Capítulo 2
Indefensa y sometida II
¿Buena… buena mamada? – preguntó Karina mientras le sonreía, esperando un poco de reconocimiento por su esfuerzo.
Javier se reclino sobre el sillón y tomó a Karina por la barbilla, mirándola fijamente a los ojos le dijo:
No Karina. Hiciste que me viniera muy pronto porque no quieres ser cogida, eres una niña muy mala –
¿Mala?- Preguntó ella con un tono algo infantil.
Muy mala – Contestó Javier – Mala esclava –
Karina hizo una mueca de disgusto. Sabía que si Javier no se sentía a gusto con su esposa podría fácilmente deportarla en cualquier momento y ello significaba volver a la miseria y el sufrimiento constante. Sin pensarlo demasiado decidió humillarse ante su dueño en señal de arrepentimiento. Lentamente se deslizó fuera de sus jeans y le dio la espalda a Javier para ofrecerle sus nalgas suaves y rosadas que dejaban ver que hasta hace poco habían sido todavía las de una niña; Karina se bajó un poco las bragas para dejar que Javier le aplicara un castigo por su mala conducta. La propia jovencita alargó sus brazos hasta tocarse el trasero y se auto infligió una pequeña nalgada indicándole a Javier que podía nalguearla.
Sin embargo su voluntaria entrega a un castigo no despertó en Javier los sentimientos que ella esperaba, y es que ante todo el hombre era un macho conservador acostumbrado a mandar y no a que le dieran a escoger, aquello no lo tomó como una disculpa sino como una provocación.
Pinche perra – susurró – yo voy a enseñarte lo que es una paliza –
Sin agregar nada mas se incorporó y atravesó el salón en busca de su bastón. Tomó un bastón de caoba recargado junto a una lámpara de pié y se lo mostró a karina diciéndole: «basto, ¡bastón!». La adolescente vio el instrumento aterrada, su mente se llenó con imágenes del dolor y el maltrato que estaba a punto de padecer. Javier arrojó el bastón al otro lado del salón con rabia y vociferó: «Mueve tu pinche trasero y tráeme ese bastón, putita barata».
Karina trató de conservar la calma, se incorporó y atravesó el salón desnuda, caminando lenta y pausadamente, dándole a su andar una cadencia de mesera de cabaret; la joven recogió el bastón del suelo, lo tomó por el mango y lo acarició mientras caminaba hacia Javier, sobándolo de arriba a abajo como si se tratase de un miembro, esperando con ello revivir la excitación del ofendido macho. Al llegar frente a él le ofreció el bastón tratando de no mirarlo directamente a los ojos, Javier le arrebató el instrumento y tomando a la chica por los cabellos la arrastró a través del salón hasta tumbarla de nuevo en el sillón, Javier se sentó colocando a la joven boca abajo sobre sus piernas al tiempo que le decía:
¿Quieres masturbarte con mi bastón estupidita? Veo que te mueres por sentirlo dentro …-
Karina sintió como Javier le introducía lentamente su dedo índice en las cavidades de su vagina, aquella súbita intromisión hizo que la adolescente experimentara un ligero flujo que le humedeció su intimidad, iba a entreabrir las piernas para invitarle a continuar cuando de pronto sintió un limpio golpe con el bastón en las nalgas, Karina dejó escapar un agudo gemido producto del súbito e intenso dolor que la invadía e involuntariamente se arqueó hacia atrás, Javier continuó probando por primera vez la vulva de la chica introduciéndole el dedo medio y comprobando que aún se encontraba mojada tomó el bastón y lo introdujo lentamente en su rajada; Karina se sintió atravesada pero aguantó heroicamente, mordiéndose los labios para no regalarle al muy cabrón el placer de escucharla chillar de dolor; una vez que el artefacto chocó con el fondo de la matriz de la joven Javier lo extrajo y lo colocó a la altura del rostro de Karina y le ordenó:
Mámalo puta, déjalo limpio, ¿entendiste? –
Karina había comprendido. Sin sacar aún los dedos de su vulva, Javier contempló a la atemorizada chiquilla mamar el bastón y tragar con resignación sus propios jugos vaginales, una y otra vez hasta dejar el bastón brillante. De cuando en cuando Javier iba añadiendo otro dedo a su exploración, hasta introducirle a la joven cuatro dedos en el fondo de su recién casada panocha.
