Capítulo 1

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Aquel inolvidable verano I

El verano que nunca olvidaré fue cuando cumplí los doce años.

Mis tíos y mis padres tenían un chalet de tres pisos en un pueblo de la costa catalana.

El bajo era zona común , en el primero tenían las habitaciones mis tíos y primos y en el segundo mi familia.

Los pisos estaban unidos por una escalera interior y en realidad hacíamos vida en común , como una gran familia.

Normalmente durante las vacaciones de verano nos juntábamos todos, pero como nuestros padres no tenían tantas vacaciones como nosotros, solíamos quedarnos con nuestro abuelos entre semana y los fines de semana venían mis tíos y padres.

Mis primos son tres, Natalia que tiene siete años más que yo, Juan que es de mi misma edad y Laura que es dos años más joven.

Mi hermano Ignacio, es tres años mayor.

Eran muchos los años que solíamos ir por lo que ya teníamos muchos amigos.

El pueblo es pequeño pero en verano nos juntamos muchos veraneantes y cada uno de nosotros jugábamos con nuestros respectivos amigos.

Los únicos que coincidíamos éramos Juan y yo, éramos buenos amigos y en el pueblo teníamos una pandilla con la cual nos divertíamos mucho.

A las mañanas solíamos ir todos a la playa.

En general, teníamos libertad para hacer lo que quisiésemos, pero a las nueve y media todos nos teníamos que levantar, desayunar, limpiar cada uno su habitación e ir todos a la playa.

Por aquel entonces no nos acostamos muy tarde, por lo que los tres primos pequeños nos levantamos enseguida.

Más les costaba a Natalia e Ignacio, que por ser los mayores salían por las noches.

A las tardes sobre las cinco, que ya hacía menos calor, cada uno se iba con sus amigos hasta la hora de cenar. Juan y yo nos juntábamos con los chicos del barrio para hacer deporte; fútbol, baloncesto, o para andar en bici.

A los doce años cada vez nos interesamos más por el tema sexual, entre los amigos siempre había alguien que decía que tenía novia, alguna vez hicimos un concurso para ver quien tenía el pene más largo, como todos los chicos de esta edad.

Yo a pesar de ser muy abierto, en cuanto empezamos a hablar de chicas no participaba. Siempre he sido muy reservado e incluso mis sueños y deseos no se los contaba a nadie.

Escuchaba con atención e intentaba aprender, pero no hablaba, y ni mucho menos participaba en el concurso.

Pero desde muy pequeño he tenido curiosidad por el sexo.

A los siete años en la escuela ya nos habían explicado las diferencias que hay entre chicos y chicas.

Pero yo no había visto nunca ninguna chica desnuda y siempre tenía la duda de como estaban unidas la raja del culo con la parte delantera. En los dibujos que nos enseñaban en el colegio dibujaban las diferencias pero nunca aparecía una niña con las piernas abiertas.

Una tarde en la que nos habíamos quedado en casa Laura y yo jugando con un puzzle en el salón,

Laura me preguntó:

– Jose, por qué los niños no suelen llevar faldas?

Recordaba las dudas que me surgieron y decidí que podía aprovechar el momento y solucionarlas con Laura.

Ella tenía cinco años y yo siete así que mis abuelos no sospechaban lo más mínimo a lo que estábamos jugando.

– Laura, los niños tenemos pitilín y las niñas no.

– ¿Qué es el pitilín?

– Es un trocito de carne que tenemos entre las pierna y por donde meamos.

– Pero nosotros no tenemos y ya meamos. Porque no me lo enseñas?

– Vale, pero tu también me lo tienes que enseñar.

Así y como estábamos sentados en el suelo nos levantamos , yo fui el primero en bajarme los pantalones y los calzoncillos Y le dije:

– Ves esto es el pitilín. Ahora te toca a ti.

Laura se levantó la falda y bajo las braguitas. Al estar de frente vi que se parecía a los dibujos del colegio y le pregunté:

– Pero si tu no tienes pitilin por donde meas?

En ese momento Laura abrió las piernas y pude ver mi primer coño.

Nos vestimos enseguida y seguimos jugando con el puzzle.

Pero volviendo al verano de mis doce años, ya me había fijado en mi prima que se había convertido en una mujercita de diecinueve años, era delgada y tenía un cuerpo muy proporcionado.

Las tetas no eran muy grandes, pero a mi me llamaban mucho la atención.

