Capítulo 7

Zeks VII

Después de tantos relatos (para mí son muchos, tengo que escribirlos!!) ya no sé que poner en el principio así que voy a empezar directamente.

Nos metimos en el coche, yo estaba deseoso de hacerlo para poder devolverle el placer recibido y Santi que se frotaba de vez en cuando la entrepierna parecía estar de acuerdo conmigo.

En cuanto me senté en el coche, en el asiento del copiloto(aun no tengo el carnet de conducir), Santi cogió mi mano y la puso en su entrepierna.

Yo la moví un poco para notarla.

No la tenía totalmente erecta, pero tenía un bulto bastante prominente.

Yo no me lo pensé dos veces y l e desabroché el pantalón para acariciarlo más a gusto.

Ten cuidado no te vayan a ver metiéndome mano.

Tuve que apartar la mano un par de veces para que no me vieran, en realidad no tenia ningún pudor y dudo que Santi lo tuviera, pero no era plan que nos multaran por eso o que algún niño nos viera.

Metí mi mano de nuevo en sus pantalones y seguí masajeando lo que ahora era una enorme verga. Ya estábamos a las afueras de la ciudad así que tenía un poco más de libertad para manosear a Santi.

¿Adónde vamos? – Pregunté mientras mi mano se metía en unos calzoncillos ajenos.

Ya verás. – Fue la única respuesta que conseguí. Llama a casa.

Me pasó su móvil y me contó el plan por encima (en realidad sólo me dijo que no iba a ir a dormir hasta el lunes).

Recé (aunque no soy creyente) a todos los dioses para que no se pusiera mi hermano, pero no tuve suerte y cuando le conté que no iría a dormir se enfadó un poco (mucho).

Después de decir algunas palabras imposibles de escribir aquí, me preguntó que si iba con Santi. Dudé un momento, si le contestaba que sí se enfadaba y si le decía que no también, porque sabía que estaba con él.

Sí estoy con él – Dijo otras cuantas palabras malsonantes – Dany, Santi no hace nada que yo no quiera y si te sirve de consuelo, nos queremos. – Miré a Santi y le pregunté – ¿Me quieres, no? – Santi sonrió y me asintió con la cabeza tímidamente – Oye que cuesta mucho, vuelvo el lunes. Adiós.

Saqué la erección de su jaula y salió completamente erguida. Se la veía imponente. Yo me quité el cinturón(ya sé que eso está mal) y me agaché hasta tener la boca en su entrepierna.

Mi lengua salió a saludar a esa verga que tan bien conocía y después de saborearla como si fuera un delicioso helado, me la tragué de un bocado.

Santi dejó escapar un grito de placer. Succioné el capullo, lamí y besé el resto. Mi mano acarició sus huevos dulcemente.

Luego cambié y fue mi lengua la que acarició con su humedad el escroto. Metí en mi boca uno de ellos (que delicia), luego el otro (que maravilla), luego intenté con los dos pero no pude (una pena).

Volví a su cacharro, que estaba durísimo y en todo su esplendor y me lo metí directamente en la boca. Santi jadeaba y gemía, intentaba por todos los medios controlarse, pero no lo conseguía; supongo que el coche lo calentaba mucho.

Su respiración se agitó, jadeó con más fuerza y su pene dio un respingo (señal inequívoca de que iba a eyacular).

Me lo saqué de la boca y me puse a pocos centímetros de él. Apunté hacía mi boca y unos cuantos churretazos salieron disparados hacia mi boca.

Qué delicia. Saboreé su semen en mi paladar, me acomodé, volví a ponerme el cinturón y le dije:

Deberíamos viajar más, me abre el apetito.

Hemos llegado. – Paró el coche. Me bajé y vi una preciosa finquita con una casita en medio. – La he alquilado para nosotros este fin de semana.

Es muy bonita. – De repente recordé que no tenía ropa para cambiarme.

Da igual. ¿Quién te ha dicho que la necesitamos?

Me agarró por detrás y noté que su pantalón se había vuelto a abultar. Sonreí. ¡Qué bien lo iba a pasar!

Continúa la serie