La noche caía cuando mi novio pasó a recogerme para salir a tomar algo y distraernos un rato, era domingo y hacía mucha calor.

Estábamos en una terraza de verano tomando algo con unos amigos, yo bebí un poquito más de la cuenta, me aburría y eso me hizo animarme, tanto que cuando subí al coche comencé a besar a mi chico, a provocarle, hasta que él se decidió y arrancó el coche camino de su casa.

Por el camino no hacía más que mirarle y sonreírle con malicia, con deseo, él no tardó en empezar a acariciar mis piernas, y cuando podía aprovechaba para acariciar su paquete por encima del pantalón, a lo que su reacción no se hizo esperar y empecé a notar como su polla empezó a crecer y a endurecerse cada vez más.

Aprovechando un semáforo él comenzó a besarme mientras sus manos acariciaban mis pechos, y sin pensarlo me vi desabrochando su pantalón y metiendo mi mano para sacar su ya durísima polla, que enseguida comencé a lamer y a acariciar.

Pronto llegamos a su casa, nos colocamos la ropa como pudimos y subimos.

Por la escalera íbamos besándonos, no podíamos esperar a llegar, estábamos los dos muy calientes.

Él como pudo abrió la puerta y entramos.

Me quitó mi camiseta y desabrochó mis pantalones, mientras yo desabotonaba su camisa…

Por fin llegamos al salón y nos acomodamos en el sofá sin dejar de besarnos y acariciarnos un solo momento.

Ya estábamos completamente desnudos cuando él se levantó y cogiéndome en brazos me llevó a la cama, donde me estiró con sumo cuidado.

Ambos estábamos excitadísimos, así que no dejamos perder ni un solo momento, él se puso encima mío y comenzó a penetrarme lentamente, yo notaba como me iba llenando poco a poco, eso me volvía loca, pero pasados unos minutos no podía aguantar más, y girando conseguí colocarme encima suyo, comenzando a cabalgar tan deprisa como podía y consiguiendo en breve que los dos estalláramos de placer.

Pero la cosa no quedó ahí, tanto él como yo seguíamos muy excitados y seguimos acariciándonos el uno al otro fundiéndonos en un beso y un abrazo increíbles.

Estirados uno frente al otro nos mirábamos. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo de nuevo, pasando por mi entrepierna y mi culito que estaban muy húmedos.

Él insistía en mi culito (es algo que le encanta y a mi también), yo ya no podía ahogar mis suspiros, que por momentos se volvieron en gemidos y pequeños grititos, a lo que él respondió pasándome su lengua por ese agujerito que tanto le gusta penetrar; primero lo hizo con su lengua, después con sus dedos y más tarde con su ardiente polla, hasta que me hizo sentir un gran orgasmo seguido de otros tres, ya que no paró de bombearme durante casi 2 horas, a la vez que introducía sus dedos en un principio y más tarde casi su mano entera, ya que mi coñito estaba mojadísimo.

Y así concurrió aquella calurosa noche. Pero no todo quedó ahí como los dos pensábamos.

Ya por la mañana, nos levantamos y salimos a comer, dejándome luego en mi casa, pues tenía cosas que hacer.

Él trabajaba de turno de noche, por lo que no podía verle, pero me había quedado con mal sabor de boca, necesitaba algo más, quería hacerle disfrutar tanto como él me lo había hecho a mi. Así que mi mente empezó a planear algo que más tarde llevaría a cabo…

Ya eran la 1:30 de la mañana y yo sabía que él a cosa de las 2:00 salía a tomarse un café, así que ya arreglada cogí mi bolso y llamé un taxi que me dejó en la puerta de su trabajo.

Llegué 6 minutos antes de las 2:00, y como a su compañero de seguridad le conocía me dejó pasar sin avisarle, le dije que quería darle una sorpresa.

Me senté allí a esperarle, en su silla, con las piernas cruzadas, levantándome el vestido para dejarle ver mis piernas, y colocándome bien el pelo.

Cuando él llegó y me vio allí sentada lo primero que hizo fue mirar a su alrededor a ver si había alguien más. Y acto seguido me preguntó que hacía allí, y si había ocurrido algo, con mi cabeza le dije que no, y sin decir una palabra me levanté y me dirigí hacia él, besándole y mirándole con toda la lujuria que mis ojos y mis labios sabían transmitir.

Y debió funcionar, ambos debimos pensar lo mismo, porque él sin decirme nada me cogió de la mano y me llevó a una nave enorme donde solo habían cajas y más cajas, era como un gran almacén.

Y allí delante de él dejé caer mi vestido al suelo, él me miraba fijamente mientras yo desabotonaba su camisa y su pantalón. Su mano se deslizó entre mis piernas y dejó caer también mis braguitas, sorprendiéndose cuando notó una cuerdecita ahí…

Me tumbé encima de unas cajas, y él separó mis piernas suavemente, y comenzó a lamerme mi ya húmedo coñito, y mientras frotaba mi clítoris con su lengua y lo pellizcaba con sus labios comenzó a estirar de la cuerda. Yo mordía mis labios para evitar gritar, y así sacó las bolas chinas que llevaba ya desde aquella misma tarde.

Mirándome fijamente a los ojos comenzó a lamerlas dejándolas después a un lado, e introduciendo su lengua para saborear los líquidos que manaban de mi abundantemente.

Al momento decidí que ya estaría bien excitado, así que incorporándome bajé sus pantalones y me agaché delante de él, comenzando así a lamer su polla lentamente mientras no dejaba de mirarle a los ojos, y poco a poco aumentando el ritmo y metiéndola por completo en mi boca, ayudándome con mi mano para masturbarle a la vez que se la mamaba con todas mis ganas.

Cuando noté que ya no podía más, fui parando suavemente, y me incorporé de nuevo, besándole y jugando con su lengua mientras mis manos le seguían acariciando levemente su ya durísima polla.

Estirándome de nuevo sobre aquellas cajas y rodeándole con mis piernas su cintura el comenzó a clavarme su polla, que entró de una sola vez ya que yo ya estaba muy mojada.

Estallando poco después los dos en un orgasmo bestial. Los dos sudorosos seguíamos calentándonos, no podíamos parar, estábamos como locos, yo me levanté y él se acercó a mi por detrás acariciando y apretando mi culo, y al acariciarme con sus dedos notó de nuevo otra cuerdecita y sorprendido me dijo al oído;

– «¿Así que quieres guerra?, pues la vas a tener».

Y acto seguido, tirando de un solo golpe de la cuerda me sacó las bolitas chinas de mi culito, provocando así que yo gritara. Y sin mediar más palabras puso su polla en mi culo, y cogiéndome bien con las dos manos por la cintura, con un par de golpes de cadera me la metió entera.

Yo no dejaba de jadear y jadear, cosa que a él aún le ponía más cachondo, me cogió de las tetas y apretaba de ellas en cada embestida, que cada vez eran más y más fuertes, hasta que notó como me corría.

Y parando poco a poco, nos separamos, agachándome delante suyo, y volviendo a encontrarse nuestras miradas comencé a mamársela como nunca, no tardó en venirse en mi boca llenándomela con su leche caliente, que en aquellos momentos me sabía a gloria.

Nos dieron las 5:45 y a las 6:00 hacían cambio de turno, nos vestimos en un momento y yo salí a la calle a esperarle mientras él hablaba con su relevo.

Y más tarde en su casa seguimos con nuestra historia, pero eso ya lo contaré otro día…