Encuentro apasionado

Capítulo I

Lo primero que quiero aclarar es que tanto mi amante como yo estamos casados, incluso añadiré que felizmente casados, por lo que para no ir dando nombres falsos prefiero no dar ninguno. Asi que les hablare de ella y de mi en estos términos.

Ninguno de los dos volverá a cumplir los 30, pero a ambos nos faltan todavía muchos años para los 40. Nos conocimos a través de Internet. Y por tener aficiones similares y vivir en localidades cercanas decidimos vernos mutuamente. Fue un autentico flechazo, en nuestro segundo encuentro ya terminamos haciendo el amor. ¿Por qué? Pues porque ella es muy ardiente y desinhibida en el sexo, cosa que mi esposa no es, y yo soy todo lo sensible y cariñoso que su esposo no es… ¿el resultado? Encuentros furtivos en los que cada uno trata que el otro disfrute lo indecible… tratando siempre de hacer realidad las fantasías y los sueños mas salvajes… asi que no les extrañe si les digo que ya lo hemos hecho en un parque y hasta en un cine medio vació mientras veíamos una película.

He creído necesario darles todos estos datos para que el increíble encuentro que tuvimos el día de su cumpleaños no les parezca la fantasía de un adolescente embriagado. Ese día habíamos decidido hacer algo especial, asi que reserve mesa y habitación en un hermoso hotel lejos de la ciudad, para que pasáramos la velada juntos. Ya que, por suerte, su esposo no regresa a su casa a comer, y yo había podido solicitar el día libre a mi jefe con una excusa de la que mi esposa no sabia nada. Asi que a media mañana agarre el auto que había alquilado y pase a buscarla al lugar convenido.

Ella, que no sabia donde le iba a llevar, me esperaba con su eterna sonrisa picaruela en la esquina convenida. Y les aseguro que me costo horrores controlarme para no devorar a besos sus labios gordezuelos ni desnudarla para poseerla hay mismo sobre la acera al ver que se había puesto para la ocasión su breve y seductora minifalda escocesa, de esas con un broche lateral que dejaba al aire sus morenos y duros muslos.

Llevaba la camiseta blanca de botones completamente desabrochada, anudada debajo del ombligo, dejando que sus firmes y abultados senos se movieran en completa libertad bajo la misma, con sus durísimo y gruesos pezones marcándose desafiantes en el fino tejido, para que ni el mas cegato de los mortales dejara de apreciar que no había ningún sostén aguantando semejantes maravillas. Este conjunto, tan atrevido como sensual, ya nos había deparado varios encuentros deliciosos y alguna que otra anécdota que quizás les cuente otro día.

Para que se hagan una idea de la brevedad de su minifalda solo he de decirles que no me hizo falta mas que girar un poco la cabeza para ver el deliciosos tanguita blanco que llevaba puesto ese día cuando se agacho para sentarse en el asiento de mi lado. Nada mas hacerlo nos dimos el primer beso, tan apasionado e intenso como todos los que nos damos siempre. Yo con mis labios tratando de devorar los suyos gordezuelos y sabrosos y ella empeñada en que su dulce lengua se hiciera un nudo con la mia. Ni mis manos ni las suyas pueden permanecer ociosas cuando nuestras bocas se juntan.

Asi, al mismo tiempo que sus deditos se deslizaban traviesamente por la entrepierna de mi holgado pantalón veraniego las mias se introducían ansiosas bajo su camiseta, ávidas de volver a amasar esos enormes melones oscuros que me tienen medio loco, estrujándolos y apretándolos como si me fuera la vida en ello. Creo que de no haber estado en un lugar tan céntrico lo mas seguro es que hubiéramos acabado haciendo el amor ahí mismo. Pero me recordé a mi mismo los planes trazados, y haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad me separe de ella, jadeando, y puse el coche en marcha, camino de la autopista… y de un encuentro muy apasionado.

