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Rosa I: Paula, gracias por ser como eres

Serie: Rosa

Rosa I: Paula, gracias por ser como eres

Ese sábado de verano, habíamos cenado con Paula y Jorge (su marido), y habíamos quedado en salir a comer a la sierra el domingo, una salida que disfrutábamos a menudo.

El domingo me levanté temprano, le preparé el desayuno a Luis y le llamé.

Todavía andaba medio dormido, y a punto estuve de volver a meterme con él a la cama, atraída por esa sensualidad que rezumaba al despertarse, estirándose perezoso e insinuando su espléndido torso entre los pliegues del pijama.

Pero era tarde, habíamos quedado, y con la necesaria disciplina, nos duchamos sin tardanza, prometiéndonos con los ojos que a la vuelta, daríamos rienda suelta a nuestros deseos.

Paula y Jorge llegaron puntuales, iban los dos brillantes, juveniles y satisfechos, con esa viveza que solo la gente feliz es capaz de mostrar.

Paula y yo éramos amigas hacía años, nos conocimos en la universidad.

En aquellos años, yo ya salía con Luis, abogado recién acabado pero con prometedor futuro, que había comenzado a trabajar en un bufete de un amigo de su padre.

Allí había conocido a Jorge, con quien Paula había comenzado a salir, y con quien acabó casándose un par de años después de haberlo hecho Luis y yo.

Como tantos otros domingos, disfrutamos de la comida en uno de esos maravillosos restaurantes de la sierra, y volvíamos hacia Madrid cuando sonó uno de los malditos móviles. Había una emergencia, les necesitaban en el despacho.

No era frecuente, pero como íbamos solo con un coche, y no esperaban que la cosa se prolongase, decidieron que nos dejarían en casa a Paula y a mi y les esperaríamos allí.

Al poco rato, nos dijeron que seguramente se iba a alargar todo, que planeásemos la cena sin ellos.

Como estábamos acaloradas del día, Paula decidió ducharse para refrescarse, para lo que le preparé un juego de toallas limpio en nuestro baño.

Al acabar el ruido del agua, oí su voz reclamándome… Rosa, te importaría ayudarme a secarme la cabeza? Entré al baño, y no pude por menos de admirar una vez más el espléndido cuerpo de Paula, torneado en las más suaves formas femeninas, con toda la juventud y madurez a la vez.

El pelo lo tenía largo, y desde atrás, se lo empecé a secar con cuidado. Ella, se dejaba hacer, pero se volvió , mirándome con esa mirada celestial que tenía.

Al secarle la nuca, se apretaba contra mi con suavidad, y yo me acordaba del momento sensual de la mañana, deseando la vuelta de Luis. Esa sensualidad, me rodeaba, la verdad, el roce con Paula la potenciaba, y me encantaba el suave olor que desprendía.

Rosa! Me dijo mientras ponía sus manos en mi cintura…

Sus labios se habían marcado con claridad, y parecían ligeramente hinchados. Yo estaba inquieta, no sabía lo que pasaba, intuía que algo estaba escapando a mi control, y comencé la retirada. Ella, con dulzura, pero firme a la vez, me repitió…. Rosa! Y con sus manos en mi nuca, se acercó a mi, acercó sus labios a los míos.

Intenté salir corriendo, (lo intenté ?) pero ella me sujetaba, y volvía a poner sus labios en los míos. Yo estaba para entonces rígida, supongo que blanca… pero ya no intentaba huir, en mi cabeza se agolpaban las ideas, jamás hubiese imaginado un acercamiento sexual a una mujer, pero a la vez, la excitación me invadía, esos labios…

Me acarició mis labios con su lengua, una caricia suave, insinuante a lo largo de la comisura de mis labios, como pidiendo permiso para aventuras mayores.

Mis labios se entreabrieron, no se movidos por que instinto, y su lengua se asomó a mi boca, acarició levemente la mía.

Un relámpago de placer me secuestró. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal, mientras ella se hacía dueña de mi boca, que ya abierta sin recelo, dejaba a sus labios y a su lengua esa caricia sin igual, que nunca antes había sentido.

Con manos expertas, me quitó la camiseta que aún llevaba, y su pecho se apretó contra el mío.

Yo no pensaba, no sabía, en ese momento solo sentía, y ese sentimiento me desbordaba, no era capaz de regir, qué me pasaba??????

Ella sonreía mirándome, sonreía con sus ojos, y fue parando la lengua poco a poco, cada vez mas despacio, hasta que quedó inmóvil entre mis labios…

Dejé actuar a mi instinto, él sabría que hacer. Mi lengua empezó a moverse lentamente, acarició tímidamente la suya por abajo…

Mis labios lamieron su lengua suavemente hacia fuera, volviendo a continuación a apresarla entre ellos.

Paula había soltado mi falda entretanto, que yo con un experto movimiento había dejado caer al suelo y apartado con mis pies.

Sin separar los labios, me metió el dedo entre el tanga y mi piel, como pidiendo permiso para bajarlo, permiso que fue concedido de inmediato, ayudando yo con mis manos a quedar las dos desnudas, abrazadas y besándonos.

