Así que me dediqué a pasear la vista por la habitación cuando vi que mi amiga sueca le estaba tocando la polla al alemán por debajo de la mesa. Mi amigo holandés también los estaba mirando.
Mis comienzos en el sexo fueron a finales del año 1998 cuando recién había cumplido mis quince años, yo tenia cerca de un año de masturbarme y de tener una gran curiosidad por el sexo, pero no fue sino hasta septiembre del 98 cuando en una reunión familiar, mi primo y su hermana se encargaron de abrirme los ojos y las piernas al sexo.
Nos acomodamos en el dormitorio, era bastante amplio y cómodo, ella me guío a la cama mientras Chelo ponía una película y luego se acomodo en la cama. Roxana quedo en medio de los dos. Brindamos de nuevo y nos dispusimos a ver el vídeo porno.
No podía parar, aquella tarde estaba para grandes cosas, entraba y salía de ella a piachere, ella entregaba todo, ya no daba más, yo lo quería todo, seguí y seguí ella pidió tregua me pedía que parara yo le daba con todo, hasta que sentí como si se desvanecía, me asusté, ella era la cuarta vez que acababa me confesó.
La sangre de mi virginidad recién entregada a mi dueño. Por amor, amor mío, por amor. Que es la unión de un dueño y un esclavo; nunca de dos seres iguales.
Tardó en abrir y pensé que quizás ya no estaba y en aquellos pocos minutos me pasó todo por mi mente, la primera vez que lo vi en la ventana, sus jadeos, los míos, y todo mezclado con el miedo intenso a que alguien pasara por la escalera y me viera esperar delante de aquella puerta.
Dos meses después y con una serie de retoques dados por Luis y Sole emprendí viaje a mi nuevo destino, Madrid había sido la ciudad elegida por la organización que me había adquirido, como lugar de entrenamiento y rodadura para posteriores viajes al extranjero.
Elisa es mi prima en ese momento tenia 17 años y un año más que yo, ella no sabía de mis relaciones con mi padre (todavía creo que no las sabe), el momento , nuestra empatía, esa facilidad de escuchar confesiones, secretos o simplemente su necesidad.
Sus pechos, la fruta más exquisita que se pudiera probar estaban al alcance de la mano y los tomé. Aquella actitud no me disgustaba. Era una sumisión, no a mí, sino a las circunstancias y yo me iba a aprovechar. Acaricié sus nalgas, lamí sus pechos y me la llevé al sillón.
Lo hice grandecito, de unos ocho dedos de largo aunque un poco delgado. La capa de pintura le había quitado grosor. Le quité con una cuchilla las rebabas en las líneas de unión. No me pareció muy bien hecho entonces. Efectivamente, se despegaría si le daba mucha caña, así que lo envolví con esparadrapo, que coloqué estratégicamente. Lo envolví en un preservativo y lo escondí, tirando cualquier otra cosa que me pudiera delatar.
El muchacho no debía de dar crédito a lo que estaba sucediendo y comenzó a responder con la misma pasión. Eva le desabrochaba la camisa y cuando la tuvo desabrochada arañó ficticiamente su pecho y le mordió en el cuello, luego, lo empujó tirándolo sobre el sofá.
Paula cogió con su mano el pene postizo de la mujer que tenía detrás. Sentía en su vientre, entre sus muslos, medio caído,, el semiflácido miembro de goma de la mujer de delante, y ahora las mujeres, como si siguieran un plan cuidadosamente ensayado, se ponían en cuclillas y le lamían el vientre y los lumbares y luego, las ingles y la parte baja de las nalgas. Mi hermana aparecía como la cúspide de una pirámide.
El segundo fornicador acabó con su cometido, empujándola vigorosamente mientras eyaculaba. Se puso entre las piernas el tercer follador. El chico que se comía sus pies comenzó a restregar su pene por una de las tetas, que aún estaba limpia por su parte de abajo. El otro chico que era masturbado por Eva se vació acercándose al cuerpo de la esclava y recibiendo en sus costillas, vientre y caderas el elixir del placer.
