Capítulo 2

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Hola, ¿cómo están? Paso a continuar contándoles mi historia en estas breves líneas.

Después de esa noche en que por primera vez perdí mi virginidad, todo fue tranquilo y normal con Matías. De día éramos los mejores amigos: andábamos los dos juntos para todos lados, nos mandaban a hacer tareas y siempre íbamos juntos. Y a las noches, Matías siempre se aprovechaba de mí y yo, con mucho gusto, lo dejaba.

Habrá pasado un mes y llegó Claudio, mucho más flaquito que Matías; parecía de menos edad que nosotros. Ya no se podía tener relaciones como lo hacíamos antes porque estaba Claudio.

Había pasado una semana de su llegada y yo estaba muy caliente; necesitaba la pija de Matías. Me acuerdo de una noche, después de comer: yo me fui rápido a bañar. Mientras lo estaba haciendo, siento que la puerta se abre.

—¡Ocupado! —grité.

Pero nadie me contestó. Pocos segundos después, siento que se abre la cortina del baño. Yo no veía nada porque justo me estaba lavando la cabeza y no quería abrir los ojos para no llenarme de champú.

—¿Quién es? —volví a preguntar.

Y solo sentí una mano agarrándome la cola, pegando su cuerpo contra el mío y al oído diciéndome: «Soy yo». Y sí, era él, Matías.

Rápidamente siento que su pija dura intentaba entrar por mi agujerito.

—Para un cachito —le digo mientras agarro crema enjuague y me la pongo en mi agujerito, usándola de lubricante.

Matías apoyó la cabeza de su pija dura en la entrada de mi agujerito lubricado por la crema enjuague y, apenas hizo un pequeño movimiento, entró.

—Haaay —dije yo mientras me apoyaba contra la pared y, arqueando mi cintura, entregaba mi cola.

Sentí cómo la pija de Matías entró bien dura mientras me agarraba de la cintura y se pegaba cada vez más a mí.

—Ay, cómo extrañaba cogerte —me dice mientras se empieza a mover con desesperación—. ¿Extrañaste mi pija? —me pregunta.

Mientras yo gemía y le decía que sí, que la extrañaba mucho, Matías empezó a moverse muy rápido. El sonido del agua chocando contra mi cuerpo y el suyo retumbaba en el baño. Yo me tapaba la boca para no gritar de placer.

Matías no dejaba de moverse y, en un momento, siento que mis piernas temblaban y mi pija empezó a alargar chorros de leche. Matías siguió moviéndose un poquito más hasta que se quedó pegado a mí y empezó a alargar toda su leche dentro mío.

Luego salió de la ducha, se secó rápido y se fue. Yo estaba todo agitado; podía sentir la sensación de su pija y mi cola toda dilatada, saliendo la leche de Matías lentamente por mi agujerito caliente. Tardé un buen rato en recuperarme. Me terminé de bañar, me sequé y me fui a la habitación.

Al entrar, lo noto a Matías acostado en su cama, boca arriba. Me mira, solamente se sonríe. A los pocos minutos me llama y me dice:

—Me haces un poquito de masaje.

Yo voy, me siento al borde de la cama mientras él estaba boca abajo y le empecé a hacer masajes en la espalda. Pasaron pocos minutos y se da vuelta, saca la pija y me dice:

—Chúpamela.

—No, que puede venir alguien —le digo.

—Dale, antes que venga Claudio.

Entonces se la empecé a chupar, metiéndomela toda hasta la garganta, pasándole la lengua por los huevos. Matías solo cerraba los ojos y gemía, diciéndome lo mucho que le gustaba.

En un momento sentimos ruido. Matías se tapa rápido, yo me levanto: era Claudio que venía entrando. Me mira, lo mira y va y se acuesta en su cama. Yo hago lo mismo, me acuesto en la mía pensando si él había visto algo.

Al cabo de una hora apagaron las luces y quedamos todos en oscuridad. Claudio se pone a hablar con Matías hasta que, en un momento, Claudio le pregunta:

—¿Qué es lo que yo estaba haciendo en tu cama cuando entré?

