Se compra un coche nuevo y le gusta tanto que para celebrarlo se folla al vendedor
Mi nombre es Elsa, pero también me pueden llamar Mari o Elsa Mari, tengo 25 años y me encuentro recién graduada en leyes. Trabajo para un bufete de abogados de mucho prestigio.
Soy de estatura promedio, el color de mi piel es morena clara casi blanca, mi cabello castaño claro (sin teñir) de ojos verdes, con bellas piernas, cintura delgada, y un hermoso par de senos.
Tanto, que uno de mis profesores de la Escuela de Derecho.
En ocasiones se turbaba y me decía «señorita Tetas», luego se daba cuenta y la cara se le caía de vergüenza.
He tenido mis encuentros sexuales, pero no soy de las que se va a la cama con cualquiera.
Como una de mis colegas del Bufete, la cual se ha pasado hasta al perro que acompaña al guardia de seguridad por las noches.
Y no es una exageración, o que le tenga mala voluntad a la colega.
Pero el mes pasado, mientras me encontraba con dos secretarías de la oficina en el área de seguridad, cuando una de ellas nos comentó sobre como el sistema de vídeo había captado a la colega, en la parte trasera del estacionamiento de empleados, una noche saliendo de trabajar, se dirigía a su auto, que era el único que quedaba, cuando apareció el Doverman solo.
Ya que el guardia hacía la ronda por el edificio, según comentó.
La secretaría, como le dijimos que no le creíamos, se dirigió al archivo de los vídeos de seguridad, tras buscar detenidamente, sacó una cinta y la puso a correr en una maquina, la adelantó por un buen rato, y en la pantalla del televisor apareció mi colega, tal como decía la secretaría.
El perro se le acercaba, le olfateaba la mano, ella abrió su auto, y de momento se despojó de toda su ropa, se sentó con la puerta del carro abierta, y con los pies sobre el suelo, el gran perro de color negro se le acercó, la olfateó y se puso a lamer su coño.
Yo, al igual que la otra secretaría, me quede horrorizada, al ver semejante acto de bestialismo, pero la secretaría que nos lo estaba contando nos dijo, y eso solo es el comienzo, dejen que llegue a la mejor parte.
Y en efecto, así fue, luego que el can le lamió hasta la saciedad supongo yo, ella se levantó caminó hasta un pequeño banco de madera y hay se acostó boca arriba.
El perro, se le fue acercando y ayudado por ella, se le colocó encima.
Por un largo rato, las tres observamos en silencio semejante aberración, como el animal se movía sobre el cuerpo de ella, y como ella se movía bajo el cuerpo del animal.
Hasta que al fin tras una larga jornada terminaron.
La colega, tomo su ropa, y regresó al edificio, las tres suponemos que fue para lavarse, o para acostarse con el guardia.
Después de eso me enteré que los hombres de la oficina, entre ellos se refieren a mi colega como la vagina loca.
Pero regresando a mi historia, les diré, que la pasada semana, tras muchos meses de ahorros, privaciones y sacrificios.
Por fin pude reunir la cuota inicial, para la compra de un auto.
Me dirán, que soy maniática, o hasta terca.
Pero yo me prometí a mi misma que el primer auto que yo me comprase con el sudor de mi frente, sería totalmente nuevo.
Y así fue, tras leer todos los anuncios de la prensa, consultar con mis familiares, compañeros de trabajo, amistades, y con mi jefe, el Licenciado.
Llegue a la conclusión, después de escuchar todos los consejos, de que me compraría un auto europeo.
No tengo nada contra los autos japoneses, ni contra los autos americanos.
Pero mi jefe, posee, dos BMW.
Por lo que con una tarjeta de él, con una nota dirigida al dueño de la representación de esa marca, que de paso también es cliente del Bufete de mi jefe.
Me presenté un día miércoles, al salir del Bufete, bien tarde casi llegue a la hora de cerrar.
Al llegar, fui recibida a cuerpo de reina por el propietario de la firma.
El cual de manera muy amable recibió la tarjeta de presentación de mi Jefe.
Luego de leerla con detenimiento, salió de la oficina.
De seguro, llamó por teléfono al Bufete, y debió hablar personalmente con el Licenciado. Regresó a su oficina, con una amplía sonrisa.
Me ofreció una tasa de café, tras lo cual llamó a su secretaría y le ordenó que nos trajese la bebida.
Además, también le ordenó que buscara a un tal Miguel.
Mientras tanto, yo pensaba en el color del auto, en como deberían ser sus interiores, o sea la tapicería, y ya me imaginaba como conduciría por las calles y avenidas de la ciudad.
Mientras me ilusionaba yo sola, hizo su presencia el tal Miguel.
Un tipo de baja estatura, algo gordo, con el cabello extremadamente corto, como de 35 años, de cara redonda, y con unos anteojos redondos, de esos que parecen una antiguada.