Puestos a hacer las cosas bien había decidido alquilar finalmente un coche descapotable, pues era algo de lo que tenia ganas desde hacia años y pensé que la situación era la mas idónea. Circular raudo por la autopista, con el aire en la cara, viendo como este revuelve las prendas de ropa de mi amante cómplice es un recuerdo que jamas olvidare.

Ella, tan excitada como yo, sino mas, pronto empezó a hacer de las suyas, recostando un poco su asiento para ponerse mas comoda… y para apoderarse con mas facilidad de lo que yo guardaba en mis pantalones para ella. Con su habilidad consumada pronto estuve con la cremallera bajada y su mano dueña y señora de mi rigida masculinidad. La cual masajeaba lánguidamente para que no perdiera su dureza, pero controlándola para que tampoco explotara la dinamita antes de tiempo.

Yo tampoco quise ser menos, y aprovechando la casi total ausencia de trafico por la vía le empece a acariciar los pechos de nuevo, pero esta vez también quería contemplar los gruesos fresones que pellizcaban mis dedos, por lo que aparte la tela a un lado para dejar que asomara al aire esa maravilla de la naturaleza.

-«¿Qué haces?… me las va a ver todo el mundo» me dijo ella, que tenia los enormes ojos pardos entrecerrados para disfrutar aun mas de las sensaciones que la rodeaban.

-«¿Te importa?… déjalos que disfruten». Y aparte del todo la tela para que el sol le diera de lleno, mientras mis dedos continuaban jugueteando con su rigido pezón.

-«MMmmmm… de acuerdo… ¿por qué no?» y ella misma se desato el nudo del ombligo para que los dos pechos quedaran completamente a la vista y su camiseta se convirtiera en un simple trapo ondeando al viento.

Yo no podía dejar de asombrarme de su osadía, de la que tantas muestras me había dado ya, y que la hacían tan distinta de mi tímida y apocada esposa. Pero ahí estaba de nuevo, imperterrita, masajeando mi pene y sonriendo feliz a los incrédulos automovilistas que nos miraban con los ojos como platos cuando les adelantábamos velozmente. Creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que ella estaba disfrutando de la situación lo mismo que yo, y quizás algo mas, por su alocada y desinhibida forma de ser.

-«Mi amor… soy tan feliz… y me gusta tanto este paseo que voy a hacer algo para que no lo olvides jamas» me dijo, y os juro que se me pusieron de punta hasta los pelos del cogote… pues ya sabia que sus promesas nunca son en falso.

Capítulo II

No tuve que preguntarle en que estaba pensando, pues sus intenciones se hicieron muy evidentes cuando, tras girarse como una gatita en celo en el asiento, me dirigió una de sus miradas mas traviesas y uso ambas manos para terminar de desabrocharme del todo el pantalón y dejar mi aparato completamente a la vista… e indefenso ante su voracidad.

Lo primero que pensé al sentir sus labios succionando mi chime fue que de seguir asi no iba a ser capaz de controlar el vehículo y que al final nos estrellaríamos… Y lo segundo que pensé fue… ¡ Que Diablos ! ¿acaso hay una forma mejor de morir?…

Asi que me relaje y permití que hiciera una de las cosas que mejor sabe hacer… y que a mi mujer, por desgracia, le da asco. Mi léxico se queda corto para describir las mil y una sensaciones que me embargaban en ese momento, y el gozo que la unión de su lengua, sus labios y sus manos trabajando a la vez en mi miembro me proporcionaban. Era algo sublime, un placer digno de los dioses que solo los muy afortunados pueden tener.

Por suerte no había apenas trafico, por lo que no tenia que cambiar de marchas, algo que me hubiera resultado muy difícil con sus grandes pechos colgando sobre la palanca. Asi que la mano que no tenia en el volante la dedicaba a acariciarlos, algo de lo que nunca me canso… ni se cansarían ustedes si tuvieran la oportunidad de estrujar entre sus manos esa carne tan firme como suave, y pellizcar entre sus dedos esos gruesos y puntiagudos pezones de caoba, tan sensibles como agradecidos a todo tipo de manejos.

