Capítulo 8

OCHO

BELLA DE DÍA.

GATACOLORADA & CHARLINES

Es un pedazo de zorra. Sé que se pone como una perra en celo cuando lee como la poseo. Le gusta lo que le hago. Entró en mi vida, me buscó, quería que la cogiera, me animaba a follarla, a dominarla y cuando lo he hecho, ahora se hace la estrecha. Es lo que tienen las gatas, son juguetonas y tienen ese punto de perversas como dice el tango que ella cita de la Gata Varela: se dejan y no se dejan.

La imagino leyendo y escribiendo. Busca estar sola porque sabe que se va a tocar cuando se excita, bien sea leyendo o contando porque lo imagina y lo vive como real. Lo sé y eso me divierte. Es hacerla mía, sus dedos son los míos cuando busca su clítoris y se ve con mi polla entrando en ella o cuando la como devorando ese coñito jugoso.

Le excita excitar como buena puta, tiene ese punto de exhibicionista que busca levantar las pijas de los machos de su entorno y juguetea con las mujeres para sacar la vena “les” que dice ella tienen todas.

Y ahora no hace más que decir que lo deja. Será puta.

Cuando me dieron la primera orden me alegré de haber elegido la ropa que vestía. Mi vecino había puesto una música de striptease, yo iba a jugar de profesional, porque me encanta y sé que no lo hago mal.

Me fui quitando la blusa y la pollera, despacio moviéndome como una serpiente, en mi mente había un foco que me iluminaba, estaba en una pista donde los machos me devoraban con la mirada. Jugar con mis senos cuando solté el corpiño, lucir mis pezones, y saber que me iba a quedar con las medias era el camino. Quería excitarlos, ponerles burros, creo que lo logré, porque cuando me quedé sin la tanguita se olía a los sementales en celo.

Me dejé llevar por las órdenes de mi vecino hasta que me la clavó en el chocho, yo sentada, empalada, expuesta al emir que se hacía una paja ante mí. Mi vecino me masturbaba, yo no aguantaba más, y además sabía que querían verme y oírme venir, me dejé ir entre maullidos de gata caliente satisfecha de verga.

Quería tener a los dos dentro. Sentir la doble penetración, que me llenaran sus pollas, que me atravesaran. Creo, que te posean dos hombres a la vez es una experiencia dura, excitante, pero maravillosa. Y la estaba viviendo, ellos jugaron conmigo, me hicieron suya. Sus manos, sus bocas, sus vergas me hacían hembra para el placer de los hombres. Yo me dejaba llevar. Chillaba, gritaba, gemía, entré en un orgasmo continuo en que chorreaban mis flujos. Gocé como una perra en celo bien cubierta.

Les pedí permiso para ir al baño a asearme, rezumaba semen, lo hice tranquila. Me higienicé y salí vestida. Se había acabado la sesión. Me esperaban en el salón. Les dije que era hora de irme. Me despedí del emir con un beso cariñoso en la mejilla.

Mi vecino me llevaba en su auto, iba tranquilo, y de la forma más natural, en una parada de semáforo rojo, sacó dos billetes de 100 dólares y me los dio.

– Son una atención por tu visita.

– Dios mío…me pagas como a una puta…no muy cara.

– No, nena, es una atención, un detalle. Lo has hecho porque te gusta y te excita. Te encanta que te follen.

Me quedé pensando en que tenía razón, que soy una gata viciosa y me gusta coger y vivir aventuras. Y lo de hacer de puta, porque he actuado como una puta, me había encantado. Recordar lo hecho me volvía a poner caliente. Me llevé una mano a la entrepierna por encima de la falda, me toqué a través de la tela. La otra buscó mis pechos, no me había puesto el corpiño, lo llevaba en la cartera, y mis dedos jugaron con los pezones.

– ¡Qué zorra eres! Pensar que has trabajado de puta te ha vuelto a poner caliente.

– Sí…no sé… pero estoy de nuevo mojada.

Se desvió del camino de nuestra casa, no sabía a dónde iba, pero me excitaba estar en sus manos, manos lujuriosas y expertas en dar placer a una mujer viciosa como yo. Llegó a un edificio con garaje, abrió el portón con un mando a distancia y bajó dos plantas. Paró en una plaza doble. Estaba a oscuras.

Se soltó el cinturón de seguridad y se abalanzó sobre mí, me agarró la cabeza y me besó. Su lengua entró en mí, sus labios apretados a los míos, restregando las bocas. Con la otra mano me atacó las tetas, sus dedos apretaban mis pezones endurecidos. Yo ansiosa busqué su polla, estaba dura, abrí la bragueta, metí las manos y la saqué, era una piedra, volvía a estar dispuesta para joderme, bien jodida. La meneé como una obsesa arriba y abajo, quería que saliera la leche o que me la metiera.

– Gatita, móntate encima y te la metes. – me ordenó mientras echaba el asiento hacia atrás para que pudiera subirme a él.