—Nada —dice Matías—, solamente me estaba haciendo unos masajes.

—Haaa, pero parece que le gustaba mucho hacerte masaje porque se le notaba en el pantalón que la tenía dura.

—¿Qué cosa? —le dice Matías, haciéndose el tonto.

—La pija de él la tenía dura, se le notaba por el pantalón.

—No, solo me estaba haciendo masaje, no sé qué le pasó a él. Hace buenos masajes, ¡decile que te haga!

Claudio me empieza a llamar. Yo me hago el tonto, como que no lo escucho o como que estoy durmiendo. Entonces Matías me dice:

—Dale, unos masajes al chico.

Yo, sin decir nada, me levanto y me voy hasta la cama de Claudio. Estaba boca arriba y le digo:

—Date vuelta si te hago masajes.

Y me agarra una de las manos y me dice:

—Hacé el masaje acá.

Y me la lleva hasta su miembro, que lo tenía muy duro. Yo me quedé callado; me di cuenta de que lo tenía más grueso y más largo que Matías. Entonces Claudio me dice:

—Dale, haceme un masaje igual que le estabas haciendo a él.

Y con su mano me movía la mía para arriba y para abajo, haciendo que lo masturbe.

—Dale, hacé igual que a mí —me dice Matías.

Yo sentía cómo su miembro palpitaba en mis manos, caliente y duro. Entonces me pongo de rodillas en el piso, al borde de la cama, y se lo empecé a chupar. Apenas podía metérmela en la boca porque era más grueso que el de Matías.

Mientras se lo chupaba, él le decía a Matías:

—Ay, qué lindo masaje que hace, cómo me gusta.

—Sí, viste, hace unos masajes… —le dice Matías.

Mientras Claudio se movía, metiendo y sacando su miembro de mi boca. Se podía escuchar el ruido de mis chupadas hasta que Claudio saca su pija de mi boca, se levanta y se pone atrás mío, arrodillado en el piso, y me dice:

—Ahora yo te voy a hacer masaje, quedate así quietito.

Me agarra el pantalón y me lo baja. Luego siento sus manos acariciándome las nalgas, poniéndome saliva en mi agujerito. Se acomoda y me la empezó a meter. Yo sentía cómo me iba abriendo más y más mi agujerito hasta que lo metió por completo. Yo mordía la sábana para que no me escucharan.

Y Claudio le dice a Matías:

—Ay, qué linda cola que tiene, qué linda que le entra la pija.

Entonces empezó a moverse cada vez más rápido mientras yo gemía y Matías me decía:

—Cállate, que te van a escuchar.

Yo no podía evitar gemir mientras Claudio me bombeaba más y más fuerte. Matías se levanta de su cama y se acuesta en la cama de Claudio y me dice:

—Ahora vas a callarte.

Y me pone su pija en la boca.

Yo estaba muy excitado; no podía creer que tenía dos pijas: una por mi colita y otra por mi boca. Hasta que en un momento Claudio se quedó pegado a mí y pude sentir cómo acababa bien adentro mío. Matías lo escuchó y le preguntó; Claudio le dijo que sí.

Entonces Matías salió de mi boca, se puso atrás mío y me la metió de una. Se cambió de pija; me excitó tanto que empecé a acabar yo también. Matías se movió tan rápido y me decía:

—Ay, te dejó la colita toda abierta, mira cómo te entra, putito.

Se movía tan rápido y desesperadamente que también acabó, llenándome también de leche.

Esa fue la primera vez que me cogieron los dos y no fue la última. Después de tres meses, Matías se fue en libertad, pero Claudio siguió cogiéndome hasta mi último día ahí en ese lugar. Le encantaba mi cola y a mí su pija.

Bueno, espero que les haya gustado esta segunda parte y la última. Luego les contaré cuando salí del instituto. Gracias.

Mi primera vez

Mi primera vez