Lina, con sus ya casi 30 años, es una mujer morena, de 1,65 de estatura, ojos oscuros con una bonita figura formada a base de mucho entrenamiento; no se considera una mujer top, pero se sabe atractiva y deseable para todos los hombres. Es una mujer de carácter fuerte e independiente, alegre y divertido, y esconde un gran secreto: le encanta ser sumisa. No le gusta el sado, ni mucho menos ser la esclava obediente de un amo: su sumisión se limita a la alcoba, donde disfruta dejándose someter por su novio, siendo atada, amordazada, casi violada., y por algún otro compañero o amigo de estudio. Claro que no todos sus amantes conocían esa faceta suya, necesitaba estar muy segura de su acompañante para dejarse atar y “violar”.

Siempre sintió curiosidad por las prácticas sexuales menos convencionales y leyó muchos relatos y artículos. Le interesó especialmente el tema referido a la “dominación sexual”: cómo una mujer u hombre se sometían ante un partenaire, quien se constituía en AMO, y el cual le ordenaba escenas, tareas, rituales sexuales, que resultaban ser muy excitantes para el/la sometido/a. A medida que fue desarrollando el tema y leyendo sobre ejemplos de casos con lujo de detalles, notó que cada vez se excitaba más a tal punto de sentirse muy mojada en su vulva. No lo podía evitar: se colocaba, en todos los ejemplos, en el lugar de la protagonista del caso descripto, y llegaba hasta sentir mucho placer, masturbándose con esas fantasías.

Animada, comenzó a escribir y publicar en una web, sus propias fantasías donde mezclaba sus propias experiencias, con sus deseos y junto a todo, aquellas bizarras prácticas que jamás realizaría. Pronto su correo se llenó de admiradores, la mayoría hombres que ofrecían sexo, y los más atrevidos y burdos, hasta le enviaban fotos de sus penes, “como si verles los pijas vaya a hacer que me habrá de piernas” pensaba. Pero un día recibió un correo diferente. Su autor, otro escritor, comentaba sus relatos con educación, y con una mezcla de morbo y humor que le resulto muy interesante. Tras contestarle, iniciaron una amistad que perduró un año, en el cual, se intercambiaban mensajes totalmente insustanciales, con otros más íntimos y fantasiosos. Incluso habían escrito relatos conjuntos, dado la preferencia de su amigo por la dominación sobre las mujeres.

Todo cambió el día que Lina recibió un peculiar mensaje.

-El próximo sábado me marcho de viaje. Pasaré la noche en tu ciudad, para salir de madrugada hacia el aeropuerto. ¿Te atreves a pasar la noche conmigo? Podemos hacer realidad nuestras oscuras perversiones. Te espero en el bar del hotel a las 11pm. No faltes.

A Lina le dio un vuelco el corazón. Una cosa era fantasear, en aquel mundillo que se habían construido, y otra muy diferente era quedar en persona. ¡Ni siquiera se habían visto en fotos! Su intimidad siempre había sido blindada. ¿Ponerse en manos de aquel hombre? Pero no pudo negar que la idea le seducía hasta el punto de sentir una fuerte atracción animal. No tendría otra ocasión, y casi temblando, le contestó:

-¿Y cómo te conoceré?

-Envíame una foto tuya, yo seré quien te reconozca.

-Ah sí, claro, que listo. ¿Por qué no me mandas tú a mí primero una foto tuya?

-Yo haré lo que me dé la gana. Y tú vas a mandarme ahora una foto con tu cara de zorra o te quedas sin que te coja!

Aquel mensaje la dejó descolocada, nunca antes había recibido una contestación tan fría y burda. Y menos de él. De haber sido otro cualquiera, lo habría mandado a la mierda. Pero por algún motivo, aquel tono amenazador, dominante, la motivó, y hasta la calentó. Busco una foto sexy, pero no explícita y la envió. Esperó y esperó pero no obtuvo respuesta. La semana fue pasando lentamente y el correo seguía mudo. ¿Acaso no le había gustado? Eso era imposible, sabía que era una mujer atractiva. ¿Sería todo una cruel broma de internet? No podía dar crédito a ello. ¿Se había arrepentido? Lina ya no sabía que pensar, y hasta pensó de no acudir a su cita del sábado por temor a que la dejaran plantada

Ese viernes, previo a la cita, se acostó temprano, intranquila, muy movilizada.