Karina, sometida y todo, tuvo el valor para preguntar:
¿Más, amo? –
Javier no le contestó, estaba muy ocupado introduciéndole la mano dentro de la papaya. Torció los dedos en su interior y le dijo con sarcasmo:
Veo que has sido una chica muy solicitada, ¿Cuántas vergas te han metido? –
Karina no entendió la pregunta, sin embargo sabía lo que Javier estaba haciendo investigaba cuan estrecha y apretada era su cavidad vaginal. Sabía que estaba a punto de introducirse en ella sin que nadie pudiera evitarlo. En ese momento la jovencita tembló como una hoja; recordó de golpe la noche en que cuatro soldados la arrastraron fuera de su casa hasta las profundidades del bosque y una vez allí la desnudaron y le introdujeron sus miembros hasta el fondo de su humanidad, introduciéndole sus sucios penes en todos y cada uno de sus orificios, Karina recordaba claramente como aquellos sujetos se restregaban contra ella mientras ella sentía como todo su cuerpo se llenaba de esperma, violándola una y otra vez hasta quedar exhaustos, hasta que por fin la dejaron allí tirada en la tierra húmeda como si fuese un condón usado. ¡Como hubiese podido explicarle a Javier, aún suponiendo que conociera las palabras, lo mucho que odiaba a los soldados por haber abusado de ella, pero sobre todo, como se sentía molesta y culpable de que su impresionante belleza provocara la erección de los hombres!
¿Mas? – Preguntó la atormentada chica apunto de romper en llanto.
Has aprendido esa palabra bastante bien –
Javier sujetó a Karina por los brazos y los torció colocándolos por detrás de su espalda. Tomó la propia ombliguera de Karina y haciéndola jirones la usó para atar a la jovencita por las muñecas, entonces la tomó del cabello y tirando de él fuertemente hacia atrás la obligó a erguir la cabeza; se acercó a su oído y le susurró:
Quieres que te meta la verga bien adentro, ¿no es cierto?, Vas a sentir mi verga –
Acto seguido se colocó encima de ella deslizando fácilmente su miembro dentro de Karina y el cuerpo de la sirvienta comenzó a contorsionarse. Sorprendentemente la joven no dejó escapar ningún gemido, ya que estaba determinada a no regalarle por lo menos la satisfacción de verla llorar.
Karina aún deseaba despertar simpatías en su amo, así que juntó el aire suficiente para articular: «Co… Cógete a Karina… Javier» mostrando cuán dispuesta estaba a dejarse hacer a cambio de protección.
La palma de Javier se estrelló fuertemente contra la mejilla izquierda de la joven, Karina gimió de dolor a pesar de que su vagina segregaba jugos incansablemente.
Estúpida, se dice «Cógeme amo», perrita igualada – le dijo Javier. – Repítelo, «Perra» –
¿Pe… ra? – Musitó Karina temerosa, Javier se salió de allá, la acomodó enfrente de sí y le tendió una bofetada tan fuerte que hizo volar por los aires algunas gotas de semen que aún no se secaban de la carita de la torpe aprendiz.
La acomodó de nuevo en cuatro patas y la ensartó de un solo empellón que le arrancó un fuerte gemido a la chica; tensándola por los cabellos la obligó a permanecer hincada mientras aquel pistón la penetraba sin piedad, bombeando fuerte y duramente contra su cerviz. Karina sentía justo detrás de su oreja el aliento caliente de Javier. Un escalofrío recorría la espina dorsal de la maltrecha jovencita.
Co… cógeme… cógeme… – repetía sollozando.
De pronto Javier notó que el cuerpo de Karina comenzaba a responder a sus embestidas y que, seguramente en contra de su voluntad, la adolescente se aproximaba a un orgasmo, y para demostrarle que él tenía el poder de alejarla de cualquier momento de placer, aún involuntario, Javier sacó su tranca de la vagina de Karina.
Luego de soportar aquel nebuloso y fugaz momento de placer negado Karina perdió las fuerzas y se abandonó, dejando que su verdugo le atara las muñecas fuertemente por detrás de su espalda. Javier encontró una pelota de tenis y la colocó en medio de los labios de la joven atándola por detrás de su nuca tan fuerte como le fue posible.
Finalmente la adolescente fue sumergida en las tinieblas, su dueño le colocó una capucha que la dejaba ciega y con dificultades para respirar: al fin la adolescente estaba completamente indefensa y sometida, llena de temor y resignada a ser objeto de castigos brutales y juegos enfermos.
¿Mas? – Susurró Javier, con sus labios pegados a la oreja de Karina.
