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Ishtar II: La aprendiz

El primero fue Fernando, sólo un año mayor que yo y alumno del curso inmediatamente superior en la universidad, lo conocí en la típica fiesta de Facultad, congeniamos y al mes éramos pareja, con él aprendí a gozar del tacto, sus manos en diversas ocasiones recorrían mi cuerpo, en verdad en muy pocas ocasiones puedo asegurar que haya sentido algo parecido al placer.

Todo era igual, hasta que en una oportunidad apretada contra una pared, mis manos extendidas, en tanto el me masturbaba introduciendo sus dedos en mi vagina, logré ver su cara, su expresión de deseo, su hablar entrecortado y en susurros, que denotaban su placer me hicieron realmente gozar, me movía hacia abajo flectando mis piernas tratando de introducir aún más sus dedos mientras llevaba mi mano libre hacia su polla aún presidiaria de sus ropas, él me pedía que la liberase y tocase.

Sólo verlo gozando me impidió cualquier oposición, liberada la tomaba en mis manos sintiendo su dureza, la apretaba, entonces él tomaba mi mano y le imprimía un suave vaivén.

Fueron mis primeras pajas, que siempre terminaban con su semen escurriendo en mi mano y, que por aquel entonces, no aceptaba ni siquiera oler.

No pasé de estos encuentros con Fernando, lo masturbaba, me masturbaba, apretaba mi culo, sorbía mis senos con fruición, pero nunca tuvimos relaciones coitales, después de todo 19 años de “buena educación” no se abandonan en un abrir y cerrar de ojos.

Aún era pareja de Fernando cuando conocí a Sergio.

En una fiesta de la “U” Sergio ´me sacó a bailar y antes que el baile acabase, tomo mi mano y me llevó fuera del recinto, nos subimos a su auto y conversamos de todo, me llevó a casa y me dijo que desde ese momento era su pareja, no pido que lo comprendáis pero fue así.

¿Fernando?

No tiene importancia que os comente el resto de la historia con él.

Con Sergio, al principio no hubo diferencia alguna de las relaciones que mantenía con Fernando, hasta que un día estando en su auto en un aparcadero, Sergio se pasó al asiento de atrás, me llamó y comenzó a besarme con profundidad, su lengua recorría mi boca enredándose con mi lengua, me la chupaba sacándola hasta hacerme doler, sus manos no estaba quietas recorrían mi senos, los apretaba, pellizcaba mis pezones, los chupaba y mordía.

– Mírame – me dijo, y agregó – te gusta -.

Lo miré, vi su goce reflejado en su cara y mi conchita se humedeció, realmente me gustaba lo que veía y una extraña sensación recorrió mi columna.

Llevó mis manos a su pantalón y guiándolas lo desabrocho liberando su polla y me ordenó masturbarlo, mientras lo hacía moviendo mis manos de arriba a abajo contemple su cara, comencé a gemir y le pregunte si al él le gustaba mis senos.

Su respuesta fue tomarlos por encima de la blusa y tirando de ellos me acercaba y alejaba de su cuerpo, desabrocho la blusa y comenzó a chuparlos uno a uno, los recorría con su lengua, me mordía los pezones, los apretaba, arrojándome sobre su cuerpo.

Sus manos comenzaron a encargarse de mi culo y vagina, introdujo sus dedos en mi vagina, moviéndolo en vaivén, luego introdujo otro, los movía adentro y afuera, en círculos, o por toda la extensión de mi raja, mientras me hablaba y decía que me iba a enterrar hasta reventarme, que me iba hacer gozar como una perra y otras lindezas, mientras me preguntaba si me gustaba.

Si… si… me gusta, sigue. Sigue…ah…aahh, gemía sin darme cuenta.

