La cara de miedo de las chicas aumentó, al igual que el tamaño de mi polla. Los tres chicos, como si ya lo hubieran ensayado, se quitaron la ropa quedándose completamente en bolas casi al mismo tiempo. Al ver las chicas los tres erectos instrumentos, volvió a aumentar su preocupación.
Aproximadamente otro minuto después, Sandra tenía los pezones tan rojos y duros que supe que no iba a avanzar mucho más. Así que pensé en una estrategia: como sabía que, de todas formas, debería estar al borde del orgasmo, deslicé mi mano paulatinamente hasta sus braguitas. Metí dos dedos por debajo de éstas y, como había previsto, Sandrita alcanzó el orgasmo de forma súbita.
No pude entender lo que dijeron, sólo vi que Aida se volvía a alejar y Sandra me sentaba en la taza del báter. Me separó las piernas, me quitó el condón y me la empezó a chupar. Y, Dios mío, Aida empezó a hacer un strip-tease.
Los aullidos de entre gozo y dolor que emitía Iria eran muy fuertes. Se sentía empalada, pero pronto desapareció todo rastro de dolor. Su esfínter se acostumbró a la verga, por lo que comenzó a disfrutar plenamente. Pero justo en ese momento, Miguel se corrió: no podía aguantar tanta excitación. Iria notó el caliente esperma del chico deslizándose por su ano; queriendo terminar ella también, con una mano se restregó el clítoris y con la otra se pellizcó los pezones. Resultado: la rubita también se corrió.
Un joven llega al paraíso cuando la chica a la que ama en secreto se mete en su cama del hotel.
Nuestra protagonista relata como un muchacho del instituto preparó su cuerpo y sus sentidos para el sexo.
Una jovencita muy caliente y sensual visita al atribulado doctor que cada vez tiene que masturbarse después de examinar a la paciente. Hasta que ella le comunica su deseo de follárselo.
Impuse un ritmo más acelerado que el anterior e Iria se empezó a retorcer de placer, jadeando como una perra en celo. Saber el placer que le estaba provocando hizo que casi me corriera en ese instante.