo respiro en su hombro, a cada sensación; de repente, casi esperándolo, sintió los labios de su amiga en el cuello, deslizándose, simplemente acariciándola, explorando, acompañados por la alterada respiración, el miedo y el leve temblorcillo, ladeó la cabeza un poco con el fin de mover su cabello y facilitar la tarea y levantó las manos hasta posarlas sobre las de Camila, entrelazándolas y contagiándolas con el sudor que ella también tenía en las suyas; posteriormente, sintió los suaves y tiernos besos en la nuca, las agradables caricias en su abdomen y la irreversible tentación de seguir con esa locura, Camila la estaba enloqueciendo, no sabía si tenía más miedo que ansias o viceversa, pero por nada del mundo quería detenerse, empezó a sentir cómo la sensibilidad de su vagina aumentaba, parecía latiendo; percibió más fuerte su corazón y se percató que las maripositas en el estómago se movían más rápido.

Los besos en su nuca se empezaron a hacer más sonoros, más firmes y las caricias más insinuantes, habían dejado de ser agradables masajes para convertirse en obvios empujoncitos que la invitaban a darse la vuelta y encontrarse de frente con su amiga, tratando de pensar, de comprender o al menos aceptar las cosas le dio tiempo al tiempo, pero no tuvo éxito y terminó dándose la vuelta, encontrándose con la mirada más penetrante que había descubierto hasta ahora, siendo presa de una excitación que la atemorizaba pero la hacía desear mucho más que esa locura continuara.

No sabían que hacer, no podían actuar como si no estuviera pasando nada pero creían que seguir causaría en la otra una reacción de rechazo, ambas opciones eran erróneas, las dos se estaban muriendo por saber qué seguía en ese extraño juego de seducción y deseo y pensaron, muy acertadamente, que la respuesta se las daría los propios actos que el instinto las llevara a cometer.

Sandra puso su mano en la nuca de su amiga mientras ésta aún estaba firmemente adherida con una sola mano en su cintura, era el momento más crucial, estaban a punto de cruzar una delgada línea que la sociedad rechazaba injustamente, que el deseo conocía como placer absoluto y asegurado y que ellas, sin quererlo reconocer, estaban excitadas y ansiosas por probar.

Otra mirada a los ojos, otro desbordamiento de adrenalina, más maripositas en el estómago, un temblorcillo todavía más intenso y una excitación tan insistente fueron las sensaciones previas al mágico e imborrable momento en que ambas se acercaron y se dieron un suave beso en los labios, se separaron unos milímetros y en vez de regresar a ellos se acariciaron con éstos las mejillas, el mentón, la nariz y en nimios instantes la comisura de los labios.

Sabían que tenían que seguirse besando, eso querían y estaban muy lejos como para dar vuelta atrás, el miedo impulsaba al peligro y éste al placer, sin pensarlo dos veces Sandra atrajo a su amiga y entreabrió los labios justo frente a su boca y esperó la nueva sensación que marcaría su vida.

Camila no se hizo esperar y por fin abrió la boca para besar a la mejor amiga que había tenido en toda su vida, experimentó la extraña sensación de su sensible lengua explorando la de su amiga, el sabor de su saliva, la presión en su nuca y por supuesto, la creciente e imparable excitación.

Por su parte Sandra tomó el momento como un merecido premio a tal preámbulo tan extenso pero tan excitante, descubrió que la lengua de su amiga era bastante inquieta, que su saliva era enormemente fluida y que los movimientos que hacía con su boca eran tan estimulantes que despegarse de esos labios sería imperdonable.

Ambas eran mujeres, ambas tiernas, ambas delicadas, ambas se besaban exactamente con la misma delicadeza y ternura que las representaba, era como besarse con sí mismas, nadie más que ellas mismas sabían qué les gustaría, sentían que estaban recibiendo las caricias y las sensaciones que siempre desearon.

Los besos se volvieron más húmedos y los movimientos faciales más pronunciados, se separaban y se daban besitos, pero no soportando tanta carga erótica y regresaban a esos apasionados y oportunos juegos con sus lenguas.

Las manos ahora se habían puesto sobre los cuerpos y se exploraban con Hábiles caricias.

