Capítulo 10

EL ANUNCIO – CAPÍTULO 10

Estaba reventada, no podía tener conciencia de los orgasmos que había tenido, ni de la crudeza de esa forma de tener sexo, por no hablar de los latigazos que aún le quemaban la piel. Pero lo cierto es que en su vida había disfrutado tanto. Se metió en una bañera repleta de sales y espuma y disfrutó de ese baño reparador, al tiempo que Casandra, la sexy secretaria del magnate hacía acto de presencia en ese lugar. La observó durante unos largos segundos, admirando su belleza, pero admirando sobre todo cómo esa desconocida mujer, había sacado algo más de lo que nadie había sacado a su jefe. Don Rigoberto parecía haber rejuvenecido y le pidió encarecidamente a su secretaria que Silvia fuese contratada de nuevo y no le importaban las condiciones.

  • ¿Todo bien? – le preguntó Silvia al ver a esa chica observándola tanto tiempo, con la vista ida.
  • Sí, sí… estaba en otra parte. – dijo la secretaria – ¿y usted, se encuentra bien?, ¿necesita algo más?
  • No, no, está todo perfecto. – respondió Silvia sonriéndole.
  • Genial. Don Rigoberto me ha pedido que le haga un talón por el doble del importe acordado, con la esperanza de que cambie de parecer para su próxima sesión. No sé qué le ha hecho, pero está realmente impresionado.

Casandra le enseñó el talón de sesenta mil y tras comprobar que ella lo había visto bien, lo depositó junto a las pertenencias de ella.

  • Ya le dije a don Rigoberto, que no todo lo mueve el dinero. – comentó Silvia recordando las palabras que había tenido con Pablo.
  • Le aseguro que nunca le había visto tan agitado. Le he tenido que dar un sedante para dormir. Ha conseguido algo increíble. ¿Igual algún día?

Silvia se sonrió a sí misma al tiempo que Casandra le ofrecía su mano para salir de la bañera, para proceder a secarla con sumo cuidado, especialmente esas zonas enrojecidas y más doloridas. A continuación, la secretaria extendió una crema reparadora en su trasero.

Las manos de Casandra acariciaban la suave piel de Silvia a la vez que le extendían el calmante. Silvia se estremecía ante la suavidad de esas manos. Casandra acaricio sus pezones con la palma de su mano y tanteo sus senos en ella. Estaba muy excitada, acercaba su boca al cuello de Silvia y le decía muy bajito.

  • ¿Qué le has hecho a mi jefe? Le has vuelto loco, él solo quiere volver a follarte.

Silvia sentía el calor del aliento de Casandra en su cuello y se retorcía, con el calor de esa boca y las caricias de sus habilidosas manos. Casandra seguía extendiendo el ungüento aprovechando para acariciar el cuerpo de Silvia, sin dejar ningún rincón sin explorar. Ella misma estaba disfrutando de esa mujer a la que su jefe había clasificado como “perfecta”

Casandra acercó la boca al cuello de Silvia y lo beso tiernamente, a la vez que su lengua hacia círculos sobre él.

  • ¿Sabes que me tienes muy cachonda, que me encantaría comerte entera? – dijo la secretaria.

Silvia se volvió, para fundirse en un intenso beso que Casandra correspondió muy calurosamente. Acaricio sus pequeñas tetitas y apretó sus pezones. Le miro a la cara y le dijo.

  • ¿Mejor nos comemos las dos, no te parece?

