Capítulo 8

Dos días más tarde Pablo llamó a Silvia, ésta acudió a la cita en la cafetería de costumbre, muy cerca de su casa. Silvia le contó ahí con todo lujo de detalles lo que había sucedido en la mansión de don Gerard. Pablo, que iba apuntando en su IPad cada detalle para ese informe, no parecía creerse lo que habían vivido las dos, sobre todo a esos niveles de sadismo de Gerard, al que ya conocía por sus extravagancias y caprichos, pero le parecía hasta poco el dinero que habían negociado, teniendo en cuenta que Ángela iba a quedar fuera de juego por una temporada, aunque eso sí, bien remunerada y más que satisfecha.

  • No sé si tendremos otro nuevo contrato con él. – dijo Pablo.
  • ¿Por qué no?
  • No sé, Silvia, una cosa era experimentar todo y esto se nos escapa, primero porque no está pactado, este tío se pasa mucho y segundo porque no forma parte de nuestro estudio.
  • ¿No lo crees así? – dijo ella agarrando su mano, pues en el fondo, ese estudio iba mucho más allá de lo que habían creado en un principio y podría extrapolarse a una experiencia mucho más extrema y a la vez interesante.
  • Sí, no niego que aporta mucha información, sobre las personas que han intervenido, pero y ¿vosotras?
  • Pues a pesar de todo, encantadas. Nunca me he sentido igual – afirmó Silvia.
  • ¿En serio?
  • Sí, todo fue pactado anticipadamente y yo he vivido una experiencia única pero incluso Ángela, a la que he llamado esta misma mañana me ha preguntado que cuándo volvemos a la mansión de Gerard.
  • ¡Joder y yo que había anulado una nueva cita con otro cliente!
  • ¿Por qué lo has anulado?
  • No sé, porque ya había sido todo muy fuerte, Silvia y no quiero que estos locos…
  • Tienes que volver a confiar en mí, recuerda que esto va mucho más allá del estudio y todos saldremos ganando.
  • Desde luego y Gerard me dijo que fuiste dura en las negociaciones.
  • Ya te dije que podría con ello y con lo que me eches. ¿Por qué no vuelves a recuperar esa cita anulada? – dijo ella…

Pablo negaba con la cabeza.

  • Por favor, Pablo. – dijo ella rogando y agarrando con sus manos las de él.
  • Don Rigoberto está más loco que Gerard. – comentó él aun con muchas dudas.

La súplica de Silvia se veía reflejada en su cara y en su morrito de niña buena y además estaba intrigada por ese nuevo cliente todavía más loco que Gerard.

  • No sé, déjamelo pensar unos días… y así hablo con su secretaria, a ver qué locura se le ha ocurrido. De momento vamos a continuar con otra fase del estudio.
  • Haré lo que me pidas, Pablo, pero no anules la cita con el Rigoberto ese.
  • ¿En serio harías lo que fuera por mí?
  • Lo sabes de sobra. Yo confío en ti, tú confía en mí.

Pablo acarició el bello rostro de Silvia y agradeció lo dispuesta que estaba, pero además la suerte que había tenido con ella en todos los sentidos.

  • No sé, lo que te iba a pedir, quizás no te guste.
  • Lo que sea. – dijo ella apretando sus dedos en las manos de él.
  • Quería tener una sesión con tu hermana, veros juntas conmigo.
  • ¿Cómo? – dijo ella.
  • Sí, con tu hermana Helena. Los tres juntos

Silvia sintió una gran angustia en su interior, pues a pesar de que su hermana se alegraba mucho de su nueva trayectoria con Pablo, no le había dado ningún tipo de detalle y ella sólo debía pensar que era una relación sexual de un jefe con su secretaria y poco más, sin embargo, no se veía con fuerzas de contarle toda la verdad. Aunque alguna vez tendría que hacerlo y este era un momento tan bueno como cualquier otro