Camila empujó firmemente a su amiga hasta apoyarla en la mesa del computador, sobre el teclado y alternó los besos en la boca, el cuello, las orejas y la frente; repartía también las manos en su cintura, su espalda, los muslos, el cuello y sólo a veces, el sostén; Sandra atraía a su amiga del culo y una vez sintiéndola lo suficientemente cerca metía las manos y le acariciaba ampliamente la espalda, tropezando con el sostén y empapándose con el sudor; también le daba ocasionales besos en lugares distintos a la boca, pero prefería emitir suaves gemidos cuando la tenía despejada, no sabía que las caricias que una amiga fueran tan oportunas, estratégicas y placenteras, todo a la vez.

Se puso de pie y separándose un instante echó hacia atrás la impresora e hizo que Camila se sentara en el espaciecito que había quedado libre, sintió la mano de su amiga en su brazo atrayéndola rápidamente pero en vez de besarla con el afán que ella le exigía la miró directamente a los ojos, no pudo evitar una sonrisa tan maliciosa que causó en su amiga otra muy pícara y dispuesta a dejarse llevar por el elevado nivel de su libido se dispuso a llenarla de besos, caricias, empujones y magreos.

En menos de lo que pensaron estaban besándose con furia, con desespero, con pasión, se tocaban con un desenfreno tal que a veces se dejaban fugaces marcas en el cuerpo, Camila era una chica que en cuanto se excitaba perdía la vergüenza y se aventuraba a cualquier estrategia que tuviera finalidad placentera, por este motivo había rodeado con sus piernas a su amiga y la sostenía firmemente mientras la besaba y la tocaba hasta en los lugares más recónditos e inalcanzables.

Por su parte los sonoros y continuos gemidos que Camila emitía le indicaban a Sandra que estaba haciendo muy bien su trabajo y la excitación en que ella estaba sumida sin remedio denotaba que su amiga estaba haciéndolo a la perfección.

Obviamente las frenéticas caricias y los profundos besos no eran suficientes para calmar la excitación que crecía sin fin así que optaron por masturbarse la una a la otra sobre la ropa, como aún tenían la falda del colegio era fácil acceder a sus partes íntimas, así que ávidamente Camila se echó hacia atrás, apoyándose sin precaución en la fina impresora, e hizo sentar a su amiga sobre su muslo, restregándola contra él y disfrutando de los sonidos que hacía al encontrar cada vez más placer, Sandra, en medio de esta cómoda posición, llevó su mano hasta la entrepierna de Camila y palpando la humedad de su tanga le acarició muy firmemente la zona escuchando los placenteros ruegos para no detenerse.

El ambiente tenía una carga erótica tremenda, dos adolescentes, con su falda de colegio subida hasta más arriba de la mitad del muslo, la blusa arrugada, sudada, fuera de sí.

Dos Lolitas sentadas a horcajadas una sobre la otra, diciéndose guarradas, restregándose pesadamente, entregándose a ese embriagante éxtasis, sobre la mesa del computador, sobre las tareas, dejando a un lado los deberes por dedicarse a encontrar nuevos placeres, apoyándose peligrosamente sobre la impresora, probando los frutos de algo que todo el mundo rechaza y que pensaron era repugnante, pero resultó siendo mejor que todo lo anteriormente vivido.

Sin importar que estas impúdicas diabluras les costaran la materia, 17 años estaban hechos para entregarse al placer, a las hormonas, la adrenalina, al sexo del bueno.

Las mejores amigas se compartían, definitivamente, todo. Nadie sabe hasta qué punto.

Lo que siguió de ahí en adelante durante toda esa tarde fueron las experiencias más impactantes de sus vidas, si el placer vivido les hubiera costado la identidad sexual seguro ellas hubieran pagado el precio, estaban tan contagiadas de esos nuevos placeres que convinieron que ninguno de los polvos antes experimentados con los hombres podía compararse con la mínima parte de éste.

Se olvidaron de los propósitos iniciales de esa visita y se prepararon para gozar como nunca, querían vivir la experiencia más placentera de su vida de una forma especial y sin duda no había otra mejor que estarla sintiendo en brazos de su más querida amiga.