En ese momento miré al espejo, no había tenido serenidad suficiente para hacerlo antes, y la imagen me impactó, era bellísima, era el reflejo de la sensualidad…

No pude evitarlo, un hormigueo en el vientre me lo anunció, y mi respuesta fue apretarme más contra ella, beber más en su boca, mientras mis caderas comenzaban una danza sensual, rozándome contra ella, sintiendo cada centímetro de piel que teníamos en contacto.

El hormigueo recorrió mis muslos, se adueñó de mi vientre, y ocupó mi pecho, yo solo era sentimiento en ese momento, y Paula me sonreía, me besaba, me acariciaba…

Orgasmos más intensos los conocía, tan suaves nunca, ni siquiera parecidos, temblaba como una hoja con los últimos escalofríos.

Con suavidad, me condujo a la cama, y allí las dos nos quedamos mirándonos a los ojos, yo avergonzada, ella con seguridad en sí misma.

“Sabía que un día serías mía, me dijo ” y se apretó contra mí. Yo pensaba, sentía, en medio de una gran turbación, pero deseaba, sabía que no habíamos acabado, que solo habíamos dado el primer paso de un largo camino.

Me besó el pecho. Dios! qué sentimiento! No se parecía a los besos de Luis, la suavidad dominaba cada momento, los pelos se me erizaban del primero al último, los pezones me estallaban, cada vez que succionaba, sentía la succión en mi vulva, que no dejaba de segregar jugos, me movía lentamente, mis caderas no paraban de retorcerse insinuantes…

Y ella fue bajando, me besaba el estómago, y los escalofríos me recorrían entera, rodeó mi monte, y paró en los muslos, mordisqueando su parte interior y acariciándolos con su lengua.

Yo andaba ya nerviosa, sabía lo que iba a venir y lo deseaba, pero quería dejarla a ella que marcase el ritmo, ella sabía …

Nunca imaginé que una mujer me pudiese hacer sentir lo que sentí a continuación.

Nunca imaginé que esos labios besando mis labios, esa lengua acariciando mi clítoris, adentrándose en mi vagina sin pudor, chupando o soplando, pero siempre satisfaciendo el deseo que antes había sabido crear, pudiesen transportarme a donde estuve.

Gozaba como loca, gemía pidiendo más, y cada momento era superior al anterior, lloraba de gozo, me retorcía de placer… y el orgasmo parecía eterno, y ella me sonreía cuando en furtivas miradas buscaba mi estado de ánimo.

No se cuanto tiempo pasó hasta que volvimos a estar tranquilas, acariciándonos las dos, yo ya no me sentía culpable, me sentía feliz!!!

Pensé que ella Paula estaba esperando algo, parecía lo lógico, y aún con vergüenza, con la yema de mis dedos, tomé uno de sus pezones mientras la miraba a la cara.

Ella me miró, y adivinando, sonrió y se relajó, dispuesta a concentrarse ahora ella a sentir, y segura de mí.

Yo no lo estaba tanto, pero decidí atender a cada una de sus vibraciones, ellas me indicarían el mejor de los caminos de este nuevo mundo hasta ahora desconocido para mi.

Besé sus pezones, y ellos respondían con turgencias cada vez mayores.

Enfrenté sus pezones a los míos, en caricias lentas, y cada vez que se cruzaban, ella respondía con un estremecimiento, volví a besarlos, y con mi mano trémula, acaricié su monte, presionaba sobre él, y ella se estremecía…

Acaricié con mi palma sus labios, estaban húmedos, mojados, y a la provocación de mi yema acariciando de abajo arriba en caricia generosa, respondía con movimientos amplios de cadera, que me indicaban que iba bien, que estaba dispuesta a gozar.

Cambié de postura, y me puse frente a su vulva. La miraba pensativa, sabría cómo manejarme con ella? Qué distinta de la polla de mi marido que con tanta maestría sabía chupar.

Lentamente, me dirigí hacia el clítoris, y lo tomé con mis labios, y succioné suave…

Con mi lengua, contornaba el extremo, y la notaba palpitar.

Luego, abría la boca y con mi lengua recorría toda la vulva, deteniéndome en cada punto y continuando,…

Ella ya gemía, me cogió la cabeza, y la apretó con suavidad contra ella.

Entendí el mensaje, y concentré la punta de mi lengua en su clítoris, y ella comenzó su orgasmo poco a poco, pero con intensidad creciente.

Todo empezó con contracciones imperceptibles que se hacían más violentas y frecuentes, hasta convertirse en una gran contracción, lloraba y se retorcía, pero no quitaba la vulva de mis labios, y yo gozaba viendo que finalmente, la podía hacer gozar a ella, y eso me excitaba sobremanera…

Mientras me concentraba en ella, el cosquilleo volvió, desde las rodilla me invadía de nuevo, y esta vez, me llevaba a concentrarme más y más en ella, acompañando cada movimiento suyo con la caricia adecuada, hasta que explotó, los jugos salían generosos, y yo los buscaba con deleite.

Al poco, mientras reposábamos unidas, sonó el teléfono, ellos venían ya para casa.

Perezosamente, nos miramos y nos echamos a reír, en total complicidad, ella tenía lo que había deseado largamente, y había sabido esperar al momento oportuno, yo había descubierto un mundo de sensualidad que había de cambiar mi vida.

Continuará…

Continúa la serie Rosa II: Comienza una nueva vida >>

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