Respiró profundamente y se arregló el traje. Se miró en el espejo, había escogido un traje negro, cuyo corte estaba muy por encima de la rodilla, espalda descubierta y un ligero escote para realzar sus pechos. Nunca se maquillaba, por el contrario los tacones la estaban matando, pero tenía que admitir que estaba espléndida. Se reprendió a sí misma, estaba tan nerviosa como una quinceañera. Tras relajarse, entró al bar.

Observó a todas las personas del bar. Un chico de su edad parecía absorbido por la pantalla de su portátil. ¿Sería él? Por lo que sabía, su amante virtual tenía 59 años. En una mesa, dos mujeres compartían risas y besos. Otro chico jugaba con su teléfono. En una esquina del salón, un hombre fornido, de la edad apropiada, parecía observar todo cuanto pasaba en el bar. Tenía un aura misteriosa. A Lina le apetecía enormemente caer en los brazos de un hombre con esa planta. En la barra del bar había tres personas. A los extremos dos hombres, elegantemente vestidos, guapos. En el centro una chica joven, ataviada de un modo sugerente, parecía atraer las miradas de sus compañeros de barra. Lina caminaba despacio, esperando una señal, un gesto, una palabra que descubriera a su misterioso amigo, pero nadie parecía interesado en ella. Abatida, y sintiéndose decepcionada, se dejó caer en una mesa. De inmediato apareció un camarero, de avanzada edad, que depositó sobre la mesa una copa y un sobre.

-Un caballero la invita, señorita.

Lina giró rápida su cabeza mirando a todas las personas, buscando un gesto, pero nadie la correspondió.

-¿Quién es?

-No me está permitido revelar esa información señorita.

Antes de que pudiera seguir interrogándolo, el camarero dio media vuelta y se marchó. Lina giraba el sobre entre sus dedos. Aun podía dejarlo, marcharse a casa y olvidar toda esta locura. Tomó un sorbo de la copa, era una especie de ron dulce que tuvo un efecto embriagador. Abrió el sobre y leyó una sencilla nota que había en su interior

“Levántate. Ve al servicio. Quítate las bragas. Regresa y ponlas sobre la mesa”

Sonrió nerviosa. Era una locura, ella que siempre había llevado con total discreción sus gustos sexuales. ¿Qué se había creído? Y aun así, notó la punzada de la emoción en lo más profundo de su ser. Vació la copa y se marchó rauda al lavabo, de pensarlo un minuto más se habría marchado a casa. Regresó rápido, se sentó y colocó una preciosa tanga con encajes, sobre la mesa. Aun no se había puesto cómoda cuando apareció otro camarero, esta vez un chico de apenas unos 19 años, que al igual que el anterior, colocó una copa y un sobre sobre la mesa. Cuando el chico comenzó a hablar, se quedó mudo, sus ojos se había quedado prendidos sobre la íntima prenda que ocupaba la mesa. Lina sonrió divertida y el chico se marchó balbuceando. Tomó la copa bebiéndola lentamente mientras se tomaba su tiempo para abrir el nuevo sobre. La expresión del chico la había satisfecho, lo buscó con la mirada y lo vio trajinando en la barra, mirándola de soslayo. Claro, no llevaba ropa interior y seguro que el chico trataba de ver algo. Le facilitó la tarea recostándose en la silla y separando levemente sus piernas, lo justo para provocar sin llegar a mostrar. Era divertido ver a aquel muchacho cuyos ojos parecían salirse tratando de verla. Se sintió perversa por momentos y abrió el sobre. De su interior salió la llave de la habitación 115. Empezaba el juego. Se terminó la copa, y se marchó rauda, dejando en propina su tanga.