Para colmo su voz, sonaba algo nasal.
Vestía con un traje, de color azul marino.
Con camisa blanca y una corbata, como sacada del baúl de los recuerdos, lo que le daba a su rostro la impresión de que lo estuviesen ahorcando.
En fin un desastre de hombre, de esas personas que uno trata solo por necesidad, o por obligación, como era mi caso.
Lo primero que me preguntó el Miguel, fue con que cantidad contaba para la compra del vehiculo.
Al escuchar la cifra, se sonrió, y comentó, buen chiste.
Pero en serio, con que cantidad cuenta.
Al yo repetir la cifra, y ver él que yo no bromeaba, se levantó con dificultad, y se dirigió a la oficina del propietario del negocio.
Pasaron unos cuantos minutos, yo pensaba que debí haber ahorrado una mayor cantidad de dinero para la compra del automóvil, y eso que aun no había elegido el modelo.
Ya me estaba desanimando, cuando el gordo pedante entró a su oficina, con una gran sonrisa.
Diciendo, señorita por favor, acompañeme a ver los modelos que tenemos a su disposición. Hecho un mar de atenciones.
Al llegar a la sala de demostración, habían varios modelos ejecutivos.
Pero el que cautivo mi corazón, fue el modelo deportivo convertible, de color rojo, el Z3.
El gordo tomó las llaves, y me las entregó y me preguntó si deseaba probar el auto acompañada por él.
Yo me encontraba muy emocionada, y sin decir palabra tomé las llaves del auto, y nos sentamos.
De inmediato, luego de pasar las llave del encendido, esperamos por breves minutos, que me parecieron una eternidad.
Salimos de la agencia y el auto respondía a las mil maravillas, yo no soy una piloto de autos de carrera, pero el Z3 superaba por mucho todas las expectativas mías.
Sus asientos y tapicería son en cuero legitimo, de color crema.
Posee un sistema de aire acondicionado, que es capaz de congelar cualquier cosa ( soy un poquito exagerada).
Tiene un sistema de sonido, mejor que el equipo que tengo en casa, compuesto de un radio Am y Fm, un pasa cintas, un CD. y un conjunto de bocinas cuadrafónico.
Además de un sistema, para acoplar mi teléfono celular, el cual me permite hablar sin tener que agarrar el teléfono.
Del motor, no me pregunten, yo solo le lleno el tanque de la gasolina y piso el acelerador.
El gordo Miguel, me acompañó por espacio de una hora quisas, cuando me di cuenta de lo tarde que era regresamos a la agencia de autos.
El se bajó, ya que todo el personal se había retirado, abrió las puertas del negoció y una vez dentro me dijo.
Solo tiene que firmar los documentos y el auto es completamente suyo, luego el banco le hará llegar los papeles de propiedad.
Yo maravillada, de inmediato firme los papeles que me presentó.
Acto seguido, yo me encontraba tan emocionada, tan contenta, y tan alegre.
Que el pobre Miguel ya no me producía ninguna repulsión.
De la emoción le di un abrazo, y un gran beso en la boca.
Beso que él supo aprovechar, muy bien.
Ya que continuó abrazándome, y besándome con fuerza insospechada.
Algo sucedió dentro de mi, ya que en lugar de rechazarlo lo continué besando de igual forma.
Mi alegría era tal, que yo quería expresarla de alguna manera.
Y los dos continuamos besándonos y abrazándonos intensamente.
De momento sentí un gran calor dentro de mis piernas, hacía tiempo que no me excitaba a tal grado, que alcance un orgasmo de buenas a primeras.
Yo estaba que ardía por dentro, y sabia como apagar ese fuego.
Por su parte Miguel, resulto ser todo un experto, en el viejo arte del beso caliente. Su lengua recorrió, todos los rincones de mi boca.
Cosa que aumentó mi temperatura corporal como unos cien grados (otra pequeña exageración, de mi parte. Pero así lo sentí en ese momento).
Sus gruesa y cortas manos, recorrieron cada espacio de mi cuerpo.
En un dos por tres, yo misma me retiré el vestido, que cargaba puesto.
Quedando tan solo en bragas, sostén y pantimedia.
El gordo se despojo, con tremenda habilidad, de su palto, de la camisa y desde luego de la graciosa corbata.
Los dos continuamos besándonos, mientras que de alguna forma, Miguel se las arregló para que fuéramos a dar al asiento trasero de un BMW negro grandes y lujosos, como el de mi Jefe.
Hay los dos seguimos con los besos y las caricias, él logró de alguna manera, introducir una de sus manos, entre mi cuerpo y mi ropa intima.
Creo que lo primero que sentí fue su cálida mano sobre una de mis nalgas, para luego deslizarla suavemente, hasta mi monte de venus.