Casandra se dio la vuelta y cogiendo un bote de la estantería, vertió unas gotas sobre la yema de su dedo. Lo acercó al coñito de Silvia, empezando entre los labios de su coñito un baile con sus dedos, en un continuo sube y baja, poco a poco iba abriendo esos labios, calentándolos, hasta llegar a su duro y excitado clítoris. Ahí se recreó con ese ungüento que le habían traído de Brasil y que era capaz de levantar a un muerto. El coño de Silvia empezó a arder y su boca reseca, necesitaba el aliento de esa mujer, buscándola anhelantemente, hasta que su lengua se introdujo en ella. Ahí empezó un lento baile que les iba transportando a la locura. Esas lenguas juguetonas, que en un principio casi ni se tocaban, pasaron a enroscarse de forma frenética. Silvia succionaba el labio superior de Casandra y luego le metía la lengua hasta el fondo. Ya no podía más, estaba caliente como una sartén, Silvia metió su mano bajo las bragas de Casandra.

  • ¡Coñooooo! Pero, ¿qué es esto? – dijo abriendo los ojos de par en par

Silvia se encontró bajo esas braguitas, una buena tranca que no podía abarcar con su mano mientras Casandra le sonreía. Sacó esa enorme serpiente de su escondite, pajeándola con suavidad y fineza.

  • Menuda tranca te gastas mi niña y que calladito te lo tenías. – dijo Silvia
  • Hummm esa mano es una delicia, que suave, parece una boca. – respondió la otra jadeante notando esos suaves dedos acariciándole la erección.
  • Cuando pruebes mi boca, veras lo equivocada que estás.

Silvia fue desnudando muy lentamente a Casandra. Primero desabrocho los botones de su impecable blusa, la miro fijamente a los ojos mientras dejaba que la blusa se deslizase muy suave sobre sus brazos. Un precioso sujetador de seda en rojo y negro cegó su vista y la hipnotizó. Bajó a los botones de la falda, los soltó y la dejó deslizarse sobre sus largas piernas. Una braga de igual color y textura que el sujetador apareció ante ella, sujetando la pitón.

Besando su boca, Silvia llevo las manos a la espalda de Casandra, para desabrochar ese precioso sujetador y sacarlo hacia delante. Unas bonitas y armoniosas tetas aparecieron ante sus ojos, tan bien hechas, que no parecían falsas… Unos preciosos pezones rosaditos y pequeños se mostraban desafiantes frente a su boca y no pudo reprimir el lanzarse por ellos, saborearlos y morderlos con suavidad. Casandra llevo sus manos a la nuca de Silvia y la apretó contra sus pechos.

Silvia se arrodillo frente a Casandra y con sus dientes fue bajando esa braga hasta dejar caer la pitón, que se alzaba desafiante ante sus ojos

-Joder, ¡¡¡qué verga tienes, preciosa!!!

  • ¿Te la vas a comer entera?
  • No tengas ninguna duda.

Silvia bajó la braga con su boca a los tobillos de Casandra, esta, con sus pies se la quito despacio. Se recreó chupando los dedos de Casandra, junto a sus gemidos fue ascendiendo de nuevo, hasta llegar a sus huevos depilados. Con su mano cogió ese mástil que le tenía encandilada y mientras lo frotaba, su lengua recorría esas grandes y sorprendentes bolas. Las chupaba con deleite y metía una en su boca, para después hacer lo mismo con la otra. Ronroneaba al hacerlo y su coño estaba encharcado, la noche estaba siendo perfecta.

Recorrió con la lentitud de una tortuga ese tallo, lento muy lento hasta llegar al frenillo. Ahí se recreó con la punta de su lengua, notando como esa polla cada vez se ponía más dura. Como se tensaba entre sus labios y como su vena, cada vez se hinchaba más.

  • ¡Cometelaaaa, por favor, métetela hasta el fondo!

Silvia no la hizo sufrir más y engulló esa polla hasta traspasar su campañilla. La midió a la vez que la dejaba llena de babas. Volvió a entrar un poco, salir y entrar, para después comerla entera. Saco su boca hasta rodear el capullo, a la vez que le iba pajeando. Su sabor era sublime, dulce… tremendamente dulce. Casandra le marcaba la profundidad y la velocidad con sus manos. Se aprovechaba de sus caderas para introducir la polla más adentro de esa cálida boca, hasta traspasar su garganta, para volver a salir.

