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Zeks VIII

Zeks VIII

Sigo con mi relato sin mas entretenimientos, pero a petición de Santi no voy a relatar lo sucedido en la casa.

Siento mucho si alguien se molesta por esto, pero Santi desea que lo sucedido allí sea solo para nosotros dos y me parece bien que así sea.

Cuando regresamos lo hicimos como una pareja que regresa de un fin de semana fuera, no éramos solo un par de amantes fugados.

Yo estaba muy feliz por esto.

Llegué a casa con una sonrisa de oreja a oreja, pero se me borró de inmediato.

Espero que lo hallas pasado bien con Santi.

¿Porqué te molesta tanto? – Pregunté a mi hermano.

Si a mi no me molesta.

No… ¡Qué va!

Se alejó refunfuñando algo a su habitación. Yo me quedé unos momentos allí en el hall, callado. Luego reaccioné y me fui a cambiar de ropa.

Me duché a conciencia, aunque en la casa de campo ya lo había hecho. La ducha me relajaba. Cuando estaba apunto de salir, Dani entró (después de tocar la puerta).

¿Puedo preguntarte algo?

Si

¿has hecho algo con él?

¿Algo?

Alargué la mano para coger una toalla. Me sequé un poco y la enrosqué en mi cintura.

¿Lo has hecho con él?

¡Glups!

No – Mentí – no creo estar preparado.

Ya.

Y se fue de nuevo. Dejándome pasmado. Supongo que estaría preocupado por mí. Intenté hablar con él mas tarde pero esquivaba todas mis preguntas de un modo u otro.

Aquél día no me apetecía quedarme en casa o estar con Santi. Por alguna razón necesitaba olvidar todo el asunto y no pensar en nada importante.

No se me ocurrió otra cosa que llamar a mis amigos, a los que no había visto desde hacía mucho.

Volver a estar con ellos fue bueno para mí.

Por un momento olvidé todo. Por un momento lo pasaba tan bien como antes de que Santi llegara a mi vida.

Por un momento pensé que hubiera sido más fácil, menos doloroso y mejor que Santi y yo nunca nos conociéramos. Supongo que todo el mundo lo habrá pensado alguna vez y habrá deseado en algún momento que no ocurriera; pues eso pensaba yo durante esa tarde.

Lo pasaba tan bien, “ojalá olvidara todo lo que pasa entre Santi y yo” pensé.

Pero algo gritó en mi interior diciéndome que era un maldito cobarde. De repente miré a mis amigos y empecé a verlos como jóvenes, unos más atractivos que otros. Llegó un momento en el que les miraba el culo y el paquete.

Ya no era divertido. Algo me ahogaba, me decía que no podía reprimir lo que sentía, que por mucho que ocultara mis sentimientos estos existían.

Me despedí de ellos y me dirigí a casa de Santi, necesitaba abrazarle. Era como si estar con él me exculpara de todo lo que había pensado esa tarde.

Soy gay. – Le dije nada más entrar. Me miró sorprendido.

No me había dado cuenta.

Me abracé a él como si quisiera exprimirle o algo por el estilo. Él tardó en reaccionar, pero luego me abrazó fuertemente. Cerró la puerta y me llevó al sofá.

Yo me quedé allí agarrado a él. Sollocé un rato hasta que me cansé. Santi estuvo a mi lado en todo momento. Acariciando mi nuca y diciéndome palabras bonitas al oído.

No me preguntó que me había pasado, solo me apoyó y consoló. Lo miré agradecido y le di un beso en los labios.

¿Mejor?

Sí.

Le sonreí y suspiré. Había conseguido el amor con el que mucha gente soñaba, daba igual que fuera un hombre. Me había costado aceptarlo y aceptarme tal y como era, pero lo había hecho y eso era lo más importante.

Aquella tarde no nos dimos más besos, no nos acariciamos. Solo nos quedamos abrazados en silencio, sintiéndonos el uno al otro.

Volví a casa pasadas las diez. Mis padres ya habían vuelto a casa y estaban cenando con Dani.

¿Qué tal el fin de semana, cariño? – Preguntó mi madre.

Bien.

Dani me ha dicho que no salisteis.

Miré a Dani, pero él miró hacia otro lado. Decidí que tenía que hablar con él costara lo que costara.

Nos fuimos a dormir sobre las doce. Yo permanecí despierto y cuando estuve seguro de que todos dormían me levanté y entré en la habitación de Dani.

Le zarandeé un poco y se despertó sobresaltado.

¿Qué..?

Shh… Habla más bajo. Quiero hablar contigo.

De que.

Soy gay.

Dani se sentó junto a mí en la cama. Y se quedó callado.

No sé por qué te jode (siento las palabras) tanto, pero quiero saberlo.

Santi es mi amigo y tú eres mi hermano. ¿Acaso no está claro?

Hablamos mucho aquella noche y de muchas cosas.

A veces eludía mis preguntas y otras veces lo hacía yo. Pero dimos un paso adelante lo dos. Dani siguió sin verlo con buenos ojos, pero acabo aceptándolo en el fondo.

Por fin Dani había comenzado a aceptarme tal y como era o por lo menos eso parecía. Yo también me había aceptado tal y como era y había comenzado a sentirme por primera vez libre.

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