Yo deseaba que sus manos, jugaran con mi clítoris, que me penetraran hasta el fondo de mi ser.
Como un acto reflejo, me despoje de las pocas prendas que aun yo tenía puestas, quedando totalmente desnuda de mi vientre para abajo.
Su boca buscó mis senos y sin miramiento alguno me arranque el sostén, para facilitar su contacto con mis pezones, los cuales estaban a punto de estallar cada vez que sus labios, su lengua o sus dientes los rozaban.
Mis manos buscaron habidas, su erecto miembro, el cual se sentía extremadamente caliente, aun por encima del pantalón.
Mientras él jugaba con mi vagina, yo me las arregle para soltarle la correa del pantalón, bajarle la cremallera y echarle mano directamente a su trozo de carne.
Miguel continuó besando todo mi cuerpo, hasta que su boca se posó sobre mi húmeda raja.
Yo creía que había experimentado casi todo, en cuanto a sexo se refiere, y en anteriores ocasiones mis compañeros, me la habían mamado, pero como lo hizo el gordo, nadie.
Tan fue así, que aunque no soy de las que lleva cuenta de sus orgasmos durante una relación, creo que debí alcanzar cerca de cien orgasmos, o más, por lo menos.
El gordito se las traía, y se las llevaba. Jamas y nunca disfruté de una mamada como esa.
Yo le pedí a gritos que me lo metiera, que no aguantaba más.
Pero el solo dijo, lo mejor esta por venir. Diciendo eso, continuó con su estupenda labor lingüística.
Su lengua, de momento cambio de blanco, hiendo sus manos a sustituirlas.
La sensación fue indescriptible, cuando su lengua, se introdujo dentro de mis nalgas.
Mi esfínter en primera instancia, se contrajo.
Pero al ir sintiendo los lametazos, entró en confianza y se abrió totalmente.
Realmente nadie, me había hecho eso nunca, es más cuando yo escuchaba alguna amiga o compañera de trabajo hablando sobre ese tema, sencillamente no les creía.
Pero hay estaba yo, disfrutando a pierna abierta de esa experiencia.
Y lo mejor de todo es que me gustaba.
De momento, me acordé de la colega mía, que yo había visto en el vídeo de seguridad del Bufete, teniendo relaciones con el perro de la compañía de seguridad, y eso me excitó más aun.
A tal grado, que me las arreglé, para mamarle su verga al gordo. Cosa que jamas yo había practicado, hasta ese momento.
Así permanecimos por un largo, y agradable rato.
Tras lo cual Miguel se colocó de tras de mi, y comenzó a penetrarme, los pliegues de mi vagina lo recibieron gustosamente, de tal manera que yo no salía de mi asombro.
Sus testículos, chocaban una y otra vez contra mis blancas nalgas.
Sus manos se repartían el terreno conquistado, mientras que el gordo le daba al principio con suavidad, para ir dándome, más y más duro.
Yo movía mis caderas con fuerza pero con ritmo, disfrutando todas y cada una de sus penetraciones totalmente. Jamas paso por mi mente, lo mucho que me estaba haciendo disfrutar, el gordo.
Pero como todo lo bueno termina, nuestro encuentro terminó.
Dejándome totalmente extasiada y satisfecha, como nunca antes había estado.
Cuando recobré mis fuerzas, me encontraba desnuda en el asiento trasero de un BMW negro de lujo.
Ya Miguel se había puesto su ropa, yo me levanté y le di un beso a ese hermoso gordo. Que me había hecho disfrutar, como nunca de un encuentro sexual.
Me llevó hasta el baño de su oficina, me lavé y luego tan solo me puse el vestido encima y los zapatos.
Me llevó hasta la puerta, me entregó las llaves del auto nuevamente. pero como yo no estaba en condiciones de manejar, le pedí que me acompañara a mi edificio, dejamos mi auto nuevo en la agencia y Miguel me acompañó hasta el edificio donde vivo.
Al llegar lo invite, que me acompañara hasta mi apartamento.
El no se hizo de rogar, y una vez hay volvimos a tener otro encuentro. Tan fogoso y reconfortante como el primero.
Al día siguiente, llegue casi al medio día al Bufete.
Mi Jefe, salió a recibirme, diciendo, bien que opina del auto que el bufete le proporciona a la nueva jefa de contratos internacionales.
No lo podía creer, luego el Licenciado me aclaró que desde la pasada semana, había sido elegida para formar parte de la sociedad del bufete.
Y como Jefa de un departamento importante, aparte de un aumento sustancial en mi sueldo, gozaba de otros beneficios, tales como acciones de la empresa, y otros beneficios marginales dentro de los cuales se encontraba el auto.
Como parte de mi promoción se me dio libre el resto del día, y adivinen ustedes con quien fui a celebrarlo…