Silvia unto con sus babas su dedo corazón y procedió a acariciar el agujero de su culito. Sentía crecer y endurecer esa polla en su boca, notaba como cada vez le quedaba menos para explotar. Casandra gemía con fuerza agarrada a su cabeza, sus embestidas cada vez eran más fuertes. Su culo se movía adelante y atrás. Buscaba clavarse ese dedo hasta el fondo. Cuando lo consiguió, un borbotón lleno la boca de Silvia y después otro y otro.

  • ¡Siiii tomaaaa hasta dentro, siiiiii tomaaaaa tomaaaaa!

Silvia tragó todo como pudo y poniéndose de pie morreó con ganas a Casandra que a punto estuvo de caer de rodillas al doblar sus piernas.

  • Si hay próxima vez, dejaré que me comas el coño. Pero de momento ya he tenido suficiente.

Curiosamente, Silvia había pasado de dominada a dominadora.

  • En cualquier caso, le ruego se lo piense – afirmó Casandra todavía jadeante.
  • Yo creo que ya podemos tutearnos – comentó risueña Silvia.
  • Pues estaríamos encantados de volver a tenerte por aquí y yo espero poder comerme ese coñito y devolverte el placer que me has dado.
  • También ha sido un placer para mí.
  • Don Rigoberto está más que encantado, su experiencia, según sus propias palabras, ha sido única e inolvidable y créeme la mía también. Ni mi jefe ni yo somos muy dados a alabar nada ni a nadie.
  • Bueno, gracias, lo pensaré, Casandra, te lo prometo, aunque no es sencillo, ya me entiendes….
  • Silvia, sé que tendrás otros compromisos adquiridos y que tu agenda está prácticamente completa, ya nos explicó don Pablo la situación, pero don Rigoberto pagará lo que le pidas… de verdad, todo lo que le pidas y ahora, yo también estoy en deuda contigo y mi lengua te debe un favor.
  • Ya te dije, Casandra que no es cuestión de dinero.

Casandra se limitó a sonreír, sin querer insistir demasiado con la esperanza de que ese futuro se cumpliese en algún momento.

  • Adrián, tu chofer, ya está avisado. Te espera en la entrada del garaje.

Casandra acompañó a la salida a Silvia y allí se despidieron, intercambiando sonrisas, pero en el caso de Silvia se amplió cuando de la limusina que esperaba para recogerla, no sólo salió Adrián, sino de forma sorprendente, también Pablo.

  1. Has venido a buscarme. – dijo ella ilusionada al verle.
  2. Qué menos… has conseguido sucumbir al viejo y te aseguro que nunca antes lo habían conseguido. Me ha dicho que te convenza para que vuelvas.
  3. ¿De verdad?
  4. Ha sido apoteósico, Silvia… nunca había visto a Rigoberto tan eufórico.

Silvia y Pablo se metieron en el coche y Adrián puso en marcha el motor de vuelta a casa, mientras sonreían por haber conseguido ese éxito con el viejo.

  • Pero, dime, entonces ¿Qué tal ha ido todo?, ¿qué tal con ese viejo verde? – preguntó Pablo.
  • Fantástico, he disfrutado mucho.
  • De eso se trataba, pero ese cabroncete, ¿te ha tratado bien? Por sus perrerías con otras no es alguien que se canse rápido.
  • Tengo el culo al rojo vivo… por dentro y por fuera, pero por lo demás bien. Ya te digo que ha sido una experiencia única y muy sorprendente, ya te contaré con detalle….
  • Ha sido un éxito, Silvia. Quiere repetir, aunque ya me ha dicho Casandra lo que le has dicho. Ahora te tendrá más ganas.
  • Ese era el plan, ¿no? y que sepas que me tendrán ganas, muchas ganas
  • ¿quien?
  • Tanto casandra como Rigoberto. Casandra tiene una polla más grande que la tuya.
  • ¿De veras?
  • Ya te digo y está muy, muy rica y muy dulce.
  • Serás cerda jajajajaja. – dijo riendo a carcajadas.