Camila en medio de los toqueteos y empujones que le pegaba a Sandra para excitarla contra su muslo, separó sus manos de la cintura y espalda de ésta y las llevó a los botones delicadamente puestos de su blusa, los desabrochó con afán, mirando y besando con morbo a Sandra, que temblaba de expectativa, una vez la blusa abierta desistió de quitarla y prefirió atacar el sostén, que, gracias a su propia experiencia, quitó con una facilidad obvia a pesar de tener aún la blusa puesta, posteriormente acarició las tetas de su amiga, imponentes frente a ella, desafiantes, erectas, redondas y perfectas, hizo que su amiga se pusiera de pie mientras se sentaba en la silla y hacía que Sandra se sentara sobre su muslo derecho, ahora tenía el pezón frente a su boca y la libertad total de acariciarlo, chuparlo y magrearlo con soltura, frenesí, morbo y por supuesto, excitación; Sandra había experimentado éxtasis en sus pezones en medio de algunos polvos anteriores, pero el desespero y afán masculinos hacían que terminara lastimándose sin disfrutar mucho.

Camila era una chica, al igual que ella, y sabía el tipo de caricias perfectas en esa zona, la fuerza que había que aplicar y la manera en que había que hacerlo, por eso Sandra se encontró sumida en un placer enteramente nuevo, que a duras penas le dejaba rastros de cordura, otra vez estaba gimiéndole a su amiga que por favor no se detuviera.

Unos instantes después, Sandra continuaba sobre Camila pero esta vez con un vaivén rítmico que simulaban un coito heterosexual, sin pensarlo dos veces y presa de una brusquedad repentina, Sandra haló la blusa de su amiga desde su posición y alcanzó a arrancar algunos botones, una vez la quitó fue por el sostén que terminó también en el piso y desde su ventajosa posición acarició los pezones de su amiga, aplastándolos suavemente y observando como regresaban a la normalidad, Camila se excitó más y se puso de pie nuevamente, empujando súbitamente a su amiga la llevó hasta la pared, recostándola firmemente, impidiendo que se moviera y la rodeó con las manos para tomar la falda, que calló sin problemas cuando estuvo suelta, se quitaron los zapatos y sin saber cómo -la excitación no permitía separarse de sus tetas y sus labios- las medias también.

Sandra alzó la falda de su amiga y tomó las bragas, hizo el amague de bajarlas pero las dejó en su posición, tocándole el culo y el pubis a su amiga, ésta pedía desesperadamente que la despojara de la prenda pero Sandra se había percatado que cuando hacía esperar a su amiga ésta respondía más violenta y consecuencialmente más excitada que de costumbre, así que siguió con el jueguito del amague por dos o tres veces más, en que sin soportarlo Camila abrió los ojos, se despejó un poco y autoritariamente ordenó a Sandra que la desnudase, ésta obedeció sólo en parte, le quitó la tanga pero le dejó la falda y empujó a su amiga de nuevo hasta la mesa del computador donde la apoyó de nuevo en la impresora, le hizo abrir las piernas apoyándolas inteligentemente en lugares estratégicos y se agachó sin preámbulos hundiendo la cabeza en la mojada y hambrienta entrepierna de su amiga.

Las oleadas de placer iban y venían sin descanso, ella trataba de mantener el equilibrio, difícilmente separó una mano de su apoyo -la CPU- y la llevó a la cabeza de su amiga empujándola con el fin de asegurar la permanente y placentera labor en su clítoris.

Camila empezó a temblar, sintió como se sonrojaba, como empezaba a sudar su espalda, los espasmos que estaba experimentando su vagina eran bastante violentos y finalmente advirtió la cercanía del éxtasis, sensación merecidamente recibida y disfrutada con fuertes movimientos y grititos agudos.

Luego de esto, Sandra se puso de pie, abrazó a su amiga y la besó, Camila sentía que ahora tenía que devolver el favor y trató de imaginarse la manera de lograrlo haciéndolo incluso mejor que su amiga, pero pensó que un orgasmo más placentero que el que acababa de experimentar difícilmente sería superado, optó finalmente por dejarse llevar por el instinto una vez más, hasta ahora se había entregado a él y todo había resultado increíblemente maravilloso, sus hormonas y su instinto femenino ya le dirían qué hacer y cómo actuar.