Como todos los día fui a bajar la basura, que era responsabilidad mía, y al dejar la bolsa vi que en medio de un montón de periódicos había una revista pornográfica.

Miré bien a toda la calle y no había nadie, la cogí me la metí debajo de la camiseta la escondí en el garaje.

Subí corriendo a casa y nadie se dio cuenta, esa noche me costó dormirme, no era la primera revista pornográfica que veía, pero esta era sólo mía y no tendría que ojearla con prisas, decidí que de momento no se lo iba a decir a nadie, tampoco a Juan, más tarde ya lo vería.

A las tardes, cuando todos estaban descansando yo bajaba al garaje veía las fotos y leía los relatos que traían.

Aquí empezaron mis primeras masturbaciones.

Me lo pasaba en grande.

Por la mañanas al ir a la playa empecé a fijarme más en Natalia.

Su cuerpo era muy bonito, siempre solía llevar un biquini que tenía sólo tres triángulos sujetos por cuerdas, tapando aquello que yo tantas ganas de ver tenía. Poco a poco se fue convirtió en una obsesión.

Ella aprovechaba la playa para dormir, por lo que yo siempre estaba tomando el sol junto a ella y no perdía ojo.

El bultito que le salía en la entrepierna, algún pelo que se escapaba, los pezones por debajo del bañador, su abdomen plano.

Al darse la vuelta contemplaba esas nalgas que tanto me atraían.

Cuanto hubiera pagado por que llevara un tanga, pero no, mi prima llevaba un bikini con un triángulo de tela demasiado grande para mis intenciones.

Uno de los momento inolvidables fue cuando estando leyendo un cuento junto a ella, se acomodó la parte inferior del bikini y pude ver durante dos segundos la mata de pelo negro.

Por las mañanas recreaba la vista en la playa y me imaginaba como era, pero lo único que me alegraba era las horas del descanso y mis viajes al garaje.

Cada vez estaba más caliente y bajaba todos los días.

Varios días pude ver que mi prima estaba en la ventana y me vio salir del garaje, pero no dijo nada. Hasta que un día cuando ya había terminado con mi sesión masturbatoria y estaba escondiendo la revista en las baldas entró ella y me pregunto:

– Que haces aquí?

– Estoy buscando un puzzle, me aburro mucho en las horas de la siesta.

La cosa quedó así pero yo sabía que quería averiguar que es lo que solía hacer. Nos fuimos como todas las tardes, cada uno con sus amigos.

A la mañana siguiente y antes de ir a la playa fui al garaje para esconder la revista en otro lugar pero cual fue mi sorpresa que la revista no estaba allí.

Esa mañana, no tomé el sol junto a Natalia, estuve todo el rato en el agua.

Me daba mucha vergüenza estar junto a ella, pero ella no había cambiado nada en su forma de relacionarse conmigo.

A la tarde me quedé en la habitación leyendo un tebeo cuando Natalia toca la puerta.

– Puedo pasar?

– Claro.

– Jose, a ti te gusta leer?

– Claro, estoy leyendo este tebeo que es muy divertido.

– Me imagino que te cansarás más que leyendo esta revista, porque aquí casi todo es fotos. Sacó la revista que llevaba escondida en la espalda.

Yo no sabía donde meterme, estaba rojo como un tomate y no me atrevía a mirarle a la cara.

– Mira Jose no te preocupes, que todos hemos tenido doce años y curiosidad por conocer el cuerpo del sexo contrario. Yo también a tus años tenía revistas escondidas, pero aquellas eran más fuertes. Se veía como hacían el amor . Pero yo tengo una gran pena.

– Trague saliva y pude decir. Qué?

– Que cuando yo tenía mis dudas, y ganas de saber, no había nadie a quien pudiera preguntar, porque a papa y mama no me atrevía a decirles nada. Por eso he pensado que a ti no te tiene que pasar lo mismo. Lo único que te pido es que no cuentes a nadie nada.

– Nada de qué?

– Mira, sé que te has masturbado viendo las revista, mira esta hoja está completamente manchada. Pero si tú quieres vas a tener la oportunidad de ver una chica de verdad.

No me lo podía creer lo que me estaba pasando, estaba diciendo que si yo quería se desnudaría ante mi. Cuantas veces había soñado ver ese cuerpo desnudo.

– Estas diciendo en serio que te puedo ver desnuda?

– Claro, además si alguna vez tienes dudas yo intentaré respondértelas, pero todo ello con la condición de que no se lo digas a nadie, queda claro, a nadie!.