Silvia y Pablo ya se habían convertido en algo más que compañeros o colaboradores, con esa complicidad y confianza totales. Se fundieron en un beso intenso, mientras él acariciaba con suavidad la cara interna de sus mulos.

  • Sí, pero esta gente de pasta está muy loca. Son capaces de cualquier cosa. Hemos de analizar eso también. – dijo él.
  • Siempre lo pones peor de lo que realmente es. Exageras.
  • Déjame verte.

En ese momento Silvia miró hacia Adrián que no perdía detalle por el espejo e incorporándose un poco se desprendió de la única prenda que cubría su desnudez. Ella se fijó en los dos hombres atentos a sus curvas y le gustaba exhibirse ante ellos, disfrutando de esas miradas de deseo.

  • Si que se ha empleado el viejo. ¡Menudo cabrón! – dijo Pablo ayudando a Silvia a ponerse de rodillas en el asiento del coche y observando ese culo enrojecido. Lo acaricio lentamente y acercando su lengua, lo lamio sin dejar ni un milímetro sin salivar.
  • Bueno, Casandra me ha dado una especie de loción. Perooo que rico, esto es mucho mejor uhhhmmm

Adrián apenas podía concentrarse en la carretera, teniendo ese cuerpo tan bonito, totalmente desnudo, a la vista. Con ese culo y ese coñito que se ofrecían totalmente expuestos a su vista.

En ese momento Pablo volvió a pasar la mano por las nalgas de Silvia, acariciándolas suavemente, disfrutando de esa redondez tan exquisita.

  • ¡Aughf! – se quejó ella.
  • ¿Ves cómo no exagero?
  • Si, me ha dado de lo lindo, el muy cerdo. ¡Pero te juro que me he corrido como una perraaaa!
  • Bueno, de momento vamos a dejarle calentarse un poco al abuelo, tendrá que comportarse… pero es posible que a partir de ahora nos surjan nuevas cosas, ya verás.

Volvieron a fundirse en otro beso mientras Pablo pellizcaba ese pezón que ahora se veía más grande tras la sesión con don Rigoberto. Ella al mismo tiempo había desabotonado su camisa y acariciaba el torso de su amo, con ternura y deseo. A pesar de la dura sesión vivida en la mansión, tener a Pablo al lado, siempre era un aliciente, un gran estímulo y un poder de atracción por encima de lo normal.

  • ¡Fóllame, Pablo! – dijo ella subiéndose a horcajadas sobre él.

Normalmente ninguna de las chicas tenía sexo cuando ellas querían, sólo cuando a Pablo le apetecía y necesitaba tener el control sobre ellas… Con Silvia era totalmente diferente, ese poder quedaba desbaratado, apenas podía resistirse a una mirada suya. Ella podía permitirse el lujo de tutearle y de pedirle lo que quisiera porque Pablo no podría negarle nada. A pesar de sus largos entrenamientos con mujeres, viviendo experiencias con sumisas en el club y en sus múltiples proyectos, ninguna había conseguido lo que Silvia había logrado en tan poco tiempo. ¿Tenerle a sus pies?

Con asombrosa habilidad, bajó su mano a la entrepierna, logró aflojar el cinturón y la bragueta de su amo, para dejarse caer sobre esa preciosa polla que ya había alcanzado su máximo apogeo.

  • ¡Uff.. ¡Qué ganas te tenía! – dijo ella.
  • ¡Yo también, zorrita! – dijo él, agarrando su cintura y ayudándola a subir y a bajar sobre su dura y gorda polla.
  • ¡Mi hermana habrá tenido buenas dosis y yo ya me ves, estaba loca por sentirte!
  • ¿No has tenido suficiente con el viejo?
  • Ese solo consiguió calentar el puchero, contigo siempre es mejor… contigo es diferente, lo haría a todas horas.

