La prima de mi amigo Miguel
Me llamo Diego, escribo desde Buenos Aires y quiero contarles algo que me sucedió hace varios meses.
Tengo 42 años, y desde hace más de 20 me dedico al mundo de los negocios.
Estoy divorciado hace tres años y no tengo hijos.
Actualmente no tengo pareja estable, o sea que si alguna mujer me quiere conocer puede escribirme.
Era sábado, sobre las 4 de la madrugada, estaba en un boliche con amigos en una zona frecuentada por jóvenes.
Miguel, uno de mis amigos me pidió si podía acercar a su prima a la casa prque él estaba enroscado con una chica que la llevaría a coger en ese momento.
La sobrina era una chica que no debía tener más de 19 años. Parecía media loquita, porque pensó que yo era un remisero. Subió al coche en el asiento de atrás. Cerró la puerta bruscamente (estaba algo mareada y enojada), y me dijo a donde debía llevarla. Vivía a unos veinte minutos de allí.
Durante los primeros cinco minutos no dijo palabra, y como soy una persona que no puede estar callada mucho tiempo intenté sacar un poco de conversación, ya saben, sobre cosas banales. Por su manera de hablar observé que era la típica chica aún muy inmadura pero que se las daba de adulta.
A través del retrovisor pude ver la enorme delantera que lucía, aunque debido a que estaba sentada y era de noche no pude contemplar su cuerpo como me hubiese gustado. Parecía estar algo rellenita, tenía el pelo corto, era morena y de cara no era muy guapa, pero tampoco fea.
A mitad de camino, mientras hablaba con ella, escuché los chasquidos de un encendedor. Pensé que se estaba encendiendo un cigarrillo, y aunque en mi coche no me gusta que fumen, no pensaba decirle nada. Sin embargo, de repente empezó como a quemar algo.
Sin más, me dice : «¿Fumás porros?». Me quedé sorprendido, más que nada por la poca vergüenza de la chica, y es que por lo menos me podía haber pedido permiso antes de quemar el hachís. Supongo que tendría algo que ver el alcohol que había consumido durante la noche.
Me dijo que se llamaba Vanessa, y que tenía 17 años. También me contó que había dejado el instituto porque no le gustaba estudiar, y ahora se dedicaba a ayudar a su madre en casa. En resumen, una niña bien consentida a la que se lo permitían todo.
Por cierto no debía tener mucha práctica haciéndose porros porque casi habíamos llegado a su casa y no había podido armar uno.
«Mirá, mejor te lo encendés en la calle o en tu casa, porque estamos llegando», (le dije). Esto no le pareció buena idea, decía que podrían verla los vecinos y que en su casa ni loca. Se puso muy pesada, y quería que la dejase fumárselo en el coche, ¡puta madre con la pendeja desvergonzada!.
Al final tuve que acceder, porque esta tipa era capaz de haberse puesto a pegar gritos allí en medio, y como yo no tenía que hacer más nada le dije que OK, pero que no estaría más de diez minutos. Sonrió con cara de puta al ver que se había salido con la suya, y me pidió por último que estacionara en un lugar poco iluminado para que no nos vieran desde las ventanas.
Bajé a echar una meada, y cuando subí al coche ella había cambiado de lugar. Se había puesto delante, en el asiento del acompañante.
«Tomá, fumá» me dijo. Me pasó el cigarro y le dí varias pitadas, no quise más porque hacía mucho tiempo que no fumaba (ni habanos) y no me quería enviciar de nuevo.
Al tenerla ahora a mi lado pude fijarme más en su cuerpo. Llevaba puesto un pantalón de tela muy ajustado y un top blanco cuyo escote dejaba ver parte de su corpiño, que era de color negro. Lo impresionante de Vanessa eran las tetas, debía tener una 115 más o menos.
Me gustaba verla fumar, daba pitadas al porro y luego semicerraba los ojos. Yo aprovechaba para fijarme en sus tetas todo lo que podía.
La situación era curiosa, hay que reconocerlo. Yo, a mis 42 años, estaba con el coche, parado en un lugar oscuro con una pendejita de 17 años que tenía unas tetas de vaca lechera. Observé también que, debido a que el pantalón era muy ajustado, se le notaban marcados los labios de su conchita. Uahhhhhhhhh!!!!!!! Comencé a excitarme cada vez más.
Llegué a la conclusión de que era la ocasión perfecta para echarme un buen polvo, ¡y gratis!, así que cada vez fui acercando más mi mano derecha a su pierna izquierda.
Aproveché a que estaba muy entusiasmada escuchando algo que yo le estaba contando (no me acuerdo ahora mismo que era) para, como el que no quiere la cosa, poner completamente mi mano sobre su muslo.