  • No sé si eso podrá ser… – dijo Silvia retirando sus manos, viendo que esa petición se escapaba de su control.
  • Yo creo que tu hermana, con lo poco que la he visto, parecía muy dispuesta.
  • Ya, pero ella no sabe…
  • Pues cuéntaselo, eso también forma parte del estudio y seguro que acepta tener una sesión los tres juntos.
  • ¿Los tres?
  • Claro, quiero ver cómo funcionan las dos hermanitas, juntas conmigo. Sabes qué os trataré bien, pero tengo que saber hasta dónde es capaz de llegar tu hermana.
  • ¿Juntas?
  • Sí, quiero para el estudio un trío y especialmente siento curiosidad por una relación incestuosa entre vosotras.
  • ¿Qué? Pero eso… Pablo…
  • Me dijiste que estabas dispuesta a todo.
  • Ya, pero…
  •  ¿No te gusta?
  • Pablo, pero mi hermana y yo no…
  • Bueno, siempre hay una primera vez, si no te ves con fuerzas o ganas, no te preocupes, puedo buscar a otras dos hermanas que puedan hacerlo.
  • ¡No! – dijo ella casi gritando, tanto que mucha gente de la cafetería se volvió ante ellos.

De camino a casa, Silvia estaba buscando la manera de contarle a su hermana el plan que proponía su jefe y ver si ella podría ser la candidata para ese nuevo estudio, ni siquiera tenía claro ella misma si podría estar preparada para una sesión junto a su hermana. Nunca habían hecho nada parecido, como mucho se habrían contado la experiencia de cada una por separado, pero nunca juntas y mucho menos tener sexo entre ellas.

Una vez en el apartamento, Helena estaba preparando la comida y Silvia se sentó en la cocina junto a ella, incapaz de hablar y empezar a plantearle este nuevo plan.

  • Helena necesito contarte algo, pero no sé si te va a parecer una locura. -dijo al fin.

La hermana dejó de preparar la comida y se sentó a la mesa frente a Silvia.

  • ¿Qué pasa? – dijo mirándole fijamente a los ojos.
  • Pablo quiere conocerte…
  • ¿Pablo, tu jefe?
  • Sí.
  • Bueno, ya me conoce.
  • Ya, bueno, quiere contratarte, para un trabajo especial… – dijo apurada ella estirando la manga de su vestido nerviosamente.

Helena se quedó mirando a su hermana fijamente, hasta que de pronto soltó una risa floja y se mordió el labio traviesamente.

  •  ¿Qué pasa? – preguntó esta vez Silvia sin entender.
  • ¿No me digas que?¡Quiere que follemos los tres!
  •  ¿Qué? ¿Pero cómo? – intentó averiguar Silvia sin asimilar que su hermana hubiera adivinado el plan sin apenas hablarle nada.
  • No hace falta que lo digas, cariño, he visto los ojos de tu jefe al mirarnos, estaba esperando este momento como loca.
  • Pero ¿qué estás diciendo, Helena?
  • Si, mujer, ¿acaso te crees que tu hermanita es boba?
  • ¿Estarías dispuesta a tener sexo conmigo?
  • ¿Para ti sería un problema? Para mí no.
  • No, para mí no sería problema, un poco raro solamente. Tú y yo nunca…
  • Tranquila, todo es empezar y estoy muy desentrenada jajajajaja

A partir de ese momento Helena le empezó a contar a Silvia todo lo que creía que había adivinado de ese nuevo trabajo junto a Pablo y a pesar de que ella negara con la cabeza, acertaba en gran medida en todo lo que estaba pasando y en cierto modo, su comportamiento, su cara de felicidad y el haber descubierto esos juegos de lencería, esa ropa atrevida, sus tacones, su forma de peinarse, de maquillarse y cómo regresaba a casa después de cada día de trabajo, no le dejaban otra que intuir todo lo que pasaba. Una vez que Silvia tuvo que darle la razón y confirmarle todo lo sucedido, se dieron un abrazo.

