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Decidí secuestrar a mi compañera

Decidí secuestrar a mi compañera

Llevaba más de seis meses pensando en cómo podía tirármela.

Ella me trataba con amistad pero siempre me hablaba de su novio.

Tenía pocas esperanzas de conseguirla con métodos tradicionales.

La verdad es que no soy un tío feo, pero tampoco he destacado nunca como un gran casanova.

Ella era una compañera de curro y me ponía a cien cada vez más.

Un día después de sopesar mis posibilidades de éxito me decidí por una solución drástica: la secuestraría y le haría todo lo que quisiera.

El problema era cómo hacer para que no me reconociera y no me pudiera denunciar.

Tengo una casa de campo cerca de Madrid donde nunca va nadie, rodeada de altos muros y lejos de ninguna otra casa, ese era el sitio donde debería llevarla sin que lo supiera.

Siempre salía del trabajo alrededor de las diez, caminaba por un callejón oscuro de unos 20 metros para cruzar a la avenida de al lado donde cogía el autobús.

Ese debía ser el sitio donde la asaltaría.

Compré cloroformo como para dormir a un burro y cogí una toalla de mi casa que mi madre no echaría de menos.

Aquel día me fui un rato antes que ella y la esperé, con la furgoneta encendida justo al final del callejón.

La furgoneta era la de mi padre, que ella nunca había visto, porque siempre que la había llevado a casa lo había hecho con mi coche.

Me encendí un cigarro para quitarme el nerviosismo y justo cuando estaba a punto de terminarlo, la vi aparecer como siempre, por el inicio del callejón.

En aquel momento casi me arrepentí, pero después de todo lo que había pensado en ello, decidí que no era momento de acojonarse y lo hice.

Cuando paso a mi lado, yo estaba escondido en un portal y justo me adelantó, salí por detrás y la puse la toalla en su cara.

Intentó soltarse, pero mi mayor fuerza y su sorpresa hicieron que sólo pataleara unos instantes.

En menos de 1 minuto la había metido en mi furgo.

Una vez dentro, la puse un pasamontañas del revés y la até las manos y los pies para que no me causara problemas.

La entrada a mi chalet era muy simple.

Tenía una puerta mecánica y el garaje daba a una habitación.

Por lo que nadie podría verla, además, los altos muros lo impedirían, pero no quería correr riesgos.

Cuando abrí la furgo ella ya estaba despierta, aunque atontada y empezó a chillar y a llorar y a pedirme que la dejara y no la hiciera nada.

Lo más excitante de todo sería que yo no podría hablar en ningún momento para no ser reconocido.

Pensar que me la iba a follar por todos los lados sin que ella supiera quien era me daba mucho morbo.

Además, estaba seguro de que ella no era virgen, pero dudaba que la hubiera follado el culo y no estaba seguro de si su boca había recibido alguna vez una verga.

Cuando la hice bajar de la furgo, entró en la habitación y se acurrucó en un rincón.

Yo la cogí y la até con 4 esposas que tenía preparadas a la cama.

De manos y pies.

Con mi cara cubierta con otro pasamontañas y mis manos cubiertas por dos guantes y un traje del ejercito que tenía desde la mili puesto, ella no me reconoció.

En todo momento me suplicó llorando que no la hiciera nada, pero creo que ya sabía qué es lo que la esperaba.

La dejé allí atada y me fui un rato a ver la tele.

Quería que tuviera tiempo de pensar y de sentir su humillación.

Una hora después, cuando mi polla no podía soportar más, escribí un mensaje en una máquina de escribir:

“te voy a follar por todos tus sitios. Cuanto antes lo hagamos, antes te marcharás. Si no cooperas, llamaré a unos amigos y entre todos lo disfrutarás más. Tu misma”

Entre y le dejé leer el mensaje.

Sus lloros y sus intentos de libertarse se hicieron mucho más rotundos.

Eso no hizo sino excitarme aun más.

Volví a la cocina a por unas tijeras.

Con ellas la recorte toda la ropa, una por una, hasta dejarla en bragas y sujetador.

Sus tetas eran pequeñas, como yo había imaginado a través de la ropa.

Pero su triángulo era espectacular… lo que guardaba allí era todo un tesoro.

Al ver las tijeras tan cerca de sus partes íntimas se asustó y se quedó quieta.

De un solo corte las quité el sujetador y las bragas, que eran blancas y bordadas, muy bonitas, pero inútiles en aquel momento.

Quería que su humillación fuera total, por ponerme tan caliente en el trabajo y ser una calienta.

Así, escribí un mensaje en la máquina: “Ahora me vas a hacer una mamada.

Como no me guste o me hagas daño, te voy a dar hostias hasta que me canse”.

Cuando se lo enseñé me dio que me la iba a mamar mi madre.