No dijo nada, así que fui tomándome más libertad y empecé a mover lentamente la mano hasta dejarla casi en la ingle, muy cerca de su zona púbica. Le dio las últimas pitadas al cigarrillo de hachís y lanzó el pucho por la ventana. «Disculpá, voy a tener que salir a mear, vuelvo enseguida» me dijo.
Me jodió un poco, la verdad, pero lo bueno es que al levantarse y salir del coche pude fijarme mejor en su cuerpo. ¡y que cuerpazo!. La mina estaba gordita, pero tampoco en exceso. Sus caderas eran anchas, el tanga se le marcaba a través del pantalón y su culo era enorme, y macizo. Se alejó un poco y se ocultó detrás de un contenedor de basuras. Aproveché para acariciarme la pija por encima del pantalón, y al volver al coche, mientras abría la puerta y se sentaba, observé el movimiento de sus pechos y el enorme tamaño de sus pezones.
A esas alturas yo estaba totalmente decidido a cogérmela, y un último detalle me hizo decidirme totalmente. Resulta que Vanessa (intencionadamente, claro) se dejó los dos primeros botones del pantalón desabrochados, y vi también que el cierre relámpago lo tenía bajado, ¡y le asomaban algunos pendejos de su conchita!!!. Claramente se me estaba insinuando, porque aunque estuviese algo mareada no estaba borracha. Me tenía completamente re-caliente, y decidí pasar a la acción.
Sin decirle palabra, me tiré sobre ella y con mi mano le agarré toda su conchita. Ella reaccionó sobándome la pija y manoseándola bastante. Yo entonces introduje dos dedos por dentro del cierre y comprobé como la niñita tenía el tanga corrida para un lado por lo cual no tenía obstáculo ninguno para llegar a su conchita.
Me facilitó la tarea abriendo un poco las piernas y recorrí centímetro a centímetro su coño, sin introducirle los dedos aún. Luego ella misma, sin yo decirle nada, se quitó al top. Quedó ante mí en corpiños, y parecía como si éste se fuese a romper debido a la presión de sus grandes tetas.
Llevé mis dos manos a sus tetas y se las agarré por encima del corpiño, y a la vez nos besamos. Las tenía tan gordas que no se las podía agarrar por completo. Por fin me sacó la pija, con sus dedos recorrió desde los huevos hasta el capullo, y luego se puso a masturbarme lentamente. Le saqué las tetas por encima del sujetador y me quedé observándolas durante unos segundos a la vez que pasaba mis dedos alrededor de sus erectos pezones. «Hacéme una paja en mi conchita, por favoooooor!!!!» me pidió ella totalmente excitada. Así que metí mi mano que buscó la entrada de su joven coñito y me puse a pajearla.
Le metí dos dedos de golpe, y no me costó mucho esfuerzo ya que lo tenía bastante mojadito. Con mi otra mano le seguía tocando las mamas y con mi lengua le lamía el cuello, le daba dulces besitos, bajando poco a poco hasta llegar a sus pechos que me puse a chupar como un perrito.
El coche es un lugar incómodo para este tipo de cosas, así que le sugerí salir fuera y tendimos en el suelo una manta que tenía en el baúl. Nos colocamos detrás de unos arbustos, sin ningún peligro de ser vistos. Solo se escuchaba pasar algún coche de vez en cuando y de lejos, ya que estábamos apartados del camino.
Me acerqué y la tomé por la cintura, la besé apasionadamente y con mi ayuda se quitó los pantalones quedándose únicamente con la tanguita. Le agarré los muslos, los cachetes del culo y estuve un buen rato acariciándoselos. Más tarde, mis manos descubrieron ese territorio desconocido, tan deseado, y la dejé totalmente en bolas.
Tenía vello púbico en abundancia, no eran muy largos, sino rizados y completamente negros. Le pasé la mano y sus pelitos dejaron adivinar un sexo rosado y muy lubricado. Me agaché y le separé las piernas. Le pasé la lengua por el clítoris, ella puso sus dos manos sobre mi cabeza y me hundió en su conchita jugosa. Luego se dejó caer en la manta, levantó las piernas y las pasó detrás de mi cuello.
En esa posición, su concha estaba bien abierta y mi lengua se hundió profundamente entre sus labios vaginales. Sus jugos me cubrieron todo el rostro, le levanté más las caderas y lamí en círculos la entrada de su culo. Suspiraba de gusto y comenzó a gemir.