  • ¿Por qué nunca me dijiste nada si lo intuías? – preguntó Silvia
  • Bueno, supongo que era algo que me tenías que contar y entiendo que era difícil.
  • Lo difícil viene ahora…Helena, para este estudio, tendremos que tener sexo entre nosotras. – dijo Silvia algo apurada.
  • Con tal de follarme a tu jefe, lo que me pidas. Ya te dije que no había problema. Además, tus conjuntitos me quedan de vicio.
  • ¿Te los has probado?
  • ¿Tú qué crees ehhh? jajajajaja

Silvia casi no podía creer que su hermana también hubiera dado ese cambio y estuviese en esa actitud de querer traspasar cualquier frontera para descubrir ese mundo en el que ella había entrado y del que no quería salir.

  • ¿Sabes una cosa, hermanita? Me encanta ser una puta de lujo. – dijo Helena.
  • Bueno, en realidad no somos putas. – respondió recordando las palabras que su jefe le aclaró el primer día.

Helena sólo se limitó a inclinar su cabeza con una gran sonrisa dándole a entender que se podría llamar de muchas maneras, pero atender a clientes con sus exigencias sexuales y cobrar por ello una gran cantidad de dinero, sólo tenía un nombre.

  • Me encanta ser puta, ¿a ti no? – preguntó Helena.
  • Sí, claro. – respondió y volvieron a abrazarse entre risas.

Esa misma noche Silvia llamó a Pablo para confirmarle que aceptaban esa nueva sesión para el estudio.

Dos días más tarde quedaron en verse en la misma suite del hotel en la que follaron Silva y él por primera vez, pero en esta ocasión venía acompañada de su hermana, dispuestas a un nuevo y complicado paso para el estudio. Ambas estuvieron toda la tarde escogiendo qué ropa ponerse y se probaron los innumerables modelitos que Silvia tenía en su nuevo ropero.

Silvia estuvo toda la tarde buscando con qué sorprender a Pablo y había elegido un vestido negro, largo hasta los pies, que se cruzaba en su pecho y atrapaba cada teta en forma de x, dejando un generoso escote sin sostén y a eso había que sumarle dos tiras que se abrían por sus muslos hasta llegar prácticamente hasta su cadera y por supuesto unos zapatos de tacón que hacían interminables esas piernas. Su cabello recogido en un moño, le daba todavía más altura y un porte elegante.

Helena le hacía sombra a su hermana y también buscaba llamar la atención de su nuevo jefe, portando un vestido azul celeste, con aperturas en los costados y pequeñas tiras, en donde se veía la piel de sus caderas y un gran escote en forma de uve, ofreciendo un generoso pecho, ofreciéndolo casi en plenitud. Lo terminaba con unas sandalias de fino tacón que levantaban su culo de forma magistral.

  • Pablo ha pedido que llevemos medias y liguero. – comentó Silvia.
  • Pues nada, lo que mande el jefe.
  • Tienes unos preciosos conjuntos con liguero y tanguita a juego.

Se miraron mutuamente y notaron en sus ojos un brillo especial. No dudaron en querer impresionar a su jefe y así lo hicieron cuando llamaron a la puerta de la suite.

  • ¡Dios mío, qué bellezas! – dijo Pablo admirando el atractivo de ambas chicas, de pie frente a su puerta, pronto notó como su polla despertaba, ya que las dos hermanas juntas eran toda una atracción. Ellas se sintieron muy halagadas habiendo satisfecho los deseos de Pablo.

Con su caballerosidad de siempre besó el dorso de sus respectivas manos y las hizo pasar a la habitación. Al mismo tiempo ambas chicas quedaron prendadas de ese hombre que vestía un traje hecho a medida.

  • Joder, qué bueno está cabrona… no me extraña que estés loca. – comentó Helena en un susurro a su hermana.

Pablo las hizo pasar.

  • Helena, quiero agradecerte que hayas aceptado la invitación – dijo él, indicando a ambas que se sentaran en el sofá – Seguro que no ha sido nada fácil para ti, pero es fundamental para el estudio y quien mejor que vosotras.
  • Para mí es un placer y una experiencia seguramente única. – añadió observando la elegancia y atractivo de Pablo para luego mirar a su hermana mordiéndose el labio.

