Capítulo 5

Liria V: y Sandra

Mi amiga Liria tenía una cantidad muy grande de argumentos para saciar su sexo, nada le parecía demasiado, por el contrario, cuando su concha se calentaba ardía con una llama voraz y debía de apagar el incendio.

Nos veíamos todos lo fines de semana, pláticas de sexo era el tema preferido; su anecdotario era jugoso y por lo general terminábamos en unas orgías de juguetes sexuales indescriptibles.

Tenía un arsenal de lo más variado para placer de nuestras conchas, por otro lado servía para ejercitarme para los placeres con mi amante de turno; era como hacer maniobras militares para estar preparadas para cualquier batalla. Nunca nos insinuamos en tener sexo lésbico.

Aprendí de ella a hacerme exámenes médicos propios de nuestro sexo para que las armas siempre estuvieran prontas; además también a asegurarme que mi pareja fuera de las mismas costumbres en cuanto al cuidado de su físico, pues, no me gustan las pijas con guante quirúrgico «Es como chupar un chupete» decía mi buena amiga «de la tetina tapada no sale leche y eso es inaceptable para mi»

Llegó un día en que, Liria tuvo la iniciativa como siempre, de hacer una reunión de oficina. Nuestro jefazo enterado nos prestó para ese fin su casa de descanso que hacía tiempo había dejado de usar desde que su hija Julia se fuera ya casada a Londres.

El viejo leguleyo además cumplía años de edad, sesenta y no quería estar solo.

A nuestra barbie le pareció magnífica la iniciativa e hizo las diligencias del caso, recibió como adelanto la posesión las llaves de la casa quinta delante nuestro.

El día anterior a la reunión fui con la pequeña a ver el lugar en el automóvil de ella, obsequio de Aarón. La residencia era enorme, aunque era de pocas habitaciones. La entrada daba a una enorme sala con una mesa oval para doce personas, las sillas eran de madera muy pesada como la mesa, parecía la de los caballeros del rey Arturo; el piso totalmente alfombrado; armarios con vidrios y espejos guardaban objetos de todo tipo.

Luego, a un lado había una enorme cocina como de restaurante, no faltaba ningún tipo de elemento que quitara comodidad al cocinero. Esta conectaba con un despensa que estaba atestada de comestibles y bebidas.

Al otro lado de la sala un gran dormitorio, el mobiliario era de madera de similar estilo al salón. La cama era enorme, sostenidas en patas que la sostenían eran altas hasta el techo ( el techo era bastante bajo poco por encima de la dos puertas que tenía) para sostener una especie de toldo de cual pendían cortinas por los cuatro lados, la tela esta era muy pesada, terciopelo muy grueso en rojo y con bordado dorado. Denotaba tener colchón muy alto, que palpé y noté que era de agua, debajo del tendido que era de seda bordada.

El decorado era peculiar, una reproducción de La maja desnuda, una sílfide muy hermosa junto a un macho cabrío apuntando con su falo al sexo de la jovencita, una venus despojada de su túnica mostrando en forma insinuante su sexo y mirando hacia el lugar del reposo a poco de la enorme cama un espejo muy grande que reflejaba las grandes almohadas de pluma del lecho iluminado desde la parte superior con una luz de color negro hacia el reflejo (como los cuadros de las galerías de arte pero de luz negra), un sillón muy moderno de aire y material transparente. El viejo tendría problemas de glúteos por las sillas de la oficina.

Ambas tuvimos la misma idea al ver aquello nos miramos y sin decir nada avanzamos hacia el gran armario empotrado en la pared. Revolviendo encontramos una tv panorámica, un reproductor vhs, cintas de películas que a juzgar por los títulos eran de sexo explícito. Por último una caja con una muñeca inflable muy cuidadosamente guardada con todos sus atuendos en las gavetas; una lencería envidiable, aunque de talle grande para Liria y pequeños para mi. Después de esto no había más nada y seguimos la inspección.

Nuestro comentario volvió al sexo referido al hallazgo, pero quedando a los sucesos del día siguiente.

La puerta siguiente de el dormitorio daba a una sala de baño con todos sus artefactos y el agregado de un bello yacuzi que daba a un patiecillo íntimo a través de una gran puerta de vidrio. A su vez este lugar comunicaba con la sala grande. Otra puerta en el salón daba a una pequeña sala de aseo con los artefactos necesarios, inodoro y lavabo.

Así era la casa de descanso. Hicimos los pedidos por teléfono de lo necesario que notamos faltaba en la despensa y las extras de una fiesta.

Volvimos para regresar al día siguiente antes de la llegada del abogado. Todos preparamos la recepción que se concretó dos horas más tarde.