Yo aún estaba vestido, así que, sin perder mucho tiempo, me quité los pantalones y los calzoncillos. Mientras lo hacía, ella se pajeaba hundiéndose por lo menos dos o tres dedos en su conchita.
A mí no me interesaba echarle un polvo rápido, sino disfrutar de la experiencia el máximo tiempo posible. Me lo quería tomar con calma y tardar el máximo tiempo posible en cogérmela. Con la pija en la mano me acerqué a ella, y me puse de cuclillas a la altura de su cabeza.
Atrapó mi pija con sus labios y se lo metió hasta lo más profundo de su boca. Su lengua hacía movimientos en círculo sobre mi capullo… creí desmayarme de placer.
Mientras me hacía la mamada yo me dedicaba a meterle mano por todo el cuerpo. Notaba sus formas en mis manos, sus tetas grandes y levantadas, sus pezones endurecidos y listos para mi boca sedienta. A veces, Vanessa se sacaba la pija de la boca y chupaba también mis huevos y mi culo. No podía creer lo que estaba pasando, ¡pero era real!!!.
Cambié de posición y me puse encima de ella. Le metí un dedo en la concha, y después dos. Lo tenía totalmente lubricado, así que probé a meterle tres. Miré su rostro y tenía la cabeza de lado y los ojos cerrados. Estaba muerta de gusto.
Más tarde llevé mis dedos llenos de flujo a su boca, se los pasé por los labios y ella misma sacó la lengua y los chupó. Eso me puso aún más caliente y comencé a frotar mi dura verga por la entrada de su conchita caliente. Vanessa levantaba las caderas y hacía presión sobre mi pija.
«Por favor, cogéme Diego, ¡te lo suplico!!!!». Así que apunté directamente a su agujero y, sin casi ningún esfuerzo, se la clavé hasta los huevos. Quería disfrutar al máximo rozando mi pija caliente por esa entrada llena de pendejos y, aunque se la metía todo lo que podía, lo hacía lentamente, o sea hasta el fondo pero sin prisas.
La muy viciosa sin embargo necesitaba más pija, y me empujó apartándome de encima y me tumbó, sentándose ahora ella sobre mí, bueno más bien sobre mi dura pija.
Desde esta posición, yo tenía un ángulo fabuloso de su concha y fundamentalmente de sus tetas, que rápidamente agarré a la vez que ella comenzó a cabalgar. Fue aumentando el ritmo hasta un punto en el que las tetas se le movían tanto que se escapaban de mis manos, y podía sentir también sus músculos vaginales apretando mi miembro que entraba y salía a una velocidad frenética.
Vanessa era multiorgásmica, tenía la concha encharcadísima y me resbalaba su líquido por toda la pija e incluso hasta mis huevos estaban empapados de su leche.
Cuando estaba a punto de acabar, le avisé y ella levantó las caderas, saqué mi pija y le eché todo el esperma sobre su vientre y ombligo.
Después se agachó, y tomando mi nabo en su boca sorbió hasta la última gota. De paso siguió chupando un buen rato mas, hasta que me la volvió a poner dura, por lo que a los pocos minutos estuve listo otra vez. Esta vez mi objetivo era practicar todas las posiciones posibles y sobre todo encularla.
Hicimos un 69, y su esfínter pequeño, cuando se lo empecé a succionar y a meterle la lengua, se fue abriendo. Me ayudé con las manos y le abrí el culo todo lo que pude, para que mi lengua le entrara bien. «¡Sigue por favor, me encanta como lo haces, nunca me habían comido el culo», decía Vanessa.
Cuanto más le metía la lengua, mejor me la chupaba ella y más rápido lo hacía. Temí acabar en su boca y le pedí que parara. «¡Pues entonces metémela ya, carajo!» gritó. La puse a cuatro patas y empujé, poco a poco, con mucho cuidado para no hacerle daño.
Me pidió que a la vez que se la metía que le masajeara el clítoris, y lo hice durante un buen rato, hasta que no pude resistir más e introduje la pija cada vez con más fuerza.
Ya la tenía dentro casi por completo, aunque a veces paraba durante unos instantes ya que le dolía un poquitín, sin embargo al poco tiempo me dijo que la penetrara a fondo que ya no había problema.