El viento se convirtió en mi aliado, haciendo que su minifalda revoloteara descontrolada a un lado y a otro, permitiéndome continuos y generosos vistazos a sus nalgas desnudas. Pues su tanguita blanco por detrás era un fino cordón que desaparecía en la estrecha y misteriosa hendidura de su trasero, dejando sus duras y amplias nalgas a la vista. No solo a mi vista, sino a la de algunos afortunados conductores que pudieron ver como su generosa grupa asomaba por encima de la puerta… dedicándonos miradas atónitas, y alguna que otra pitada de claxon… supongo que como agradecimiento al espectáculo… y nunca mejor usada esa palabra.

Para cuando alcanzamos el todoterreno de aquellos chicos yo estaba ya a punto de llegar al orgasmo, asi que les rebase velozmente, perdido en mi propio placer, pero no por ello sin dejar de observar como pegaban los muchachos sus caras asombradas a los cristales. La cabeza de mi amante subia y bajaba ya a un ritmo frenético, siguiendo mi respiración agitada, llevándome hacia el clímax a pasos forzados. Casi tan forzado como el pobre motor del todoterreno al que los chicos exprimieron al máximo con tal de volver a ponerse a mi altura para ver el culo de mi amante de nuevo.

Decidí que tan loable esfuerzo merecía una recompensa, por lo que levante un poco el pie del acelerador para permitir que alcanzaran nuestra posición… mirando complacido como se agolpaban los jóvenes a los cristales para no perderse detalle de lo que sucedía en nuestro vehículo. Al ser este un poco mas elevado que el nuestro yo suponía que su vista debía de ser magnifica, pero decidí hacerla tan memorable como la mamada lo estaba siendo para mi… asi que en un alarde de generosidad estire mi mano libre y baje el tanguita de mi amante hasta sus rodillas… dejando a tan solo un metro escaso de los encandilados muchachos sus tesoros mas intimos a la luz.

No puedo afirmarlo, pero creo que ninguno olvidara fácilmente la rajita depilada que les dedicaba su húmeda sonrisa vertical, mientras su fogosa dueña empezaba a tragar con glotonería todo el semen que manaba a borbotones de mi fuente inagotable, producto de un orgasmo tan intenso como prolongado… que me impulso a pisar el pedal del acelerador de nuevo, de un modo automático, alejándome asi por ultima vez de los muchachos que tocaban el claxon sin parar, intentando, sin éxito, volvernos a alcanzar.

Ella, ajena por completo a lo que había sucedido, se dedicaba a lamer y succionar con fruición mi aun rigido aparato, limpiándolo con tanto cariño y esmero que me temía que de seguir asi me provocara un nuevo orgasmo, por lo que tuve que rendirme y pedirle clemencia… pues no quería llegar al hotel totalmente agotado. Después de relamerse los labios como una gatita satisfecha reparo, creo que por primera vez, en que tenia el tanguita casi quitado… lo cual le hizo mucha gracia. Yo pensaba que se lo volvería a colocar pero, para mi asombro, lo que hizo la adorable desvergonzada fue ponerse de pie, sujetándose al parabrisas con una mano mientras se despojaba de las braguitas con la otra.

Yo no podía ver los coches que circulaban en sentido contrario, pues me tapaba el seto de protección, pero los continuos pitidos de claxon me dieron a entender, bien a las claras, que los pechos desnudos de mi alocada amante si se veían desde el otro lado. Cuando volvió a sentarse, riéndose y todavía sonrosada de la emoción de su osadía, le conté lo que había pasado con los chicos… excitándose tanto con mi relato que se puso a acariciarse la depilada almejita con uno de sus dedos mientras sonreía de oreja a oreja.