– Si, no te preocupes que ya sabes que yo cumplo siempre mi palabra.

– Entonces cierra la puerta con pestillo y siéntate en la cama.

Hice lo que había mandado.

Allí estaba yo sentado en la cama frente a mi prima. En un principio se quitó la cinta del pelo y se sacó la blusa de dentro del pantalón.

La blusa era blanca y se transparentaba el sujetador.

Empezó con los botones de abajo, lentamente hasta llegar a la altura de los pechos.

Yo seguía en la cama con la boca abierta, me hizo un guiño y se quitó la blusa.

El sujetador que llevaba era blanco, no tenía transparencias y tenía más tela que el bikini de la playa.

Pero no se detuvo allí echó las manos atrás y lo soltó, se lo quitó y me lo lanzó a la cara.

Las dos tetas quedaron libres de toda atadura, yo seguía sin creérmelo.

Mi prima empezó a acariciarse los pezones, que enseguida se endurecieron.

Estuvo así un rato, yo con la boca abierta y mirando atentamente.

– Te gustan? – Muchísimo, en la playa me las he imaginado muchas veces, pero en la realidad son mucho mejor.

– Qué, quieres que siga quitándome ropa de abajo?

– Claro, por favor.

Natalia se agacho y se soltó las deportivas, las lanzó al aire y me dijo que le ayudara a quitarse los calcetines, puso un pie encima de mis rodillas y se lo quite.

Le miré a la cara para decirle que subiese el otro pie, y la imagen que vi fue genial. Mi prima con una gran sonrisa y sus dos tetas al aire. Subió el otro pie y le quite al calcetín que faltaba.

Dio dos pasos para atrás y con un nuevo guiño empezó a soltarse los botones del pantalón. Llevaba un pantalones vaqueros con la bragueta de botones.

Según iba soltándose aparecían unas bragas blancas.

Ella me miraba a los ojos y sonreía.

Empezó a bajar los pantalones y cuando se los quitó me di cuenta que era la primera vez que estaba en frente de una mujer casi desnuda. Me dijo:

– Bueno, ya es suficiente por hoy.

Os podéis imaginar el chasco que de me di. Estaba a punto de ver la entrepierna que tanto había soñado y…

– No por favor, así ya te he visto muchas veces con el bikini de la playa, sigue.

– Hay que pillín yo creía que ya te bastaría con lo que has visto pero quieres que continúe.

– Si, que nunca he visto un chocho de verdad.

– Bueno, seguiré

Puso las manos en el borde de las bragas que también eran blancas y sin ningún tipo de trasparencias. Sólo tenían un lacito rosa en la parte superior.

Estuvo un tiempo jugando con la goma, pero al final se decidió a bajarlas.

Ante mi se presentó un una mata de pelo.

Para entonces estaba muy excitado, y era patente, por que los pantalones de deporte que llevaba tenían «una tienda de campaña» de lo más grande.

En un roce involuntario de mi mano con mi pene me di cuenta de mi estado, me avergüence mucho, sobre todo cuando me di cuenta que estaba a punto de correrme.

Sin decir nada salí corriendo de la habitación y fui al baño a masturbarme. En mi vida había tenido una erección tan grande, y nunca había eyaculado tanta leche.

Estuve un buen rato en el baño y para cuando salí Natalia ya no estaba en mi habitación.

Había recogido toda su ropa y se había ido.

Esa tarde jugué con más ganas que nunca a fútbol con mis amigos. No hable con nadie de lo ocurrido y todavía no me creía que es lo que me estaba pasado.

A la mañana siguiente al ir a la playa me acerqué a Natalia y le dije:

– Gracias, por lo que hiciste ayer por mi. La verdad que eres muy guapa y me gustó mucho tu cuerpo.

– Es un halago muy bonito, lo único me di cuenta que te ruborizaste al ver que tenías esa enorme erección, no te preocupes, es algo normal. Además yo ya he visto muchas veces el pene de mi novio erecto, por lo que no tienes que preocuparte. Otra vez no tienes que salir tan corriendo a masturbarte al baño.

Implícitamente me estaba invitando a una segunda vez, pero yo todavía no había asimilado lo de la tarde anterior.

Una vez en la playa, me puse delante de ella para tomar el sol. Cerré los ojos y recordé centímetro a centímetro lo que había visto la tarde anterior.

En un momento dado abrí los ojos y pude ver que ella disimuladamente me miraba.

