La historia que sigue a continuación me sucedió hace unos meses, a principios de verano, una vez terminaron las clases y con ansias de despejarme del embrollado trajín de los estudios.
Un compañero de clase y su novia, Miguel y Charo son sus nombres, me propusieron pasar con ellos unos días en un camping de la costa.
El camping estaba situado en un paraje maravilloso de la costa almeriense, en el sur de España, y estaba dotado con todos los servicios posibles.
Al principio dudé un poco. Normal. Que iba a hacer yo en medio de una pareja de novios, que seguramente aprovecharían esos días lejos de sus familias para recuperar el tiempo perdido en los últimos meses. Vamos que iban a ponerse a follar como conejos, digo yo.
Pero Miguel me animó y me comentó que también vendría con ellos Alex, el primo de Charo, que había venido a pasar unos días con su familia del sur.
Pensando que, al menos, no me quedaría solo, y ante la falta de otros planes, acepté.
Quedamos en vernos el viernes para marcharnos al camping.
Legó el día señalado y, mochila a la espalda me dirigí al lugar del encuentro, donde me esperaba el resto de la expedición.
Nada más llegar, Charo me presentó a su primo Alex, algo más joven que nosotros, que rondábamos los 25, y un muchacho de rasgos afeminados pero muy atractivo.
-Que tal – me dijo – yo soy Alex. Y me dio un fuerte apretón de manos mientras me miraba sonriente.
Pasadas las presentaciones nos subimos al coche y partimos hacía el camping dispuestos a pasarlo bien durante unos días (bastante bien, como después se verá).
Nada más llegar montamos las tiendas. En una de ellas «dormirían» Miguel y Charo y en la otra Alex y yo. Nuestra tienda era la más pequeña.
Para descansar del trabajo, propuse tomarnos un baño en la piscina y quitarnos el sudor, ya que el sol pegaba con fuerza a esa hora.
Cuando Alex se quitó la ropa me quedé absorto mirándolo. Me sorprendió el tipo de bañador que usaba, un tanga diminuto que apenas cubría su abultada entrepierna.
Disimulé y me lancé al agua dispuesto a aplacar los súbitos calores que me habían aparecido de repente.
Desde la piscina podía observar a Alex, mientras este tomaba el sol. Tumbado de espaldas a mí pude comprobar que estaba totalmente depilado, por lo menos en las partes que se podían ver, aunque se dejaban entrever algunos pelos rebeldes de sus testículos.
A su lado, Charo, que tampoco estaba nada mal, hacía arrumacos a Miguel, probablemente pensando en la noche que les aguardaba.
Por un momento se cruzaron nuestras miradas, y la chica esbozó una sonrisa perversa que me hizo sumergir en el agua, bastante confuso, a decir verdad.
Después de cenar y beber algo más de la cuenta, Miguel y Charo empezaron a sobarse descaradamente, mezclando los efectos del alcohol con el tiempo que llevaban sin hacerlo. Mezcla explosiva, pensé.
-Bueno Charo y yo nos vamos a ir a dormir. Estamos muy cansados.
-Si, si, cansados – repliqué burlón.
Dieron las buenas noches y se encerraron en su tienda, contigua a la nuestra, por lo que esperaba oír toda la sesión de sexo desde un lugar de privilegio.
Alex y yo terminamos nuestras copas y nos dirigimos a los sacos, pero hacía mucho calor esa noche y no tuvimos que usarlos.
Yo me había puesto un pantalón corto de deporte sin nada debajo, pero Alex no se había traído pijama y se acostó con el minitanga de la piscina.
Pronto empezó el espectáculo, sobre todo se oía a Charo, tremenda hembra que soltaba pequeños gemidos acompañados de frases como «clávamela», «te voy a dejar seco» o, directa al grano, «follame»
El tema es que ambos nos mirábamos sonriendo ante cada burrada que soltaba la chica. Lo malo es que nos estábamos poniendo cachondos oyendo aquel show.