Era difícil avanzar sin que te tocaran el culo. Yo sentía manos desconocidas magrearme y veía como Paula también se movía a un lado y otro para evitar que la sobaran, y eso que las alas nos resguardaban. Y eso sin contar con los cuerpos que aprovechaban la estrechez para rozarse con nuestros pechos,
Me quedaban cuatro días. Paula estaba aprendiendo bien, pero todavía era reacia a obedecerme en algunas cosas. En concreto, soportaba muy mal que se cerrara con llave en el servicio o en el cuarto cuando se cambiaba. Me propuse darle un castigo ejemplar.
Me coloqué detrás de Margaret, de manera que su trasero se incrustaba en mi ingle y comencé a decirle en voz casi imperceptible sugerencias. La agarraba de las caderas y le cogí el pene de marfil para agitarlo entre las piernas cerradas de Ivonne. También le ordenaba a Ivonne, que suponía aún que era yo la que la tocaba y besaba.
La cogí del cuello y la eché contra mis hombros. Sentí su boca en mi clavícula. La tenía agarrada del cogote. En ese momento introduje un par de dedos en su sexo, posando la palma de mi mano sobre su clítoris que asomaba entre los labios abiertos y comencé a sacar y meter mis dedos dentro de ella. La sentí vibrar contra mí, tiritar, frotar sus pechos contra los míos. Entonces la agarré de los pelos y le dí un beso fuerte, casi una penetración de beso.
Había pasado quizás un cuarto de hora. Le tocaba fregar la salita. Debía estar por allí. La sentía por allí. En el frutero había un plátano de Canarias y otro, un largo plátano verde y amarillo, de esos de Costa Rica. A mí personalmente me gustan más los de Canarias, pero para lo que lo quería, prefería el caribeño.
Ya en ese lugar, Mario se sentó en un sillón mientras mi mujer y yo esperábamos sentados al borde de la cama matrimonial. Por fin llega la juvenil Amanda vestida con un hermoso y liviano vestido corto, Mario se ve excitado al igual que todos nosotros, sólo Amanda luce algo nerviosa y mira a mi esposa para que le diga qué hacer.
Sus caricias aumentan y una de sus manos llega a mis bragas para tocar ardientemente mi sexo por encima de la tela...luego sus dedos quedan piel con piel con mi sexo, juega con mis labios, y los entreabre suavemente para penetrar delicadamente mi intimidad y centro de mis mas dulces placeres.
Una vez me masturbé detrás del mostrador, me saqué las bragas discretamente y con la mano izquierda empecé a masturbarme, ese día había mucha gente en la tienda esperando para comprar pero yo erre que erre con la manita, al rato la saqué de mi vagina chorreante que desprendía un olor muy fuerte y de tan perceptible que era ese perfume de sexo tuve que ir a lavarme al mano a la trastienda
Entonces noté que se estremecía dentro de mi y un líquido caliente me llenaba por dentro, escurriendo por mis muslos hasta casi mancharme los calcetines, fue maravilloso tener aquel orgasmo los dos a la vez mientras metçia el dedo entero en mi culito que ya estaba ardiendo y caliente de deseo.
Había llegado junto a ella por el sexo, que era la razón de vivir de Antonio, pero a ella se le había pasado desde el cuerpo al alma , estaba enamorada y eso la tenía aterrada.
Cuando en la ducha los dos se entregaron totalmente, pero las caricias recibidas la hicieron arrodillar y mamarlo desde sus testículos, lambiendo su pene con el gusto que eso le daba, succionarlo una y otra vez, entrar en trance y despertar pidiéndole más y más.
Una vez hablando con Carlos de sexo, nos explicamos las cosas que les gustaban a nuestras respectivas parejas: a Judith, solo que le acariciaras un poco los pechos, ya empezaba a gemir y se ponía muy caliente: a partir de ese momento era tuya y podías hacer con ella lo que quieras.
Sus dedos lo invaden y en mi intimidad sexual, realiza los más ardientes juegos eróticos, intercambia tanto caricias sobre mi clítoris como la penetración digital, noto que él está igualmente poseído por un gran deseo sexual y en su ansiedad y placer, deja escapar un leve suspiro donde puedo distinguir mi nombre... María José.
A ella siempre le gusto echarse un último polvo conmigo, mismo si había pasado toda la noche con otro, me decía que después de acabar con los otros, si bien estaba satisfecha, era como que le faltaba un poquito mas y bueno yo nunca me hice rogar.