Hay una central de control ubicada en una garita (a la entrada de la finca), con 61 monitores, uno por cada habitación. Cuando se selecciona un número de una alcoba, esta se ve en una pantalla de plasma de 84 pulgadas. En esta sala como guarda de seguridad trabaja una chica de 34 años.
Cada vez que hacíamos el amor, Sonia sabía que tenía terminantemente prohibido quitarse los pantis. Se colocara a cuatro patas, cabalgara sobre mí o lo hiciéramos de lado, tenía que lucir sus esculpidas piernas con unos sensuales pantis de color verde o rojo.
Uno de los norteamericanos se posiciona en frente de Jaime y le ofrece su rabo largo y grueso en su boca. Jaime intenta poner en práctica el número del tragasables, de esos que solía ver de pequeño en el circo, y comienza a manducar aquella caña de chocolate. Obviamente solo le cabía la mitad.
Pero tu mano derecha sigue impertérrita, agarrada a mi mástil como si de un naufragio se tratara. Siente que mis palpitaciones suben en intensidad,
que están a punto de llegar los siete u ocho disparos de esperma y no quiere perder el control de la polla, para saber a dónde dirigirlos.
Antes de comenzar este relato quisiera aclarar que aunque lo escribo en primera persona porque me parece más adecuado, no es autobiográfico. Pero sí es la vivencia de un amigo que abriéndome su corazón y confiando en mi discreción, me la contó.
Se metieron en el jacuzzi y la salsa estaba servida. La bacanal de lengüetazos por aquí y por allá; las caricias y besos por todas partes y en todas direcciones; y las frases y expresiones subidas de tono, los pusieron como motos.
Toca el timbre sobre las ocho de la mañana. Raquel le abre la puerta y nada más entrar, le pone a modo de mascarilla una compresa ensangrentada. Raquel tiene todo un cesto lleno de compresas usadas. Cuando quiere ser benévola con su esclavo de turno, le coloca una más limpia.
Paseando por la calle, Luis no desmerecía tampoco a su lado, a pesar de la diferencia de edad. Es un hombre clásico a lo que a moda se refiere, pero juvenil y esbelto en el aspecto. Ya en el interior del apartamento, mientras Jennifer preparaba los vermús, Luis hojeaba algunos libros.
Sigo bajando por tu cuerpo de escándalo. ¡Esos hombros! Más abajo me encuentro con tus turgentes pechos. Unas deliciosas peras con sus delicados pezones. La Ley de la Gravedad no impera en estas majestuosas tetas. Las masajeo, beso y chupeteo.
Elizabeth iba muy sexy. Llevaba unos tenis blancos altos a juego con unos calcetines del mismo color. Un pantaloncito corto ajustado de color azul y una camiseta rosa, que de lo sudada que estaba, dejaba entrever un sujetador muy sensual.
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