Me ordenó que bajase al piso del auto, sentándose él y me ordenó que lo pajease. Libere su polla sin pensarlo y pude verla, dura, era de unos veinte centímetros, recorrida por venas azulosas y coronada en un glande fino en principio y que crecía hasta juntarse con un tronco grueso; la recorría entera con mis manos en un suave vaivén mientras él afirmaba mi cabeza, -chúpala- me dijo y forzando mi cabeza la dirigió hacia ella, toque su glande y pude sentir la reacción de su cuerpo y el palpitar de su verga en mi mano, el sabor salado dulzón no me disgustó, siguiendo sus instrucciones comencé a lamer su polla en toda su extensión, subía y bajaba por ella, acariciaba su glande con mi lengua, lo pajeaba con mi mano, cuando de pronto el empujó mi cabeza introduciendo su verga en mi boca y me mantuvo ahí, me libero un poco y volvió a empujar, con voz entrecortada me dijo -chupa perra-. No pude resistirme, sentirme dominada de aquella forma, viéndolo gozar y resoplar como un animal

La chupaba, la enrollaba con mi lengua, sacaba la polla para mirarlo y volver a comérmela, subía y bajaba por su polla mientras lo pajeaba, hasta que sin pensarlo me la introduje hasta los huevos provocándome arcadas, pero volvía a la carga. Podía escuchar sus jadeos e insultos:

Puta…chupa perra…cométela toda…chupa…chupa…te voy a reventar.

Yo comencé sin darme cuenta a hablar igual, si… soy tu puta…dámela toda…te guata como gozo como una perra…si…si, párteme el culo…comete mi concha…

De pronto se tensó y un líquido viscoso llenó mi boca, el cual trague, saboreándolo con mi lengua.

Pasaron los días y todos eran iguales, me daba siempre el mismo tratamiento, en su auto, en mi casa, en la suya, donde fuera me agarraba el culo y prometía partírmelo; el sólo escucharlo me excitaba.

Una noche me llevó a un mirador marino alejado de la ciudad, reclinó mi asiento y comenzó a chuparme las tetas, los chupaba, los lamía, apretaba mi diminuto pezón con sus labios, los estrujaba y apretaba, los mordía, mientras iba diciéndome como gozaba, esto gatilló mi primer orgasmo, entonces fui yo la que pedí que apretase mis tetas, más fuerte le dije, cómetelas, te gusta, te gusta tu zorra pregunte, sigue…sigue…, sentía palpitar mi vientre pegado a su polla y un líquido correr por mi rajita empapando mis bragas, casi desfallecí.

Todavía sin recuperarme levantó mis piernas, sacó mis bragas y levantó mi falda de cuero comenzando a masturbarme con unos de sus dedos: -que conchita tan rica, quieres más- me dijo.

Si…si…pajeame…sigue… te gusta mi zorra. Movía sus dedos adentro y afuera, acercó su cara a mi entrepierna y comenzó a chuparme mi vagina, la lamía de arriba a abajo, la mordía, la abría e introducía su lengua, volvía a meter un dedo, luego otro y otro hasta que tuve cuatro dedos hurgando mi concha, que exprimía jugos como si la estuvieran exprimiendo.

Aaah…aah… soy tu puta, tu perra…goza mi concha…sigue…sigue, méteme la mano, por favor…toda la mano…,

La respuesta fue que su único dedo libre se clavó en mi culo. Te gusta así…te gusta cómo te clavo el culo, muévete zorra, goza goza, me moví en forma inconsciente, donde llevara mi pelvis me introducía algo, adelante mi vagina explotaba en sus manos, atrás y mi ano se llenaba, me soltó y puesto sobre mí me introdujo de un sólo golpe su verga.

Toma me dijo, puta zorra, cómete mi polla, dijo y comenzó a cabalgarme furiosamente, sus huevos chocaban en mi culo, lo escuchaba gozar y tuve mi segundo orgasmo, él afirmándose de mis tetas me llenó con su semen que escurría en las paredes internas de mi concha, se retiró de mí y agradecida limpie su verga con mi lengua.

Desde ese día no paramos, vez que estábamos juntos, había tiempo para mi ración de semen al encontrarnos, y mi ración de semen al despedirnos; mi concha ahora añoraba ser usada, fue la primera ruta de mi goce.

Después de aquella noche y en el tiempo, algo había cambiado en mí, había descubierto mi placer provocando el de Sergio, realmente me sentía su buscona, quería que me usara y se lo hacía saber, pero aún faltaban rutas de placer que descubrir.

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