Entró en la habitación, en su mente se dibujaba a su amante esperándola en el cuarto. O quizás la sorprendería por la espalda, lanzándola contra la cama y violándola en el acto. Se estaba excitando mucho, pero para su decepción la habitación estaba desierta, solo destacaba un nuevo sobre en la cama “joder, sí que le gustan los juegos” pensó algo molesta. En el sobre había unas nuevas instrucciones:

“Desnúdate por completo. Luego usa la prenda que encontrarás en el cajón. Cuando estés lista, túmbate en la cama y ábrete bien de piernas para mí como la perra que eres”

La mente de Lina bullía, “¿de verdad piensa que me voy a desnudar y abrir de piernas para él? ¡Ni siquiera se ha presentado!” Pero a pesar de su calculadora mente, no podía dejar de admitir que a su cuerpo le estaba gustando aquel juego, notaba una excitación naciendo de sus entrañas y aflorando por todo su cuerpo. Aún se debatía sobre qué hacer, cuando su vestido cayó al suelo, seguido del sujetador, liberando sus pechos. Caminó hasta la mesilla de noche, abrió el cajón llena de curiosidad y en él se encontró un antifaz aterciopelado. “No, eso sí que no”. Odiaba los antifaces. Había estado atada, amordazada, sometida, pero el perder la visión era algo como quedarse totalmente indefensa. No sentía ninguna empatía por ello. Se quedó mirando la prenda, sabiendo que si no cumplía los deseos de él, todo acabaría. Suspiró, su corazón latía deprisa, tenía el pulso acelerado, y finalmente tras colocarse la prenda y quedarse sumida en la oscuridad, se tumbó, abriendo sus piernas, ofreciéndose.

No supo calcular el tiempo que pasó. Posiblemente tan solo unos minutos, pero a ella se le hicieron interminables. Agudizó el oído en busca de una pista que no llegó. No quería admitirlo, pero tenía unas ganas locas de frotarse, tocarse y masturbarse. Al mismo tiempo, la sensación de claustrofobia la aprisionaba. Cansada, trató de quitarse el antifaz. Lo que ocurrió en ese momento fue tan rápido que tan solo le dio tiempo a gritar, no de miedo, si no por lo inesperado. Una mano atrapó su muñeca, como una garra inamovible y tiró de su brazo hasta llevarlo al cabecero de la cama. Un click familiar, y cuando la mano la soltó, Lina constató que no podía mover su brazo, estaba esposado. Casi sin tiempo a reaccionar por el susto, el otro brazo quedó igualmente esposado al otro lado del cabecero. Ahora estaba atrapada.

-Joder, que susto me has dado. No era así como había planeado que…

La bofetada fue suave, apenas un leve roce que no produjo ningún dolor, pero tuvo la facultad de dejarla sin habla, sorprendida y algo asustada, también emocionada. Por primera vez oyó su voz

-Ssshhhh No quiero oírte. No estás aquí para hablar. Estás aquí para mí. Así que cállate la boca.

Enmudeció. Solo oía su propia respiración, agitada, nerviosa, expectante. Notó una peculiar sensación de cosquillas, parecía el tacto de una pluma, que traviesa comenzó a recorrerle la planta de los pies y subió por su pierna. Era agradable, pero no pudo evitar sentir unas fuertes cosquillas al notar aquel roce en sus muslos. Su piel se erizaba y la sensación excitante la inundaba. Instintivamente cerró las piernas.

-Ah no, de eso nada guarrita. Tú deber es estar totalmente abierta para mi disfrute.

Notó un ruido metálico y las manos de su compañero agarrando su tobillo.

-Eh, espera un momento –protestó -¿Qué vas a hacer? Este…. tenemos que hablarlo.

Recibió otro bofetón, igual de suave, en la otra mejilla.

-Joder, me vas a obligar a ser malo contigo, zorra. Te lo advierto, o te portas bien o te dejo aquí amarrada y me voy. No quiero volverte a oír si no es para suplicarme que te coja.

Se le erizaron los vellos cuando notó el cálido aliento pegado en su cuello.

-¿Ves? Así estás mucho mejor. Toda para mí, como la perrita que eres. Voy a disfrutar de tu cuerpo como me plazca, y si te portas bien, tú también gozarás.

Mientras hablaba, golpeaba suavemente con la palma de su mano la vagina. Lina se sintió humillada ya que le recordaba a los golpes de afecto que se le dan a los perritos en la cabeza. Y sin previo aviso sintió como uno de sus dedos la penetraba hasta el fondo de su vagina, hurgando en su interior. De forma experta encontró su clítoris el cual frotó con intensidad, provocando sobre ella una reacción de placer inmediato. De la misma forma que había introducido de golpe su dedo, lo sacó.

-Vaya, vaya… Si ya estás muy mojadita… En el fondo disfrutas siendo una perrita sumisa ¿verdad? Pues solo disfrutarás cuando yo te dé permiso.