«Si tan solo supiera» pensó Karina. Si tan solo la chica hubiera sido capaz de decirle, si hubiera tenido la fuerza para hacer a un lado su dignidad y confesarle lo aterrada que estaba, decirle que odiaba ser tratada como una prostituta pero que lo soportaba porque sentía la odiosa necesidad de ser castigada, se sentía culpable de ser tan hermosa y sentía que las violaciones y maltratos que había padecido eran sólo culpa suya.
Pero en realidad Javier sabía que la muy ingenua albergaba ese complejo de inferioridad, y estaba dispuesto a llevarla a los límites de la degradación para asegurarse de que ese sentimiento se reafirmara en ella. Quería convertirla en la esclava ideal.
Karina no opuso resistencia y permaneció a la expectativa, quería suplicar por compasión y lo hizo de la única manera que conocía, torció sus muñecas para conseguir algo de espacio para estirar un poco sus dedos, a pesar de que el nylon le cortaba la piel, consiguió estirar sus finos y largos dedos hasta rozar la virilidad de su amo y una vez ubicado el miembro comenzó a acariciarlo.
– A su tiempo esclava. Déjame enseñarte el resto de la casa –
Javier tomó con fuerza el anillo de metal situado en la punta de la capucha y arrastró a Karina a través de la oscuridad. Karina tropezaba constantemente pero continuó avanzando, pensado que si se resistía el castigo sería brutal.
Súbitamente el suelo que pisaba se convirtió en una serie de escalones descendentes y después en fría y dura piedra. Karina fue guiada a un oscuro sótano en donde bien podría ser violada o asesinada, nadie se daría cuenta. Karina escuchó como su nuevo amo hizo crujir algo. Escucho un chasquido.
De pronto sintió una fría tira de cuero crudo estrellarse contra sus hombros desnudos, explotando en miríadas de dolor. «Látigo» dijo Javier metiéndose en las orejas de la joven. El cuerpo de Karina calló pesadamente raspándose contra la corrugada pared de piedra.
– Estas son correas – Dijo Javier. Karina sintió unas apretadas cuerdas de cuero pegándose contra la capucha que le cubría la cara, provenían de la pared, sin duda estaban anudando sus muñecas a la pared; y aún antes de que Karina pudiera pensar en el castigo que le aguardaba, un golpe brutal la puso a volar por los aires. Karina calló en seco, arrodillándose sobre el concreto.
El piso áspero rompió las delicadas rodillas de la maltrecha hembrita que a punto estaba de romper en llanto.
No pasó mucho antes de que sintiera como Javier la ataba aun extraño instrumento que la abrió de piernas más allá de lo que a la adolescente le hubiera sido humanamente posible, Javier le pasó el miembro por sus orificios naturales como tratando de decidirse por uno, finalmente la tomó de las nalgas y empujó su virilidad penetrándola por el ano.
Karina no pudo mantener en pie su determinación de no ceder y terminó por llorar como un bebé con todo y la pelota que tenía entre los dientes, un duro latigazo rasgó la piel de su tierno culito, causando un dolor tan agudo en la joven que la obligó a rendir su esfínter ante su captor, aflojando la presión y facilitándole la entrada a aquel hinchado palo al que Karina comenzaba a ver con respeto y temor.
Javier penetró fácilmente a través de aquel profundo culo abierto; Karina sentía claramente cómo aquel intruso le rasgaba el intestino provocándole un dolor tan intenso que no la dejaba ni siquiera pensar, gritaba y gemía desesperadamente esperando a cada segundo que su trasero dejara de ser tan brutalmente violado.
Horas después Karina apenas era capaz de apoyarse sobre sus torneadas piernas y sostenerse en pie, con su fuerza de voluntad completamente quebrada y dispuesta a dejarse hacer de todo con tal de no regresar nunca a la miseria y el terror de su país. Javier cabalgó en ella forzándola como a un caballo de carreras, la abofeteó hasta cansarse y antes de irse a dormir dejó que Karina le mamara el falo por más de una hora. Javier estaba orgulloso de Karina, satisfecho con su belleza balcana y su carácter de niña intimidada y dispuesta.
Karina se acostumbró por fin a ser objeto de degradaciones y fantasías. «Por lo menos me lo hace en privado y no paso de una verga a otra, como en Kosovo» pensaba para reconfortarse, aprendió a recibir las venidas de su amo con agradecimiento y hasta se acostumbró a dar las gracias después de cada violada. cada noche Karina se quedaba dormida con su dedo pulgar de la boca, desnuda y al lado de Javier.
Después de todo, no hicieron una mala pareja.