Una vez sentadas en el sofá, Pablo pudo admirar como el porte de ambas mujeres irradiaba elegancia, además de sensualidad por todas partes.

  • Quiero que sepa que estoy muy agradecida de que me haya invitado – dijo Helena.
  • En ese caso quiero gratificar a ambas con 2000 euros, por un servicio especial. Ya que el estudio requiere de ello.
  • No hacía falta. – intervino Silvia, pues se veía más que animada a hacerlo sólo por él.
  • Bueno, pero tu hermana tendrá que tener su compensación, ¿no te parece?, Helena, ¿estamos de acuerdo?
  • Sí, perfecto. Lo que digas.

Por un momento él se quedó callado y es que el tuteo solo lo tenía permitido Silvia.

  • Perdón, lo que diga. – rectificó Helena dándose cuenta, tras haber escuchado durante toda la tarde las directrices que debía de tomar.

Sin duda, Helena estaba encantada, porque iba a realizar una de sus fantasías, acostarse con un hombre maduro, de muy buen ver y lo hubiera hecho absolutamente gratis, pero si además de eso, recibía el dinero, se sentía más puta y al tiempo más deseada. Eso la excitaba sobremanera y ya tenía sus bragas mojadas

  • Entonces, quiero que os desnudéis mutuamente. – ordenó él sentándose en un sillón frente al sofá sin dejar de observar a esas dos bellas damas y esos atuendos tan sugerentes.

Las hermanas se miraron y tras sonreírse, fueron cumpliendo el deseo de su jefe, para empezar a quitar, primero los tirantes de sus vestidos, dejándolos deslizarse hasta el suelo, mostrando sus robustos y rotundos pechos.

  • Vaya, las dos hermanitas estáis bien dotadas. – dijo él apretando su polla por encima del pantalón que ya estaba bastante erguida. Estoy seguro de que tendremos una excelente velada.

La excitación se había apoderado de las hermanas, ya no necesitaban ninguna orden. Tenían el papel a seguir en su mente, en su deseo, en sus ganas. Sabían que tendrían que dar lo mejor de ellas mismas para poder satisfacer a ese hombre que las devoraba con sus ojos. No tardaron en despojarse de los vestidos mutuamente. Helena recorría los pechos de su hermana mientras esta sacaba su vestido por los pies. Por su parte Silvia recorría la entrepierna de su hermana notando su calor y su humedad. Cuando fueron a quitarse las tangas, Pablo las interrumpió.

  • Sin manos, por favor.

Silvia avanzó con su boca por las piernas de su hermana llegando hasta su ombligo, por el camino ya conocía el sabor de ella y esto la excitó al máximo. Con sus dientes sujeto la tira de la braguita y la fue bajando hasta llegar a sus tobillos, ahí Helena le ayudó sacando los pies por encima de la pieza. Una gotita de flujo resbalaba por las piernas de Helena y su hermana se apresuró a recogerla con la lengua a la vez que se ponía de pie. Helena deslizó su lengua por el cuerpo de Silvia deteniéndose en sus erectos pezones. Que besó y sorbió, mordiéndole con suavidad. Se fue deslizando hasta llegar a la cinturita de la tanga, que noto empapada. Su boca y su lengua la recorrieron notando su humedad y ese calor especial de la excitación. Silvia soltó un suspiro, cuando su hermana sujeto la tanga por el lado que pegaba a su coño y la fue bajando muy lentamente. Hasta tocar el suelo con su nariz.

  • ¡Qué maravilla! – dijo Pablo

Ellas se miraron cómplices y se giraron ya totalmente desnudas, únicamente portaban sus zapatos de tacón, sus medias y ligueros, justo como les había pedido él y las dos se quedaron ahí de pie, con las manos en la espalda y mirando al suelo en señal de total sumisión, siguiendo el protocolo. Luego se acercaron arrodillándose a la vez, frente al sillón de ese hombre.