Era una pena que yo no alcanzara a hacerlo, como hubiera deseado, pero la posición era muy incomoda, y ahora el trafico era algo mas denso, cruzándonos continuamente con otros vehículos. A ella ya le daba igual, pues una vez que había empezado sus dedos no paraban de hurgar en su intimidad, cada vez mas frenéticamente, mientras se acariciaba los pechos desnudos con la otra mano ajena, al parecer, a las miradas que le dedicaban.

Pero no era asi, y ella debía de estar disfrutando de su exhibición mucho mas de lo que yo me imaginaba… pues en un momento dado me suplico que me pusiera a la altura de un camionero… pues deseaba correrse ante su mirada. Yo, excitado, y siguiendo sus deseos, adecue mi marcha al trafico, haciendo lo posible por tener siempre un camión a la vista… a la espera de que el cambio de su respiración me indicara el momento oportuno en que debía ponerme a la altura de uno de ellos.

Era como una ruleta, en la que los participantes no sospechaban el premio que estaban perdiendo cada vez que los adelantaba en busca del aproximó camión. Hasta que llego el momento crucial, en que su respiración se convirtió en un continuo jadeo, y disminuí mi marcha para que el afortunado tipo pudiera ponerse a mi costado y, desde ahí arriba, ver con comodidad el espectáculo de mi amante logrando su orgasmo. La visión debía ser increíble, con su breve minifalda subida hasta la cintura y la camisa abierta de par en par… con sus dos deditos entrando y saliendo a un ritmo frenético de entre sus piernas separadas.. y su otra mano estirando su pezón violentamente mientras jadeaba con la boca abierta… rugiendo su placer a los cuatro vientos.

Capítulo III

Tan embelesados estábamos contemplándola los dos que el auto patrulla tuvo que hacer sonar varias veces su claxon antes de que me percatara de que lo tenia detrás. Se lo imaginaran ¿no?… ordenando nuestras ropas deprisa y corriendo mientras libamos a la entrada de servicio que nos indicaban unos kilómetros mas adelante para estacionar tanto nuestro coche como el camión en una explanada situada tras una amplia curva.

Yo todavía estaba abrochándome los últimos botones del pantalón, hecho un manojo de nervios, cuando la agente se asomo por un lado y me dijo con su voz firme y autoritaria que recogiera mi documentación y fuera donde estaba su compañero con el camionero. Recogí los papeles a toda prisa, sin saber aun que decir para salir del paso, mirando el gesto de enfado de la irritada agente… la cual, por otro lado, no dejaba de escrudiñar a mi amante. Al pasar por su lado no pude evitar compararlas mentalmente, diciéndome que esa chica flaca no quedaría del todo mal con otra ropa, pues ni siquiera el uniforme podía ocultar unas nalgas bien prietas y unos pechos pequeños, pero duros y muy tiesos.

Cuando llegue a la altura del coche patrulla el pobre camionero todavía estaba sacando toda su documentación, y parecía estar tan asustado y nervioso como yo. El guardia, un tipo grandote y fornido, permanecía callado y con el gesto ceñudo, parado pacientemente al pie del camión… sin decir nada, a la espera de revisar todos nuestros papeles. No podía dejar de mirar a mi auto, apesadumbrado por el mal rato que mi amante debía estar pasando, sobre todo cuando la agente la hizo salir y procedió a cachearla apoyada sobre al capo de nuestro auto.

No entendía porque la cacheaba a ella y a nosotros no, y porque insistía tanto en meter sus manos dentro de la ropa, dado que ya debía haberse dado cuenta de que no llevaba nada debajo, puesto que las braguitas aun estaban bajo su asiento. Estaba tan absorto que el otro agente me tuvo que llamar la atención para que me diera cuenta de que el camionero ya se marchaba, agradecido y con muchas prisas, y que era el turno de mostrar mi documentación. Yo se la entregue toda, de golpe, absorto en la contemplación del cacheo de mi amante, pues para mi era ya evidente que la agente estaba manoseándola a conciencia… y yo, para mi sorpresa, estaba excitándome de nuevo, pensando en lo que le estaría haciendo.