Los grandes dedos atraparon los pezones de ambos pechos y los apretó sin miramiento. Ana grito y curvó su espalda, se retorció mientras el hombre seguía girando sus pezones. Jaló de ambos levantando sus pechos, tirando y soltándolos para que cayeran, y de inmediato, volver a atraparlos y retorcerlos. Cuando creyó que el castigo era suficiente, se llevó los pezones a su boca y los lamió amorosamente. El húmedo tacto de su lengua parecía más intenso en la dolorida piel.

-Joder, me encantan tus tetas. Sería una pena no darles el trato que se merecen.

La falta de visión la aterraba, y el no poder hablar o gritar le producía una gran impotencia.

-Escúchame atentamente, porque solo lo repetiré una vez. Vas a portarte bien y harás todo lo que te indique sin hablar

Instantes después sintió como el espacio de su boca lo ocupaba el pene de su “amo”. Su primer impulso fue escupir aquel trozo de carne y tratar de alejarse.

-No, no, de eso nada. Tú vas a darme placer… o recibirás un castigo

Esta vez Lina, no lo escupió, en vez de ello comenzó a chupar el glande, nerviosa, asustada, y al mismo tiempo excitada. Le incomodaba no poder disponer de sus manos para ayudarse a realizar una mamada como le gustaba a ella, y temía que sus torpes lametazos no fueran suficientes y volviera a castigarla, por lo cual se esforzó inclinando el cuello y tragando el pene tanto como podía. Le lamía el tronco con la lengua sintiéndose por momentos una perrita y al pensar en su hombre, ahí sobre ella sintiendo ese placer, ella misma se calentó, se retorcía nerviosa deseando darse a sí misma placer pero estando imposibilitada para llegar a su vagina. Fue ese momento cuando las manos de él la tomaron por la cabeza y la forzó a tragarse el pene de forma mucho más profunda. Por un momento sintió pánico cuando notó como las caderas de él comenzaron a moverse.

La estaba follando por la boca y ella no podía hacer nada para impedirlo. La respiración se hizo más fuerte, y sus movimientos más rápidos y duros. Casi atragantada entre el pene y la saliva, Lina trataba de acomodarse a las embestida, temió lo que venía a continuación, trató de evitarlo retorciéndose pero le era imposible, solo podía tragar y tragar y tratar de no ahogarse. Y finalmente, un chorro de esperma salió disparado contra su boca. Un segundo chorro se esparció como lluvia contra su cara, resbalándole por el cuello y cayendo hasta sus tetas. Siempre había odiado que sus amantes se corrieran en su boca, rara vez lo permitía, pero por alguna razón, estando ahí sometida, escupiendo aun el semen de la boca, la hizo sentirse más y más cachonda. Estaba a punto de suplicar que la penetrase cuando la mano de él, volvió a taparle la boca y dejarla nuevamente sin habla. Sintió como el levantó sus piernas para colocarlas sobre sus hombros.

– ¿Te gusta ser mi perrita bien putita, que te haga todo lo que quiera?

-Si…Sí. Soy toda tuya. Cógeme duro, por favor…No doy más…Te necesito adentro…

La piel se le erizó cuando el tacto carnoso de la lengua comenzó a lamer sus labios vaginales. A saborear sus propios fluidos que ya caían como una cascada. Se relamió como pudo y estaba disfrutando aquellas caricias cuando sin previo aviso notó el azote duro y seco que le propinó en su culo. Otra vez la lengua jugó, sin penetrarla, por el contorno de su vagina, para de nuevo volver a propinarle un duro cachete en su nalga. Siguió jugando, cuando su lengua la lamía recorriendo sus pliegues, saboreando sus gotas, Lina se movía desesperada tratando de ser penetrada por esa lengua, pero no obtenía el placer que buscaba, a cambio, solo obtenía un nuevo tortazo que iba cambiando de una nalga a otra. Estaba desesperada cuando algo nuevo se apoderó de ella.