Dobló las rodillas y abrió las piernas , me sonrió y se fue al agua. Yo tenía con la gran erección que tenía no la pude seguir, y me quede tumbado.

Los días siguientes fueron como los del resto del verano, que por cierto ya estaba llegando a su fin.

Era el último jueves del verano, al día siguiente venían nuestros padres y tras el fin de semana nos íbamos todos a casa, por lo que era mi última oportunidad de intentar ver otra vez el cuerpo de mi prima , con más tranquilidad, ya que la anterior vez salí demasiado deprisa.

A la mañana en el desayuno le dije que en la hora de la siesta me gustaría que me aclarase una duda sobre sexo. No me contestó pero una sonrisa maliciosa me dio esperanzas.

Antes de comer le dije a Juan que me dolía el pie y que no podía jugar a fútbol. Así tenía más tiempo. Natalia después de comer llamó por teléfono a sus amigas para decirles que hasta la noche no saldría.

La hora que tardó en venir a mi habitación fue la más larga de toda mi vida, no había pensado que es lo que le iba a preguntar pero estaba claro que quería verla desnuda otra vez. Sonó la puerta y dijo.

– Jose, soy Natalia, puedo entrar?

– Claro.

Cuando abrió la puerta me quede maravillado, se había vestido con un vestido negro que resaltaba todavía más su figura.

– Estás preciosa, te sienta muy bien este vestido

– Muchas gracias ¿Qué es lo querías saber?

– El otro día, salí con mucha prisa y me gustaría verte otra vez, además la entrepierna es lo que más ganas tenía de ver y casi no lo vi.

– De acuerdo, pero tienes que prometerme que no saldrás corriendo como la otra vez. Ya sabes que he visto muchas veces a mi novio desnudo y no me voy a asustar.

– De acuerdo,

– Cierra la puerta con pestillo, que no quiero que nadie nos descubra.

Me levanté y cerré la puerta.

– Ah, hoy te voy a poner una nueva condición, si quieres que me quite algo lo tendrás que hacer tu. Yo no voy a poner impedimentos pero, si tu no me quitas nada yo me quedo igual.

Me quede en blanco, eso era más de lo que había soñado, pero mi prima sabía muy bien lo que se hacía. Yo estaba sentado en la cama y ella en frente como la última vez, pero no sabía que hace, me cogió desprevenido.

– Bueno te decides o me voy

– De acuerdo que hago.

– Lo que tú quieras, y por donde tú quieras. Eres tú el que te has quedado con dudas, por lo tanto tú sabrás que es lo que quieres. Tú me indicas.

Con la voz temblorosa le dije que subiese los brazos, lo hizo y la minifalda llegó hasta la mitad de la pantorrilla, le mandé que se subiera a la silla para así poder ver su ropa interior.

Era algo que siempre me gustaba . Lo hizo, se subió a la silla y poniéndome delante pude ver las bragas, que no eran como las del día anterior.

Estaba claro que iba a hacer lo que le pediría, además no teníamos prisa, nos habíamos quedado solos en casa.

Le ordené que bajase de la silla y que se pusiese delante mío. Me acerqué mucho y podía notar su respiración agitada. Empecé a deslizar la tira de la derecha del vestido y poco a poco la de la izquierda.

Ante mi apareció un sujetador que no se parecía en nada al del día anterior, era todo de puntillas, y se transparentaban los dos pezones que para entonces estaba duros.

El cierre del sujetador estaba delante, le miré a los ojos y le dije:

– Puedo

– Ya sabes que los límites los vas a poner tu.

Con las manos temblorosas y con bastante dificultad solté el sujetador, le miré como pidiendo permiso para poder tocarlos y asintió con la cabeza. Eran más blandos de lo que creía, según tocaba más, más se endurecían los pezones.

– Hazlo más despacio que me estas haciendo daño .

– Enséñame tu.

Cogió sus dos manos, las puso sobre las mías y empezó a girarlas suavemente.

– También nos gusta que juguéis con los dedos en los pezones.

Así estuvimos un buen rato, su respiración era cada vez más entrecortada.

– Natalia voy a seguir desnudándote.

– Como tú quieras.

El vestido se había quedado en la cintura, con un pequeño tirón bajó hasta los tobillos.

El espectáculo era maravilloso, las bragas eran como el sujetador, con puntillas y se trasparentaba la gran mata de pelos negros que cubría su sexo.