Era su turno, Camila se bajó del escritorio y se acostó sobre Sandra en el piso, se sentó y la observó, tenía sólo la tanga y aún la blusa abierta, la encontró demasiado provocativa, le causó gracia verle aún la blusa pero no quiso quitársela, su amiga no le había quitado la falda, le parecía muy excitante que ambas estuvieran semidesnudas, conservando una prenda, parecían listas para posar en fotos eróticas para Playboy o cualquier otro medio que mostrara tal belleza, así que continuó, se acercó a ella y se agachó sobre las tetas chupándolas, llevando una mano a la tanga, quitándola, y luego al clítoris de su amiga y acariciándolo firmemente, escuchando los gemidos de ésta, en medio del trabajo pensó que muchas de sus amigas se negarían placeres como éstos tildándolos de asquerosos, indebidos o poco placenteros, se sorprendió de los alcances que tiene la ignorancia, ellas preferían el sexo con hombres, arriesgarse a embarazos o a relaciones frías, rápidas y egoístas, pudiendo disfrutar el doble con una chica.

Se sintió feliz de haber cruzado esa delgada línea. Si este era sólo el abrebocas del mundo lésbico no le importaba quedarse a ver cuánto le hacía falta por descubrir.

Continuó con el trabajo manual sobre el clítoris de su amiga y le siguió chupando con maestría el pezón, repentinamente la penetró con un dedo y alternó la penetración con magreos en el clítoris, no tardó en sentir los fuertes espasmos en el interior de la vagina de su amiga y en ver el rubor en las mejillas; escuchó también el aumento de los gemidos y la desesperación con que movía las caderas, Sandra estaba llegando al orgasmo más enloquecedor hasta ahora y Camila se sintió bastante bien de haberlo hecho tan bien, ella realmente adoraba a Sandra y le parecía que no estaba mal este nuevo componente de su amistad, mucho cariño, gran confianza y excelente sexo, ¿qué más podía querer en una amistad? Siguió con el conveniente masaje y repentinamente bajó chupando con fuerza y penetrando con la lengua por momentos, lo hizo durante el orgasmo hasta notar que su amiga se había relajado completamente y subió del todo hasta besarla apasionada y tiernamente, diciéndole cariñosamente al oído que aunque no creía todavía lo que había pasado no se arrepentía de nada.

Se sentaron, Sandra tomó su tanga y se dispuso a ponérsela, así que Camila puso la cara más tierna que pudo y le dijo muy cariñosamente: – “Parece que hubiéramos acabado de tener sexo…” Sandra la miró cuestionándola totalmente con la expresión, ¿si no era eso, qué había sido? Camila explicó: – “Te vistes tan rápido que parece sexo lo que acabó de pasar, yo creo que hicimos el amor y que no quiero que te vistas todavía, yo todavía aguanto más marcha…” Sandra puso una sonrisa de oreja a oreja, comprendió completamente, el tierno y cómico comentario de su amiga era totalmente cierto, no habían tenido sexo, entre ellas había cariño de por medio así que habían hecho el amor y ninguna de las dos se arrepentía de nada.

– “Camila, no sabes cuánto te adoro, lo que pasó fue espectacular. Vamos a tu cuarto, en tu cama podemos -enfatizó en las palabras- hacer mucho mejor el amor…” Y ambas rieron cómplices, se levantaron, llegaron a la habitación de Camila y se desnudaron por completo, -Camila aún conservaba la falda y Sandra la blusa- se entregaron a nuevos besos, otro intercambio de sexo oral, nuevas caricias y cariñitos finales.

Días después de ésta experiencia efectivamente perdieron la materia, pero obtuvieron un lazo en su amistad que nadie podría desatar, en cuanto tenían oportunidad se entregaban a las delicias del sexo lésbico y disfrutaban como nunca antes, probaban muchas posturas y nuevas tácticas.

Se preparan para graduarse y aún nadie sabe de esta secreta relación, siguen siendo tan buenas amigas como antes, mejor aún porque se hacen favores sexuales.

Aunque no estudiarán lo mismo estarán en la misma universidad, prometieron que si hay que perder de nuevo una materia por mantener sus placenteros encuentros, lo harán.

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