Le obedecí, me remangué la falta, me quité la tanga, puse una pierna a cada lado, estaba libre el camino de mi chochito. La polla agarrada le dirigí para que su cipote entrará en contacto con los labios de mi concha que deseaban besarle, dejé que me arara, hasta que empezó a empujar y a entrar en mi vagina empapada. Y me la clavó hasta dentro, yo ayudé dejándome caer hasta quedar empalada.

Me sobaba las tetas, yo subía y bajaba, me había vuelto loca darme cuenta que era tan puta. Y nos vinimos a la vez mientras nos besábamos como posesos.

Fumo un Lucky, hace calor, estoy con una camiseta de baloncesto del Estudiantes, que me viene muy grande, es de mi marido, y una tanga blanca, releyendo lo que escribo continuando la cogida salvaje que me han dado en el capítulo anterior, de la serie en la que estoy enredada. Llega mi chico que me besa mimoso en el cuello, se da cuenta que ando con un relato porno. Su lengua camina hacia mi oreja, la mordisquea y una mano entra por la apertura de la camiseta buscando mi seno. Encuentra mi pezón ya duro. Lo acaricia con dulzura. Apago el pucho y giro la cabeza para besarle en la boca.

– ¿Contando cómo te follaron bien follada?

– Sí, y ya sabes…. caliente, porque me lo imagino y se me moja la concha.

Me conoce bien, y mete la lengua jugando con la mía, al tiempo que los dedos que se ocupan de mis pezones se hacen más posesivos, apretando para que sienta que soy suya. Yo le acaricio la verga por encima del pantalón. Enseguida se le pone dura. Su sobeteo de mis tetas se intensifica.

– Vamos a la cama – le propongo al tiempo que apago la computadora.

Tira de mí, me lleva de la mano hasta el dormitorio. Ese dormitorio preparado para el sexo, que recreo en mis relatos. Cama para poderte coger cuando estás en cuatro y el macho llega cómodo con la verga a tu sexo, cabezal y piecero que permiten las ataduras, espejos que te multiplican y potencian tu placer.

– Quiero ver cómo te desnudas …mi toro.

Porque me gusta y me excita ver cómo se desnuda el hombre que me va a follar. Lo hace tranquilo, tomándose su tiempo, sabiendo que su zorra le espera, quitándose la braguita y acariciando su concha.

No nos tocamos, solo nos devoramos con la mirada, poniéndonos más y más cachondos. Se tumba, tiene su pollón gordo, pétreo, en alto esperándome. Voy hasta él, colocó un pie a cada lado de su cuerpo, agarró con mis manos el cabecero y voy bajando hasta que mi coñito entra en contacto con su cipote. Estoy tan mojada que me deslizo clavándome en su estaca.

Me quedo quieta, sintiendo su verga dentro, no nos movemos, nos sentimos unidos, juego con mi vagina, apretando su mástil con mi intimidad. Las manos de mi macho buscan mis tetas, primero las toca sobre el algodón de su camiseta, juega con ellas, me gusta sentir la tela rozando mi piel. Poco a poco hace que mis senos queden al aire, la camiseta entre ellos, los pezones duros, erectos, sensibles, se moja los dedos con saliva y los acaricia mimoso.

– Quiero sentirte así, dentro, llenándome… mi hombre…mientras pienso que …

– Soy otro el que te folla…el que te hace lo que te cuenta que te hace.

– Sabes que me anima…me hace más puta… más tuya.

Y empiezo a subir y a bajar, a deslizarme por su polla enhiesta, mis flujos hacen que sea fácil, tierno, dulce, sentirme suya. El polvo se hace infinito, el calor me va invadiendo, me va llenando, suspiro, gimo de placer. Quiero que sea eterno el camino, pero no es posible y empezamos a acelerar, poco a poco, hasta que los dos subimos hasta la cima y como el agua en una cascada nos derramamos en la lujuria infinita del amor sexual.

Su carcajada resonó en mis oídos, mientras intentaba arreglarme con un pañuelo de papel recogiendo los restos de su semen.

– Malena, podías lamerme la polla para no manchar los pantalones. Y te voy a hacer una propuesta. Chupa…cariño … te voy contando.

Metí su verga, todavía dura en la boca, me sentía una verdadera golfa y me encantaba.

– Te gusta jugar a ser puta… me lo dijo mi amigo con el que follaste el otro día… hoy lo he comprobado.

El asentir con la cabeza, marcaba el ritmo de la comida de su polla, no perdía detalle y me hacía gracia la situación.

– Él necesita una mujer para su consulta de terapias sexuales y a mí me viene bien, una tía como tú para atender a algunos clientes. A ti te va la marcha y encima te llevas una pasta… ¿Qué dices?

– Ya la tienes limpia – le agarré la pija y con dificultades se la intenté meter en el pantalón.

– ¿Y?

-Puede ser divertido… pero solo de día … ya sabes, para que nadie sospeche.

 

Continúa la serie