Era lo que esperaba, un poco de rebeldía.

Como se lo había advertido, la di un tortazo que sonó tan fuerte que me asusté.

Se quedó callada, pero yo le di otro en el otro lado de la cara para dejar claro que no era una broma. Me dijo que parara, que haría lo que le decía.

Entonces le desaté las manos y la incorporé.

Estaba sentada, con las piernas abiertas atadas a la cama y enseñándome su sexo.

Me puse de rodillas poniendo mi polla frente a su cara.

Como vi que dudaba, la di otro tortazo que la volvió a tumbar.

Se puso a llorar y diciendo que no, que la soltara, se incorporó de nuevo.

Ella sólo podía verme los ojos, pero al ver mi mano levantarse de nuevo, me cogió la polla con sus manos y se la acercó a la boca.

Sus manos eran suaves.

Pequeñas pero firmes.

Yo la veía llorar, pero no me importaba.

Es más, me excitaba.

Entonces empezó a chuparme la punta de la polla con asco y sin mucho arte.

Levanté la mano y ella, viéndose pegada de nuevo, se la metió hasta dentro y empezó a chuparme como si fuera lo que más le gustaba del mundo.

Le cogí de la cabeza y empecé a follármela por la boca hasta que me corrí en su interior.

Ella intentó quitarse pero yo no la dejé.

Aunque no se tragó todo, sí que recibió una gran cantidad de mi semen.

Yo llevaba mucho tiempo deseándolo así que la volví a coger de los pelos y volví a metérsela en la boca.

No hizo falta más que medio minuto para que se me empalmara de nuevo.

Entonces la solté de los pies y la di la vuelta. La até las manos y la puse la almohada debajo de la tripa.

Siempre me ha excitado hacerlo así, tanto por delante como por detrás.

Ella estaba como entregada.

Creía que la iba a follar por delante, por lo que cuando me chupé el dedo y se lo metí por el culo sin miramientos, dio un respingo y empezó a pedirme que no se lo metiera por ahí que la dolía mucho.

Escuchar su voz de asustada me excitaba sobremanera.

Quería que su sufrimiento fuera lo máximo, porque mi goce también lo sería.

Me puse vaselina en la polla y a ella en el culo.

Intentaba cerrarlo pero mi dedo y la vaselina hacía que entrara con facilidad.

Estuve un minuto metiéndolo y sacándolo, hasta que ya no oponía resistencia.

En ese momento, la abrí con las dos manos y le clave mi miembro hasta dentro de un golpe.

Sus gritos fueron enormes…¡qué placer! Estuve bombeando 5 minutos.

Cada entrada le dolía menos, o por lo menos cada vez gritaba menos.

Cuando ya no pude aguantar más, la hundí mi polla hasta el final y me corrí en su culo.

Ella empezó a llorar. Lo que más me excitó fue que su vagina estaba húmeda.

Supongo que es una reacción del cuerpo humano que se defiende ante las agresiones.

Nunca me había corrido más de dos veces seguidas, pero la situación era muy excitante, así que en pocos instantes, mi polla estaba dura de nuevo.

Esta vez, escribí otro mensaje:

“Te voy a follar por delante. En la misma postura que estás. Me voy a correr dentro de ti. Te voy a dejar preñada, para que puedas buscarme por mi ADN”.

Cuando lo leyó empezó a decirme que por favor parara, que le dolía todo, que no la dejara embarazada, que era virgen, y muchas más cosas que no me interesaban.

Dicho y hecho. La clavé por su vagina húmeda y empecé a bombear.

No dejaba de llorar y suplicarme, pero eso hacía que mi polla se hiciera más grande.

Cuando note que me iba a correr, no hice lo que la había dicho, no soy gilipollas.

Saque mi polla de su chocho y se la metí en la boca.

La mezcla de sabores que tenía la dio arcadas, pero se tragó todo.

Sin que yo la sujetara, quizás agradecida por no preñarla.

Aquello fue algo muy excitante.

La tuve atada a mi cama 3 días en los que repetí la escena una vez por la mañana y otra por la noche.

En el curro todos me preguntaban por ella porque éramos amigos, pero yo no sabía nada…

Al cuarto día, la hice ducharse y lavarse a conciencia.

La escena me excitó pero ya había terminado con ella.

Después la puse el pasamontañas de nuevo, la vendé los ojos y la subí a la furgo.

Dos horas después de dar vueltas por medio Madrid, la dejé en el callejón donde la había cogido y me fui.

Luego me enteré de la noticia por boca de mis compañeros, la habían encontrado atada y amordazada y con los ojos cerrados a las 4 de la madrugada (yo la dejé a las 3) y la habían llevado a la comisaría.

Esto fue hace 5 años, nunca la volví a ver.

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