Imagínense como me quede al ver que la agente, con toda la tranquilidad del mundo, se separaba de mi amante, después de decirle algo al oido; y, tras abrir la puerta del descapotable, ocupaba el asiento del copiloto, sentándose cómodamente y haciendo un gesto a mi amante para que entrara también. No se que me sorprendió mas, si ver la parsimonia con que la agente se estaba quitando los pantalones, o la docilidad con que mi amante entro en el vehículo, cerrando la puerta del mismo tras haberse arrodillado a los pies de la policía.

Tanto el otro agente como yo habíamos comprobado que mi turbada amante llevaba ya los senos al aire al ocupar su sitio, señal inequívoca de que el cacheo había sido todo lo prolongado e intenso que yo había sospechado… y mucho mas. Si en ese momento me hubieran preguntado les aseguro que no sabría decirles de seguro si lo que le estaba mostrando al otro policía era la documentación del coche o mi carnet de la biblioteca o del videoclub… y no era para menos, pues la cara de satisfacción de la agente, cómodamente recostada en el asiento no dejaba lugar a dudas acerca de lo que debía estar haciendo mi amante arrodillada a sus pies. Y con lo bien que maneja ella la lengua seguro que la agente estaba en el séptimo cielo.

De eso no nos cupo ninguna duda cuando ambos vimos que se desabrochaba la camisa del uniforme, dándonos un vislumbre de sus pequeños y puntiagudos pechos desnudos, antes de tumbar el asiento del todo hacia atrás y desaparecer de nuestra vista. El motivo quedo bien claro cuando vimos el rostro sonrosado de mi amante asomar brevemente y desaparecer en dirección a su cara y a sus pechos. Su postura arrodillada sobre la agente nos permitía ver su culito desnudo por encima de la puerta del descapotable, ahora que su sufrida minifalda permanecía enroscada a su cintura, donde alguna de las dos la había remetido para que no molestara, y dejara todo al aire.

El otro policía y yo ya habíamos dejado de fingir, y mirábamos absortos y embelesados la increíble escena que tenia lugar a solo unos metros de nosotros. No era para menos, mi amante ya estaba desbocada del todo y, aferrándose a la puerta y a uno de los asientos se irguió ante nuestra atónita mirada, moviéndose adelante y atrás frenéticamente, restregándose a conciencia contra la policía; de la cual solo veíamos uno de sus pies, apoyado en la esquina del salpicadero, pero que bastaba para hacernos una idea de lo bien separadas que estaban sus piernas.

Aunque nuestros ojos donde realmente se clavaban era en los voluminosos pechos de mi amante, que bamboleaban alocados en cada uno de sus empujones. Sus gruesos pezones brillantes de sudor, y puede que de saliva, semejaban dos dátiles maduros que se hacia difícil no morder. Pero ese placer, por ahora, solo estaba reservado a la fogosa policía, la cual se aferraba a ellos con sus manos temblorosas con un ansia mas que justificada.

Yo tenia la boca seca, y una erección tan considerable como dolorosa viendo los dedos de la agente pellizcar y retorcer sin piedad esos pezones divinos. Por sus movimientos casi podría jurar que note cuando tuvo el orgasmo… pero lo que si sabia de cierto al ver la carita de pena de mi amante cuando la agente la obligo a ponerse de nuevo de rodillas a sus pies es que ella aun no había obtenido el suyo.

La agente, con una sonrisa satisfecha, se tomo con bastante tranquilidad lo de ponerse la camiseta de nuevo, mirándonos con cierta insolencia mientras se abrochaba los botones. Sin importarle nada, al parecer, que tanto su compañero como yo vieramos de nuevo sus pechos desnudos… y supiéramos lo que mi amante le estaba haciendo mientras tanto. Y que debía de estar haciéndolo de maravilla, a tenor de su cara de felicidad.