Un dedo de él comenzó a acariciarle suavemente su ano. Eso la puso muy tensa pues no era muy complaciente al sexo anal, ni le atraía. De hecho, él lo sabía, lo habían hablado varias veces. Notaba la lengua juguetona por su vagina, y el dedo amenazante acariciando la entrada de su ano. Y entre ambos, un nuevo cachete a sus castigadas nalgas. No sabía cuánto tiempo estuvo suportando aquel castigo. No sabía que fue peor, si el dolor de los golpes, la incertidumbre del masaje que el dedo le proporcionaba a su ano con el miedo de ser penetrada, o la ansiedad de esa lengua jugando en sus labios sin terminar de proporcionarle el éxtasis que tanto ansiaba. Pero de pronto esa lengua voraz comenzó a rodearle el aro de su ano con una lentitud exasperante, rodeaba el contorno, y de tanto en tanto penetraba en el orificio haciendo que la punta de la lengua fuera una como una lanza ardiente que le provocaba una sensación indescriptible, algo que nunca había sentido en su vida. Se entregó a ese goce de manera total: sentía que ese hombre podía hacer con ella lo que quisiera. ¡Deseaba ser penetrada analmente!

Todo lo que ocurrió después fue como un terremoto inmediato y brusco. Su cuerpo, algo acalambrado por la postura, no pudo reaccionar y él la manejo como a una muñeca de trapo. De forma rápida y brusca la liberó de su postura… No opuso resistencia cuando la levantó y solo pudo esforzarse en no caer al suelo mientras la empujaba a rastras. Notó claridad a través de su venda.

Acto seguido, estando de pie, la hizo inclinarse. Por puro reflejo levantó los brazos pero no pudo evitar que sus pechos y su cara se aplastaran contra una superficie fría. Y aun atontada sintió como la tomaba y su pene entraba en su vagina hasta lo más profundo. Estaba tan mojada que no opuso resistencia alguna, pero aun así, la embestida fue brutal, fuerte, profunda, hasta llegar al fondo de su cavidad. Jadeó en una mezcla de sorpresa, miedo, dolor y mucho placer. Una nueva embestida, y otra y otra más. La agarró del pelo tirando y ella tuvo que levantar la cabeza. La dura pija la llenaba entera y mientras la otra mano le quitó el antifaz liberándola por primera vez en toda la noche. La potente luz del cuarto de baño la cegó momentáneamente. Solo pudo verse a sí misma frente al espejo.

Él continuó sus embestidas con fuerza, una de sus manos seguía agarrándola por el pelo y empujándola sobre la cama, la otra mano volvió a propinarle algunos azotes a la par que la embestía. Lina apenas podía ver nada, su cara con restos de semen, sudor y un fuerte color rojizo. Lo vio a él por primera vez, pero no pudo precisar ningún detalle ni rasgo, solo una figura masculina, sudorosa que se mataba por penetrarla una y otra vez como un animal en celo.

Tras unos minutos la liberó del pelo, y colocando ambas manos sobre las caderas, aumentó el ritmo de las embestidas, casi subiéndose con todo su peso sobre ella. Lina no podía más y notó como un orgasmo la hizo presa, sacudiendo su cuerpo con una descarga eléctrica que la paralizó de arriba abajo, para luego estallar en un volcán de placer como nunca antes había sentido. Sus gritos de pasión fueron acompañados por un chorro caliente de la una nueva corrida de aquel hombre, y juntos llenaron el vacío con gritos salvajes de placer.

Lina siguió siendo usada a la voluntad de su amante, que ahora la acariciaba con suavidad, y recorría todo su cuerpo lamiéndole el sudor y los jugos de sus muslos empapados. Sumisa y complaciente, recibiendo como recompensa más placer del que nunca antes había sentido. Y se fue adormeciendo.

Despertó agitada, con profundos, suspiros, y su cuerpo totalmente sudado. Miró a su alrededor: estaba en su dormitorio. El reloj marcaba las 9 am del día sábado. No lo podía creer el haber tenido ese sueño tan “real”, tan vívido, impresionantemente excitante y loco!

Se rió de sí misma. No podía creer que su mente hubiera imaginado de esa manera ese encuentro, con tantos detalles e impresiones sentidas en su cuerpo. Pensó que había estado leyendo mucho sobre dominación, sumisión, etc., etc., y toda esa lectura había alimentado su fantasía. Volvió a sonreír diciendo en voz alta: ¡“Ah los laberintos de la mente humana y el inconsciente!

Y tú mujer…tienes fantasías con ser sumisa? Cuéntame a mi mail: guruayudador@gmail.com si te atreverías a concretarlas. Te espero.