Liria encabezó la bienvenida con el consabido cántico de cumpleaños, nuestro jefe lagrimeó, nuestra muñequita le frotó las lágrimas y a modo de largada le tendió un gran vaso del licor preferido que acompañamos con un brindis de «fondo blanco» todos nosotros.

El aperitivo duró dos o tres horas, la botellas se vaciaban, todos entonamos cánticos a la vez de canciones diferentes y parloteábamos al unísono los mas variados temas que eran, a esta altura de sexo. Cinco hombres y cinco mujeres conté antes de comenzar a ser invadida por los vapores de licor en mi sangre y empezar a sentir el deseo que esto terminara en una orgía, pues había uno o dos compañeros que me querían coger y no me gustaban, pero a esta altura ya estaba el horno encendido.

Llegó la hora del ejercicio de los masticadores, aquí el licor de líquido dorado o incoloro, dio paso al de color negro y corpulento. Un par de horas calculo que duro.

Seguimos con la música y nuestra pigmea alta comenzó con la danza organizando un gran baile.

Nuestro anfitrión no había cambiado de licor, seguía con el mismo gusto desde el principio. Miraba nuestros avances, escuchaba atentamente nuestras frases. Lo miré a él, primera vez que lo veía con atención, es un hombre estatura media, atlético para su edad, supongo que por el ejercicio de caminar, no denotaba sus sesenta.

El día se hallaba entre las luces del atardecer y el ambiente marcaba un vapor de coger, alguna vergas se mostraban en todo su esplendor a pesar de estar los hombres vestidos, las frases eran invitaciones directas. Las manos recorrían conchas y pijas. En un rincón Berta le daba la tal mamada a Eugenio. El jefe veía en silencio.

Poco a poco se fueron despidiendo las parejas, había llegado la hora de irse a darle con todo a los desbocados instintos de la lujuria.

Liria y yo no logramos aparejar, pues uno de los invitados había caído por la ingesta y quedaba el jefe algo alcoholizado pero aún en pie de guerra para darle al trago.

Yo me dediqué a tratar de reanimar al caído y Liria a tratar de que nuestro albacea se retirara a descansar.

Mi tarea demoró mas de lo previsto, tuve que levantar al caído en el jardín como a treinta metros de la casa e intentar de alguna forma reanimarlo para introducirlo en su auto. Tardé unos treinta minutos.

Volví, silencio por doquier, me detuve; me dirigí al dormitorio.

Antes de entrar me detuve, algo me lo impidió. La voz pausada del jefe. Presté atención «Mira que manera de coger, esa verga enorme como le sacude los labios mientras ella se la chupa. Ahora cuando se la mete en el culo como ella siente la pija dentro y comienza a tener los orgasmos a cada vaciada que le manda el tipo. Sus gemidos me ponen a mil. Pon otro video, el que dice Amor colgado»

Aquí me intrigué, estaba caliente, imaginaba las imágenes que comentaba y mi concha deseaba coger. Busqué mejor posición para observar sin ser vista, la encontré en el yacuzi observando por reflejo el espejo de este que daba al enorme del dormitorio, la escena era panorámica. El jefe desnudo con la pija parada sentado en el sillón de aire, Liria también, sentada al borde de la cama y mirándose ambos.

Pude ver, aunque algo de lado la imagen en el panorámico, ya estaba el video nuevo y ella manejaba el control remoto.

«Que la cinta corra hasta donde está el número doscientos veintitrés, ahora en marcha normal» dijo la voz del hombre.

«Ahí hay un perro con la verga parada y una mujer con la concha en posición de que se la meta dentro» dijo ella.

Si, la mujer de la película estaba en posición canina esperando que el perro la montara; empecé a sentir un orgasmo incipiente con las imágenes de la cinta y el recuerdo del relato de Liria y Jazmín.

La escena mostraba ahora a la mujer en ángulo sobre un diván, las piernas colgando donde se podía ver el perro sobre ella con las patas delanteras a cada lado de su cuerpo, las traseras en el piso, con una enorme verga muy roja dirigiéndola a la concha que ella habría tirando de cada nalga con sus manos. El can, un gran danés, daba vaivenes intentando penetrar ese agujero que dejaba caer gotas de la leche que le había chorreado el mastín. A cada rociada ella gemía. La toma cambió, se veía desde bajo la pija enorme con dos bolas en la parte que aun la funda mantenía oculta, la concha abierta, los puntazos del miembro divino y sabroso se apreciaban en todo su esplendor.

«Eso está divino decía la fémina, me estoy mojando» mientras su mano paseaba por los labios vaginales rozando al tiempo su clítoris.

«Mira como gotea la mía, como el blanco caliente se ve con la luz negra» replicaba la otra voz.

Ambos se miraban y mojaban sus labios con la lengua. Seguían viendo la bella cogida que continuaba con suspiro de la actriz.