Pablo intentaba ocultar su emoción, por un lado, por Silvia, a la que cada día admiraba más, en todos los sentidos, pero más porque hubiese convencido tan fácilmente a su hermana para tenerla totalmente a su servicio y además por otro lado, era un lujo tenerlas a ambas, las dos hermanas, dos bellezas únicas y dispuestas a todo. Así lo quiso confirmar y se levantó rodeando a esas dos bellezas a medida que se iba quitando su ropa, lo hacía sin dejar de dar vueltas a su alrededor, la corbata, la chaqueta, la camisa, los pantalones… hasta quedar totalmente desnudo con una notable erección frente a las chicas, que miraban tímidamente. Helena no podía evitar relamerse y con ganas de sentirla. Pablo se detuvo frente a ella y sujetando su barbilla para que le mirase, dijo:

  • ¿Tu hermana ya te dado detalles de cuál podría ser tu trabajo?
  • Sí, don Pablo. Estoy a sus órdenes. – añadió volviendo a mirar a sus ojos y a esa daga tiesa.
  • Entonces, ¿estás dispuesta a cumplir cualquier encargo que te haga?
  • Sí, señor. Lo que me pida.
  • ¡Demuéstramelo y cómele el coño a tu hermana!

Después del episodio de las tangas y con la excitación a flor de piel, esa labor podría ser un verdadero placer.

Helena, quien esperaba que la orden fuera comerle la polla, por un instante dudó y aunque sabía a lo que venía, o al menos lo imaginaba, eso le parecía realmente fuerte, pero estaba dispuesta a todo y lo quería todo. Miró un momento a Silvia, que ya había adoptado la posición, tumbándose totalmente en el suelo y abrió sus piernas al completo, invitando a que Helena hiciera su parte y se adentrará en ese nuevo mundo. Tras coger aire y sujetar los muslos de Silvia adornados con aquellas medias, estampó una primera lamida en su coño, recorriéndolo con suma lentitud recogiendo los sabores que le ofrecía. Descubrió sorprendida por primera vez lo que era el sexo lésbico y nada menos que con su propia hermana. No le supo nada mal, al contrario, descubrió un embriagador e intenso sabor en su lengua y se sintió mucho más motivada, al escuchar el gemido de su hermana.

Helena no tardó en cogerle el gusto a eso de lamer y descubrir el agradable sabor que desprendía ese coño a medida que la otra iba gimiendo más y más, se animaba a chupar, jugar con su lengua y acariciar sus tetas al mismo tiempo, concentrada en dibujar con su lengua ese sexo caliente que hacía que el suyo propio emanara jugos sin parar y latiese fuertemente… había sentido lo que era el sexo femenino gracias a su hermana y lo disfrutaba cada vez más, hasta que ambas, muy cachondas, optaron por enfrentarse en un 69 en el que pudieron degustar sus sexos mutuamente. Silvia ya era toda una experta, lamia y sorbia el sexo de su hermana mientras esta gemía contra su coño, aprendiendo con rapidez, disfrutaban tanto dando como recibiendo ese placer oral y casi al mismo tiempo, lenguas, labios, manos, caricias y besos, arrancaron el orgasmo casi conjunto que sumió a ambas chicas en profundo placer.

Pablo observó toda la operación detenidamente y apuntó en su IPad las sensaciones que esa sesión de sexo lésbico fraternal le había aportado a la investigación, aunque en varias ocasiones tuvo que dejar la Tablet para mecer su polla en un lento sube y baja, pues el espectáculo era inconmensurable, propiciado al unísono por esas dos bellas mujeres.

  • Silvia ven aquí. – ordenó él sujetando fuertemente su polla.

Ella inmediatamente entendió la petición y de un salto, sobre sus tacones se situó frente al sillón con ese hombre desnudo, para subirse sobre él y clavarse esa polla hasta el fondo.