Yo no sabía que decir.
-Como se está poniendo tu prima.
A estas alturas mi paquete estaba considerablemente hinchado y, el de Alex parecía a punto de explotar en aquel diminuto encierro. Él se percató de mi mirada a sus partes, pero no dijo nada.
Yo, para disimular mi erección me di la vuelta y en posición fetal intenté dormirme, algo casi imposible, con los ruidos de al lado.
De repente, noté como Alex se movía.
Estaba acercándose hacía mi poco a poco hasta rozar su cuerpo con el mío delicadamente, como quien no quiere la cosa. Yo noté su polla pegada a mi culo, y eso me puso a cien, pero continué haciéndome el dormido. Lentamente comenzó a lamerme la oreja, con delicadeza, besándome la nuca, mientras su polla seguía pidiendo paso.
No sabía cómo reaccionar, nunca antes había estado con otro hombre aunque muchas veces lo había imaginado en mis masturbaciones nocturnas. Le dejé llevar la iniciativa.
Entonces noté como su mano hurgaba en el pantalón, buscando mi agujero, y unos dedos previamente untados en saliva intentaban entrar en mi cerrado agujero. Este fue abriéndose poco a poco, hasta que Alex introdujo un segundo dedo totalmente.
Me dolía, pero también me gustaba. Tenía que morderme la lengua para no despertar al personal.
No podía más, así que me di la vuelta y lo besé, entrelazando nuestras lenguas en un fuerte abrazo.
-Esto te va a gustar – me dijo sonriendo.
Acto seguido se arrodilló y, sacándome la polla del pantaloncillo, comenzó a lamerla poco a poco. Jugueteando con ella, dando pequeños mordisquitos en la punta del capullo que me excitaban aún más si cabe.
En esa posición, un 69, dejaba a mi alcance su culo. No me lo pensé y, apartando la tira que lo recorría comencé a lamer aquel delicioso manjar. Olor a macho que me ponía a cien por hora.
De pronto se dio la vuelta y expuso ante mi rostro su paquete. Su polla, se escapaba por los lados del tanga, que parecía que se iba a romper ante tanta carne. Veía como la punta sobresalía por uno de los laterales, orgullosa, rezumando pequeñas gotitas de sudor.
Empecé a lamerla por encima del tanga, sorbiendo la tela y acabando en la carne. El primer contacto con ella me produjo un escalofrió.
La saqué de su prisión y comencé a recorrerla a lo largo, deleitándome en su agujero mientras con un dedo hurgaba en su escondido culito.
Alex se movía como un poseso, dando pequeños grititos, follandome por la boca con violentos vaivenes. Al poco tiempo dio unos pequeños grititos y descargó todo su liquido sobre mi rostro, aunque parte de los goterones cayeron en mi boca, por lo que pude saborear por primera vez el semen. Riquísimo.
Estábamos agotados. Entonces se fijó en mi polla y me dijo que ahora era mi turno.
Se puso a cuatro patas y con las manos abrió su culo todo lo que pudo. Ante mí se abría una rosa que no podía dejar de probar.
-Follame – me suplicó.
No tuvo que decirlo dos veces. Tras lamerle un poco el ano, empalmé mi verga contra su entrada, poco a poco, muy suave, la fui introduciendo.
Cuando la tuvo entera dentro, comencé a moverme lentamente, progresando hasta lograr un metesaca alucinante. Con la otra mano intentaba acallar los grititos de Alex, para que no se oyera, mientras chupaba mis dedos como si fueran pollas.
Minutos después me corrí en sus entrañas, inundando su culo de leche, que comenzó a gotear una vez saqué mi polla de su ano. Después de lamérmela, para limpiarla de los restos de semen y alguno de mierda que quedaba, nos fundimos en un abrazo y dormimos así, pegados, con restos de nuestro semen embadurnando nuestro cuerpo.
Así nos despertamos al día siguiente, donde me di cuenta de que iban a ser unos días más que interesantes … (continuará)