Otra toma desde atrás y debajo de los actores mejoraba la vista de los labios abultados de la vulva sin vello, un clítoris superlativo, la descomunal verga púrpura de calentura con sus bolas mas grandes aún dentro de la piel. Los vaivenes arreciaron hasta que la penetración se colmó. Cundo la piel del enorme miembro se corrió hacia atrás descabezando el gusano, se notó que las bolas entraron por la dilatación que produjo en los labios de la cocha femenina. Luego se pudo ver, pues, a cada retroceso del mastín la boca de la concha se habría algo por los bultos que no podían salir por la presión de los vaginales que querían tragarse todo.

«Eso me hace acabar» decía Liria «como me gusta, me calienta»

«Me sigue corriendo leche de mi pija, es divino»

Yo me estaba masturbando, quería sentir vergas dentro de mi, una sola no era suficiente en ese momento.

Las personas del dormitorio se miraban y seguían con el juego personal. La pija del jefe no era grande en largo, pero si robusta y tenía una gran cabeza el gusano, muy poco vello. Quería darle una gran lamida.

La concha de mi barbie tenía reflejos de los líquidos que salían de ella. Quería darle otra lamida.

La filmación seguía desde la misma posición. La verga del can era gruesa como mi antebrazo donde se coloca el reloj, donde estaban las dos bolas como mi mano cerrada en puño. El gran danés siguió largo rato bombeando leche dentro de la vulva, gemidos y gritos de placer salían del dormitorio, acompañando los cuadros. En un momento hizo un giro, la dama lanzó un gran grito de delirio, sin desconectar su pija de la concha de la mujer quedó en oposición, quedando los culos besándose. Cesó su vaivén, la concha estaba dilatada por la pluscuamperfecto miembro que contenía.

Se veía el cancerbero quieto, con las patas traseras tiesas y extendidas, sus ojos se cerraban a pocos minutos dando la muestra que estaba largando los chorros mas grandes de su caliente semen sin moverse. Cundían gemidos y gritos.

El jefe tenía la leche cremosa alrededor de su pija de tanto masajearla; Liria estaba en un orgasmo perpetuo, apretaba sus piernas con la mano acariciando su concha con desesperación.

Yo tenía dos o tres dedos en mi vulva y le daba a mas no poder. Tampoco dejaba de mirar, no quería perder nada, eso hacía que no pudiera acabar. Me gustó calentarme de esa manera, pues presagiaba que si lo hacía perdería el final.

Vi que el perro trataba de desenganchar su carga, tiraba, pero el enchufe estaba atorado.

Las bolas y los labios de la concha eran una sola cosa. En el esfuerzo arrastró el cuerpo femenino hasta que se salió del lugar donde reposaba quedando colgada de la enorme verga sin que sus pies tocaran el piso, la escena era delirante, yo veía que mis ojos se nublaban de sangre, la calentura que mi cuerpo y mi sexo despedían podía incendiar la casa.

De pronto la mujer cayo al suelo, allí vi el enorme falo del mastín, era como dije y colgaba con un tamaño que en largo era desde el puño al antebrazo mío. La mujer quedó en un gemido agónico de placer denotado por los temblores de su cuerpo, como se encogía y la forma de apretar su sexo con las piernas. Luego quedó tendida. Aquí finalizó el filme.

Adentro, Liria y el abogado se miraban, ella se levantó, se puso delante de él, se arrodilló, le separó las piernas, tomo la verga con suma delicadeza viéndola mientras sus lengua remojaba sus labios.

Le corrió la piel dejando la enorme cabeza del gusano fuera que aumentó en color y tamaño. Con gran maestría comenzó a chupar, la lengua en la punta, con ella la rodeaba, la metía dentro de la boca, así varias veces. Se detenía, miraba y escuchaba al hombre.

Repetía el rito, a los breves minutos él se encogía despacio y se extendía rápido emitiendo un gemido, ella cerraba los ojos y se tragaba la tal cantidad de leche. Una de sus manos seguía dándole a su sexo. Él le mandó otra acabada, un gemido y cayó para atrás.

Barbie se detuvo, esperó, se levantó con rapidez, puso el oído en el corazón del viejo general caído, se irguió y dio un suspiro de alivio. Allí miro la verga algo dura aún y le terminó de mamar para su placer.

Yo quedé tiesa, petrificada con lo sucedido, recordé como había acabado Aarón.

Si poder moverme me encontró mi amiga, aún tenía mis manos en mi concha, sin tanga ni falda, nada me cubría estaba desnuda, porque me había ido sacando la ropa esperando en participar en un trío, en esa orgía.

Me miró con sorpresa, sin inmutarse demasiado me volvió en mi diciendo: «Es la primera vez que lo hago con él, le debo mucho de lo que soy.