  • ¡Ah, síii, Pablo! – dijo al tiempo que le besaba con toda la pasión y juntaba sus tetas que él lamía en un folleteo lento e intenso.

Helena arrodillada esperaba su orden y veía con envidia como el coño de su hermana se abría cada vez que esa enorme verga se insertaba en su interior… tímidamente se tocó su sexo esperando que fuera ella la siguiente.

Los jadeos de Silvia eran intensos mientras Pablo sujetaba su culo para izarla y luego dejarla caer, logrando que ella volviese a gemir intensamente.

  • Vamos, Helena, cómele el culo a tu hermanita. – ordenó Pablo.

La otra se incorporó y acercándose a la pareja dudó, esto sí que era toda una novedad. Abriendo los cachetes del culo de Silvia, empezó a devorar su agujerito posterior muy lentamente pasaba la punta de la lengua por ese orificio, para ir ganando terreno muy despacito dentro de él. Logro que Silvia se aferrase a la nuca de Pablo, presa de un orgasmo lleno de jadeos y temblores. Momento que aprovechó Pablo para situar su polla en el agujerito que la hermana había lubricado y de una estocada la clavó hasta el fondo en su ano.

  • ¡Sí, joder, me partes, joder! – gritaba ella, al notar la gruesa polla de Pablo abriendo su esfínter al máximo.

Los huevos de Pablo chocaban con el perineo, a la vez que Helena los chupaba con pasión.

Esa estrechez, la lengua en su escroto y esas acometidas enérgicas en el estrecho culo de su preferida sumisa, llevaron a Pablo a un orgasmo, inundando con su semen ese estrecho orificio… cuando separó a Silvia hizo una seña para que toda esa leche que salía fuese devorada por Helena. Algo que no dudó en hacer pues estaba tan excitada y quería ser tan complaciente que haría cualquier cosa.

Una vez repuestos, Pablo se sentó en el sofá e invitó a Silvia a que lo hiciera sobre sus rodillas, mientras le amasaba las tetas con ternura y pellizcaba sus pezones.

  • Tu hermana es muy buena. – dijo Pablo a Helena refiriéndose al buen rato que acababa de pasar.
  • Déjeme demostrarle que yo también puedo… – soltó Helena muy cachonda, arrodillada a sus pies, mientras la pareja intercambiaba caricias.
  • ¿Estás preparada para follar?
  • ¡Sí! – exclamó la otra de rodillas y sus manos en la espalda preparada para recibir la polla de su nuevo amo.

Sin embargo, él sonrió, no parecían entrar eso en sus planes, aún tenía que pasar la prueba de fuego y Pablo quería saber si era tan buena como su hermana, algo realmente difícil, pues Silvia había conseguido mucho más de lo que ninguna otra mujer había hecho para él, haciéndole gozar al máximo.

  • Helena, ve abrir la puerta. Es la hora – ordenó Pablo mirando su reloj.

Helena confusa, se levantó y desnuda se encaminó hacia la puerta sin entender. Nada más abrirla se topó con Oliver el botones, aunque ella no le conocía y venía acompañado de otros cinco chicos que miraban alucinados ese cuerpo desnudo de la madura.

  • Bienvenidos… – dijo Pablo observando ese grupo de jóvenes, capitaneados por Oliver.
  • Hola don Pablo – habló el joven en nombre de todos – ¿qué se le ofrece? – preguntó sin dejar de observar la desnudez de Helena y la de Silvia que seguía acariciándose con Pablo.
  •  Bien, Oliver y compañía… hoy tenéis a una mujer dispuesta a lo que queráis… ¿verdad, Helena?

Ella miró asustada a los chicos, luego a su hermana que afirmó para indicarle que debía seguir el proceso, sin miedo.