«¡Siii, siii, que gustazo, que gustoooooo!!!!!» decía ella sin parar de mover el culo de tal manera que, aunque yo me quedase quieto, era ella la que me cogía. Se veía que tenía experiencia la muy putita, y tan solo con 17 años. Fue ella incluso la que, pasado un rato, me pidió cambiar de postura, se echó sobre la manta boca arriba y se agarró las piernas con las manos para dejarme el culo en buena posición. Se la volví a clavar, y esta vez podía contemplar el calentón movimiento de sus ubres, que por cierto también lamí dejándolas llenas de saliva, y al reflejarse la luz de la luna sobre ellas se producía un efecto maravilloso. Flor de tetas tenía (esto no me cansaré de repetirlo), y ahora, impregnadas con mi saliva, se veían tan brillantes y…tan GORDAS. Cuando me faltaba poco para acabar, le dije que en cuanto yo la sacase, se introdujera un dedo en la concha y otro en el culo y se pajeara, a la vez que yo acabaría en su boca. Varios segundos después saqué la pija de su culo y, sin perder ojo de como ella se pajeaba, le metí la pija entre los labios y acabé dentro de su boquita adolescente. Consiguió tragarse el 90% de la leche, y el 10% que se le escapó lo recogió con la lengua. Después nos abrazamos y nos dimos un largo besote, que me permitió saborear mi propio semen.
Después de este polvazo nos vestimos y nos fumamos juntos un buen porro, mientras hablábamos de lo sucedido. Los dos estábamos muy satisfechos con la experiencia y coincidíamos en que había que repetirlo.
Me dio un beso de despedida y se fue caminando (su casa estaba muy cerca) no sin antes darme su número de móvil. Al llegar a casa, me hice una muy buena paja en la ducha antes de dormir recordándolo todo. Al día siguiente no tenía que trabajar, así que podía levantarme tarde y, ¿adivinás que era lo primero que tenía pensado hacer cuando me levantase? Pues obviamente, llamar a Vanessa y disfrutar de mi día libre.
A las dos y media me desperté. Bajé a comprar el diario y me tomé un par de cervezas en el bar mientras lo leía. Luego pasé por el super y compré algunas cosas para comer, ya que tenía la heladera casi vacía. Estaba algo nervioso, solo hacía pensar en Vanessa, y sobre todo en sus pechos y su conchita. Antes de subir a mi casa pasé por el coche ya que tenía allí el teléfono de ella apuntado en un papel. La llamé cuando terminé de comer.
— «Hola, Vanesa?»
— «Sí, soy yo, ¿sos Diego?»
— «Siiiiiiiiiiii. Hola dulce, ¿qué tal estás?, ¿tenés planes para hoy?»
— «No, no, ningún plan, ¿podés venir a buscarme?»
— «¿A dónde, a tu casa?»
— «Esteeee… no, a mi casa no, vamos a quedar en algún sitio, Diego»
— «De acuerdo, ¿Te parece bien en la entrada principal del Patio Bulrich, a las siete?
— «Dale, allí estaré»
— «Bien Vanessa, hasta luego entonces, ¡ah!, quería pedirte una cosa»
— «¿Qué?»
— «Pues es un pequeño caprichito que tengo, y que me hace mucha ilusión. Mirá, me gustaría que te pusieras una minifalda sin tanga, un top sin corpiño y unas botas altas, pero sino querés no pasa nada»
— «¡je je je tranquilo, lo haré, no te preocupes!. Más de una vez he salido así, y no me importa hacerlo una vez más para vos. Nos vemos Dieguito»
— «Hasta luego, dulce».
¡¡¡Guau!! Estaba supercontento, ya que por unos momentos pensé que no me iba a dar bolas por teléfono o que me había dado uno falso. Me metí de lleno en la ducha y luego me lavé los dientes e incluso me puse algo de gel en el pelo. Quería, dentro de lo que creía, estar lo más «agradable» posible. Traté de ser puntual, como es costumbre en mí, así que salí de casa con bastante antelación.
Vanessa estaba allí cuando llegué, y al verla me entró una especie de escalofrío que me recorrió el cuerpo. Estaba imponente, exactamente como yo le había pedido. ¡Puta madre!!!!, las tetas se le transparentaban una barbaridad, ¡pero una barbaridad!.
Y más morbo me daba el pensar que iba así porque yo se lo había pedido, y ella me había obedecido fielmente, había salido a la calle como una puta porque un hombre al que había conocido la noche anterior se lo había pedido.
Como les decía, las tetas se le marcaban al mango, y esa pollerita corta y las botas completaban la armonía haciéndola el centro de atención de todos los hombres, y por supuesto de alguna mujer también.
Nos dimos dos besos y entramos al shopping abrazados de la cintura. Me sentía orgulloso de ir con una chica así, aunque la mayoría de la gente pensaría que era mi hija o alguna familiar.
Me fijaba en sus macizos muslos y los veía agitarse con el movimiento de sus caderas al andar, y en sus tetas cuyos pezones se marcaban a la perfección en el top. La pollerita, como les comenté, era cortísima, así que no pude aguantar más y me decidí a pasar a la acción, quería exhibirla un poco.