Cuando al fin salio del auto, todavía abrochándose los pantalones, su compañero fue a reunirse con ella, a mitad de camino entre ambos automóviles, mientras yo miraba a mi amante limpiándose la boca con el dorso de la mano y una mirada en sus grandes ojos pardos que tenia mucho mas de anhelo que de inquietud. Después de dialogar unos instantes, la agente vino hacia mi, mientras su compañero se dirigía a mi coche con toda confianza, empezando ya a desabrocharse los pantalones.

Capítulo IV

Cuando la agente llego a mi altura lo primero que hizo fue ponerme contra la puerta del coche patrulla y empezar a cachearme. Afortunadamente estaba de frente a mi auto, por lo que pude ver con toda nitidez como permanecía dentro de pie junto al asiento y como la cabeza de mi amante se incrustaba en su entrepierna, empezando a mamar con avidez el trozo de carne descomunal que había vislumbrado fugazmente cuando el corpulento policía se lo puso ante la nariz.

La agente, después de constatar lo durísimo que estaba mi aparato, se dedico a liberarlo de su encierro, pegando contra mi espalda sus durisimos pechos puntiagudos mientras me decía al oido con su voz enronquecida lo bien que le había chupado el conejo mi esposa y lo mucho que había disfrutado con su lengua. Como ambos llevábamos puestos nuestros anillos de casados no quise sacarla de su error, y ademas dudo de que me hubieran salido las palabras, pues mi garganta estaba seca… no por como me masturbaba, ya que lo hacia con bastante rudeza, sino de ver asomar por encima de la puerta de mi coche los pies de mi amante… lo cual, unido al movimiento de caderas del policía me indicaba bien a las claras que la estaba poseyendo delante de mis narices.

La viciosa agente, sin dejar de masturbarme en ningún momento, me dijo al oido, con sus enervantes susurros, que su compañero tenia una poya descomunal… asi, con esas palabras. Y yo, viendo la violencia de sus empujes, no pude por menos que imaginar lo que estaría sintiendo mi querida amante con ese grueso trozo de carne apenas entrevisto entrando y saliendo tan violentamente de su almejita.

Yo estaba ya a punto de alcanzar el orgasmo a manos de la agente, mas por la visión de lo que sucedía en el descapotable que por lo que ella me hacia. Por sus gestos se veía claramente que mi amante había cambiado de postura, y que ahora estaba a cuatro patas sobre el asiento mientras el policía la penetraba desde atrás. Este, firmemente aferrado a su cintura, imprimía un ritmo frenético a sus caderas, con unos empujes tan rudos y violentos que yo estaba convencido de que de seguir asi la iba a destrozar… o a matar de placer.

En ese momento la agente me dio su ultimo mensaje al oido. Me dijo, con una voz que sonaba excesivamente cinica para mi gusto, que estuviera tranquilo, que no la iba a dejar embarazada… que el siempre acababa en otro sitio. Ese comentario, junto con la visión del policía maniobrando para colocarse mas cómodamente detrás de mi amante, encendió una alarma en mi cabeza. Ella era prácticamente virgen de ese agujerito, pues yo había sido el primero en entrar, y solo lo había hecho una vez hasta entonces… y no me dio tiempo a pensar nada mas, pues incluso desde donde estábamos situados pudimos oir nitidamente su grito de dolor cuando fue sodomizada por el salvaje policía.

Aunque lo cierto es que después de ese primer grito no volvimos a oirla quejarse, y el ritmo del policía, que volvía a ser frenético, nos daba a entender claramente la facilidad con que su chisme entraba y salia de su pequeño orificio. Esa visión fue el detonante de mi abundante eyaculación. La cual fue a parar, casi por completo, contra el cristal del coche policial. El resto permanecía en la mano de la satisfecha agente, la cual se la lamió sin pudor, sonriendo satisfecha.

Pero para cara satisfecha la de mi pobre amante cuando, tras irse el policía, haciéndome un saludo medio burlón, me acerque a mi auto y la vi hecha un ovillo sobre el asiento, encharcada en sudor, prácticamente desnuda y con marcas por todos lados… para dejar bien patente que este cumpleaños dejara una huella imborrable en ella.