  • Si, don Pablo, estoy para lo que me pida. – dijo ella sumisa con sus pies juntos sujetos por sus finos tacones, sus manos en la espalda y su mirada hacia el suelo.
  • Perfecto. Esta mujer está a vuestra entera disposición, siempre y cuando la tratéis como a la dama que es… y deberéis correros sobre ella… quiero verla bien duchada.
  • ¡Si señor! – añadió el chico y haciendo una seña a sus compañeros que alucinaban asombrados. Pues venían creyendo que su amigo les había tomado el pelo.
  • ¿Podemos follarla? – preguntó uno de ellos, mientras se quitaba los pantalones y mostraba una erección rotunda.
  • Por supuesto, debéis follarla… por todas partes. – añadió Pablo que seguía jugando con los pezones de Silvia.

Los chicos se fueron acercando, al principio con cierta timidez, pero Oliver, el más aventajado y con su primera experiencia superada, fue tomando las riendas y colocando a esa madurita donde ellos querían, para acabar acariciándola por todas partes… las manos de los chavales no paraban y se introducían por todos los agujeros de Helena los gemidos se fueron haciendo más y más intensos, a medida que esas manos se metían entre sus piernas, sobaban sus tetas o pellizcaban sus pezones… alguno se atrevió a besarla lascivamente juntando su lengua con la de ella y algún otro, le plantó un azote en su culo, dejándole las marcas. Las incansables manos y bocas de los chavales no paraban de dar placer a Helena, se metían en su boca, en su coño, en su culo… acariciaban todo su cuerpo.

  • Eso es, chicos… disfrutad de esa diosa.

Ese grupo de jóvenes se iba masturbando acercándose a esa mujer, para acariciarla, pero también para empezar a usar sus pollas con ella… unas veces ella estaba tumbada en el sofá, otra tirada en el suelo, alguna vez a cuatro patas sobre la alfombra, mientras una polla entraba en su boca, otro la follaba por detrás, llegando a tener sus tres orificios ocupados y gimiendo al mismo tiempo. El placer ascendía por el cuerpo de Helena hasta llegar a su cerebro donde explotó en un intenso y prolongado orgasmo. Silvia y Pablo no perdían detalle de esa orgía increíble… hasta que el primer chico soltó un chorro, en su cara, no pudiendo contener más tiempo y la cara de ella se fue bañando, así como el resto de su cuerpo. Era realmente increíble, uno se corría en su pecho, otro lo hacía en su espalda, hasta dejarla bien bañada, porque en ese transcurso, los chicos llegaron a depositar su semen varias veces, excitados de verse unos a otros, hasta quedar exhaustos y, por ende, ella también.

  • Perfecto, chicos… buen trabajo. Seréis recompensados. Sobre la mesa tenéis una propina. – señaló Pablo.

Los chicos, se fueron vistiendo y recogiendo su billete verde cada uno sin creerse que hubieran follado a una monumental mujer y además hubiesen cobrado por ello una buena cantidad de dinero.

  • Acércate, Helena. – ordenó Pablo.

La mujer, con su cuerpo lleno de goterones, alguno cayendo sobre la moqueta, otro tapando su ojo, o recorriendo sus pechos como un río, se arrodilló delante de Pablo.

  • Has superado la prueba. Quedas contratada. – dijo. – ¡ahora puedes ducharte, que quiero presentarte en sociedad!

Tal y como había ordenado Pablo, las chicas, tras darse una buena ducha se volvieron a poner sus respectivos vestidos, acudiendo agarradas a sus brazos a visitar un local, donde algunos hombres admiraron con envida a Pablo acompañado de las dos hermanas. Sin duda, que viéndolas juntas le llegarían buenos pedidos. Pablo se sentía orgulloso de esa nueva adquisición.

Las hermanas mostraron sus atributos y Pablo aprovechó para morrearse con una u otra, para envidia y codicia de todos esos ricachones, que, si querían algo, tendrían que abonar una elevada tarifa.

Una vez terminada la velada, en la que ambas chicas habían estado atendiendo a Pablo, él dejó a Silvia en casa y se llevó a Helena al hotel.

  • Ahora te quiero enteramente para mí. – dijo él.
  • Sí, don Pablo – respondió Helena con una gran sonrisa, satisfecha por haber complacido todas sus peticiones.

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

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