Adrián, como podía, mantenía la vista en la oscura carretera delante de él y lo alternaba con miradas furtivas a través de su retrovisor, sin perderse ese polvo y esa maravilla de mujer siendo follada por su jefe.

Silvia seguía botando sobre la polla de Pablo, en un intenso y lento movimiento que les permitía alargar el momento cumbre, con un gusto interno descomunal, mirándose fijamente a los ojos, besándose.… o lamiéndose con todas las ganas, ellos dos a solas, aunque tuvieran como invitado de primera fila a su chófer… Hasta que ambos se corrieron, entre jadeos. Él sintiendo como las paredes vaginales de ella oprimían su miembro dentro de ese coño, mientras que ella sentía como una tibia leche le inundaba hasta lo más hondo de su matriz y esa polla latía abriendo y cerrando su vagina… Terminaron en un largo beso, para acomodarse de nuevo, uno junto al otro.

  • No me extraña que tengas tanto éxito, Silvia – dijo él una vez que ella descabalgó dejando caer el néctar de ambos sobre la tapicería del coche y el pantalón de Pablo- El seguía acariciándole las tetas, mientras contorneaba la forma de las aureolas de sus pezones.
  • ¿Te ha gustado?
  • Mucho… ¿y a ti?
  • Pablo, sabes que te estaría follando continuamente. – dijo, – – mirando a los ojos de ese chofer que no perdía detalle, guiñándole un ojo a la vez.
  • Ya sabes que yo también a ti.

Una vez que terminaron esa nueva sesión dentro de lo que se podría considerar un acto más de exhibicionismo en exclusiva, siguieron charlando y acariciándose mutuamente mientras los llevaban por las calles de Barcelona.

  • ¿Sabes? El experimento va viento en popa y parece que la gente te está conociendo mucho, quizás demasiado. – comentó Pablo.
  • ¿Ah sí? ¿Te han salido más encargos?
  • Muchos… ¡uf! No dejan de llegarme. Tu aparición en el club y las recomendaciones de Gerard han hecho el resto, pero tengo que ir descartando pedidos. Esto se nos llena de moscones.
  • ¿Y tienes algo pensado para el próximo round?
  • Bueno, tengo que ir eligiendo la mejor opción, pero esta gente millonaria se mueve más por sus instintos, por sus filias, por sus ganas de tener sujeto y dominado a su oponente, su amante o su compañero o compañera. No sé si me explico.
  • Si, parece que la gente con dinero, que lo tiene todo en la vida, solo se conforma humillando y vejando a los demás. Creo que como tienen tanto, ya no saben cómo ocupar su tiempo de ocio.
  • Sí, jajaja, algo así, pero eso no disculpa su mala moral. Vas en lo cierto, preciosa.
  • ¿Y qué te preocupa?
  • No sé…

Silvia volvió a convencer a Pablo de que ella estaba dispuesta a afrontar los riesgos y a sucumbir frente a los miedos, porque estaba segura de sí misma y hasta dónde podría llegar y entonces él animado, le confirmó.

  • Pues sí tan convencida estás, todo resulta más sencillo, en la continuación del estudio aceptaremos las propuestas que se nos hagan y si hemos de trabajar con más gente, no dudaremos en hacerlo. ¿Te parece bien?
  • Perfecto, Pablo, también hemos de aprovechar que a esta gente el dinero es lo que menos les importa. Mira el caso de don Rigoberto. Ya no es una cuestión de pasta. Eso nos ha quedado claro a todos, incluido a él.

En ese momento el coche se detuvo frente al hotel de ella, que terminó de ponerse el abrigo con ayuda de su amo.