Pero lo que más me llamó la atención fue que era un tanga que sólo tenía un hilito que se le metía por el culo.

Por fin en tanga, pensé para mi, le ordené que se diera varias vueltas por la habitación, mientras que contemplaba boquiabierto.

– Ahora quédate aquí y abre un poquito las piernas.

Así lo hizo, comencé a bajar el tanga y al acercarme olí por primera vez ese olor tan peculiar de mujer excitada.

Baje el tanga hasta la mitad de la pantorrilla y me quede contemplando la mata de pelo que estaba bien cuidado por las esquinas.

Seguí bajando hasta los tobillos y conseguí quitárselas y tirarlas encima de la cama.

Allí estaba en la mitad de la habitación totalmente desnuda y esperando nuevas ordenes.

Os podéis imaginar que para entonces y desde hacía un buen rato la erección que yo tenía era impresionante, pero ya había perdido toda la vergüenza.

– Me gustaría ver con detalle tu entrepierna. Siéntate en la silla y abre las piernas.

Cogió la silla la puso en la mitad de la habitación y se sentó con las piernas abiertas al máximo.

No perdía ojo, me senté en el suelo muy cerca de su sexo y le dije que me explicara cuales eran los puntos de placer.

– Empezó señalándome el ojete y diciendo que ese agujerito era como el nuestro, pero que todo lo demás era diferente. Con los dedos abrió sus labios superiores y me mostró cual era el clítoris. Me dijo que había que tocarlo muy suavemente y empezó con el dedo índice de la mano derecha.

– Me gustaría probar a mi.

– Bien, pero con mucho cuidado.

Estaba muy mojado, en principio me ayudó con su mano, pero como aprendí enseguida, pasó a masajearse las tetas con sus manos.

Cada vez su respiración era más rápida, hasta que soltó un gemido y se quedó un rato con los ojos cerrados.

Más tarde supe que ese fue el primer orgasmo que había provocado a una mujer.

– Creo que hoy has solucionado todas tu dudas, No?

– Si, Esto nunca me lo había imaginado, eres maravillosa. No se como agradecértelo

– Hay algo que puedes hacer tu. Antes te he dicho que yo ya había visto penes erectos pero me gustaría verte a ti desnudo.

Casi me muero de vergüenza, otra vez fui consciente del tamaño que tenía mi pene y ahora quería verlo. No podía negarme, ella había cumplido todo lo que le había pedido.

Ella al ver que dudaba me dijo.

– No te preocupes, yo te ayudaré a desnudarte. Acércate.

Me acerque y empezó por quitarme la camiseta. En este momento pude observar que la punta de mi pene intentaba salir fuera del pantalón.

Me quedé quieto y le dejé hacer. Con las zapatilla no tuvo mucho problema, y como no llevaba calcetines sólo me faltaba el pantalón de deporte.

Puso sus dos manos en la goma y empezó a bajar el pantalón. Para esto ella estaba de cuclillas en frente de mí con todas las piernas abiertas. Mi pene salió como un resorte y casi le golpea en la cara.

Terminó de quitarme los pantalones y dijo.

– Para ser un chico de doce años estás muy desarrollado. Me dejas que te haga eso que tanto te gusta?

– Por su puesto, pero ten cuidado que te voy a manchar.

– No te preocupes.

Con su mano derecha empezó a masturbarme muy lentamente, yo cerraba los ojos y gozaba de todos y cada uno de los movimientos.

Abría los ojos y veía mi prima con la piernas abiertas y pajeándome como nunca lo había hecho yo mismo.

– Me parece que esto también te va a gustar.

Dicho esto, abrió su boca y empezó a chupar con mucho entusiasmo. Esto fue demasiado para mi y eyaculé en su boca. No desperdició ni una gota.

Nos sentamos un rato en la cama y tras descansar un rato me dijo.

– Jose, me parece que te he resuelto todas las dudas y algunas más, sabes que cuando quieras te ayudaré en lo que quiera, pero por lo que más quiera no cuentes esto a nadie, si no vamos a tener muchos problemas. Ahora dúchate y yo me ducho en mi habitación que estarán para llegar.

– No te preocupes que no olvidaré lo que me has enseñado.

Cada uno se duchó en su habitación y para cuando vinieron el resto de la familia estábamos viendo una película en la televisión.

Aquel fin de semana no pasó nada más y regresamos a casa.

A partir del siguiente año Natalia se fue de vacaciones con su novio, pero nunca podré olvidar aquel verano.

Continúa la serie