Aproveché un momento en el que se paró a mirar una vidriera y me puse junto a ella, como si también estuviese mirando, y le puse mi mano en su culo y le subí ligeramente la pollerita. Ella me miró y sonrió, como dándome a entender que no le molestaban estos juegos.
Por lo tanto, subí aún más la falda dejándole medio culo al aire, y me puse observar a la gente para ver si alguien nos miraba.
Efectivamente, un tipo cuya mujer estaba hablando con una vendedora, tenía los ojos clavados en el culo de Vanessa, y también un hombre de unos 65 años que paseaba con su esposa.
Cuando veían que yo los miraba apartaban la vista, por lo que me decidí a no interrumpirles y me dediqué a besar el cuello de Vanessa.
A los veinte o treinta segundos le volví a poner bien la pollerita y seguimos paseando, dirigiéndonos a la sección de deportes, donde ella quería comprarse unas mallas ajustadas para practicar aerobic (quería adelgazar, con lo buena y maciza que estaba).
Esa sección se encontraba en un piso superior, así que subimos por las escaleras mecánicas. Se me ocurrió tirar unas llaves al suelo y decirle a Vanessa que las levantase, para que las personas que vinieran atrás, al agacharse, le vieran el culo al completo, sin embargo en esos momentos no había nadie.
Mala suerte, pero se me ocurrió otra cosa. En los momentos en que nos cruzamos con las personas que bajaban en las otras escaleras, le saqué una teta por encima del top a la vez que levanté la parte delantera de la falda dejándole la concha totalmente al descubierto. La vieron tres chicos jóvenes y una pareja de unos 40 años. Seguro que más de uno de ellos se hizo una paja esa noche a la salud de Vanessa.
Le compré las mallas y me dijo que quería tomar algo en la cafetería. Le dije que yo también tenía ganas de tomar algo, pero que antes quería cogérmela en los baños de señora. Se rió y me dijo que eso ya era demasiado, que podíamos armar un escándalo si nos pescaban. «¡Ahí está el morbo precisamente, Vanessa, en que nos puedan ver!».
Dudó durante unos momentos pero finalmente aceptó. Entró ella primero, para así avisarme de que no había nadie que nos viese entrar. Tuvimos suerte y rápidamente entré con ella a uno de los WC. Cerré bien el pestillo y le quité a tirones el top. Me bajé los pantalones y ella misma se quitó la falda, quedándose únicamente con las botas. Me senté en la taza del WC y le dije que se pusiera encima mío, dándome la espalda. «Vamos, ponéte a cabalgar sobre mi pija, quiero que lo hagas rápido porque no podemos estar mucho tiempo aquí», le dije.
Comenzamos a coger, Vanessa se movía sobre mí de una manera perfecta. Saltaba de tal forma que parecía que tenía un muelle en el culo. En esos momentos, se escuchó entrar a alguien por lo que tuve que taparle la boca para que no se escucharan sus gemidos.
Al poco tiempo escuchamos llegar a más personas, esto a mí me excitó mucho, además algunas mujeres se pusieron a conversar mientras se maquillaban y tardaron un buen rato en irse. Vanessa no dejaba de saltar sobre mi cuerpo, a veces arqueaba el cuello hacia atrás y me besaba en la boca.
Yo le masajeaba las tetas y le acariciaba la conchita, notando mi propia pija entrar y salir llena de jugos. Después se puso un poco de lado y así pude comerle las tetas a la vez que seguía cogiéndomela.
Cuando noté que iba a acabar, le dije que se pusiera de rodillas en el suelo y que con la mano me hiciera una paja apuntando hacia sus tetas para acabar sobre ellas. Me obedeció y además a la vez que me la manoseaba, frotaba mi capullo por sus pezones, provocándome un intenso y placentero orgasmo.
La leche le caía por los pechos hacia su vientre, y para limpiarse me pidió que le acercara el papel higiénico. Le dije que no, que no hacía falta papel higiénico, que pasara sus manos por la leche y que luego se las llevara a la boca y recogiera la leche con la lengua.
Menuda turrita era, se llevaba los dedos llenos de semen a la boca y los lamía uno a uno, lentamente y mirándome fijamente a los ojos.
Fuimos a la cafetería y nos tomamos unas cervezas.
Por decisión propia decidí no volver a verla, más que nada por la diferencia de edad. Podría meterme en un lío ya que sus padres me podían denunciar porque Vanessa no era mayor de edad, incluso aunque ella dijese que lo hacía por propia voluntad.