  • ¿No crees que Adrián se merece un sobresueldo? – susurró ella a Pablo, mientras este se abotonaba su camisa y ambos miraban a su hombre que había salido para dar la vuelta y abrir la puerta de ella.
  • Sí, ya sé lo que estás pensando… pero de momento necesito que descanses. No te preocupes por él, que le he preparado una sesión con Ángela. Quiero a todo mi equipo bien preparado.
  • Estás en todo. Y seguro que la zorra de Ángela le saca hasta la última gota- dijo ella volviendo a besarle – has hecho un buen fichaje con esa joven rubita.
  • Eso también te lo debo a ti. Sin tu ayuda no habría acepado.
  • El mérito lo tiene ella solita.
  • Sí, bueno, mañana te cuento por si hay algo nuevo. – dijo él.
  • Perfecto, estoy receptiva a lo que sea. Recuérdalo.

Pablo se despidió de ella junto a la recepción del hotel y debido a las altas horas de la madrugada, esperó hasta que está hubo entrado y recogido su llave. Entonces mandó arrancar al chófer. Apuntó en la Tablet las últimas impresiones y se sonrió mirando su reflejo en la ventanilla por tener nuevas sesiones de mucho interés para todos.

Silvia llegó a su habitación bastante cansada. Una vez que se despojó del pequeño abrigo, Silvia se preparó un buen baño, una copita de vino bien frío y una música relajante. A ella siempre le había gustado un baño largo y tranquilo y más todavía sin tener ningún compromiso al día siguiente, Se estiró en la bañera y agradeció al instante las tibias caricias que le proporcionaba el agua y las sales amortiguando los latigazos de don Rigoberto, lo que le llevó a meditar sobre las cosas que le habían surgido. ¿Habría perversiones iguales, incluso mayores?

No daba crédito rememorando todo lo ocurrido en tan poco tiempo, desde aquella primera visita a la cafetería para encontrarse con Pablo, sus juegos, quitarse las braguitas, entrar en un bus repleto de “tocones” … y después de múltiples experiencias, llegar a la de esa misma noche. Lo del perro le había vuelto loca, esa lengua había hecho que su coño fuese una fuente y esa bola que casi la parte en dos.

  • ¡Joder, solo de recordarlo me pongo cachonda! – se dijo a sí misma tocándose su inflamada rajita.

Metió la cebolla de la ducha bajo su cuerpo y apunto directamente el chorro al clítoris. A la vez con su mano libre se acariciaba su bonito pezón rosado.

  • ¡Hummmm siiii esa lengua tan rugosa y áspera! – se repetía entre jadeos – me ha hecho ver las estrellas.

Desde luego la lengua de ese can había hecho que su coñito fuese un mar. El animal cuantos más jugos, más chupaba y más placer le daba. Su mano ya acariciaba su clítoris en un vaivén de derecha a izquierda. Tres de sus dedos en rápidos movimientos hicieron que su cuerpo se tensase y que un potente orgasmo le invadiese por entero.

  • ¡Joder, joder, jodeeeeer!

Silvia tuvo otro orgasmo más para la colección de la noche, con todo su cuerpo temblando, sumergido en esa agua tibia que cubría su cuerpo y los dolores y resquemores habían sido casi olvidados.

Se recostó en la bañera, echo la cabeza hacia atrás y le dio un buen trago a la copa de vino, poniendo una nueva canción relajante. Casi media hora después de ese baño cachondo, salió de la bañera, se secó cuidadosamente, en especial a las marcas de su culo y se dirigió a la cama en la que quedó profundamente dormida casi al instante.

Unos días después, en el club exclusivo, del que Pablo era un honorable socio, todos querían preguntarle por sus nuevos proyectos y adquisiciones, especialmente le preguntaban por Silvia, elogiada y alabada por todos, sin duda habían llegado a sus oídos las mejores hazañas de esa mujer a la que muchos querían conocer y pagar lo que fuera por poder estar con ella… y Pablo se sonreía a sí mismo mientras iba llenando su agenda de pedidos sin parar, algunos incluso que tenía que rechazar por falta de tiempo.