Es un hombre muy honesto, aunque solitario, luego de enviudar se casó con el trabajo alejándose de la sociedad, la oficina y esta casa son su pequeño mundo, su amante es la muñeca de aire me dijo entre la nebulosa del alcohol.

Ahora está como hipnotizado, le pasa siempre que toma más de su rutina, escucha, ve, siente, sólo que no habla; hace todo lo que se le dice como robot y mañana no recordará nada de lo que pasó luego que se levantó de la mesa.

Es mi regalo de cumpleaños aunque lo olvidará por completo»

La miré pensativa, en el fondo yo seguía con ganas de coger y se me ocurrió algo.

Le pregunté si podía darle el mismo regalo que ella. –»Podemos terminar de regalarle hasta que definitivamente caiga dormido que será cuando la pija deje de estar tiesa»-

Besé su boca en un arranque de lujuria, realmente deseaba lamer la boca de Liria y probar el sabor que le había dejado la leche que había tomado; ella dejó hacer, luego me tocó la concha con gran maestría, separando los labios de ella rozó mi coño encendido, al instante acabé.

Después rodeó mi cintura conduciéndome al dormitorio, el hombre.

El estaba de pija medio dura recostado sobre el sillón de manera tal que le emergía plenamente, se la miré, busqué los ojos de mi amada; ella se dio cuenta de mi intención.

Me hizo arrodillar entre las piernas del alcoholizado, tomó con suavidad mis mejillas conduciendo mi boca a la verga.

Comencé a lamer la cabeza del falo replegando su piel con mis labios; comenzó a tomar forma, dentro de mi boca sentía como su diámetro crecía, como su punta aumentaba en calor.

La pequeña besaba la boca del hombre, este respondía tocándola en las tetas, metiendo su dedo mayor en la vulva, luego en su culo. Ambas gozábamos, gemíamos de placer.

La pija, muy gruesa ya, comenzó a largar gotas de caliente calostro en mi boca, me llevaba al éxtasis.

Extendí mis piernas, mi cadera quedó levantada, en esa posición la pija me colmaba más, podía saborear mejor sus jugos candentes que aumentaban en cantidad.

Barbie dejó sus delicias, yo seguí mi rito. Sentí que mi concha era invadida por un volcán de calor, Liria me estaba chupando por detrás, metía su lengua en ella y al instante lamía mi culo.

Los vaivenes de su lengua por la hendidura me llevaban al paroxismo, comencé a tener un orgasmo, luego otro.

La ceremonia seguía, la pija me envió una andanada de leche que casi me ahoga, orgasmos múltiples me invadieron.

Quería sentirla dentro.

Saqué mi boca de la fuente conteniendo la crema en ella, me di vuelta hacia mi Safo, nos abrazamos, puse mi boca en la suya y le pasé todo el contenido, le indiqué antes de que la tragara toda que la pasara a mi concha.

Hecho eso con expertas lamida de ella acabé nuevamente, con mi vagina llena busqué la verga, la dirigí a mi concha y me dejé caer con lenta energía.

A medida que mi vulva se dilataba por la penetración, me vinieron orgasmos que hicieron chorrear el semen entre mis piernas.

Liria observaba masturbándose, al ver el espectáculo de mis piernas abiertas, se reclinó y comenzó a lamer desde el nacimiento de la pija hasta el extremo de mi coño enrojecido de calentura toda la mezcla.

Alguna vez succionaba con fuerza sintiendo el sonido de la aspiración y otro orgasmo me hacía apretar las piernas. No se cuanto duró.

Cuando casi me agotaba cambiamos la táctica, Liria se puso la candela dentro de la vagina y yo chupaba el cóctel.

La verga comenzó a desinflarse el tiempo había terminado.

Sentadas al borde de la cama miramos la flácida pija.

Nos miramos comenzamos a besarnos para probar nuestras bocas cada una con su sabor especial, después de unos orgasmos me hizo poner de culo para arriba, volvió al juego de recorrer la hendidura uniendo con su cálida saliva los dos agujeros.

Luego me tocó hacérselo a ella.

Nuestro éxtasis estaba al borde del paroxismo.

Los orgasmos seguían en rápida sucesión.

Cuando nos vimos llenas las conchas de jugos, nos cruzamos haciendo que esos labios se besaran con un roce de clítoris.

Como final hicimos un sesenta y nueve hasta que nuestras energías nos dejaron, quedando ambas desfallecidas en la cama.

Despertamos al día siguiente aún cruzadas la una con la otra.

El abogado dejaba salir ronquidos desde su garganta indicando que su sueño sería aún muy largo.

Nos aseamos y nos fuimos a la oficina.

Otra vez a la rutina de papeles, pero con algo más para mi experiencia con mi amiga Liria.

Continúa la serie