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Zeks XI

Zeks XI

En esos momentos, odié todo lo que se puede odiar a alguien que amas. La velada que con tanto esmero había preparado Santi se había ido por el desagüe.

Santi se dio cuenta de que no podríamos recoger todo antes de que mi hermano subiera, así que optó por la solución más rápida.

¿Qué me esconda?

Sí, venga, corre. No creo que sepa que estás aquí.

Cogí mis cosas y un momento después contenía el aliento en la habitación de Santi.

Oí un murmullo alejado y unos pasos. El corazón me dio un vuelco cuando muy cerca sonó una voz nerviosa:

¿Buscas algo, Dani?

Por un momento me quedé hipnotizado, tenía una voz tan sensual. Tan armoniosa…

No ¿Por? – Graznó mi hermano.

No es que mi hermano tenga voz de cuervo, lo que ocurre es que en esos momentos mi hermano era para mí menos que un gusano. Es comprensible, creo yo, que tuviera ganas de agarrarlo del cuello, llevarle hasta la entrada y echarle de esa casa de un puntapié. Pero no lo hice.

Siguieron conversando, pero no pude seguir escuchando, así que abrí un poco la puerta y pegué la oreja.

Escuché como se alejaban. Abrí más la puerta y me acerqué despacio a ellos, escondiéndome como un vulgar ratero de mi propio hermano.

¿Porqué hay tantas velas aquí?

No había luz. – se apresuró a responder la atractiva voz.

Pues ahora funciona.

¡Milagro!

¿Y estas copas?

Para mí

¿Las dos?

Pobre Santi que mal lo estaría pasando.

¿Santi, la rosa también es para ti?

Mmmm…

¿Está aquí?

¿Quién? – Hubo una pausa que yo aproveché para ir hasta la puerta – Se ha ido poco antes de que tú vinieras.

Con cuidado salí y cerré la puerta para que no hiciera ruido.

Bajé muy nervioso en el ascensor. ¿Qué le estaría contando? ¿Hubiera sido mejor decirle que estaba allí? ¿No era un poco cobarde escapando? Cuando salí del elevador me di de morros con el chico que habíamos visto antes, el que iba cantando.

Nos saludamos con un simple hola. Seguí adelante, algo me hizo girar la cabeza y vi que seguía mirándome. Por fin dijo:

Oye, tú y el tío del séptimo…

Me llamo Johnny.

Yo Alex – era tímido – Estáis… es decir…

¿Liados? – le ayudé.

Asintió con la cabeza. Pensé que decirle.

Sí, lo estamos. Pero no lo vayas diciendo por ahí.

No, no, tranquilo. – Bajó la voz y se acercó a mí – Os he visto en el balcón. Fue muy fuerte.

Sentí como mi cara adquiría un color rojizo.

Nunca vi nada igual. Era muy… excitante.

Gracias. Creo.

Hablamos allí de pie unos minutos luego se despidió y se fue. Yo me dirigí a un bar para esperar a que Dani saliera, desde allí podía ver si se iba.

Tome un café y me leí el periódico de arriba abajo, abajo arriba y un par de veces de lado. Le di mil vueltas a la cabeza y miré la hora otras tantas veces.

Por fin, a las 11:58 p.m. Dani cogió su coche y se fue. Pagué el café y me faltó tiempo para salir corriendo a casa de Santi.

Tardó un poco en abrir. Cuando abrió y me vio, sonrió y me dio un beso fugaz en los labios.

¿Qué quería?

Hablar de ti. Me a dado un buen rapapolvo(regañina).

Le miré confundido y mientras nos sentábamos en el sofá me explicó todo. Le había advertido de que si me hacía daño, si me ponía los cuernos o sencillamente hacía algo que me molestase le iba perseguir hasta el más allá. A veces mi hermano es un sol. Un poco oportunista, vale, pero…

Yo le hablé de su vecino de abajo y se echó a reír cuando le dije que nos había visto haciéndolo.

Creo que me estoy haciendo muy mala fama en la comunidad – se le iluminó la cara acordándose de algo.

Volvió con la botella de licor de frutas y las dos copas.

¿Dónde lo habíamos dejado?

Creo que estabas frotando ciertas partes de tu cuerpo en ciertas partes del mío. – Pícaramente le guiñé un ojo.

Abrió la botella y echo en las copas un liquido medio rojizo medio morado.

¿Sabe bien?

No respondió, solo alzó la copa y tomó un sorbo. Acercó sus labios a los míos y compartimos ese elixir. La verdad es que sabía realmente bien.

¿Brindamos? – Preguntó rellenando la copa.

Alzamos las copas y brindamos por nosotros.

Vaciamos media botella sin enterarnos y cuando vaciábamos la otra mitad, comencé a sentirme muy mal. La bebida me sube mucho.

Túmbate en la cama, vamos, te ayudo.

Se levantó, como pudo, porque también él estaba ebrio, y aunque tropezamos varias veces y él reía a cada paso conseguimos llegar enteros. Recuerdo te todo se movía y que parecía que había una espesa niebla.

Santi me ayudó a desnudarme y me metí en la cama.

No me encuentro muy bien.

Lo he notado. – Se echó a reír- creo que la velada se acabó. Duerme un poco. Le dije a tu hermanito que te quedarías aquí.

Cerré los ojos y descansé sin estar dormido. Me relaje por completo oyendo reír a Santi.

Pasó un tiempo (no sé cuanto) y noté unos movimientos cerca y unos murmullos, me medio desperté.

Alguien (supuse que Santi) se sentó en la cama cerca de mí. Quería abrir los ojos pero tenía tanto sueño que solo conseguí abrir la boca para bostezar.

Alguien se sentó al otro lado (supuse de nuevo que era Santi, pero no me di cuenta de que no podía estar en dos lados al mismo tiempo).

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