A la mañana siguiente el teléfono sonó sobre las diez y Silvia aún dormía plácidamente. No sabía ni dónde estaba.

  • ¿Siiiiiii? – respondió somnolienta.
  • Hola Silvia, soy Pablo.
  • ¿Qué hora es? – dijo intentado ver la hora en su reloj de la mesita, pero estaba tan dormida que apenas podía tener los ojos abiertos.
  • Son casi las diez y media de la mañana. No te quise llamar antes. ¿has descansado?
  • Sí, creo que si… – dijo.
  • Verás, te llamo porque tengo dos cositas, una es para ti sola y la otra es compartida y deberíamos organizarnos
  • ¿Compartida?
  • Si, ¿Te importa que sea compartida?
  • No, para nada. Lo que decidas me parece bien.
  • Bueno, sobre la primera…. tengo un magnate que está con su mujer en Ibiza, sería pasar el fin de semana con ellos. Esta gente está cansada de jugar a todo, han pasado por miles de experiencias, ya sabes, de vuelta de todo y pensé que no iban a querer nada, pero volvió a aparecer tu nombre y parecían muy interesados.
  • Si que me vendes bien.
  • Te vendes tú sola y además no sé por qué me da que van a salir sorprendidos, una vez más, si eres tú la sorpresa.
  • Como eres… pero dime, Pablo, ¿Tendría que ser obediente, o muy obediente?
  • Pues obediente, no pagan mucho. Ya te digo que están un poco cansados de todo, por eso estoy seguro de que de momento les pongamos el listón alto y si quieren algo más tendrán que pagarlo.
  • Me parece genial, porque estos enseguida se vuelven exigentes y te dicen que con su dinero hacen lo que quieren.
  • Exacto, yo me encargo de las condiciones del contrato y te digo. Si estás de acuerdo el avión sale a las 12:55.
  • ¡Pero si casi no tengo tiempo!
  • Tranquila, una ducha rapida, cógete un taxi y ve al aeropuerto. Allí tienes el billete reservado.
  • Vale, ¿Cuánto tiempo tengo con ellos?
  • Desde tu llegada a tu salida el domingo a las 20:30, serás suya, ya te diré las condiciones.

Por un lado, Silvia se fue arreglando mientras Pablo llamaba a Manuel, un riquísimo conde y futuro heredero del marqués de Roscaric. Curiosamente, a pesar de tener tanto dinero, era bastante tacaño, quizá por eso tenía tanto dinero…

  • Hola Pablo. – respondió el otro – espero que me des una buena sorpresa.
  • Sí, Manuel precisamente te llamo por las condiciones de Silvia. ¿Qué es lo que quieres?
  • Pues nos gustaría sumisión total.
  • Bien, eso por dos días son treinta mil euros.
  • ¡Coñoooo! un poco caro, ¿no?
  • Pues no, es nuestra tarifa, exclusividad son quince mil diarios, mínimo.
  • Eso es mucho para mí, Pablo.
  • Vamos, Manuel, sabes que esto es muy exclusivo.
  • ¿Y por quince mil los dos días?
  • Pues eso tendría que ser todo consensuado, tendrás que exponerle lo que quieres. Si Silvia está de acuerdo, lo hará, si no, se volverá en el siguiente vuelo.
  • Vale, pues que sean quince mil.

Pablo colgó recordando las palabras de ella… que el dinero no era lo importante en la misión, sino en primer lugar que ella fuera la primera en disfrutar y la de innovar. Lo curioso es que todos estos ricachones, negociaban como si fueran pobres. Hasta entonces todos sus envíos a Manuel habían sido “chicas normales” con sumisión normal, con lo típico, pero estaba convencido de que Silvia iba a darles mucho más de lo que esperaban.

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

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